Читать книгу Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo - Tessa Radley - Страница 5
Capítulo Uno
ОглавлениеLos pasos de Heath Saxon resonaron sobre las pulidas losas del vestíbulo de Saxon´s Folly Estate & Wines. Había esperado una mejor acogida a su regreso como enólogo a la prestigiosa bodega ubicada en Hawkes Bay, en el costa este de Nueva Zelanda. Tal vez la cálida bienvenida de su padre. No todos los días el hijo pródigo volvía a casa.
No había venido de muy lejos. La distancia era más afectiva que física. Vivía en el valle del otro lado de la colina y solía ir a cenar allí todos los jueves siguiendo una vieja tradición familiar. Pero desde aquella airada discusión que había tenido con su padre, no había vuelto a pisar la empresa vinícola en la que había trabajado tan duramente.
Contempló la bodega. Las cubas de roble seguían oliendo tal como recordaba.
–Heath…
Todos los músculos se le pusieron en tensión al oír aquella voz a su espalda. Se dio la vuelta. Era Amy. Suspiró al verla. Había estado tratando de evitarla.
Había una tímida sonrisa en sus labios de nácar. Tenía el pelo corto, de un color chocolate oscuro. Lucía unos pendientes de oro. Apenas llevaba maquillaje, solo el necesario para ocultar las ojeras que se vislumbraban bajo sus hermosos ojos ámbar. Parecía casi una colegiala con la camisa blanca de cuello barco y la falda azul marino.
–¿Sí, Amy?
–Taine acaba de llamar para decir que está enfermo. Dice que es solo algo una faringitis y que vendrá mañana al trabajo.
–Está bien.
–Dijo que le llamásemos para que nos informara de las tareas que tenía que hacer hoy.
–Lo llamaré.
–Gracias, Heath.
–Es un placer –replicó él, pensando en lo que realmente sería un placer para él: tenerla en la cama, saborear sus labios rosados y carnosos…
–¿Heath?
–¿Sí? –respondió él, medio hipnotizado por sus bellos ojos dorados–. Lo siento, estaba pensando en localizar a Jim para decirle lo de Taine.
Jim y Taine eran los dos operarios de confianza.
–Solo quería ser la primera en darte la bienvenida –dijo ella, poniendo los labios como si fueran un capullo a punto de brotar.
Luego se dio la vuelta y se alejó de él.
Heath se quedó mirando su esbelta figura y su trasero respingón moviéndose al compás de la recatada falda azul marino. Contuvo una maldición.
Acababa de regresar y ya se las había arreglado para conseguir enfadar a Amy Wright.
Tampoco tenía que extrañarse de ello. Desde que había comprado a Ralph Wright, el padre de Amy, sus viñedos de Chosen Valley en bancarrota, había estado tan distanciado de ella y de su propia familia como lo estaban las colinas donde se asentaban ambas bodegas. Había incluso una demarcación entre ellas denominada La Divisoria.
Él había intentado salvar la viña, pero su noble gesto había sido malinterpretado por Amy, que había visto en ello una señal de prepotencia y oportunismo. Y su propio padre, Phillip Saxon, lo había tomando como un intento de hacerle la competencia.
Quizá su mala reputación impedía a los demás reconocer sus buenas intenciones. Por eso, había preferido mantenerse a distancia de Amy y de su familia desde entonces.
Había vuelto porque Saxon´s Folly necesitaba un enólogo jefe. Caitlyn Ross, la anterior enóloga, se había casado con Rafaelo, el hermanastro de Heath, y emprendía una nueva vida en España.
Por supuesto, su padre no le había pedido que volviera. Era demasiado orgulloso para eso. Había sido Caitlyn la que, deseando dejar Saxon´s Folly en buenas manos, se lo había pedido.
Heath vio cómo Amy desaparecía por el vestíbulo. Se sentía extraño allí y sospechaba que su corazón podía volver a jugarle una mala pasada.
