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Karen…el pasado que regresa

—¿Aló?

—Buenas noches Sofía… he querido escuchar tu voz desde hace tanto…

Una voz conocida la llevó al pasado, acelerando su corazón y haciendo que el color escapara de su rostro, no atinaba a contestar, por lo que Mary y Valeria preguntaron casi al mismo tiempo.

—¿Quién es tía?

—¿Mi reina, quién es?

—Perdona si interrumpo algo, pero no te quedes callada, por favor di algo —se escuchó en el teléfono.

—Hola Karen, ¿cómo es que sabes mi número?

—Lo he averiguado, por estos días tú eres noticia y no me fue difícil encontrarte.

—Oh ya veo, ¿y a qué se debe esto?

—Bueno yo… solo quisiera que habláramos, estoy aquí en New York, vine con mi hijo y pretendo quedarme un buen tiempo, ¿podrás aceptarme una invitación? Quiero verte…

—Karen yo no creo que sea buena idea, ahora tengo novia, de hecho, está aquí conmigo, además ¿de qué hablaríamos? Si todo quedó dicho entre nosotras.

—Precisamente mujer, por todas esas cosas que vivimos y que nos dejó como enemigas, quisiera que me escucharas y pudieras perdonarme.

—Hace mucho que te perdoné, entonces no tiene caso, y ahora si me disculpas estoy ocupada —Sofía colgó sin esperar respuesta.

Un profundo silencio marcó el inicio de una noche de desvelos para las enamoradas y preguntas sin respuestas que quedaron en el aire para Valeria. Pero todas sabían de quién se trataba.

La mañana las sorprendió en un profundo sueño que fue interrumpido por la alarma de Sofía que indicaba la hora de levantarse, haciendo apenas ruido se metió en la ducha después de dejar haciendo el café y colocar comida y agua para Cafu, cosa que hacía todos los días. Preparó desayuno para tres, aunque su sobrina aún dormía, había estudiado hasta tarde adelantando sus tareas pendientes con los apuntes que su novio trajera para ella, por tal razón la dejaría dormir un poco más, total su enfermera no tardaría en llegar y ayudarla.

Sofía se vestía despacio mirando la carita dormida de su novia que quizás se había desvelado pensando en la llamada de Karen, se inclinó hacia ella para susurrarle al oído algo que dejó más tranquila a una Mary que no lograba tener plena seguridad en su amor.

—Princesa, tú estás en mi vida hoy, y eso no cambiará a menos que lo quieras, ya te dije que eres mi nuevo despertar al amor.

Mary abrió los ojos para encontrarse con los de la mujer que amaba, y le dedicó una sonrisa.

—Qué hermoso escucharte…

Sofía le respondió con un beso en su frente al tiempo que le decía:

—Espero que te vaya bien con el examen, y si quieres nos vemos un ratito en la noche.

Dijo esto porque su novia solo pasaba los fines de semana con ellas por aquello de la universidad, y pasaba la mayor parte del tiempo con sus padres. Mary ansiaba que el año terminara rápido, ya que después de la graduación buscaría empleo y le propondría a Sofía que vivieran juntas.

—Dime… ¿la verás algún día?

—No sé… anda, báñate y acompáñame al desayuno que ya casi me voy.

—Está bien, dame cinco minutos mi amor.

Unos años después de traicionar a Sofía, Karen se arrepintió total y completamente de haber tomado la decisión de casarse. Pero era tarde, ya lo hecho, hecho estaba. Había amado desde que era una niña a Sofía, ella era la única referencia que tenía sobre el sexo, por eso a los veintiún años cuando su relación llevaba más de seis años y casi a punto de graduarse, se dejó seducir por un joven estudiante de último año de medicina, Alex White, con quien sostuvo relaciones a escondidas de su novia, con tan mala suerte que se embarazó, aunque no quería dejar a su pareja, solo quería experimentar, pero ella los sorprendió y se alejó para siempre porque ese mismo día sus síntomas de embarazo la delataron. Karen se casó en un tiempo relámpago y aunque nunca dejó de estudiar jamás ejerció su profesión, una propuesta de trabajo en el exterior para su esposo los hizo emigrar a España, nunca supo el dolor tan grande y el vacío espiritual que dejó en Sofía, su traición partió en mil pedazos un corazón que otrora se iluminaba con su sonrisa porque ella era el amor de su vida, tampoco imaginó que la lloró tanto, que quedó seca por dentro y se prometió a sí misma no entregar más su corazón. Karen ahora estaba de regreso con un hijo de ocho años que no conocía su país, y una historia triste, su esposo ya no era el de antes, casi ni se veían y se sentía prisionera en su propia casa; sin amor, sin pasión y sin amistades, por eso se las ingenió para que su esposo firmara la salida de su hijo Kevin y les dejara pasar unas vacaciones con sus padres, que desde su embarazo se habían trasladado a New York.

