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CAPÍTULO 6

La fluidez es mejor que la potencia

El gran entrenador canadiense Howard Firby, durante una charla en un centro de entrenamiento en 1974, dijo que la mayoría de las personas conciben los estilos en dos partes, la parte de brazos, que se ocupa de tirar del cuerpo, y la parte de piernas, cuya misión es empujarlo. Como consecuencia, la enseñanza tradicional de la natación se ha centrado sobre todo en cómo tirar y en la patada, y los nadadores entrenan innumerables horas con tablas de natación pull-buoy y palas para fortalecer los brazos, y tablas para fortalecer las piernas. Yo creo que este enfoque limita el progreso del nadador en lugar de ayudarlo. Para recapitular: (1) la longitud de la brazada es el factor más importante para nadar bien, y (2) evitar la resistencia al avance es lo que más le ayudará a mejorar su LB. En este capítulo le enseñaremos cómo evitar en la medida de lo posible la resistencia del agua al avance.

En septiembre de 1978 yo comencé a entrenar a nadadores en una piscina que tenía una ventana que me permitía verles debajo del agua. La primera vez que la empleé para observar cómo entrenaban mis nadadores me percaté de algo que no había visto desde la otra perspectiva. Cuando los nadadores hacían su salida desde la pared, los que mantenían una posición más hidrodinámica surcaban el agua como una flecha, como peces en un acuario... hasta que comenzaban a nadar. Tan pronto como empezaban a mover los brazos y las piernas, su velocidad se reducía drásticamente y parecían dedicar mucha más energía a crear turbulencia que a moverse hacia delante. Enseguida comprendí que todo lo que pudiera enseñarles para mantener una ejecución más hidrodinámica durante todo el largo les ayudaría a aumentar su velocidad más que cualquier cosa que pudiera enseñarles sobre la brazada, la patada o cualquier otro ejercicio de entrenamiento que pudiera concebir.

La resistencia al avance es la razón por la que ningún ser humano ha sobrepasado la velocidad de 8 km/h en natación, a pesar de que los peces nadan diez veces más rápido empleando una potencia mucho menor. Los peces nadan bajo el agua y siempre son hidrodinámicos; por el contrario, los seres humanos tienen la desventaja de tener que nadar la mayoría del tiempo en la superficie y tener que mover las manos y los pies, lo que demasiadas veces acaba siendo una manera de agitar el agua. Por tanto, hasta los mejores nadadores —lo bastante eficientes como para nadar 25 metros de crol con sólo ocho o nueve brazadas— dedican más del 90% de su energía a vencer la resistencia al avance.

En un medio tan denso como el agua, reducir la resistencia al avance produce unos beneficios enormes, incluso cuando se nada a una velocidad moderada. Además, puesto que la resistencia incrementa de forma exponencial con la velocidad, el ahorro de energía que se consigue evitando la resistencia al avance también aumenta exponencialmente a medida que el nadador aumenta la velocidad.

El agua es un muro

Como pude observar desde aquella ventana de la piscina, los seres humanos podemos llegar a parecer peces durante un momento, al impulsarnos para salir, pero en cuanto comenzamos a dar brazadas, nuestro perfil, siempre cambiante, es muy poco adecuado para moverse a través del agua. La diferencia más importante entre los nadadores veloces y los lentos es que los más veloces mantienen una forma más larga y estilizada durante la natación. Para reducir la resistencia al máximo, es útil entender que existen tres tipos distintos de resistencia al avance. Dos de ellos pueden reducirse al mínimo mediante cambios en la técnica, y el otro, cambiando de bañador.

Resistencia debida a la forma. Es la causada por la forma del cuerpo. Al nadar, se empuja el agua delante del cuerpo, creando así un área de presión más alta. De la misma manera, se deja un área de presión más baja detrás del cuerpo, que lo arrastra hacia atrás con efectividad. Ésa es la razón por la que a los nadadores, cuando entrenan, les gusta seguir a otros nadadores (la zona de baja presión que deja el nadador arrastra al que le sigue hacia delante), como a los ciclistas del tour de Francia y los pilotos del Nascar. Este tipo de resistencia aumenta más que la velocidad: cuando se nada el doble de rápido, la resistencia es cuatro veces mayor.

Dado que el tamaño y la forma del cuerpo del nadador determinan este tipo de resistencia, la mejor manera de reducirla al mínimo es deslizarse por el «orificio» más pequeño posible en el agua. Si está usted en una posición perfectamente hidrodinámica —como en la salida— cualquier movimiento de los brazos, piernas o cabeza aumentará este tipo de resistencia. Por lo tanto, dedicar una hora a concentrarse pacientemente en cómo permanecer más alargado y más estilizado al nadar y respirar puede reportar muchos más beneficios que cien horas de entrenamiento sin propósito.


En espalda y crol, la resistencia debida a la forma del cuerpo es más baja cuando se mantiene el cuerpo alineado, completamente extendido y con uno de los hombros claramente fuera del agua; por lo tanto, debería intentar mantener esa posición un poco más de tiempo en cada brazada.

En braza y mariposa, este tipo de resistencia es más baja cuando el cuerpo está extendido justo por debajo de la superficie. En braza, debería intentar mantener esa posición durante unos dos tercios de cada ciclo de brazada. En mariposa, debería mantener esa posición durante un momento entre las brazadas.

