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Sandra Mays

Camino a casa las amigas iban en un silencio de ultratumba, ambas absortas en sus pensamientos, Sandra miraba a Sofía como intentando leer su mente, pero nada salía de la boca de ninguna.

La verdad es que la hermosa morena estaba buscando la mejor manera para terminar con Sandra, ella fue la mujer con quien tuvo más afinidad después de llorar por mucho tiempo a Karen, se conocieron un día que arrimó con su sobrina a una tienda de mascotas, necesitaban un collar y comida para el gato de Valeria, “Cafu”, y quien las atendió ese día fue nada más y ni nada menos que su propietaria, la veterinaria Sandra Mays, y eso debido a que su asistente tenía descanso aquel día. Sandra fue tan amable que desde entonces decidieron que esa sería la tienda y veterinaria favorita de su gato, se volvieron clientas asiduas de Sandra, tanto que con el paso de los meses se familiarizaron, llegando incluso a ser invitadas a la lujosa mansión de la veterinaria donde conocieron a su hijo y se enteraron de que el esposo siempre se encontraba de viaje. A Sofía le pareció una mujer de estilo muy clásico con una excelente figura, que no aparentaba los treinta y un años que tenía, lo que la hizo pensar que se había casado muy niña.

Un fin de semana sin previo aviso Sofía fue invitada por Sandra a su cumpleaños, “trae a Valeria por favor”, había dicho su nueva y jovial amiga.

—¡Oye! ¿Por qué no me dijiste con tiempo? Así habría comprado un regalo para ti.

—Créeme, si vienes, tú serás mi regalo.

Tía y sobrina se vistieron con elegantes atuendos pensando en los muchos invitados que conocerían, pero grande fue su sorpresa al ver que no había más coches que los dos que siempre permanecían en la cochera de aquella bonita casa, el de Sandra y el del esposo de esta.

—¡Hola niñas! ¡Qué hermosas están!

—¿Dime, acaso somos las primeras en llegar?

—Son las primeras y las únicas —contestó la anfitriona.

—¿Y eso?

—Mira, yo no suelo hacer fiestas, tenemos por costumbre en los cumpleaños viajar o salir a algún lugar, mi esposo, mi hijo y yo, pero esta vez mi querido marido no vendrá, y yo tengo pereza salir por ahí con un niño de siete años, así que haremos la fiesta los cuatro, tengo juegos para los niños y otros para ti y para mí, nos conoceremos mejor al calor de la bebida que prefieras; en un rato cenaremos, he cocinado para ustedes, espero no te moleste que no haya nadie más.

—No, por supuesto que no, es un buen plan, es más, si necesitas ayuda en la cocina solo me dices.

—No Sofí, todo está listo, además mi invitada no se toca en nada esta noche. ¿Dime qué te apetece de tomar?

—¿Tienes coñac?

—Sí…

—Entonces es lo que tomaré.

—Ok, lo que tú digas, tomaremos coñac.

Ambas rieron, y en tanto que Sandra servía las copas, Sofía se sentaba en uno de los sillones de aquel gran salón, donde podía ver y vigilar a los niños que frente a una gran pantalla se veían entretenidos con un videojuego.

—Cómo aprenden de rápido los niños ¿verdad? —decía Sofía a Sandra mientras recibía de esta la bebida que ponía en sus manos.

—Sí, mi hijo es un experto, bueno ya casi cumple ocho años, ¿qué edad tiene Valeria?

—Doce años, y es bueno que tenga un pequeño amigo, aunque ya va a la preparatoria. Sus padres acaban de dejarla conmigo hasta que se gradúe, por lo que está un poco triste, la ausencia de los padres por los motivos que sean, a esa edad pega muy duro.

—Debe ser, pero se nota que ustedes dos se llevan de maravilla, ella es una nena muy dulce, te digo eso porque algunas niñas a esa edad son agrandadas, solo juegan con chicos de igual o mayor edad y no terminan de quemar su etapa infantil.

—Es verdad —Sofía había advertido que Sandra era una gran conversadora, inteligente y observadora.

—Cuéntame de ti Sofía, ¿qué te hizo el tiempo que luces tan apagada? Siendo una mujer de éxito y muy bella, por cierto.

—Gracias por lo de bella, solo te diré que, alguien a quien amé desde niña, y que pensé sería la persona que me acompañaría siempre, me rompió el corazón en mil pedazos.

—¡Oh lo siento! Pero ya estás mejor, ¿verdad? ¿Quiero decir, has podido sanar un poco?

—¿Algo, mis amigos y el trabajo han sido mi gran terapia… y tú? Dime qué pasa con tu matrimonio, ¿por que viaja tanto? Es que veo que pasas mucho tiempo sola con tu hijo.

—Es verdad, mi esposo es Ingeniero Químico Industrial, y trabaja para una compañía petrolera en Asia, África, o donde lo manden, permanece dos meses enteros allá y quince días en casa, y habíamos acordado que para los cumpleaños vendría en viaje exprés, pero llamó para decir que no podría venir esta vez. Es nuestra rutina, y a la que nos hemos acostumbrado.

—Debe ser duro para ti, dos meses de soledad…

—Sí, fue duro al comienzo, pero nos hemos adaptado.

—¡Vaya! No sé si yo podría aguantar tanto, bueno sobre todo cuando sabes que tienes a alguien, porque te diré, yo hace más de dos años no tengo una relación amorosa como tal, solo eventual, por los motivos que ya conoces, y si tuviera a alguien, dos meses serían demasiado para mí.

—Creo que es hora de cenar, ¿los chicos deben acostarse temprano, verdad? ¿Aunque me gustaría que se quedaran a dormir, crees que sea posible Sofí?

—Ah bueno, verás… no sé…

—No te preocupes que hay muchas habitaciones, o puedes dormir con Valeria, ¡pero quédate con nosotros esta noche, please! ¡Anda, di que sí!

—De acuerdo.

—¡Ok, prepararé dos habitaciones para ustedes!

—No, solo una, dormiré con Valeria.

—¡Como gustes linda!

Después de cenar y llevar a los niños a sus habitaciones las amigas se quedaron un rato más hablando de sus trabajos, sus amigos y los acontecimientos de los últimos días en la ciudad.

Los tragos hicieron su efecto y las risas cada vez eran más fuertes, se dieron cuenta de ello y decidieron acostarse.