Amy tuvo un día muy ajetreado. Faltaban solo tres semanas para el Festival de Verano de Saxon´s Folly que tenía lugar la víspera de Navidad, con motivo del inicio de la vendimia. Todo el mundo parecía haberse vuelto histérico. El teléfono no había dejado de sonar en toda la mañana: «Amy, ¿podrías pedir más velas para la ceremonia de los villancicos?», «Amy, ¿te importaría conseguir más folletos?», «Amy, no te olvides de contratar tres carpas para el festival», «Amy, ¡no te lo vas a creer! Kelly Christie acaba de llamar para decir que le gustaría hacer un reportaje del festival para su programa de televisión del día de Navidad».
Llevaba así varias semanas. Dos meses, para ser exactos. Todo el mundo la llamaba para pedirle cosas. Todos menos Heath. El chico malo de los Saxon.
Cerró los ojos. Tal vez fuera mejor así.
–Amy, ¿sabes dónde está Alyssa…? ¿Te encuentras bien, querida?
Abrió los ojos y vio a Megan, la hermana menor de los Saxon, mirándola con cara de preocupación.
–Sí. Lo siento, me has pillado soñando despierta. Creo que ha ido a la ciudad con tu hermano.
–¿Con Joshua?
¿Con quién si no? Joshua era el prometido de Alyssa.
Vio un atisbo de tristeza en los ojos de Megan. Sin duda, debía estar pensando en Roland. Tragó saliva y miró hacia otro lado, tratando de contener las lágrimas.
–Querida, no seas tan dura contigo misma. Date un respiro.
–No, estoy bien. He tenido un día muy atareado, eso es todo. Una floristería de Auckland me llamó con mucha urgencia. Roland había encargado un ramo para mí… y querían saber los colores que había elegido para la boda a fin de poner los lazos a juego.
–¡Oh, Dios mío! –exclamó Megan, llevándose la mano a la boca–. Lo siento mucho, querida.
–Está bien, no es nada.
–No, no está bien. Roland…
–Está muerto. Ya no habrá ninguna boda.
Ella no quería la compasión de nadie. Roland era el hermano adoptivo de Megan y Heath, aunque nadie lo había sabido hasta hacía un mes.
–Amy, lo siento mucho –repitió Megan.
–Yo también. ¿Quién podía imaginarlo?
–Nadie. Todos esperábamos que os casaseis y fuerais felices.
–Creo que tenía catorce años cuando decidí que me casaría algún día con Roland Saxon. Se lo dije cuando cumplí los dieciséis, pero él me contestó que era demasiado joven para él. Así que volví a repetírselo en la fiesta de mi decimoséptimo cumpleaños.
Aquella noche de verano, él la había besado y ella había interpretado aquel beso como una promesa de amor y matrimonio.
Era por entonces demasiado joven. Demasiado idealista.
El teléfono móvil de Megan sonó en ese momento.
–Será mejor que contestes –replicó Amy, sacando un pañuelo para secarse las lágrimas.
Sonó también entonces el teléfono fijo de su mesa.
–Saxon´s Folly Estate & Wines, dígame.
Se trataba de una reserva para un grupo que quería hacer una cata de vinos.
Tomó nota de los datos y colgó.
Cuando Megan terminó de hablar por el móvil, vio que deseaba seguir con la conversación, pero ella no tenía ánimo para ello. Le dirigió una sonrisa y se puso a registrar la reserva.
Cuando alzó la vista, vio que Megan se había ido.
–Estoy preocupada por Amy.
Heath se quedó inmóvil al escuchar la voz de Megan.
Estaba contabilizando las botellas de vino por añadas de la bodega. Llevaban cosechando aquel vino desde que unos monjes españoles plantaron los viñedos hacía casi un siglo.
Miró un instante las letras doradas grabadas en la etiqueta de una botella que tenía enfrente. Luego volvió la cabeza hacia su hermana.
–Todos estamos preocupados.
–La muerte de Roland ha sido un golpe muy duro para todos –replicó Megan.
