Читать книгу Albert Camus, de la felicidad a la moral - Susana Cordero - Страница 7
ОглавлениеI PRECISIONES TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS
El tema a la luz del que queremos abordar la obra de Camus es el de la moralidad. La inquietud de Camus parte de dos polos y entre ellos se dilata en cada una de sus obras: su amor al mundo, su afán de permanencia en cada instante de vida y de lúcida alegría, y su conciencia de la muerte.
Contra la primera exaltación de Bodas, en su “El viento en Djémila” –ensayo incluido en la obra de aquel título– estaba inserta la comprensión de que todo muere. Esta convicción no llamaba entonces a la rebelión en su manifestación madura, pero significaba asumir la desesperanza en la esperanza, desesperanza que no es desesperación, aunque en El revés y el derecho Camus afirmó que “no hay amor de vivir sin desesperación de vivir”.2
Vida y muerte, dos extremos de los que surgen valores opuestos, dos núcleos enfrentados, primero, como mi vida y mi muerte y luego, como elementos esenciales de la condición humana, motivos de soledad tanto como de solidaridad. Vitalmente va Camus accediendo a aquellos valores, sobre ellos intentará una reflexión en sus dos obras ideológicas e irá diseminándolos como una semilla en cada uno de los momentos creativos.
En entrevista concedida a Le Figaro Littéraire, el 21 de diciembre de 1957, Camus afirmaba:
Tenía un plan preciso cuando comencé mi obra: en primer lugar quería expresar la negación bajo tres formas: novelística, fue El extranjero. Dramática, Caligula y El malentendido. Ideológica: El mito de Sísifo. Preveía lo positivo bajo tres formas también. Novelística: La peste. Dramática: El estado de sitio y Los justos. Ideológica: El hombre rebelde3.
Para entonces, Camus había publicado ya la mayoría de sus obras. Al intentar a posteriori una aclaración de lo que quiso hacer en ellas, nos introduce en un universo sencillo, dilucidable, en el que hay una evolución del no al sí, de la negación a la afirmación, de la duda a la certeza, de la nada al ser.
¿Qué quería decir Camus, cuando intentaba expresar “la negación” y “lo positivo”? ¿Qué valores constituyen los polos de este universo? Los valores negativos ¿no esconden promesa o positividad alguna? Los positivos ¿lo son en positividad total, en afirmación sin fisuras? De ser así, vida y muerte pudieran separarse, no serían las dos caras de una misma realidad, sino dos realidades que se repelen una a otra. Puesto que el mismo Camus experimenta que la separación es imposible, averigüemos de qué manera se cumple aquella afirmación suya sobre la intención que le guio en su crear.
Intentemos entender qué es lo que Camus llama la negación, cuáles son los valores insertos en este momento creativo. Examinemos los valores que exalta en la obra resultante de su intención de manifestar la positividad.
Cada uno de los momentos en los que Camus agrupa –algo artificialmente quizás– su obra, se manifiesta a través de una multiplicación de géneros literarios: novela, drama, ensayo. Este último quiere ser la expresión ideológica de los motivos dispersos en sus novelas y dramas. ¿Bastará analizar dichos motivos, sistematizarlos con la guía eficaz que el mismo Camus nos entrega en El mito de Sísifo y en El hombre rebelde para encontrar los valores negativos y positivos que definen los momentos de la creación camusiana?
No lo creemos así. La compleja riqueza de los personajes de Camus –desde Meursault hasta Martha, Jan, Rambert o Dora– su realidad cabalmente humana de personajes ficticios hace que escapen a cualquier racionalización, pues no son tipos que sirven para ilustrar una teoría de la novela u otra de la creación en general, o para demostrar tal o cual verdad sobre el sentido de la vida que, por lo demás, jamás se alcanza de forma total.
En Camus existe un acuerdo entre ensayo y ficción. Pero no deforma la ficción hasta probar con carne y sangre la armazón ideológica. Busca la carne y la sangre de donde pudo nacer su ideología. [Delgado, Feliciano, “Pensamiento y estilo de Albert Camus”, Razón y fe, 725, (junio, 1958), p. 593].