Resistencia debida a las turbulencias. Ésta consume cantidades asombrosas de energía: cuanto más grande es la ola, más alto es el gasto de energía. Cuando doblas la velocidad, se consume ocho veces más energía produciendo olas o turbulencias. Ésta es la razón principal por la que los peces —y los seres humanos que mantienen una posición hidrodinámica debajo del agua— son mucho más rápidos: porque bajo el agua no se producen olas, de manera que este tipo de resistencia desaparece. Por tanto, los nadadores competitivos intentan mantenerse bajo el agua durante los quince primeros metros (el máximo permitido según las normas) después de cada giro. Es también por esto que los nadadores más bajitos suelen ser más competitivos en los estilos de braza y mariposa, que se nadan parcialmente bajo el agua. Como veremos después, ser alto —o nadar con el cuerpo más extendido— reduce la resistencia debida a las olas en la superficie, de manera que los estilos espalda y crol están frecuentemente dominados por atletas más altos.


Aun así, la mayoría del tiempo se nada en la superficie, y entonces lo más importante para reducir la resistencia es hacer lo siguiente: (1) mantener el cuerpo extendido durante más tiempo en cada ciclo de brazadas —cuanto más alargado sea el «barco» en la línea de flotación, según la anchura y el calado, menos resistencia encontrará—, y (2) las brazadas deben ser más suaves. Las brazadas más cortas y más rápidas producen olas más grandes. Las brazadas más largas y lentas crean menos turbulencia, menos olas y por lo tanto menos resistencia de este tipo.

Resistencia por fricción. Es la fricción entre el agua y la piel. La técnica no puede tener ningún efecto sobre ella, pero se puede reducir usando un bañador ajustado. Para la mayoría de nosotros, un bañador bien ajustado de lycra o poliéster es suficiente, pero desde el año 2000 se diseñan trajes de alta tecnología fabricados con tejidos especiales que reducen la resistencia por fricción y que se han convertido en algo corriente en las competiciones. Puesto que este material es más resbaladizo que la piel, muchos competidores usan bañadores que cubren el cuerpo desde el cuello a los tobillos.

Preste atención a la resistencia al avance

Además de aplicar los consejos anteriores para reducir al mínimo la resistencia al avance, la estrategia más sencilla para deslizarse con facilidad a través de un muro de agua es prestar mucha atención en todos los largos. He aquí algunas sugerencias:

1. Sentir. Entre en sintonía con cómo siente la resistencia del agua y practique técnicas que le ayuden a reducirla: mantener la cabeza alineada con la columna, estar algo más de tiempo de lado en crol y espalda, o completamente extendido en braza y mariposa, emplear las manos para «perforar» el agua antes de dar la brazada, o mantener los pies más juntos.

2. Observar y escuchar. Observe si se producen burbujas al dar las brazadas y trate de eliminarlas. También debe escuchar la brazada: cualquier cosa que le haga nadar más ruidosamente es signo de ineficacia. Esforzarse en nadar silenciosamente y sin enturbiar el agua es una de las maneras más sencillas de aumentar la eficacia. Recuerde, no obstante, que no se trata de hacerlo solamente cuando se nada a una velocidad baja, sino que es todavía más importante conseguirlo cuando se nada velozmente, puesto que la resistencia al avance se incrementa muchísimo con la velocidad.

3. Atravesar el agua como una flecha. Termine cada brazada hacia delante (tradicionalmente, se piensa que la brazada termina atrás) y visualícese a sí mismo surcando el agua como una flecha, como si las manos fueran la punta y el tronco y las piernas la siguieran para entrar por el mismo «orificio» abierto por las manos.

La elección es suya

A continuación le presentamos un ejemplo de las ventajas potenciales de cuidar la hidrodinámica. En junio de 2002 participé en el maratón de natación de la isla de Manhattan (MIMS), y completé 28,5 millas en 8 horas y 53 minutos. Mientras nadaba, dediqué el 99% de mi atención a hacer que mi cuerpo entrara por el menor «orificio» posible y a reducir al mínimo el ruido y las burbujas. Si multiplicamos mi tiempo final por mi frecuencia de brazadas (49 por minuto, registrado a intervalos de media hora por el personal que me acompañó en la carrera), se revela que me costó aproximadamente 26.000 brazadas rodear Manhattan. Esta cantidad puede parecer muy alta hasta que consideramos que los otros 30 nadadores, cuya frecuencia de brazadas fue de 72 por minuto, necesitaron una media de 38.000 brazadas. Concentrarme en reducir la resistencia al avance al mínimo me ahorró 12.000 brazadas respecto al resto de nadadores, que se concentraron en la técnica de brazada y patada: casi lo suficiente para nadar toda la longitud de Manhattan de nuevo. (En junio de 2006, sólo dos semanas antes de que me encontrara escribiendo esto, completé el maratón de Manhattan de nuevo con una ratio de 53 brazadas por minuto durante ocho horas, lo que da como resultado un total de sólo 25.000 brazadas.)


Al igual que yo, usted tiene la elección cada vez que va a la piscina. Puede dedicar el tiempo a practicar la brazada, la patada y aumentar la capacidad aeróbica, o puede reducir las turbulencias, el ruido y el número de brazadas por largo. A estas alturas debería ser obvio qué elección es la más sabia.

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