Читать книгу Tú y sólo tú - Esposa de verdad - Susan Crosby - Страница 10
Capítulo 5
ОглавлениеTAL y como les había prometido Walt Hennessy, obtuvieron los permisos rápidamente y su relación personal quedó relegada a un segundo plano.
En las siguientes dos semanas, no tuvieron tiempo apenas ni de respirar, pues se las pasaron limpiando para obtener el visto bueno de los inspectores, que, finalmente, les dieron la aprobación de la instalación eléctrica y de la fontanería. A continuación, se instalaron nuevos servicios de chicos y de chicas y una pequeña cocina.
En cinco semanas, todo lo básico estuvo terminado.
Excepto su «relación».
Cagney creía que, al trabajar codo con codo, conseguiría acercarse a él, pero Jonas seguía tratándola como si fueran solamente compañeros de trabajo. Aparecía, hablaba con ella de trabajo, pagaba facturas y no compartía nada de sí mismo.
Aquella manera de tratarla, tan distante, no le gustaba en absoluto y estaba empezando a obsesionarse. Tal vez, tendría que asumir que su momento había quedado atrás, tal vez tendría que crecer y dejar de beber los vientos por un hombre que no existía en realidad, por un hombre que había dejado muy claro que no quería absolutamente nada con ella.
Pero no podía hacerlo.
No podía parar de preguntarse por qué habría vuelto Jonas en realidad a Troublesome Gulch.
Por otro lado, milagrosamente, el sargento no había dado señales de vida. Parecía que los estaba dejando en paz. Sin embargo, Cagney temía que, tarde o temprano, apareciera por algún lado.
Aun así, el lunes se despertó muy contenta. Aquel día tocaba decorar. Jonas le había dejado aquel apartado a ella. Aunque a Cagney le hubiera encantado compartir la elección de colores con él, tuvo que conformarse con recurrir a Faith.
Su amiga estaba encantada y muy involucrada con el proyecto. Muchos de sus estudiantes, por no hablar del hijo en acogida que tenía con su marido, lo iban a utilizar si todo iba bien.
Cagney estaba segura de que con lo que a ella le gustaban los colores y lo que a su amiga le gustaban las revistas de decoración, el centro juvenil iba a quedar precioso.
Así que las dos se dirigieron a la ferretería y eligieron colores y texturas, disfrutando del proceso. Aquel lugar olía a madera. Era un lugar que a Cagney le encantaba porque le recordaba la reforma que había hecho en su casa cuando había comenzado su vida adulta.
Ambas estuvieron de acuerdo en poner planchas de maíz en el suelo porque eran fáciles de limpiar y respetuosas con el medio ambiente y también porque quedaban más bonitas que el linóleo industrial.
—¿Qué te parece este color mandarina? —le preguntó Faith enseñándole una muestra cuando decidieron pasar a elegir el color de las paredes.
Cagney arrugó la nariz. Le encantaba aquel color para su casa, pero no estaba muy segura de si era el más apropiado para un centro juvenil.
—¿No nos limitaría a la hora de decorar?
—¿Pero qué dices? —se horrorizó Faith—. El naranja es el nuevo negro. No seas paleta, por favor. ¿Has visto las aulas últimamente?
—No.
—No, bueno, pues las pintan todas de blanco brillante, como si fuera un hospital, y los chicos salen del colegio sin haber tenido contacto con ningún color y locos por entrar en acción. Lo que necesitan es algo que vibre, algo salvaje y divertido, y eso es lo que debería darles el centro juvenil.
Cagney se rió.
—Está bien, tú eres la experta. Pon la muestra en el montón de «quizás» y ya lo pensaremos.
—Tienes que arriesgarte —insistió su amiga—. Deberíamos elegir colores brillantes, una mezcla funky. Te lo digo en serio. Las paredes son de ladrillo visto y las tuberías también van a quedar a la vista. Así que, si accedieras a poner paredes de colores vivos, el centro parecería un loft y a los chicos les encantaría. Confía en mí.
Cagney se quedó pensativa.
—Está bien —accedió.
A continuación, tras haber dejado fuera todas las combinaciones de blancos y de beis habidas y por haber, pues les parecían que eran las eternas elecciones de los que querían no arriesgarse, hicieron un montón con todos los colores que habían elegido.
—¿Y Jonas no quiere opinar sobre esto? —le preguntó Faith.
—¿Es tu manera nada sutil de preguntarme cómo van las cosas entre nosotros?
—Más o menos —suspiró su amiga—. ¿Qué tal os va?
