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PRÓLOGO

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Leer a Teresa Solbes en esta novela: La venganza, ¡placer de dioses!, también es un placer de dioses y más dulce que la expiación.

Su prosa, bien estructurada y lógica, se desliza por las páginas y se necesita una gran fuerza de voluntad para detenerse aunque llame el deber, el sueño, el teléfono, la comida.

Si bien es la segunda novela editada, Teresa tiene ya una fila de manuscritos listos para entrar al proceso, porque su vocación de vida son las letras y cuando se es, no hay manera de negar o esconderlo, sino más bien de acogerlo en la entraña para que crezca y se reproduzca.

Eso es lo que deseo, que las novelas de Teresa sigan llegando a mi vida, a mis ojos; con su talento, sus personajes tan bien perfilados, con esas escenas brutales y sin embargo, embellecidas con figuras gramaticales que le dan su sello, su estilo, su sabiduría literaria.

La venganza, ¡placer de dioses! Es una novela social que nos lleva a testificar la amargura y el dolor que se instala en Soledad, víctima de la traición de un sujeto conocido, militar del alto rango a quien acudió para saber qué había pasado con su marido: iban a indultarlo, saldría el día tal a las 9 de la mañana y una hora antes, la guardia civil se presentó en su piso para darle la fatal noticia que la trastorna.

Horas después entra al cementerio de Montjuïc sin importar la lluvia, a pesar de que a esa hora el camposanto está cerrado, y armada con un paraguas destroza, remueve, se llena de lodo, grita, enloquece. Una escena bárbara y maravillosa.

Durante años, Sole acaricia la posibilidad de encontrar a quien, de un plumazo labró su desgracia, tiempos convulsos de guerra, tarea harto complicada, pero es más grande la desdicha que no le permite encontrar la paz, que los obstáculos.

Desde el banco de madera vieja del Paralelo de Barcelona, frente a la fuente, con sus amigas las palomas, a quienes alimenta, quienes le cuchichean y de quienes recibe ternura, rumia su venganza, que al cabo nada le queda en la vida… salvo que aparezca su hijo, un adolescente desaparecido años atrás.

Seguro disfrutarán esta novela como yo lo hice.

Y seguro querrán leer más de Teresa Solbes, que tiene con qué nutrir nuestras ansias lectoras.

Gilda Salinas

La venganza, placer de los dioses

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