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El día de visita de Daniel y sus padres

Las bellas durmientes se habían olvidado del resto del mundo, incluso de la niña Valeria que como cada domingo dependía de su tía para casi todo. Aunque ya había desayunado por su cuenta necesitaba comunicarles sobre la visita de su novio y los padres de este. Además, la casa debía ser arreglada y ella quería estar presentable.

—¿Tía estás despierta?

—Claro mi niña entra, ¿puedes verdad? Solo no te lastimes por favor —suplicó Sofía mientras se ponía la pijama.

—Descuida que ya domino mejor la silla, disculpa si te interrumpo, es solo para avisarte que esta noche vendrá Daniel con sus padres y quería saber si podemos hacerles de cenar, y pues… como ya es medio día será mejor que andemos rápido con los quehaceres ¿no crees?

—¡Oh, es medio día! ¿Ya desayunaste?

—Sí, por eso no te preocupes, nomás quiero que me ayudes a bañar y a vestir por favor.

—¡Claro mi niña hermosa, vamos! Y me alegro mucho de que por fin Daniel pueda salir, eso significa que ya está mejor ¿verdad?

—Sí, ya está bien.

—¡Qué bueno! —dijo Sofía a Valeria mientras la llevaba en su silla de ruedas hasta el baño, en tanto que su novia gritaba desde el cuarto.

—¡Yo cocino nenas! ¿Me dejáis?

Tía con sobrina se miraron con curiosa complicidad mientras respondían al unísono.

—¡Sí!

Pasaron la tarde arreglando la casa y cocinando para tres, planearon una cena sencilla que harían media hora antes de que los invitados llegasen, por lo que tenían tiempo de sobra para compartir sentadas en el sillón de su acogedora sala, veían las noticias, uno que otro programa o chateaban de vez en cuando con sus amigos y familiares compartiendo comentarios o imágenes chistosas.

La noche llegó lenta para una Valeria que ansiaba ver a su novio después de tantos días, cocinaron unidas la comida favorita de Daniel, pastas con pollo en salsa rosada y tostadas de plátano frito que acompañarían con vino de manzanas. Ella ya estaba lista, solo esperaba oír el timbre en su puerta. Mientras las amantes vestían sus cuerpos con algo casual pero elegante, acorde al momento y a los personajes que vendrían, Sofía vestía una falda de dril color mostaza que llegaba hasta sus rodillas, acompañada de una blusa negra cuello de tortuga y manga sisa poco ajustada que le hacía lucir sus hermosos brazos largos, dándole una feminidad que incitaba a tocarla. Por otro lado, su novia que no tenía mucha ropa allí, optó por un vestido negro corto de tela suave que a su movimiento dibujaba sus caderas haciendo pensar mal a cualquiera que la viese, los únicos accesorios que usaron eran pequeños pendientes plateados en forma de aro, ambas llevaban el pelo suelto, hecho que las hacía lucir muy juveniles.

—Amor mío cada día me siento más atada a ti, estás tan hermosa esta noche que, si no fuera porque la visita está a punto de llegar, créeme no te dejaría salir de esta habitación. Te amo Sofía…

—Nena, y tú lo estás más, eres una muñeca que quiero tener siempre entre mis brazos, y creo que para besarte no necesitamos esperar, ven acá princesa, te diré que esa parte de mis sentimientos que aún duerme al lado izquierdo de mi pecho, tú eres quien la está despertando —la besó una y otra vez, hasta que el timbre de la puerta las trajo de regreso.

La hermosa sonrisa del chico rubio inundó la sala de un enorme calor familiar que emanaba de la positiva presencia de este y sus padres. Los señores Becker aparentaban unos cuarenta y pocos años, demasiado jóvenes para tener ese hijo tan grande, pensó Mary. Iban vestidos cómodamente, los varones con polos blanco y azul y pantalones vaqueros, y la señora Becker unos pantalones blancos y holgados de tela hindú con blusa marrón manga corta, una pequeña cadena de oro colgaba de su alargado cuello, llevaba el pelo recogido por lo que se podían apreciar sus pendientes de igual metal en forma de lágrimas.

Daniel presentó a su novia con sus padres y a su vez esta les presentó a su tía y a la novia de su tía, a quien conocían debido a que sus padres eran amigos desde hacía algún tiempo.

Los jóvenes conversaban animadamente desestresándose de todo, mientras los adultos un poco apartados intentaban conocerse a través del diálogo. Risas iban y venían en ambos grupos hasta que llegó la hora de cenar y lo harían en una mesa que solo tenía cuatro sillas, por lo que hubo que buscar una extra, y eso porque Valeria estaba en su silla de ruedas, el joven enamorado, caballeroso como su padre y noble como su madre, buscó una pequeña butaca que acomodó al lado de su enyesada novia. Armonía era la palabra que se ajustaba perfecto a los comensales en la casa de Sofía, quienes llevaban cada bocado a sus labios con una enorme sonrisa producida por un chiste ocasional del carismático señor Becker, que en una complicidad envidiable con su esposa e hijo, dejaban ver a una familia que independientemente de los problemas que siempre hay en una relación, era feliz; cada quien se inventa la manera de sobrellevar las penas o las carencias de algo, algún dolor escondido que solo ellos saben, y esa sin duda era la manera de los Becker de relajar las tenciones y penas propias de vivir.

—¡Una noche fantástica! —diría la filósofa recibiendo la aprobación de su chica y la niña Vale.

Dos horas antes los invitados se habían despedido prometiendo reunirse más a menudo, dejando en el aire sus genuinas risas cual eco que aún retumbaban en las paredes de aquella casa. Arreglados los desórdenes que siempre quedan después de comer, las niñas se hallaban preparando las tareas que harían al día siguiente, Valeria sería llevada por su enfermera a clases. Mary tenía exámenes y estudiaba con la ayuda de Sofía. Pero una llamada alteró la paz de un perfecto romance con la vida, que era el que vivían nuestras tres niñas.

Sofía tiene novia

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