Consideramos que es insuficiente, para conocer su evolución moral, analizar aquellas dos obras ideológicas. Se impone, a partir de sus primeros ensayos –aunque Camus no los incluyó expresamente en alguno de sus momentos creativos–, ascender y detenernos en las obras de ficción, tanto novelescas como dramáticas, ver cuánto sobre los conceptos de valor en ellas dispersos nos revelan y unifican El mito de Sísifo y El hombre rebelde. Como corolario, no debemos olvidar una obra crucial en la evolución camusiana, la más expresiva de un universo en el que lo positivo y lo negativo se requieren: La caída. Publicada en 1956, Camus no la menciona en la entrevista citada, pero para nosotros alcanza el grado de tensión, el de contradicción lúcida y dolorida que caracterizó la vida de este hombre consciente y sin fe, unida a esa extrema dosis de ironía capaz de devolver a cada valor su lugar en la vida vivida; obra en la que lo negativo se funde con lo positivo, cada uno como semilla y génesis de lo otro. En ella, la solidaridad se resuelve en soledad y esta es el motivo crucial de la culpabilidad del juez–penitente.
Nuestro trabajo quiere ser una exégesis del itinerario moral de Camus, pues entendemos que la expresión de la negación y de la afirmación se refiere fundamentalmente a momentos axiológicos en la vida y creación del autor, a actitudes morales, a la percepción de valores ligados con el quehacer en la búsqueda de ser más característicamente humano.
Cómo entiende Camus la tarea del hombre, cuál es su concepción del mundo en que vive, de qué manera se define frente a la realidad que le premia, pero también lo acosa, son algunos de los interrogantes a los que intentaremos responder a través del examen de las obras camusianas. Y pues lo que a Camus más inquietaba era la cuestión del sentido de la vida, queremos examinarla como dato central en el acercamiento a la obra y al hombre que ella nos revela:
Se diría que hay escritores que se esfuerzan por vivir según lo que piensan […] y otros que no piensan sino en función y dentro de los límites de lo que viven, como Albert Camus.4
La obra y la vida de Camus están ligadas con relación de necesidad. Ya que Camus hace el camino de su evolución vital revelándonoslo en su creación, fuerza es que, para alcanzar lo que nos hemos propuesto, acudamos fundamentalmente a las obras por el autor señaladas de manera explícita –sin renunciar al examen de sus primeros ensayos ni al de La caída, obras nucleares en relación con el problema que nos interesa– respetando su cronología pues “las precisiones cronológicas son esenciales para entender el itinerario de Camus”.5
Procuraremos entender su quehacer como una labor esencialmente humanística, en la medida en que su preocupación central es el hombre –más precisamente, la naturaleza humana– cuya realidad defiende contra las doctrinas existencialistas; encontrar los puntos de vista de valor con que ilumina la existencia, las interrogaciones que caracterizan su inquietud y las respuestas que ofrece a torturantes inquisiciones del hombre, planteadas cuando el afán de lucidez domina sobre nuestra capacidad de embotamiento; definir y acotar los valores de sus dos etapas, examinando si sus obras responden o no a cada una de dichas etapas, a fin de alcanzar así uno de los sentidos del quehacer camusiano.
Con este fin, partimos de una hipótesis que pudiera formularse así: Camus centra su preocupación en la cuestión moral. Su evolución vital va, desde una asunción de plenitud sensible, inocente, de fusión panteística con el mundo en la que el otro ser humano es un motivo más de alegría sensible, mundo de felicidad casi solo corpórea y sin promesas, a una existencia comprometida, herida por la separación que significa la muerte, la que va definiendo de trecho en trecho la limitación y la tragedia de una vida ‘feliz’.
De la inocencia a la culpabilidad, de un mundo premoral a un universo en el que lo moral es exigencia de la solidaridad, Camus recorre un largo camino, cuyos contornos fundamentales quisiéramos alcanzar, describir y, en lo posible, criticar.
Entre las obras que han llegado hasta nosotros, a base de las que ya hemos enriquecido nuestro acercamiento al quehacer camusiano, encontramos una sola, La moral atea de Albert Camus, de Fullat6, que trata concreta y exclusivamente del problema que nos ocupa. Todos los otros autores se refieren de alguna manera a él, dado el carácter de la inquietud camusiana, pero lo hacen de modo tangencial. Moeller, en su Literatura del siglo XX y cristianismo7 proyecta sobre la obra de Camus la claridad que le ofrece la revelación cristiana. Estas obras señalaron para nosotros el inicio de una preocupación que ha cristalizado en el trabajo que presentamos.