—Desgraciadamente, no hay mucho que contar. Nuestro trato es cordial y profesional. Algunos días, dependiendo de si se ha despertado con el pie izquierdo o no, ni siquiera es cordial, pero siempre muy profesional. Demasiado profesional. Me estoy volviendo loca. Lleva aquí mes y medio y no he conseguido que se abra. Ni siquiera sé lo que estudió en la universidad. Me dijo que algo relacionado con los ordenadores, pero nada más. En cuanto intento sacar algún tema personal, me corta en seco —se lamentó Cagney—. Estuvimos enamorados, yo creo que tendríamos que ser capaces de por lo menos hablar de cosas como la universidad y el trabajo.
—Preciosa, aunque ahora sea millonario, te aseguro que sigue siendo tu Jonas de siempre. Lo veo en sus ojos cuando te mira.
—A ti lo que te pasa es que eres una romántica empedernida —contestó Cagney poniendo los ojos en blanco—. Esta situación no tiene nada de romántica, Faith. Haga lo que haga, no está dispuesto a hablar de qué ha hecho en la vida en estos doce años y tampoco quiere hablar de nosotros ni de nuestro pasado aunque yo estoy convencida de que una sencilla conversación aclararía lo que ocurrió y haría que nos mostráramos mucho más naturales.
—Oblígalo a hablar.
—Me temo que, si lo agobio demasiado, se irá.
—Entonces, dale tiempo.
—¿Otros doce años? —se burló Cagney—. Estoy cansada de esperar para poder empezar una nueva vida.
—Cagney, tienes una vida maravillosa y amigos que te quieren.
—Ya lo sé, no me refería a eso —contestó Cagney encogiéndose de hombros—. Olvídalo. La verdad es que no quiero seguir hablando de esto. Es una causa perdida.
—Ninguna causa está perdida si de verdad quieres luchar por ella.
—Ya —suspiró Cagney dejando las muestras de pintura sobre la mesa, echándose hacia atrás y cruzándose de brazos—. Mira, al principio, quería que retomáramos nuestra relación donde la habíamos dejado, quería que volviéramos a ser novios, pero ahora me conformaría con que volviéramos a ser amigos porque, antes de empezar a salir, fuimos amigos y lo echo mucho de menos. Si consiguiera que Jonas quisiera ser mi amigo de nuevo, me quedaría contenta.
—Ya —contestó Faith sin convencimiento—. Si quieres volver a ser su amiga, proponle hacer las cosas que hacen los amigos. Podríais quedar para algo que no fuera trabajar y que no tuviera nada que ver con el centro juvenil.
—No puedo. Hicimos un pacto y lo peor es que fue idea mía —se lamentó Cagney.
—Bueno, pues cambias el pacto y ya está.
—No sé si Jonas está preparado.
—¿Lo estás tú?
—Tampoco lo sé. Hay días en los que creo que sí y otros en los que estoy convencida de que no —confesó—. Cuando lo perdí, pasé por uno de los peores momentos de mi vida y no quiero revivir aquello, no quiero volver a perderlo…
—¿Y si no lo vuelves a perder?
—Sé realista. Me ha dejado muy claro que lo que hubo entre nosotros ya no significa nada para él. Odia mi trabajo…
—Como tú.
—Odia a mi padre…
—Como tú.
—No, yo no odio al sargento —contestó Cagney—. Yo sólo… simplemente no me cae bien. Nada bien.
Aquello hizo que ambas se rieran.
—Cagney, lo único que importa es lo que tú quieres —le dijo su amiga agarrándola de la mano y mirándola a los ojos
Cagney no tuvo que pensarlo ni un segundo. Siempre había tenido muy claro lo que quería.
—Jonas. Lo único que quiero es recuperar al Jonas del que estaba enamorada. Ni siquiera sé si sigue existiendo, pero quiero abrir una brecha en el muro que ha erigido a su alrededor aunque me tenga que romper la cabeza.
—Si quieres estar con él, no te queda más remedio que ser tú la que lleves las riendas —le confirmó Faith.
—¿Y cómo lo hago sin que se asuste y se vaya?
—No lo sé. Yo creía que os iba a resultar fácil en cuanto empezarais a pasar tiempo juntos… seguro que encontrarás la manera. Tú siempre has sido muy fuerte.
—¿Yo?
—Sí, tú —insistió Faith.
—Pero si soy la debilidad personificada. Si hubiera sido fuerte, habría mandado al sargento a freír espárragos hace mucho y sería artista y no policía.
