Читать книгу Lo que hicimos - Tedi López Mills - Страница 7

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Cualquier cordillera serviría, aunque los Alpes (según me dicen) retienen la historia de sus cimas, una capa de palabras que las describe cuando uno la observa desde abajo como siempre, aunque nunca es así, aclara la Señora, dándonos un reglazo en los nudillos: “¡No son capas las palabras y jamás se observan!” Pero al menos hoy no me disuaden los golpes. Capas esconden capas y después huecos si falla el sistema. ¿Has visto un oquedal, un verdadero oquedal? Hay simulacros peores que los sinónimos y los hoyos que van dejando. Un sotobosque, por ejemplo, ¿qué podría hacer o construir en medio del camino para que notáramos su contraste con la luz? Quizás una sombra arbórea, un retazo de follaje caído en el pavimento y luego los residuos con su propia idiosincrasia. La Señora instaló un piano en los Alpes –fue un martes, creo– con la idea de recomponer la partitura que le había fallado a ras de tierra y de averiguar cómo sonaban las notas en la atmósfera más exigua. La Señora *** tenía aspiraciones; sus dedos sutiles en las teclas (según ella) eran prueba de su juventud. Aunque tú y yo tenemos otro recuerdo, el manoseo en la escalera estrecha, el hielo contrito en la imaginación, las escarchas furtivas en el vidrio de tu aliento en mi boca. Giramos hacia una orilla: uno y dos y tres se convirtieron en el principio de una anécdota que se llamó curiosa. No dimos el cuarto paso por miedo a caernos. Diez albañiles clavaban sus picas en la grava sin los Alpes al fondo. Un idioma no se oye bien en otro idioma.

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