—¿Ya está bueno no Sofía? ¿O quieres un poco más?

—No, debemos acostarnos.

—¿Te refieres a ti y a mí? ¿O las dos juntas?

—¿Qué dices Sandra? —preguntó Sofía entre risas coquetas.

—Amiga estoy bromeando, pero esta noche… estoy muy agradecida de que estés conmigo.

Sandra la miró con deseo, un deseo que tenía reprimido desde hacía días, conocía las preferencias de Sofía y sentía una inmensa curiosidad por estar con esa mujer, sabía casi todo de su nueva amiga, ya que por razones de seguridad su esposo no permitía que llevara gente a su casa y menos una extraña.

Sofía adivinó sus pensamientos y decidió enfrentarla y ser directa con ella.

—Sandra… ¿acaso te me estás insinuando? Porque si es así, te diré que no tengo intenciones de enamorarme de nadie y menos de una mujer casada, te acabo de contar que lidio con un fantasma que aún lastima mis heridas.

—Lo sé, como también sé que ese fantasma tiene nombre de mujer, y no pretendo ni enamorarte ni enamorarme, jamás dejaría a mi esposo, solo quiero que me hagas tuya esta noche, ¡por favor!

Estaban tan cerca la una de la otra, que en un instante se prendieron de sus labios como dos fieras salvajes, sus finas ropas iban cayendo una a una sobre aquella alfombra de la silenciosa y cómplice estancia, que escuchaba atenta los chasquidos que producían las bocas de aquellas bellas damas al besarse, Sofía tomó el control de la situación, y acostando a su amante sobre la alfombra, la introducía a diversas sensaciones que esta no conocía, su cálida boca succionaba una y otra vez aquellos rosados pezones de grueso calibre, su lengua subía y bajaba por aquel ejercitado abdomen, haciendo que la iniciada Sandra, subiera y bajara sus caderas con inusitado ímpetu, la experta Sofía, sabía que la tenía a su merced, y con pasión desbordada levantó sus caderas e introdujo su llameante lengua dentro de su cavidad en repetidas ocasiones, provocando un espasmo gigantesco en una Sandra que recordaría por siempre lo que es tener sexo con una mujer.

Sandra estaba satisfecha y realmente se sentía feliz, intentó hablarle de aquel encuentro sexual y de cuánto le había gustado, pero Sofía aún tenía mucho más para dar, y cerrando su boca con nuevos besos, calló a una sorprendida Sandra que sentía cómo nuevamente se encendía su cuerpo al contacto con la piel de su amante, su liviana y atlética figura se vio expuesta sobre el cuerpo de la banquera que la sostenía entre sus piernas mientras besaba y acariciaba sus perfectos senos, elevando la temperatura corporal de ambas, de pronto sintió unos suaves dedos que se movían con agilidad dentro de su centro, Sofía sin soltar de su boca aquel pezón se adentraba en sus entrañas agrandando aquel clítoris con la excitación que provocaba en la veterinaria, la oía gemir tan fuerte, que aceleraba su propia excitación.

—¡Oh mami por favor no pares! ¡Sí Ohhhh, Ohhhh!

Eran los gemidos culminantes de Sandra, que poco a poco fue silenciada con los besos y el fuerte abrazo de una Sofía que mojada en sudor y líquidos llegaba al orgasmo en simultánea.

Tumbadas aún en la alfombra, y alumbradas por el calor de una chimenea encendida a medias, las nuevas amigas con derechos, conversaban de sus cosas y de aquel momento que fue único para Sandra y de recuerdos para Sofía.

—¿Me creerías si te digo que jamás había tenido un orgasmo tan fuerte y prolongado con nadie?

—Te creo —contestó Sofía mientras la miraba, y observaba por primera vez que tenía los ojos verdes más hermosos que había visto.

“Sin duda Sandra es una hermosa mujer, ¿cómo es que su esposo se la pierde tanto tiempo?”; se dijo para sí.

—¿Por qué tanto silencio mi bella amante?

—Solo pensaba.

—¿En qué, o en quién?

—En tu esposo, tú eres hermosa, inteligente, trabajadora y madre, ¿a quién se le ocurre ausentarse tanto?

—Mmm… bueno él tiene un gran proyecto a largo plazo, seguro cuando tenga los recursos suficientes, todo será diferente.

—¡Y además de todo comprensiva!, qué bien, espero que jamás dejes de ser mi amiga, tengo mucho que aprender de ti.

—¡Siempre lo serás Sofía!, porque hoy fuiste el mejor regalo de cumpleaños que me ha dado la vida.

Desde aquel día, las chicas se veían una vez a la semana cuando el esposo de Sandra no estaba, pero ultimadamente el trabajo y las obligaciones familiares de ambas, no se lo permitían tanto como antes, además, Sofía frecuentaba el club con sus amigos y había tenido relaciones con otras chicas, «se enredaba en sexo sin compromisos para no enamorarse», según decía a su gran amigo, Alan Mann.

Y ahí estaba con la chica que de alguna manera la había sacado de tanta soledad y dolor, no quería que las cosas entre ellas terminaran mal, la apreciaba mucho, pero también sabía que la relación con ella era peligrosa, y no tenía sentido continuar con algo que nunca fue amor, debía decírselo.

Ya cerca de su casa ambas se miraron como adivinando que el fin de días de pasión estaba cerca. Sandra estacionó su carro frente a la casa de Sofía y la asió por la barbilla a la vez que le decía:

—¡Dilo de una vez!

—¿El qué?

—Lo que has venido pensando durante todo el trayecto, imagino de qué se trata, pero dímelo tú.

—Tú sabes que ambas corremos un enorme riesgo al tener relaciones a escondidas, eres una mujer casada y con un hijo casi adolescente, y yo soy una mujer muy conocida por mi trabajo y mis preferencias sexuales, no quiero perder tu amistad, pero no debemos seguir, creo que ya no es sano ni para ti ni para mí. Por otro lado, esta chica que anda conmigo me gusta mucho y el sábado pasado la acepté como mi novia, de alguna manera siento que me he cansado de andar como errante y no tener a alguien estable, no quiero que te sientas mal por favor.