–Al menos, estamos ahora juntos para compartir el dolor.
–Sí, pero la pobre Amy está tan sola… Se me parte el corazón viéndola. Ella finge que está bien, pero es tan frágil. Lo está pasando muy mal.
Heath se encogió de hombros.
–Papá le sugirió que se tomara un descanso. Y Joshua y yo también. Se tomó dos semanas y cuando volvió estaba aún peor que antes. No sé qué podemos hacer.
Megan se apoyó en la vieja mesa que había servido de escritorio a todos los enólogos que habían trabajado en Saxon´s Folly.
–La boda habría sido dentro dos semanas. Debe estar pensando en ello todo el tiempo.
–Es probable –replicó Heath algo tenso.
Había estado tanto tiempo resistiéndose a aceptar aquella boda de Amy con su hermano que odiaba tener que volver a recordarla.
–Necesita mantenerse ocupada.
–¿Para qué?
–Para no seguir pensando en la muerte de Roland. Voy a tratar de que participe más activamente en los preparativos del festival –dijo Megan, muy amiga de organizar la vida de los demás–. Ella iba en el coche con él. Aún debe tener pesadillas por la noche.
Heath trató de apartar aquel trágico recuerdo de su mente. Deseaba olvidar aquella noche infausta en que su hermano murió.
Por eso, se puso a considerar la idea de su hermana. El Festival de Verano de Saxon´s Folly tendría lugar la víspera de Navidad. Una época con mucho trabajo. En las ediciones anteriores, Roland y Megan se habían hecho cargo de la mayor parte de la organización. Roland como director de marketing y Megan como relaciones públicas. Desde la muerte de Roland, Megan había estado asumiendo más la función de marketing, dejando la de relaciones públicas en manos de Alyssa Blake, la prometida de Joshua. Estaba seguro de que Amy acogería con entusiasmo la idea de colaborar más activamente en la organización del festival.
–No me parece mala idea –dijo él finalmente–, pero el festival no va a reemplazar a la boda.
–Lo sé, Heath.
–Tiene que asumir la realidad. Roland ya no estará nunca más entre nosotros.
Heath giró la cabeza y dio media vuelta a una botella de los estantes.
–Ella lo sabe perfectamente –replicó Megan–. Por eso, se siente tan perdida y desolada–. Tal vez tú podrías hablar con ella, Heath.
No. Él no quería hablar con Amy. Y dudaba mucho que ella quisiera escucharlo. Además, ya había hecho bastante daño a todos.
Dejó la botella en su sitio y se acercó a la mesa en la que Megan estaba apoyada. Se dejó caer en una silla y apoyó los codos en el escritorio.
–No –respondió él con firmeza.
–¿Te has peleado con ella? –preguntó Megan extrañada.
–¿Peleado? –exclamó él con el ceño fruncido–. ¿Por quién me tomas?
–Pensé que podría ser tu idea de una terapia de choque.
–¿Una terapia de choque? De ninguna manera.
Megan tomó un ejemplar del catálogos de vinos que mandaban a sus clientes VIP y pasó las hojas distraídamente.
–Está bien, me he equivocado. Me pareció que habías estado tratando de evitarla estas últimas semanas. Pensaba que erais amigos.
Desde el funeral de Roland, Amy había rechazado todos sus intentos de acercarse a ella. Hasta que, finalmente, se había dado por vencido.
–No exactamente.
Desde que Amy había cumplido los dieciséis años, lo que él sentía por ella no era amistad. Era algo mucho más peligroso.
–Supongo que después de lo que hiciste por ella…
–¿Qué he hecho yo por ella?
–Compraste la viña que su padre dejó casi en la ruina –respondió, dejando el catálogo en la mesa.
–Yo no hice eso por Amy. ¿De dónde has sacado esa idea? Lo hice por mí mismo. Cuando descubrí que Saxon´s Folly no era lo bastante grande para papá y para mí, comprendí que solo me quedaban dos opciones: trabajar para otra persona o montar mi propio negocio.
