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ОглавлениеEn 2008 Diana Reartes y mi persona coordinamos el primer seminario de estudios: “Jóvenes, Identidades y Culturas” en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-Sureste), en el que entonces agrupamos a estudiantes de maestría que trabajaban sobre la temática. El resultado de aquel esfuerzo fue un conjunto de estudios pioneros sobre la materia. Entre ellos se encuentran la tesis de Ariel Corpus (2008) con jóvenes tseltales de El Corralito en Oxchuc, la de Pilar Muñoz (2009), que analiza los mundos de vida de jóvenes tseltales de San Jerónimo Tulijá, la de Micaela Álvarez (2009), que investiga los cambios generacionales en las mujeres indígenas tsotsiles después de la migración, y el trabajo de Irene Sánchez, que documenta, a partir de la figura paradigmática del Xut o el hijo más pequeño de la familia tseltal, el modo en que el campo chiapaneco se reconfigura a partir de la migración y el incremento de los medios masivos de comunicación. En 2012 coordiné la primera mesa de trabajo en la materia que tomó lugar en el 54 Congreso Internacional de Americanistas, en Viena, del 15 al 20 de julio, “Construyendo Diálogos en las Américas”. Producto de esa mesa fue el libro Juventudes en frontera. Tránsitos, procesos y emergencias juveniles en México, Chile, Nicaragua y Argentina, bajo mi coordinación y la de Yanko Gonzáles publicado por Abya Yala (Cruz-Salazar y González, 2014). Tanto en la obra como en el simposio tratamos sobre las maneras en que se cursa esta etapa de vida a partir de nuevas formas culturales, de liminalidades o desventajas que evidencian situaciones de exclusión social. En esos casos, las juventudes migrantes, indígenas, rurales y campesinas evidenciaron el cruce de procesos generacionales, educativos y migratorios para un tránsito juvenil en situaciones desiguales o de desventaja, pero sobre todo en espacios fronterizos donde los límites culturales les hacían replegarse. Esta visión cambiaría poco tiempo después al abrirse los diálogos con otras latitudes.
En septiembre de 2016 tuvo lugar el primer seminario Juventudes Indígenas. Investigación entre Fronteras, organizado por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA), El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Un año más tarde, Juan Pablo Zebadúa nos propuso a Maritza Urteaga, a Martín de la Cruz López-Moya y a mí sacar a flote este proyecto editorial. En enero de 2017 coordiné el primer dossier sobre la temática de juventudes indígenas en la revista LiminaR. Estudios Sociales y Humanísticos, con aportaciones de Laura Kropff, Maya Lorena Pérez-Ruiz, Ariel García-Martínez, Juan Pablo Zebadúa, Martín de la Cruz López-Moya, Efraín Ascencio Cedillo y Laura Serrano, conjunto temático de artículos que actualizó y abonó a este campo de estudios cada vez más consolidado. En marzo de 2017, Iván Francisco Porraz coordinó el seminario de Juventudes: Violencia, Desigualdad y Resistencia en las Relaciones Sur-Sur, en el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde interlocutamos sobre las realidades juveniles indígenas contemporáneas desde diferentes aristas de la violencia estructural, cultural, social y política. Otra obra que produjo miradas sobre la temática de juventudes indígenas fue el libro Género y juventudes, que salió a la luz en 2017, coordinado por Tania Cruz-Salazar, Angélica Evangelista y Abraham Mena Farrera. Ahí pudimos dar cuenta de los avances en las investigaciones a nivel nacional y de los vacíos en los enfoques y terrenos sociales que han sido cada vez más abordados por investigadores jóvenes.
La línea de investigación enfocada en estudios de juventud se ha afianzado en los últimos diez años hasta llegar a su institucionalización, con seminarios y cursos especializados de posgrado, así como por la proliferación de tesis de grado con este tema central. El Posgrado de Antropología Social de la ENAH ofrece el Seminario Jóvenes y Sociedades Contemporáneas desde el año 2008 bajo la dirección de Maritza Urteaga; El Colegio de la Frontera Norte (COLEF) cuenta con el seminario Juventudes en Frontera: violencias, cuerpos y cultura; la UNAM con el Diplomado en Políticas de Juventud y el Encuentro Nacional de Jóvenes que Investigan Jóvenes, celebrado anualmente; el CESMECA cuenta con un curso sobre juventudes en el programa de doctorado a cargo de Flor Marina Bermúdez; ECOSUR con un seminario especializado sobre infancias impartido por Saraí Miranda, y el CIESAS-Sureste también tiene una fuerte línea de estudios sobre jóvenes y adolescentes indígenas liderada por Gonzalo Saraví, María Bertely y Carolina Rivera. De ahí que, cada vez más, en la línea de estudios sobre juventudes indígenas se trabaje en tesis de distintos grados y el conocimiento en la materia sea cada vez mayor.