Sandra la besó fuerte en la boca, como queriendo sostener todos esos días maravillosos que pasaron y que la hicieron tan feliz, no estaba enamorada de su amiga, pero era una costumbre que hubiera preferido mantener por mucho más tiempo, nunca antes había estado con una mujer, y ella era fascinante, sentía que con nadie más en la vida volvería a sentir eso que la marcó desde la primera noche que estuvieron sobre la alfombra de su sala y su piel temblaba cual hoja al viento al contacto con la suya; seguía besándola mientras una lágrima rodaba por sus mejillas.

—Por favor, no llores que me haces sentir muy mal.

—No te preocupes, entendí cada palabra que dijiste y no quiero ser egoísta, es solo que… te extrañaré Sofí… sé que mereces tener a tu lado a alguien que te ame, y que sea libre para ti, que el mundo sepa que son pareja y son felices, te deseo suerte nena hermosa, y si algún día necesitas una amiga que te abrace, solo llámame, yo estaré ahí para ti; te quiero mucho.

Sofía sintió que el corazón se le estrujó, abrazó a su amiga fuertemente y le devolvió el beso que antes ella le diera.

—También te quiero mucho Sandra, gracias por ser la amiga, antes que nada, gracias por tus bellas palabras, gracias por compartir tu historia y tu cuerpo conmigo, y sí, ten por seguro que te llamaré.

Se despidieron sin traumas de una relación que duró cinco años y que pocos conocían, prometieron llamarse de vez en cuando, había sido una bonita historia, de la que algún día reirían en alguna reunión.

A las ocho en punto de la mañana el despertador de Sofía sonaba incesantemente, se levantó casi dormida sintiendo que todo su cuerpo le dolía, se metió a la ducha de inmediato para que su cuerpo y sus sentidos se despertasen de una vez, escogió de entre su ropero un hermoso vestido azul turquesa que ocultó su bella lencería negra, unos zapatos negros de tacón número siete le daban comodidad a sus pies, adornó su cuello con una cadena de oro en capas y sus manos con un hermoso pulso que hacía juego con sus aretes, el dorado metal le sentaba de maravilla a su envidiada piel morena, después de maquillar sus ojos y sus labios se tomó un sorbo de café que siempre hacía antes de meterse al baño.

Mientras tomaba su café, el ronroneo de Cafu le recordó a Sandra y pensó que debía comprarle más comida, la que tenía se estaba agotando.

—Pero no sería prudente ir tan pronto, no sería sano verla o escucharla por ahora, es mejor ir al centro comercial o pedir a domicilio, ¿verdad Cafu? —Le dijo al gato con un dejo de nostalgia.

Camino al trabajo, la gerente del Banco Central Americano, escuchaba en la radio las noticias donde hacían alusión a la tragedia del río Kappa, algunos de los muchos sobrevivientes contaban sus experiencias y cómo lograron salvar sus vidas ayudándose unos a otros, un joven explicaba la importancia de practicar y aprender supervivencia en los ríos y el mar; Sofía recordaría que muchos años atrás ella misma había hecho ese curso con Karen, a ambas les gustaba la natación, su sobrina también lo hizo, fue uno de sus regalos de cumpleaños. Al llegar al estacionamiento del banco, notó que había equipos periodísticos y algunas personas alrededor que la asustaron un poco, “¿qué habrá pasado?”, se preguntó; uno de ellos con micrófono en mano la abordó.

—¡Buen día licenciada! La cadena SCA le agradece que nos permita un minuto de su tiempo para que le comente a la comunidad cómo fue su experiencia y cómo logró no solo salvar su vida, si no también, salvar la de otra persona, en este caso la del joven Daniel Becker.

—Muy buen día para todos, especialmente agradezco a Dios, porque nos permitió sobrevivir y nos dio fuerzas para luchar contra una corriente que a toda costa quería arrebatar nuestras vidas; mientras venía conduciendo y escuchando las noticias, oí a un joven que también sobrevivió hablar sobre la importancia de aprender a nadar y a sobrevivir en situaciones de riesgo, y creo que es justamente lo que tenemos en común los que nos salvamos, yo también hice el curso de supervivencia y aprendí a nadar a temprana edad, de hecho, toda mi familia está preparada para luchar por su vida en casos como este, por ende, mi recomendación va para los padres, que por favor lleven a sus hijos a prácticas saludables de aprendizajes, llévenlos al mar, a los ríos, a las montañas, con guías que conozcan los lugares y enseñen, ellos deben perder el miedo a ser parte de la naturaleza, así, en una situación como la que vivimos el día de ayer, no gritarán horrorizados minimizando así su posibilidad de sobrevivir, sino que, pensarán con rapidez en estrategias de salvación.

—¿Nos está diciendo que no sintió miedo licenciada?

—De ninguna manera, yo sí sentí miedo y mucho, además porque habían dos personas muy queridas para mi ahí, y muchos jóvenes, amigos y compañeros de colegio de mi sobrina Valeria, quienes compartieron con nosotras la noche anterior en su cumpleaños, lo que pasa, que debido a mi formación supe qué hacer y lo hice, solo busqué un “algo” y ese “algo” estaba ahí, unas ramas de las que no me solté, aun con todo el dolor que implicaba, ya que la corriente por unos minutos fue realmente dura.

—Es una experiencia difícil y dolorosa para usted, puesto que su sobrina sufrió fracturas, ¿verdad?

—Sí, además de eso, uno de los jóvenes que perdió la vida era compañero de Valeria, y otra niña sufrió golpes, no sé cómo sigue Daniel, en fin, son situaciones que pensamos que jamás nos tocarán, por eso sirve de mucho estar preparados.

—Licenciada, le agradecemos mucho que nos haya regalado estos minutos, y estamos seguros de que ustedes allá en sus casas tomarán muy en cuenta las recomendaciones de una mujer valiente y audaz que escondió su miedo para salvarse y salvar una vida. Volveremos con ustedes en unos segundos.

Sofía se despidió de los reporteros, y entró a su banco con ganas de empezar por fin su labor, pero la sorpresa fue mayor al ver a sus empleados y directivos aplaudirla fuertemente mientras la felicitaban con fervor por su valentía y arrojo, a la vez que se sentían felices, según decían, de que estuviera bien.