–¿Pero por qué Chosen Valley? ¿No te diste cuenta de la afrenta que eso podía suponer para nuestro padre?
–Fue una buena decisión.
–Pero podrías haber…
–Déjalo, Megan.
–Le conseguiste un trabajo a Amy aquí en Saxon´s Folly.
–¿Y qué? –replicó él, encogiéndose de hombros–. También lo conseguí para Caitlyn. Tal vez mi vocación frustrada sea la de gestor de recursos humanos.
Megan se echó a reír.
–¿Tú? ¿De recursos humanos? Eres demasiado blandengue para eso. Lo único que harías sería ayudar a la gente aun en contra de los intereses de la empresa. Conseguiste ese trabajo para Amy porque te daba pena, porque, habiendo estado tan mimada por su padre, no tenía conocimientos ni…
–¡Basta ya, Megan! –exclamó Heath, aliviado, sin embargo, de que su hermana pensara que había hecho aquello por altruismo y no por motivos personales.
–Está bien, dejémoslo así –replicó ella con una mirada de triunfo.
Cuando Megan se marchó, él se quedó pensativo. Si su hermana se había dado cuenta de que estaba evitando a Amy, los demás también podrían haberlo notado. Lo último que deseaba era preguntas incómodas. Tenía que hacer las paces con Amy. Y cuanto antes, mejor.
Amy lo vio llegar. Bajó la cabeza y se dedicó a introducir una larga lista de cifras de ventas en el ordenador. Cuando Heath se detuvo delante de su mesa, sintió una gran agitación en el pecho.
–¡Heath! ¡Qué sorpresa! –exclamó sonrojada.
Presentía que sus disimulos no le habían engañado.
Vio la imponente figura de Heath. Era alto y con el pelo bastante oscuro en comparación con el de Roland, que era casi pelirrojo. Tenía unos ojos negros inescrutables. La camiseta negra y los pantalones vaqueros igualmente negros contribuían a subrayar aún más su aspecto inquietante.
De adolescente había estado siempre metido en todo tipo de peleas. No en vano le llamaban Black Saxon. Pero siempre había sido muy amable con ella. Había sido un rebelde. Se había enfrentado con su padre, desafiando su autoridad. Su familia se sintió aliviada cuando se fue a la universidad. Ella había oído historias de sus novatadas y sus fiestas salvajes, pero lo encontró muy cambiado al regresar. Había madurado. Durante un tiempo, llegó a considerarlo uno de sus mejores amigos.
Pero en algún momento, algo se torció en su relación. Se volvió más reservado e introvertido. Y cuando el negocio de las viñas de su padre estuvo a punto de quebrar, Heath se apresuró a comprarlas por cuatro perras. Tal vez, sintiéndose culpable, le había buscado un trabajo en Saxon´s Folly… cerca de Roland.
Pero su amistad pareció romperse definitivamente después de la noche de la muerte de Roland.
Era un hombre inescrutable para ella. Fue incapaz de conocer sus sentimientos cuando se descubrió que Roland era su hermano adoptivo o cuando él se enteró de la llegada de su hermanastro Rafaelo el mes anterior.
Amy miró a Heath. Se sentía incómoda ante su presencia. Trató de remediarlo.
–¿Crees que Caitlyn será feliz con Rafaelo?
–¿Por qué no iba a serlo?
–No sé… Pensé que entre Caitlyn y tú había algo.
–¿Entre Caitlyn y yo? –dijo él, soltando una carcajada.
–Ella regresó de la universidad contigo –respondió Amy, con la mirada puesta en el teclado del ordenador.
–Sí, ayudé a Caitlyn. Todo el mundo sabía que era un chica inteligente que podía llegar muy lejos. Le hablé de ella a mi padre y por un vez me escuchó. Le ofreció un empleo durante las vacaciones, pero demostró ser tan buena en su trabajo que mi padre no dejó ya que se fuera.