La gerente corría de un lugar a otro dentro de su banco, organizando y promoviendo cosas de gran importancia en su labor, solía ser más eficiente en tiempos de crisis ya fuera personal o del trabajo, no quería pensar, su amigo y colega Alan Mann, la sacó de sus tareas con un saludo entusiasta.

—¡Hola heroína!

Un Alan de aspecto muy juvenil y elegantemente vestido, mostraba una cara de felicidad que lo delataba, sus alegres ojos azules la miraban con cariño.

—¡Hey chico! ¿Cómo te fue en las vacaciones?

—Súper bien Sofí —contestó abrazándola como a una niña, y sin soltarla le hablaba del incidente en el río—. Acabo de llegar y quise venir a verte porque supe del percance que sufriste con Valeria, me alegro mucho de que estén bien, Enrique me mantuvo al tanto, solo siento no haber estado aquí para ti, pero nena, ¿crees que podamos vernos esta noche? Necesito contarte algo importante.

—¡Oh! Alan, también yo debo contarte cosas, tenía una posible reunión en casa, pero la pospondré, ¿nos vemos a las ocho en el Club Cristal te parece?

—Perfecto nena, así será.

Alan besó a su amiga en la mejilla y salió con el mismo entusiasmo con el que entró.

“¡Vaya! Parece otro”, pensó Sofía. Una llamada entrante de su novia la hizo pensar en las coincidencias, ya que también iba a llamarla.

—¿Dime princesa, cómo te fue en la U con el examen?

—¡Súper bien! De hecho, llamo para cancelar mi ida a tu casa, estaré con los compañeros celebrando en un club, me alegan que ya casi no los acompaño y es cierto, además necesito un poco de distracción, a ver si de pronto saco un rato mañana y te llevo un beso que tengo enredado en el corazón, ¿no te molesta verdad?

—¡Claro que no! Igual yo también tengo una cita con Alan mi amigo. Veras, él estaba de vacaciones y quiere contarme algo importante, ya te diré los detalles, quizás el fin de semana vaya a verme y pueda presentártelo, es casi un hermano para mí, me conoce desde niña.

—Qué bueno reina mía, a la noche, antes de dormir te llamaré.

—De acuerdo princesa, que se diviertan, mucho juicio ¿ah?

—Mmm, sabes que tú ocuparás todos mis pensamientos, estaré ahí solo con el cuerpo.

—¡Anda bella relájate y diviértete! ¡Que eso es bueno!

—Ok mami chao.

—Chao linda.

Se despidieron con una sonrisa como si pudieran verse cara a cara. “Es bueno para ella que salga con sus amigos, como es bueno para mí salir con los míos, eso le da más vida a una relación”, se dijo para sí Sofía.

—¡Y lo que ha de ser siempre será! —dijo esto en voz alta.

Terminó Sofía su tiempo laboral y salió con paso lento hacia el estacionamiento donde se hallaba su coche. Iba pensando en que tendría dos horas y media tiempo de sobra para hacer la cena de ella y Valeria, bañarse, vestirse y estar a tiempo en el club donde la esperaba su amigo. Abría las puertas de su auto y otra vez aquella voz la asustó.

—¡Mira mujer! ¡Qué bella estás! Más aún que la última vez que te vi, aquel día que nos graduamos, sé que no me notaste, porque no mirabas a nadie, pero yo sí lo hice.

Sofía la miró, y el tiempo una vez más retrocedió para ella, se fue diez años atrás cuando esa mujer era parte de su vida, cuando aún no sabía que la había dejado de amar, la miró ahí, jadeando a su lado después de hacer el amor, pensaba que nunca necesitarían a nadie más, creía que la llenaba, así como ella llenaba su vida, eran dos niñas de veinte años que buscaban siempre una oportunidad para besarse, acariciarse y hacer el amor. Dos jovencitas comprometidas con sus estudios, con grandes sueños que compartían porque parecían sinceras en su sentir, cuánto había amado a esa mujer, por ella se enfrentó a media universidad que tuvo que acostumbrarse a verlas juntas porque la naturalidad de su amor superó a todos. ¿Qué le pasó? ¿Por qué no habló? ¿Y ahora quiere ser su amiga?

—¡Hola amor! ¡Di algo por favor! Quería verte…

—Discúlpame… tú también estás bellísima, la maternidad y el matrimonio sí que te han sentado, y dime Karen, ¿cómo va tu vida? ¿Cómo está tu hijo? ¿Debe tener ocho años cierto?