Después de la algarabía de los reporteros y el personal del banco, la licenciada por fin pudo sentarse en su escritorio a firmar el montón de documentos que tenía pendientes, debía concentrarse y no perder más tiempo ya que al mediodía quedó de estar en el hospital, en eso estaba cuando su secretaria la interrumpió.

—¿Licenciada?

—Dime Janeth, si no es nada urgente… ¿lo dejas para mañana por favor?

—No es urgente, pero es necesario que las reciba.

Sofía levantó la mirada, y se estrelló con un enorme ramo de rosas rosas, su color de flores predilecta.

—¿Y eso Janeth?

—Ahí está la tarjeta licenciada —dijo su secretaria colocando las rosas en un extremo del escritorio, para luego salir en silencio.

—Espera Janeth.

—Usted dirá, licenciada.

—Tráeme por favor los papeles de la propuesta del señor James Lynch.

—Con mucho gusto.

Mientras Janeth traía los documentos requeridos por Sofía, esta leía la tarjeta que traía el hermoso ramo de rosas.

“Licenciada, Sofía de La Torre:

Dar solo las gracias es infinitamente poco para la mujer que tuvo el valor de aguantar en su brazo el peso bajo la fuerte corriente de un embravecido río que pretendía arrebatar la vida de nuestro querido hijo Daniel, debe saber que mi esposa y yo estamos y estaremos eternamente agradecidos con su gesto solidario que ayer salvó tres vidas, porque mi hijo hoy salió del coma y reconoció a todos, de hecho, preguntó por ustedes y ya sabe que están bien. ¡GRACIAS!

Atentamente,

Frank Becker y Esposa”.

Por primera vez Sofía sintió la grandeza de su Azaña y recordó que debía hacerse unos masajes en sus brazos, aún le dolían, pero ya habría tiempo para eso.

Al entrar su secretaria con los papeles, encontró a su jefa concentrada en su labor.

—Aquí están los folletos licenciada.

—De acuerdo, déjalos ahí mientras termino con estas firmas, tan pronto los estudie te llamo.

—Estaré atenta. ¿Necesita algo más?

—No, o mejor sí, regálame un poco de café con empanadas por favor.

Su secretaria salió en busca del café, y Sofía siguió entregada a su labor, tenía hambre, pero el día se le había acortado con tantas cosas inesperadas y debía aprovechar al máximo la hora y media que le quedaba para estar en el hospital y llegar antes de que los padres de Mary Ann fueran por ella.

Después de firmar todos los documentos y estudiar la propuesta del señor James Lynch, Sofía llamó a su secretaria para que escribiera una carta de respuesta.

—Escribe por favor, Janeth

Licenciado, James Lynch, Jefe de Publicidad y Ventas del Banco Nacional:

Distinguido señor, analizando su propuesta de días pasados en donde nos detalla con amplia información sobre el proyecto de construir escuelas para niños en condición de vulnerabilidad, la junta directiva ha decidido apoyar y ser parte del mismo en calidad de patrocinadores, será para nosotros un gran honor formar parte de tan noble causa, ya que estamos convencidos de que la educación crea parte del progreso de una nación en todos los ámbitos, por lo que lo invitamos a una reunión el próximo viernes para finiquitar los términos del contrato.

Atentamente, Sofía de La Torre Gerente del Banco Central Americano L. C”.

Luego de dictar algunas cartas más a su secretaria, Sofía por fin pudo terminar con el programa de trabajo y así cumplir su labor del día, estaba exhausta, eran las dos de la tarde y el hospital quedaba a media hora, tomó su cartera y se despidió de todos con un ademán, ya en su auto, pisó el acelerador con una idea fija en su cabeza: sus niñas, “¿cómo habrán pasado la mañana? ¿Y Sandra… estará bien? Debo llamarla, quizás lo haga esta noche, aunque no quiero darle falsas esperanzas, es mejor la lejanía por un tiempo hasta que asimilemos”.

—Cinco años… —dijo en voz alta con tristeza.

No quería pensar, pero no era ninguna insensible, “hubo momentos gratos”, se decía suspirando.

En el hospital, Valeria hablaba con sus padres animadamente de su situación y sus sentimientos, aunque era una chica fuerte mental y físicamente, la agobiaba no saber nada de su novio, preguntaba a las enfermeras y a los médicos, veía las noticias, pero nadie decía nada nuevo.

—Mami yo estoy bien, solo quisiera saber si Dani también lo está, si ya salió del coma, es duro no saber.

—No te preocupes hija, seguro tu tía ya está informándose sobre él y pronto te dará alguna razón, pero dime cariño, ¿dormiste bien? ¿Has comido algo? Porque si te falta alguna cosa llamo a tu tía para que te lo lleve, mi amor.

—Sí mami, he dormido bien y la comida es buena, no te preocupes, además, tía Sofía me consiente mucho, solo deseo estar mejor e ir a casa.

—Tranquila cariño, un día más y te darán de alta, concéntrate en tu recuperación para que así puedas regresar a clases pronto, tu padre te envía muchos besos y yo te dejo con un fuerte abrazo, recuerda que eres nuestro tesoro y pronto estaremos todos juntos, solo esfuérzate un poco más.

—Lo haré mami, besos a papi… los quiero un chorro.

Valeria no se sentía tan sola en aquel centro de salud, pues sus amigos y compañeros de colegio le escribían muchos mensajes y le enviaban imágenes divertidas, todos estaban pendientes de ella, le habían prometido visitarla cuando estuviera en casa, además le ayudarían con sus tareas para que no se atrasara, sin duda tenía muy buenos amigos, algunos eran de una generación de chicos muy despiertos y amorosos que en medio del drama la hacían reír.

Mary Ann amaneció adolorida a causa de sus magulladuras en brazos y piernas, por lo que su médico le recetó calmantes que la enfermera inyectó en su cadera, estaba sensible, sus padres habían ido en las horas de la mañana y por razones de trabajo no permanecieron mucho tiempo, la orden de salida estaba lista para las tres de la tarde y su novia aún no llegaba, quería verla, tenía esa sensación angustiosa de irse y no mirarse en sus ojos, temblaba de solo pensar en ella, le había escrito algunos mensajes pero sabía que estaba ocupada, la vio en las noticias de la mañana y pensaba que era un ángel, ¿cómo podía ser tan bella? Le parecía irreal que fuera su novia, hubiera dado mucho por correr al banco en el mismo instante en el que la vio dando aquellas declaraciones al reportero, por cierto, como siempre muy acertada.