Este libro pretende mostrar desde disímiles aristas cómo se estudia lo juvenil “indígena” y cómo los jóvenes indígenas viven en el México actual. Ofrece un horizonte investigativo amplio con miradas particulares que documentan la emergencia y las vivencias de estas juventudes entre las etnias contemporáneas. Definitivamente es una propuesta que aportará a la consolidación de los campos de investigación interdisciplinarios, así como a las comunidades epistémicas. Aquí ensayamos una mirada centrada en su movilidad y agencia para re-conocer un nuevo modo de estar en el mundo a partir de la voluntad y pertenencia etnojuvenil. Los autores de este libro trabajan con jóvenes indígenas en distintos escenarios y con diferentes condiciones de México, y se enfocan en las transformaciones culturales, en sus anclajes juveniles y en sus vivencias.
Juventudes indígenas en México. Estudios y escenarios socioculturales es un libro que aborda tres ejes de estudio; las migraciones juveniles contemporáneas, la educación y las tecnologías, y la música y los cambios socioculturales, ejes que dialogan con la línea transversal de las resignificaciones identitarias. Se compone de once capítulos especializados en estas temáticas, la mayoría de ellos con base en trabajo de campo reciente, mientras otros reflexionan sobre su producción anterior en diálogo con nuevos planteamientos teóricos y con estudios recientes de investigadores del campo de las juventudes étnicas. Así, los autores ofrecen una panorámica importante: la llegada de nuevos grupos de edad organizados por otras temporalidades, filosofías y modos de vivirse jóvenes en un momento particular e histórico en México, en el cual sus pueblos indígenas y no indígenas tratan de hablarse frente a frente. Las coincidencias en los hallazgos de campo dejan ver que los espacios productores de juventudes étnicas como la escuela, el mercado y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son en la actualidad centrales para la edificación del ser joven, estar siendo joven (Meneses, en este texto), pues en y desde ellos surge la creación y la autoafirmación frente a los espacios como la comunidad y la familia, que al parecer fueron generadores, en muchas ocasiones, de su salida y su búsqueda por otras latitudes.
Nuestro objetivo es analizar las dinámicas, los procesos y las condiciones contemporáneas que contextualizan a las juventudes indígenas mexicanas en sus diferentes lugares o territorios con el interés de comprender sus vínculos, tensiones y negociaciones con sus pares, los adultos y las instituciones. Interesa lo que une a etnias distintas y crea espacios de diálogo, de contención o de lucha. Este libro invita a preguntarnos sobre los escenarios socioculturales y políticos que los jóvenes indígenas no solo viven, sino que además crean. Observar los modos de hacer y pensar-se en sociedad desde aspectos etnojuveniles lleva a centrar la mirada en la creación e innovación identitaria. La lógica de pertenencia y voluntad étnica que conforma a sujetos transculturales con múltiples repertorios agrupados en torno a estilos y prácticas que significan su juventud y que los promueve como sujetos en diálogo constante.
¿Qué ocurre con su identidad juvenil y con la étnica? ¿Existe o no resignificación identitaria? ¿De qué manera reivindican, adaptan, manipulan o negocian su situación con los elementos étnico-juveniles? Llama la atención la forma de ser y estar en las ciudades y la manera en que se posicionan de cara a las tensiones entre lo establecido y lo novedoso, entre los sentidos y valores instituidos de la tradición y lo inédito, cuestión que hace pensar en la apertura a las sociedades nacionales y a los procesos de globalización sin que ello implique el abandono de su adscripción étnico-cultural. Por el contrario, se observa que esta es recuperada, reivindicada y resignificada a través de sus prácticas culturales, entre las que se encuentran la música, el vestido, la creación o apropiación de espacios de confluencia, la organización de eventos político-culturales y el idioma, por mencionar algunos elementos. Es importante discutir sobre las innovaciones en los mundos juveniles indígenas (identidades, grupos, prácticas, estilos); lo inédito en la literatura, la fotografía, el performance y el teatro hecho por o consumido y resignificado por jóvenes indígenas con la intención de producir-se en términos identitarios en la actualidad.
¿Cómo los jóvenes indígenas de México viven su vida y cuáles son sus escenarios? Este libro conjunta doce miradas que giran en torno a este cuestionamiento y nos actualizan desde distintos ejes. Abre con un capítulo sobre la epistemología de lo juvenil étnico, el cual nos deja ver las maneras en que se ha abordado el estudio de los jóvenes de los pueblos indios y cómo se han reproducido categorías analíticas sin cuestionarlas. La reflexión contenida en este trabajo es una invitación a ello y a realizar un balance sobre la producción nacional y, en particular, de esta obra colectiva. Le sigue el eje de las migraciones juveniles, en donde se considera a los jóvenes como sujetos en transformación y reconfiguración identitaria al aprender no solo a vivir en otras ciudades y a relacionarse con otras normas culturales, sino también a ser indios o reetnizados como latinos en la migración internacional hacia Estados Unidos; así, algunos aprenden a transitar étnicamente de una a otra escala, y pasan de ser originarios de un pueblo e indios mexicanos a ser latinos en Estados Unidos, una marca cultural que muchas veces es de mejora en términos de estatus étnico.3 Otro de los espacios de aprendizaje en la migración es la indocumentación, lo cual crea también accesos a las comunidades de inmigrantes. Aquí los espacios urbanos detonan muchos modos de inserción laboral y comunitarios, marcados por la condición migratoria. No se cuestiona el ser o no joven, sino que este momento se vive en torno a la soltería, la juerga y todo aquello no permitido en la comunidad de origen.