—Cierto, él está bien, y mi vida no es lo que quise que fuera, pero ahora estoy mejor supongo. Vine de vacaciones con el niño, y no sabes las ganas que tenía de verte, sé que te hice mucho daño y tú no lo merecías. Estoy aquí para decirte que, salvo mi hijo, me arrepiento de haber arruinado nuestra historia mi amor, porque jamás he vivido algo parecido a lo que viví contigo, ¡perdóname Sofía!

—Te ruego Karen, ¡nunca más me llames tu amor! Yo dejé de serlo hace más de nueve años, si es que no fue antes… siento que te burlas de mí, cosa que no le tolero a nadie.

—¡No por favor! Yo no me burlo, pero si no te gusta no lo haré más, solo déjame ser tu amiga como cuando éramos niñas, yo nunca he dejado de quererte Sofía, debes saber que si pudiera retroceder el tiempo y hacer de nuevo las cosas, me quedaría contigo eternamente.

La banquera la miró con su característica ceja levantada, de arriba hacia abajo, Karen aún podía presumir de su hermoso cuerpo que resaltaba bajo un hermoso vestido negro que oscurecía sus bellos ojos grises, llevaba el pelo suelto y los labios al natural, eran rosados, su parte física favorita de ella, y Karen lo sabía.

—Karen… contigo aprendí tantas cosas, te quise como quieren las colegialas; aprendí a amar, a hacer el amor, a mirar con ternura, a abrazar con amor, contigo yo era un ángel… o un demonio si alguien más te tocaba, contigo yo lo tenía todo, pero me quitaste sin piedad todo eso, ¡me robaste Karen! Me dejaste desnuda, perdí los sueños, el rumbo, soy alguien porque en medio de todo siempre pensaba en mis padres, ellos no merecían que yo les robara su esfuerzo por educarme, de no haber pensado así, sería una habitante de la calle, una viciosa, pero me curé de casi todo, tú ya no me dueles, quizás algún día pueda verte como amiga, pero hoy no, sería hipócrita si te digo que ya todo está bien, no me dueles pero te guardo rencor, y te guardo rencor porque siento que no te importó hacerlo en donde se suponía era nuestro lugar, y no me digas que fue un error, ¡porque un error es ponerte los calzones al revés, un error es escribir una frase mal!, Karen yo jamás te hubiera sido infiel amándote como te amaba, por eso mi cura fue decirme a mí misma que tú ya no me amabas, pero debiste decirme… debiste decirlo —dicho esto Sofía subió a su carro y se fue sin decir nada más, los recuerdos la dejaron con un nudo en la garganta, lágrimas en sus ojos, las manos temblorosas y húmedas y un corazón acelerado.

—¡Que hice Dios mío! ¿Qué te hice Sofía? ¿Qué me hice? Qué te hice mi amor… Karen apretaba sus manos mientras repetía las mismas palabras una y otra vez, se quedó ahí parada frente al carro de su madre.

Karen, dejó que las lágrimas corrieran cual río por sus mejillas, sostenía su vientre con ambas manos por el dolor que empezó a sentir al escuchar todo lo que había causado en la mujer que siendo solo una niña conocía el valor de la honestidad en una relación, ella había apagado el brillo natural de esa mirada, ella era la causante del cambio drástico de un ser que fue luz en su vida, ahora era una dama fría, segura y exitosa, se había ido la niña que un día la amó. Permaneció largos minutos dentro del auto sin saber qué hacer, no quería llegar a su casa en ese estado, pero no tenía a dónde ir, no recordaba el teléfono de ninguno de sus amigos, se quedaría ahí un poco más e iría a su casa con su hijo.

Sofía llegó a casa con algo de comida para su sobrina, ya que había perdido mucho tiempo en el estacionamiento y no podría cocinar, debía bañarse rápidamente, no quería hacer esperar a su amigo. Se vistió de Jean y sweater manga larga gris, con zapatillas blancas, un reloj grande y pequeños aretes de oro que se dejaban ver por llevar el pelo recogido en cola de caballo.

Antes de salir dejó a su sobrina acomodada en su cama y la alarma encendida, aunque era un barrio vigilado no estaba de más algo de seguridad, de igual manera siempre podía verla a través del monitoreo satelital. Tomó su abrigo de cuero negro, el conjunto de llaves y se marchó, necesitaba urgentemente un trago, pero deseaba llegar más serena a dicha reunión, por lo que tomó la ruta más larga, después de todo aún tenía algo de tiempo, le había rendido bañarse rápido y llevar comida. La había bloqueado por un buen rato de sus pensamientos, pero su imagen volvió con más fuerza. ¿A qué vino? Qué quería… será mejor dejar eso así, ya no le daría más importancia.

Sofía tiene novia

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