En eso pensaba cuando la vio, ahí estaba su diosa, con ese hermoso vestido azul, significaba que quizás no tuvo tiempo de ir a su casa a cambiarse, “quizás ni ha comido, se nota tan cansada, y yo aquí queriendo solo verla”, se dijo con algo de culpa.

—Dime princesa, ¿dormiste bien?

—Sí reina mía, solo necesitaba verte para estar mejor.

—¿Solo verme? ¿Entonces no quieres que te bese? Mira que vine primero a ti, rogando que aún no te hubieras ido.

—Ven mi amor, abrázame, sabes que de ti quiero todo, incluso el mal genio que a veces intentas disimular, porque novia mía, te estoy amando como no sabía que podía amar, tú me llenas por completo.

—Mmm, alguien amaneció romántica…

—Contigo el romance es fácil, la poesía fluye y el dolor se va.

—¿Entonces te dolía algo?

—Sí, todo el cuerpo, pero me inyectaron en las nalgas y ahora duele un poquito menos.

—¿Quieres que te dé un besito justo ahí? No sé, quizás mis besos tengan narcótico y…

La princesa calló su boca con un dulce beso que le hubiese gustado fuese eterno, mientras Sofía la abrazaba ignorando que ese abrazo le dolía, y que resistía solo por sentirla.

—Y dime mi amor, ¿cómo estás? Sé que estar pendiente de tu trabajo, tu sobrina, tu familia y yo, es duro, ¿ya comiste? Miro en tus ojos que te falta sueño.

—Sí un poco, y sí, he tenido que hablar con mis padres para tranquilizarlos, e igual con mi hermano y su esposa, querían venir, pero les dije que no era nada serio, ellos son médicos sabes, y el año pasado vinieron para celebrar los quince de Valeria, fue todo un acontecimiento que los dejó casi ilíquidos, además el próximo año vendrán por ella.

Mary notó la tristeza en los ojos de su novia y la abrazó fuerte.

—¿No has comido verdad?

—No querida.

—¿Hay algo más que te aflige, mi amor?

—Sí… pero te lo diré el fin de semana que puedas ir a casa.

—¿Algo serio?

—No, solo son cosas de mi pasado que debes saber.

—Mmm, ¿aún duelen?

—No mucho, pero las marcas, y ciertas… en fin nena, ya pasará supongo, ahora estás tú y me importas mucho.

—Es un avance hermoso, te quiero Sofía, acostúmbrate a escucharlo porque lo diré muy seguido. ¿Quieres chocolatinas? Anda come un poco, aunque si gustas vamos a la cafetería, antes de que lleguen mis padres, así podré admirar el hermoso caminar de una reina.

—No princesa, comeré en casa en un rato, ahora tengo más ganas de un baño y de dormir que de comer, pero dame un poco de tu chocolatina, y otro poco de tu boca, me gusta besarte…

—Y a mí me gustan tus besos… no pares, que debo guardarlos hasta el fin de semana.

Las amantes fueron sorprendidas por unas voces que llegaban desde el pasillo, se separaron un poco de la romántica cercanía, para mirar hacia la puerta y encontrarse con la incómoda mirada de los padres de Mary.

—¡Buena tarde niñas! Tengo algunas noticias para ti Mary, los médicos postergaron tu salida hasta mañana, presentaste mucho dolor y harán nuevos estudios para descartar derrames internos o lesiones, claro que si tú quieres vienes con nosotros y mañana vendremos a hacer los exámenes, de hecho, queremos llevarte ya a casa, ¿qué dices?

Mary pensó que sería genial quedarse otro día más en el hospital, así podría ver a Sofía, sabía que a Valeria le daban el alta al día siguiente, por lo que prefirió quedarse.

—Creo que es mejor quedarme y salir de una vez, ya que, si lo hago ahora, me concentraré en estudiar y no tendré ganas de venir a este lugar que a ratos es deprimente.

—Bien, entendemos tu punto de vista, entonces prepárate, te sacarán más sangre, y te harán una tomografía; entre otras cosas.

—Está bien, estoy lista.

—Bueno, yo ya me voy, debo ver a Valeria, vendré un ratito antes de irme, espero no llores mucho con los pinchazos —le dijo Sofía a su novia sonriendo.

—No lo haré querida porque pensaré en ti para darme valor.

—Ok, hasta después.

—Chao linda.

Mary y sus padres se despidieron de Sofía con cariño.

—¿Y David? No me ha llamado, lo extraño —se quejó Mary con sus padres refiriéndose a su hermano mayor que se encontraba en Londres haciendo una especialización en cirugía plástica.

—Sí, nos llamó esta mañana después de que salimos de aquí, sabe que estás bien, te envía besos.

—Me hubiera gustado escucharlo, pero mañana lo llamo.

—Así será hija, sabes que vive súper ocupado, aunque ya en un mes termina y estará con nosotros.

—Qué bueno.

—¿Cómo estás mi niña? —saludó Sofía a su sobrina.

—¿Bien tía, y tú? Te ves cansada.

—Sí un poco, pero ya descansaré cuando llegue a casa, fue un día muy agitado, tengo buenas noticias para ti.

—¿Dime, acaso sabes algo de Daniel?

—Sí, de hecho, salió del coma, su padre me lo hizo saber esta mañana, me ha enviado un ramo de rosas agradeciendo mi gesto solidario de ayer.

—¡Oh! ¡Qué bueno, gracias a Dios! Esta noche dormiré mejor.

—Sí hija, me alegro mucho por los dos, se merecen estar bien, son tan lindos, te quiero mi niña hermosa, y no sabes cómo sufrí al gritar y no saber de ustedes, pero ya pasó, ahora a cuidarse, comer y dormir bien, ¿bueno? Mañana irás a casa con la enfermera, ella te cuidará y te ayudará en todo.

—Sí señora, ya deseo que amanezca, ¿cómo esta Cafu? ¿Me extraña?

—Sabes que sí, esta mañana me ronroneaba, se le está agotando la comida, debo arrimar al súper para comprarle más.

—¿Y eso? ¿Por qué no vas a la tienda de Sandra?

—He terminado con ella y me apena verla, quizás más adelante, cuando asimilemos todo esto.