—Eso no es cierto. Tu padre te puso entre la espada y la pared cuando estabas fatal y no tenías elección. Te recuerdo que te dijo que te tenías que ir de casa o meterte en la academia de policía. ¿Qué ibas a hacer? Acabadas de cumplir veinte años y estabas deprimida.
—Sí, y así sigo varios años después.
—Aunque no te guste tu trabajo, eres una buena policía.
—¿Y a quién le importa eso? Me dejé dominar y ahora estoy en un callejón sin salida.
—Si de verdad lo quieres, puedes cambiar de trabajo. Tienes toda la vida por delante. Bueno, en realidad, ya estás cambiando. Ahora vas a trabajar la jornada completa en el centro juvenil. Por algo se empieza.
—Sí.
—Cagney, puedes hacerlo. Eres una superviviente. Mira cómo conseguiste que Jonas accediera a trabajar contigo enfrentándolo a tu padre. Eres un genio.
—Gracias, pero no quiero que esté conmigo por la misma razón. Si no quiere estar conmigo, de verdad, prefiero quedarme con mis recuerdos que seguir adelante.
—¿Y si no fuera así?
—Todo indica que no quiere nada conmigo.
—No estoy de acuerdo —le dijo Faith jugando con unas muestras de pintura—. Sé que lo negará siempre, pero todos sabemos que la verdadera razón de que Jonas Eberhardt haya vuelto a Troublesome Gulch es para vengarse de ti. Cree que tú le hiciste daño adrede. Tú y yo sabemos que se equivoca completamente, pero eso es lo que él cree. ¿Entiendes por dónde voy? Nadie quiere vengarse de una persona si esa persona no supone absolutamente nada en su vida.
—Pero me dijo que yo no significaba absolutamente nada para él, Faith. Me lo dijo muy claro.
—Claro. ¿Y qué te iba a decir? ¿Querías que te dijera: «No he podido parar de pensar en ti durante estos doce años»?
—Bueno, no, pero…
—El hombre tiene su orgullo.
—El orgullo no sirve para nada.
—No, pero existe. Ya te perdió una vez y debió de sufrir mucho, así que no creo que esté dispuesto a volver a arriesgar el corazón frente a su primer amor.
—No sé si fui un amor de verdad para él.
—Sabes perfectamente que te quería.
Cagney se quedó pensativa.
—Sí, de acuerdo, me quiso, pero eso fue hace muchos años.
—Y ahora vuelve a Troublesome Gulch y decide quedarse unos meses. Podría haberse ido después de la conferencia de prensa, pero no lo ha hecho. Se ha quedado y está trabajando contigo —insistió Faith mirando a su amiga sonriente—. Creo que eso deja claro que hay algo más aparte del deseo de vengarse de tu padre.
Cagney sabía que su amiga tenía razón, pero no quería hablar con Jonas de aquello, prefería quedarse con la curiosidad que asustarlo.
—Ya veremos lo que ocurre —concluyó eligiendo la muestra de pintura de color mandarina—. La verdad es que me gusta ésta y también me gusta tu idea de darle una apariencia de loft urbano al centro —añadió eligiendo unos cuantos colores más—. Mira, con el ciruela, y estos dos verdes, el pistacho y el jade queda fenomenal, ¿no te parece? No tiene nada que ver con el blanco hospital, ¿eh?
—No, ni tampoco con lo que estábamos hablando. Menudo cambio de conversación.
Cagney sonrió y siguió adelante con el proyecto del centro.
—Quería pedirte una cosa. ¿Qué te parece si les propusiéramos a unos cuantos grafiteros que pintaran la pared de detrás del karaoke? Yo creo que quedaría genial.
—Es una idea estupenda. Tengo unos cuantos chicos en el colegio que son unos verdaderos artistas.
—Estupendo. Quiero a los mejores. Diles que, por supuesto, se les pagará.
—Si hemos terminado de elegir los colores, te dejo porque cierta señorita que yo me sé se va a poner a berrear de un momento a otro —se despidió Faith poniéndose en pie.
—Faith, te he escuchado —le dijo Cagney poniéndole la mano en el brazo antes de que se fuera—. Quiero decirte que te he escuchado con respecto a Jonas y que gracias por escucharme tú a mí.
—De nada. Yo lo único que quiero es verte feliz —se despidió Faith—. Por cierto, a ver si la próxima vez me cuentas tú las cosas y no te las tengo que estar sacando con cuchara.
—Entendido —se rió Cagney.
Una vez a solas, disfrutó del olor a madera recién cortada y se dio cuenta de que, por primera vez en varias semanas, se sentía esperanzada.