Estas prácticas orientan los estilos de vida juveniles en los que la condición de clase y la condición étnica son fundamentales para el caso de las y los jóvenes indígenas migrantes, que regularmente han migrado por su condición de exclusión, marginación y pobreza. Para los jóvenes indígenas inmigrantes en Estados Unidos la condición de indocumentación se cruza, impacta e interfiere con el tránsito a la adultez; son cruciales estas variables para analizar sus procesos. La experiencia migratoria opera aquí en tanto “pase” a otra condición, a otra vida, a otro estatus y a otro país. Migrar es rito sustitutivo de la instrucción escolar a nivel preparatoriano o universitario, y vivir en Estados Unidos como migrante indocumentado los “prepara” para la vida que tendrán allá o de vuelta a México. Hay que incluir la reflexión de los bagajes culturales, los aprendizajes, los capitales sociales y simbólicos que se robustecen.
El eje “educación y tecnológicas” documenta las historias no escuchadas de jóvenes universitarios indígenas. La universidad y su modelo educativo forma a jóvenes en torno de la “interculturalidad”, al tiempo que crea a un sujeto étnico con plena conciencia de su desigualdad cultural e histórica: el joven indígena estudiante. En este eje de estudios también se analizan las prácticas comunicativas digitales y los usos tecnológicos de chicos y chicas preparatorianos y de secundaria, que en contextos de rezago educativo encuentran en lo digital anclajes a la cotidianidad. Esta línea manifiesta los escenarios juveniles y sus vínculos a través de los artefactos digitales y las redes sociales como prácticas de socialización secundaria que dan sentido a lo juvenil.
El último eje se centra en los modos de hacer, pensarse y presentarse en colectivos desde la producción musical, que hace de las juventudes indígenas grupos en movilización, creación e innovación identitaria. La lógica de pertenencia y voluntad étnica los conforma en sujetos transculturales con múltiples repertorios agrupados en torno a estilos y prácticas que significan su juventud. La participación y la creación musical son amplias, aunque el género más reconocido y estudiado es el rock indígena, aquí llamado indorock y etnorock.
Las lagunas teóricas y empíricas sobre los escenarios de los jóvenes indígenas mexicanos confirman los pendientes que tenemos como investigadores en la materia. Se requiere del trabajo transdisciplinario para comprender a las y los muchachos indígenas en su contexto contemporáneo, dejar de abordarlos en enclaves herméticos e incorporarlos en procesos dialógicos, para revisar los acercamientos clásicos y oxigenarlos a la luz de los procesos actuales. Aunque no es una tarea sencilla, esto permitirá entenderlos como nuevos sujetos históricos y desvincularlos de las miradas paternalistas y victimarias. Las distintas manifestaciones y acciones de jóvenes indígenas abren un horizonte investigativo en el cual el objeto de estudio, las juventudes étnicas, se defina como la construcción sociocultural de instituciones (familia, comunidad, autoridades) y de sujetos que identifican a grupos de edad asociados a roles, tareas, valores y normas. En su reconocimiento existen modelos vinculados a formas de ser, estar y hacer que comulgan con la cosmovisión del grupo indígena en cuestión, y muchos otros que no. Los tránsitos, pases y procesos particulares legitimados por cada grupo indígena dependen regularmente de los compromisos, negociaciones y responsabilidades para cada grupo de edad. Los sentidos, contenidos y significados otorgados a los jóvenes se construyen desde la auto y la heteropercepción. Estas son, en la actualidad, producto de una diversidad de ámbitos y actores entre los que se encuentran los de sus culturas de origen y, de manera particular, los actores y las normativas de sus culturas parentales. La pertenencia al grupo supone la priorización de la condición juvenil, y es su conjugación con la etnicidad lo que retroalimenta la identidad juvenil indígena. La condición juvenil indígena debe teorizarse puntualizando la salud, la educación y el empleo, pues a partir de esto se puede explicar la situación generacional dentro y fuera de las comunidades indígenas.
Nuestro texto es un esfuerzo a nivel nacional por brindar un espacio de diálogo entre los investigadores y funge también como plataforma de interlocución, llena de pendientes, sí, con grupos de investigadores en otras latitudes como, por ejemplo, los autores brasileños, australianos y africanos que han desarrollado enfoques integrales para el estudio de las juventudes étnicas. La decolonización del pensamiento invitaría a desarmar las nociones de juventud y etnicidad para reconstruirlas desde las lógicas indígenas de los jóvenes contemporáneos. Sea esta obra un pretexto más para ello.
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, enero de 2020.