—Entiendo, pero creo que hiciste bien, lo digo porque ella está casada y no es bueno, sé que es una buena persona, pero no está bien, espero me disculpes por opinar, es lo que pienso.

—Sí mi niña tienes razón, yo no tengo nada que disculparte, al contrario, agradezco que me lo digas, así me siento menos culpable.

—No te sientas así, además yo entiendo que las unió la soledad y esas cosas, pero ya tienes alguien que te ama, y mucho, me agrada Mary para ti.

La bella tía sonrió abrazando a su inteligente sobrina, se conocían tan bien, eran muy parecidas en el carácter y la forma de pensar, eso había hecho que fueran más que familia, amigas y cómplices.

La Licenciada se despidió de su sobrina, y luego de su novia que aún tenía la visita de sus padres, su corazón quería dedicarles más tiempo, pero su cuerpo estaba exhausto, necesitaba bañarse, comer y dormir muchas horas, ambas entendieron su cansancio y la dejaron ir compadecidas. Camino a casa, Sofía compró comida para el felino gris de ojos azules y para ella.

Su casa se sentía vacía y fría sin Vale, pero era su rincón favorito, estaba en pijamas reposando la cena para ir a la cama, y una vez más vino a su memoria Sandra… Decidió llamarla, después de todo era su amiga y de alguna manera la quería. El teléfono de Sandra sonó muchas veces, hasta que por fin contestó.

—Buenas noches Sandra, ¿cómo estás?

Hubo un silencio al otro lado de la línea y luego una voz que dijo: —¡Hola! No es Sandra, soy su esposo, ella está un poco indispuesta, no sé qué le pasa que no come y a duras penas habla, mañana iremos al médico, aunque no quiera, ¿y tú eres?

—Yo soy Sofía, una amiga, pero no es nada serio, ¿verdad? ¿Se pondrá bien?

—Espero que sí Sofía, nunca la había visto tan triste, y sé de ti porque ella te ha referido muchas veces, te agradezco que seas su amiga, ¿vendrás uno de estos días? Me gustaría conocerte.

Sofía tragó grueso antes de contestar:

—Seguro en algún momento podré, pero por ahora es casi imposible, tengo a mi sobrina en el hospital y un montón de trabajo por hacer, pero prometo ir alguna vez.

—Bueno, pasa que solo estaré quince días, pero como tú dices ya habrá tiempo, espero que tu sobrina mejore y resuelvas las cosas en tu trabajo.

—Gracias, por favor dile a Sandra que la llamé, y que espero se mejore pronto, que puede llamarme si lo desea. Que tengan buena noche.

—De acuerdo, le diré. Buena noche Sofía.

Sofía se quedó mirando su teléfono como si a través de él alguien estuviera por darle respuesta a las preguntas que cruzaban por su cabeza, sintió un miedo terrible. “¿Acaso sabe algo? ¿La habrá golpeado? No, no, no podía permitir que algo así pasara, iría a verla en ese instante quizás la necesitara, ¿será que llamo a la policía? No, mejor aún no, pero iré”.

La joven gerente, se puso unos vaqueros, una camiseta blanca y zapatillas negras. Aceleró su automóvil rumbo a casa de su amiga, tenía miedo, pero era mejor saber que estar en vela toda la noche sin hacer nada. Llegó a la mansión de los Mays con un frío que calaba sus huesos, deseaba un trago de algo fuerte antes de tocar en aquella puerta, pero ya no había reversa, debía tocar. “Toc, toc, toc”. Un hombre de agradable apariencia, con aspecto de tener cuarenta años, le abrió la puerta un tanto asombrado.

—¿Buenas, en qué puedo ayudarle?

—Verá… busco a mi amiga Sandra, acabo de hablar con su esposo, me dijo que estaba enferma y me preocupé.

—Yo soy Reno Mays, su esposo, ¿y usted es Sofía verdad?

—Sí, así es.

—Es un gusto conocerla, pase por favor, ya le llamo a mi esposa.

Sofía entró con desconfianza y mucho miedo, aunque de entrada nada mostraba algún tipo de violencia, incluso ese hombre era sumamente agradable y hasta cariñoso, pero no se sentiría bien hasta no verla. Una Sandra un tanto desaliñada y triste apareció en la estancia, con muestras de que había llorado.

—¿Hola Sofía qué te trae a estas horas por acá? ¿Acaso le ha pasado algo a tu sobrina? ¿Qué te pasa?

La miró con asombro ante la mirada curiosa de su esposo y su joven hijo, quien la saludó con cariño y una franca sonrisa.

—Yo solo quería saber si estás bien, te llamé y me contestó tu esposo, pensé que era algo grave, discúlpame por favor.

—Bueno no es para tanto, Reno exageró un poco, es solo que la angustia existencial me agarró, él sabe que una tiene sus días, solo que como han pasado en su ausencia, no los vio antes.

—¿La qué Sandra?

—¿No sabes qué es angustia existencial? Pues te diré que es cuando sientes que hay un vacío gigante dentro de ti y no crees que haya con qué llenarlo algún día, cuando se escapan las cosas que creías eran tuyas… pero no, no son tuyas, nunca lo fueron.

—¿A qué te refieres mi amor? —preguntó Reno.

—A la edad mi amor, a los años de juventud que se me escapan.

—Pero mami, si eres una jovencita hermosa, mis amigos me dicen que tengo una mamá muy linda y joven —argumentó su hijo Eatan.

Sofía era la única que había entendido sus palabras, y aunque se sintió un poco mal, pudo respirar con tranquilidad, al menos ya sabía que nada de lo que cruzó por su cabeza era cierto, “qué alivio”, se dijo entre dientes.

—No sabes el alivio que siento de saber que no es nada grave, esto que sientes ya pasará, yo he sentido lo mismo y ha pasado, créeme.

—Disculpa Sofía, ¿te apetece algo?

—¡Sí por favor! Un trago de algo fuerte, hace frío allá afuera y debo irme, me siento cansada.

—Sí, se te nota el cansancio, y disculpa si te asusté, pero como ves, de alguna manera ya estoy mejor.

—Me alegro mucho amiga —dijo Sofía apurando el trago de ron que Reno había puesto en sus manos.

—¿Sofía y cómo está Valeria? —Preguntó el joven Eatan Mays.