–¿Te molestó que tu padre se convirtiera en su mentor? ¿Que ella ocupara tu puesto como enóloga jefe?
–En absoluto, fui yo quien se lo propuso a mi padre.
–Por lo que dices, siguió tu consejo
–Habría sido un estúpido si no lo hubiera hecho.
Amy alzó la vista para mirarlo a la cara.
–Sí. Siempre la has tenido en mucha estima. Tal vez por eso llegué a pensar que acabarías casándote con ella.
Heath se encogió de hombros en un gesto de indiferencia.
Amy siempre había creído que Caitlyn bebía lo vientos por Heath, pero luego había llegado Rafaelo y se había enamorado del español.
–Bien. Espero que Caitlyn y Rafaelo sean muy felices. ¿Han fijado ya la fecha de la boda?
–El año que viene, creo.
Amy se mordió el labio inferior y volvió a bajar los ojos al teclado.
–¿Amy?
Una lágrima fugaz salpicó la barra espaciadora.
–¡Amy!
Ella inclinó un poco más la cabeza. No quería que Heath la viera llorando.
Demasiado tarde. Él ya había dado la vuelta a la mesa y se había colocado a su lado.
Ella podía escuchar su propia respiración. Estaba temblando. Parecía como si todo el dolor y la emoción que había estado conteniendo estuvieran a punto de estallar. Heath le puso las manos en los hombros. Ella se puso aún más rígida y tragó saliva tratando deshacer el nudo que tenía en la garganta.
Él la agarró de los hombros haciendo girar la silla en redondo. Amy alzó la vista, vio su expresión atormentada y se apresuró a cerrar los ojos con toda la fuerza de que fue capaz. Pero no pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.
Escuchó un frufrú de tela como si él se estuviera inclinando hacia ella, pero no se atrevió a abrir los ojos. Luego sintió las manos de Heath levantándola de la silla. Se quedó sin aliento al sentir el contacto. De repente, se vio sentada en sus muslos. Él estaba arrodillado a su lado. La falda se le había subido varios centímetros por encima de las rodillas.
Trató de estirarla, pero la tela no daba de sí en la posición en la que estaba.
Heath la estrechó en sus brazos, atrayéndola con fuerza contra su pecho cálido y masculino. Olía a esencia de limón. Ella emitió un gemido y hundió la cara en la pechera de su camisa.
–Sé que lo amaste durante mucho tiempo. Debes sentir ahora un gran vacío.
Ella miró a Heath entre sollozos. Deseaba pedirle que la soltara, pero le faltaban las fuerzas. Las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.
–Llora todo lo que quieras, Amy. Te hará bien.
Ella no podía soportar que la viera así. Él siempre estaba tan seguro de sí mismo… Ya no era el chico impulsivo y pendenciero de antaño. Había madurado. Ella, en cambio, había sufrido el proceso inverso. Había pasado de ser la chica buena que hacía siempre todo lo correcto a una mujer que parecía haber perdido el norte y el control de su vida.
Heath permanecía callado, inmóvil, abrazado a ella.
Amy, haciendo un esfuerzo de voluntad, se apartó de él.
Vio entonces avergonzada una mancha en la camiseta negra de Heath, en el lugar sobre el que ella había estado lloriqueando como un bebé.
Tomó un pañuelo de un cajón de la mesa para limpiársela. Pero luego lo pensó mejor. No se sentía con fuerzas para… tocarlo.
Se apartó de él unos centímetros.
–Lo siento mucho. No sé que me pasa, pero no consigo dejar de llorar.
Él alargó la mano hacia ella.
–Has tenido un mal día y yo tampoco he hecho mucho para…
Ella se incorporó, pero tropezó con la silla. El techo y las paredes parecieron comenzar a dar vueltas a su alrededor, como si se estuviera produciendo un terremoto.
–Heath, no me siento bien.
Le flaqueaban las piernas y la vista se le nublaba. Vio a Heath de forma borrosa acercándose a ella. Luego todo se volvió oscuro.