La obra de Fullat es una síntesis de la inquietud moral del autor francés. Nosotros queremos más bien desglosar en cada una de las obras, la inquietud precisa, el alcance de sus contenidos, la significación axiológica que transmiten, para lograr una interpretación rigurosa, pero fundamentalmente vital, de aquello que en la obra de Camus colabora a gestar nuevas y más auténticas formas de pensamiento y acción.
Anhelamos con este trabajo entregar al lector, en lo posible, una visión paciente y viva del panorama ético camusiano, analizando la contribución que, en este sentido, realiza cada una de las obras aquí consideradas, y buscando en una síntesis final la relación entre la evolución del autor Camus y nuestros propios valores éticos, en nada distintos a los que determinaran la angustia existencial, el deseo de definir al hombre que obsesionó a Albert Camus, humanista irreemplazable. Sin disecarlo, buscamos transmitir lo que su tarea poderosa ha dejado en nosotros, aquellos rasgos de vida nueva que su obra logró injertar en la inocua sequedad de nuestro existir.
En cuanto al método, procuramos trabajar con cuanto nos ha aportado nuestra inquisición sobre la crítica. Mas, puesto que las precisiones son indispensables, diremos que, de manera fundamental, en una primera fase que llamaríamos analítica, hemos buscado inducir del estudio de las obras de Camus –según fueron escritas– su cosmovisión integradora, cuyo núcleo, para nosotros, es la cuestión moral: vaivén análogo el propuesto por el Círculo Filológico de Spitzer8 que creemos se justifica, dada la naturaleza esencialmente poética de la obra de Camus.
En la fase sintética –difícilmente separable de aquella– confrontaremos las diversas “vértebras” –cosmovisión integradora de cada obra– inducidas por el comentario, con la hipótesis, de modo que se pueda comprobarla o reformularla. En todo caso, partimos de una certeza que el propio Spitzer nos ayuda a expresar:
A esta actitud podría objetárseme que no puedo sostener más que la posibilidad de este cambio del modo que he indicado… No hay en tal ecuación demostrabilidad matemática: hay solo un sentimiento de evidencia interna; pero este sentimiento es el fruto de la observación combinada con la experiencia, de la exactitud ayudada de la imaginación, cuya dosis no puede fijarse de antemano sino solo en cada caso particular y concreto… Existe siempre una creencia en la base de toda elaboración humanística.9 [El subrayado es nuestro].
Las conclusiones a que llegaremos en la culminación de esta tarea y que nos atrevemos a prejuzgar válidas desde el punto de vista que nos ocupa, darán razón de la eficacia de un método en el que se combinan la intuición fecunda con la más prolija averiguación de los textos. Las debilidades de nuestro estudio han de imputarse, más que a limitaciones intrínsecas del proceder propugnado por el Círculo Filológico, a la falibilidad de su aplicación por parte nuestra.
La traducción española de todos los textos de Camus citados en este trabajo ha sido realizada por nosotros, así como las traducciones de textos de las obras francesas publicadas sobre el autor, que estuvieron a nuestro alcance.
Por otra parte, hemos tomado de traducciones españolas los títulos de las obras de A. Camus, y hemos conservado sin traducir, la escritura francesa de los nombres de sus personajes.
2. Il n’ya pas d’amour de vivre sans désespoir de vivre., EE, Essais, p. 44.
3. … j’avais un plan précis quand j’ai commencé mon oeuvre: je voulais d’abord exprimer la négation. Sous trois formes. Romanesque: ce fut l’Étranger. Dramatique: Caligula, El malentendu. Idéologique: Le mythe de Sisyphe. … je prévoyais le positif sous les trois formes encore. Romanesque: La Peste. Dramatique: L’État de siège et Les justes. Idéologique: L’Homme révolté. Citado por Roger Quillot en “L’Homme révolté, Commentaires”, en A. Camus, Essais, p. 1610.
4. André Nicolas, Albert Camus ou le Vrai Promēthée, Paris, Seghers, 1973 p. 7.
5. Charles Moeller, Literatura del Siglo XX y Cristianismo, I. “El Silencio de Dios”, Madrid, Gredos, 1964, p. 68, nota 7.
6. Octavio Fullat, La moral atea de Albert Camus, Barcelona, Editorial Pubul, 1963.
7. Cfr. Supra p. 6, nota 2.
8. Cfr. Leo Spitzer. Lingüística e Historia Literaria. Madrid. Gredos. 1961.
9. Ibid., pp. 18-19.