—Mucho mejor, debe estar enyesada por un buen tiempo, mañana le dan el alta y toca comprarle muletas y una silla de ruedas para facilitar su movilidad en casa.

—Qué bueno que no les pasó nada grave ni a ti, ni a ella; las vi en las noticias, tú eres muy valiente Sofía, y esos chicos también, vi cómo nadaban de fuerte contra la corriente aguantando hasta que les tiraron los cabos. ¡Eso fue de película! Quiero aprender a nadar así.

—Aprenderás Eatan, solo dile a tus padres que te inscriban en un curso en las vacaciones.

—¿Lo harás verdad papi?

—Claro hijo, así será.

—Dile a Valeria que cuando esté en casa iré a verla con mis padres, ¿cierto que iremos verdad?

—Haremos lo posible hijo —dijo su madre.

Sofía estaba enternecida con el chico, ellas no eran las únicas que se habían encariñado en esos cinco años, también los niños, crecieron juntos jugando hasta tarde los fines de semana que ellas se veían, aunque Valeria era mayor, se conocían desde niños y eso los uniría por siempre.

Camino a su casa Sofía encendió la radio, quería escuchar otra cosa que no fueran sus pensamientos, y de pronto sonó Fallen, por Randy Crawford y Presuntos Implicados, fue relajante escuchar esa canción, pues la llevó directo al gran primer encuentro que tuvo con su nueva novia, una sonrisa iluminó su rostro, esa chica le estaba gustando mucho y quería cambiar todo su turbio mundo amoroso por ella.

Mientras tanto, Sandra acariciaba la cabeza de su hijo que sentado en su regazo miraba su serie preferida, le había gustado el gesto de su amiga, significaba que el cariño seguía ahí, que quizás nunca volverían a hacer el amor, pero el tiempo vivido les dejó una profunda huella que nada ni nadie, ningún amor borraría jamás, sería su secreto mejor guardado.

—¡No me olvidarás! —dijo en voz alta sin apenas darse cuenta.

—¿Qué dices mami?

—Nada hijo, solo pensaba en voz alta.

—Ah má, tú siempre piensas en voz alta, pero así te quiero.

Eatan acarició el hermoso rostro de su madre contemplado sus verdes ojos con amor.

—También te quiero cariño.

—¿Mami crees que este fin de semana podemos ir a casa de Valeria? Me gustaría verla, hace rato que no vienen.

—No sé mi amor, sabes que saldremos con tu padre de paseo, además debemos hacer las compras de la casa y tú tienes el recital, debes estudiar, pero te prometo que iremos un día de estos, deja que tengamos menos cosas por hacer.

—Está bien má.

El joven Eatan quedó un tanto frustrado, su pequeño corazón enamorado se rindió.

—Janeth.

—¿Dígame licenciada?

—¿Serías tan amable de conseguir para mí una silla de ruedas y unas muletas que se adapten a las características de mi sobrina?

—Sí señora con gusto, ¿hoy sale del hospital verdad? Me alegro mucho de que haya salido todo bien para ella, es niña y sus huesos soldarán rápidamente, ya verá.

—Así es Janeth, muchas gracias por tu ánimo y ayuda, en estos momentos es de gran valor. Ah, por favor toma las llaves de mi coche así dejas todo ahí, de aquí iré directo al hospital a recogerla.

—Bien, ¿cuál es el color favorito de Valeria?

—El rosa.

—Ok, hasta ahora licenciada.

—Suerte con todo Janeth.

La excelentísima secretaria de Sofía, salió agradecida por tomar un respiro de su ardua labor dentro de aquel banco que por ser uno de los más prestigiosos de la ciudad, tenía mucho flujo de dinero y gente nueva abriendo cuentas; ella aprovecharía para relajar sus sentidos.

Mientras tanto nuestra gerente estrella compartía su tiempo en firmar documentos, autorizar pagos, y contestar de vez en cuando los mensajes de su preciosa novia, que cada vez la tenía más enganchada, aún sentía miedo de soltar las riendas de su remendado corazón con aquella chica, pero le gustaba sentirse amada.

Tan pronto su secretaria llegó con las cosas que le encargó, Sofía se dirigió a su automóvil con esta, para corroborar su pedido y se maravilló del buen gusto de Janeth, por lo que la felicitó:

—¡Excelente Janeth! ¡Seguro Valeria apreciará tu esfuerzo, gracias!

—Me alegro de que todo esté bien licenciada, aquí tiene sus llaves y las facturas estarán en caja menor para el cuadre de fin de mes.

—Perfecto Janeth. Los documentos que teníamos pendientes por firmar están listos, ¿puedes organizarlos y cerrar mi oficina cuando salgas por favor?

—Por supuesto.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana, ¡saludos a Valeria!

—¡Con gusto! —Contestó Sofía con una amplia y brillante sonrisa, que fue recibida con agradado por su eficiente y cariñosa secretaria.

La banquera iba muy entusiasmada, le agradaba saber que ese día su sobrina estaría en casa, además Mary también iría a su hogar con sus padres, por lo tanto, ya no tendría que volver al centro de salud, y eso la tenía más tranquila. Sofía se detuvo en una heladería para comprar muchas ensaladas de frutas que repartiría con sus chicas y las enfermeras. Estaba contenta.

Llegó con mucho margen de tiempo para compartir con sus niñas, antes de partir de aquel lugar que sin lugar a dudas y gracias a los esfuerzos médicos había calmado los dolores de dos de sus amores.

Entró en la habitación de la hermosa niña que llevaba su apellido y su sangre, con unas ensaladas de frutas y la silla de ruedas tapizada de color rosa.

—¡Tía qué linda!

—Sí, cuando puedas llamas a mi secretaria y le das las gracias, por cierto, te envía saludos.

—De acuerdo, lo haré. ¿Y qué traes ahí?

—Unas ensaladas de frutas que compartiremos con Mary y las enfermeras, toma una cariño.

Tía y sobrina disfrutaban animadamente la ensalada junto a la enfermera que habían contratado para cuidar de Valeria los meses de recuperación. Una llamada de su hermano la sacó de aquel ameno momento.

—¿Hola Enrique, cómo está todo por allá? ¿Y Meredith?

—Estamos bien muñeca, dime ¿compraste la silla para Valeria? ¿A qué horas sale?

—Sí, estamos listas, a la espera de la boleta de salida.

—Qué bueno hermanita querida, estamos tan agradecidos contigo, no tendremos jamás con qué pagar lo que has hecho y haces por nuestra hija.

—No te preocupes cariño, somos familia y así debe ser.

—Bien muñeca, dale saludos a Vale, dile que en la noche la llamamos, besos.

—Un abrazote querido, y saludos a mi cuñada.

—Bueno hermanita, te cuidas.

Después de colgar Sofía fue a ver a Mary.

—¡Hola princesa! Te traje ensalada de frutas. ¿Y tus padres?

—Están cancelando los gastos y firmando los papeles de mi salida, ya casi me voy, y confieso que me da un poco de nostalgia.

—¿Y eso linda? ¿Qué acaso tu cama no es más cómoda?

—Lo es, pero ayer me diste un beso que se quedó en el aire de esta habitación, y en la mía aún no hay un beso tuyo… así que debes hacer algo para eso, ¿no crees?

—¡Con el mayor de los gustos princesa! —exclamó una tranquila Sofía que acercó su boca para besar a su chica, quien tomó su cara entre sus manos para profundizar más aquel beso que le hacía erizar la piel, se abrazaron con ternura deseando prolongar un poco más el tiempo en ese pequeño espacio donde la mirada curiosa de la enfermera de turno poco importaba. Embriagada por el perfume que emanaba de aquel cálido cuerpo, Mary se entregó por completo a ese largo beso que produjo el desborde de un río interno que amenazaba con correr hacia sus partes externas, pero no tuvo tiempo de averiguarlo, una voz la sacó de su éxtasis.

—¡Hija nos vamos! ¡Ya está todo listo! Buenas tardes Sofía, es grato verte.

—Buenas tardes señor y señora La Port, ¡también es grato para mí verlos!

Las amantes se separaron un poco para recoger las cosas de Mary, y fue en ese instante cuando Sofía entendió a la filósofa, pasarían cuatro días para volverse a ver, la extrañaría, sí… por supuesto que la extrañaría.

Los La Port se adelantaron a encender su auto más que todo para darle espacio a su hija con su novia.

—Dejemos que se despidan mujer; adelantémonos.

Las niñas se abrazaron como si se despidieran para siempre, Mary estaba sujetada en sus caderas por ambas manos de Sofía que la apretaba contra sí cada vez con mayor fuerza, mientras sus bocas luchaban en una guerra desenfrenada de pasión.

—Chao mi amor, te llamaré cada día…

—Chao linda.

Sofía soltó la mano de su novia y se dirigió al cuarto de Valeria.

Una semana después de aquel fatídico día de paseo, las cosas tendían a normalizarse para los sobrevivientes, y en especial para Mary y Sofía que habían pasado juntas un fin de semana mimando y cuidando de Valeria quien debía hacer el mínimo de esfuerzo para que su pie sanara bien, la enfermera a su cuidado trabajaba seis días a la semana, y el domingo le tocaba a Sofía hacer de enfermera, una labor que, de no ser por su novia sería más difícil de llevar, sobre todo por los deberes que por obligación demandaba la casa, como lavar, asear y hacer las compras de la semana, pero por otro lado, ese fin de semana había observado a su novia y a su sobrina compartir risas y juegos mientras ella cocinaba, y aquello hizo que se sintiera como si fueran la familia que siempre soñó tener con Karen.

—Mi reina, ya que estamos en la intimidad, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro, tú dime.

—¿Recuerdas que el domingo pasado en el hospital estabas un poco triste, y quedaste de contarme el por qué de tu tristeza? Antes de contestarme debes saber que no me importa tu pasado, solo quisiera que en tu presente yo pueda ser esa persona importante que no te permita pensar en nadie más.

—Sí querida, he debido contarte antes de que incluso tuviéramos relaciones, pero las cosas se dieron así, entonces te diré ahora. Yo tuve una relación que marcó mi vida con mi mejor amiga, ella era mi vecina en California de donde soy oriunda y en donde viven mis padres. Teníamos 17 años y nos vinimos a estudiar a New York, compartíamos la misma habitación y dimos rienda suelta a nuestro amor, soñábamos con ser profesionales, comprar una casa y crear una familia, pero ella se enamoró de alguien más; tres años después la sorprendí con su amante en lo que para mí, era nuestro hogar, y además de eso, estaba embarazada, ese día la perdí para siempre, ella se fue con él y cuando terminó sus estudios, emigraron a Europa. No he sabido mucho de ella, pero te diré que viví días, meses, y años, de angustias, de miedos, de dolor. Ahora, mi trabajo y mi pequeña sobrina ocupaban parte de mi tiempo, iba al club con mis amigos y si alguna chica me gustaba me la llevaba a un hotel y “si te vi, no me acuerdo”, en esas estaba cuando conocí a Sandra, una mujer casada y con un hijo, y ella al igual que yo, no quería compromisos solo sexo, y hemos tenido una relación que duró cinco años, nos citábamos una vez a la semana y casi siempre en su casa, porque su esposo trabaja en el exterior y viene cada dos meses, pero hace ocho días terminamos, como verás, aunque en esta turbia relación no hubo amor, el tiempo compartido nos unió y dejó marcas que aunque no son traumáticas sí son importantes, de hecho, hemos quedado como amigas. Querida Mary… quizás un día escucharás a alguna que otra chica hablar de mí, pero que eso no te turbe, de todas las relaciones a las que sucumbí por despecho, la única más importante fue la de Sandra, y ya se acabó, ¿sabes por qué? Porque quiero tener el camino limpio y merecer tu amor, no me falles por favor, porque perdería para siempre las ganas de compartir mi cama, ya que esta es para hacer el amor, ¿me entiendes verdad?

—¡Vaya mi reina qué triste historia! ¿Y me estás diciendo que me amas?

—Te estoy diciendo que estoy limpiando mi corazón y mi entorno para amarte.

—Sofía… gracias por compartir esa parte triste de tu pasado conmigo, y yo solo te diré que desde que te vi, he amado cada parte de ti, cada cosa que haces, cada beso que me das, cada entrega, mira que si te amo más me quedaría sin fuerzas y no podría siquiera dar un paso.

Se miraron un buen rato con sus cuerpos abrazados bajo las sábanas y así se durmieron.

Sofía tiene novia

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