Читать книгу Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo - Tessa Radley - Страница 8

Capítulo Cuatro

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Casarse con Heath o marcharse a Auckland. Era una decisión difícil.

Amy miró la mesa del enorme salón comedor de los Saxon y sintió acrecentar la desazón que llevaba sintiendo en el estómago los últimos dos días.

En la cabecera estaba sentado Phillip, el padre de Heath. A un lado tenía a Amy y al otro a Alyssa, la novia de Joshua. Joshua estaba sentado a la izquierda de Amy y tenía a Heath enfrente.

Dado que Megan había estado fuera los dos últimos días, los Saxon habían decidido cambiar al viernes su cena habitual de los jueves.

Heath no se había atrevido aún a preguntar a Amy nada sobre su decisión.

Mientras cortaba un trozo de pollo, Amy rehuyó la mirada de Heath, fingiendo sentirse muy interesada por la conversación que mantenían Joshua, Phillip y Alyssa sobre un vino de la bodega Saxon que estaba cosechando muy buenas críticas.

–Heath, casi se me olvidaba decírtelo –dijo Joshua–, he recibido una llamada de la policía esta mañana. Han detenido a Carson.

Carson Smith, como venganza porque habían despedido su hermano Tommy de Saxon´s Folly, había incendiado los establos, agrediendo al vigilante y tratando de abusar sexualmente de Caitlyn.

–¿Lo sabe ya Caitlyn? –preguntó Amy muy impresionada.

–Acabo de llamar a Rafaelo para comunicárselo –respondió Joshua–. Estaba dispuesto a venir a arreglar cuentas con ese tipo, pero le dije que sería mejor que se quedase allí con Caitlyn.

Ese comentario dio lugar a un giro en la conversación y se pusieron a hablar de los vinos y jereces españoles.

Amy prefirió mantenerse al margen. Observó las sillas vacías que había al fondo de la mesa. La de Megan, que aún no había llegado, y la de Roland, que estaba ahora pegada a la pared. Sintió un gran dolor al recordarlo. Había también otros huecos: los de Caitlyn y Rafaelo, que estaban en España. Alyssa ocupaba el asiento de Kay, que se había ido a Australia.

Si no aceptaba la proposición de Heath, también tendría ella que irse muy pronto. No podía seguir demorando su decisión por más tiempo. Esa misma mañana, se había dado cuenta de que el sujetador le apretaba más de lo habitual y que sus pechos habían desarrollado una dolorosa sensibilidad. No tardarían en aparecer los demás signos del embarazo.

No le resultaría fácil establecerse en una gran ciudad como Auckland después de haber vivido en Hawkes Bay toda la vida. Tendría que renunciar a su trabajo en Saxon´s Folly, contarles la razón de su decisión… Y luego despedirse de sus amistades por seis u ocho meses.

Huir. Así era como Heath lo había llamado. Pero ¿qué podía hacer? ¿Cómo iba a casarse con un hombre al que no amaba?

Fue un alivio para ella cuando Megan entró en el salón con los ojos brillantes y las mejillas encendidas.

–Siento llegar tarde. Perdí la noción del tiempo. Aún estoy con la hora de Australia –dijo Megan, sentándose al lado de Heath–. Joshua, ¿me puedes dar algo de beber, por favor?

Joshua se levantó, descorchó una botella de vino blanco y sirvió una copa a su hermana. Luego se acercó a llenar la de Amy.

–No, gracias –dijo ella, apartando su copa.

–Tienes que probarlo –dijo Joshua–. Es un riesling. Es espléndido. Y más seco de lo habitual.

–Gracias, pero no bebo ahora.

–No estarás intentando perder peso, ¿no? –dijo Joshua en tono de broma.

–¡Joshua! –exclamó Alyssa, reconviniendo a su prometido–. Deja en paz a Amy.

–Josh tiene razón –intervino Megan–. Necesitas ganar un par de kilos, no perderlos.

–No estoy tratando de perder peso –dijo ella.

–Entiéndeme, no estaba hablando de controlarte el peso como si estuvieras embarazada –dijo Megan de manera desenfadada.

Amy se puso colorada como un tomate.

–¿No me digas que estás…? –exclamó Megan.

Se produjo un silencio tenso y prolongado.

–¡Megan, ya es suficiente! –dijo Heath muy serio.

–¡Oh, Dios mío! –exclamó Megan, tapándose luego la boca con las manos.

Amy estaba avergonzada. Cerró los ojos. No podía soportar la mirada de nadie. Debía llevar su pecado grabado en la frente con letras mayúsculas y de colores.

–Lo siento mucho, Amy –dijo Megan tímidamente.

Con un suspiro, Amy abrió los ojos y miró a la familia que conocía de toda la vida.

–Sí, estoy embarazada. Supongo que tendríais que saberlo antes o después.

–Enhorabuena –dijo Alyssa con una sonrisa sincera, mientras Joshua le daba un abrazo de felicitación aprovechando que estaba a su lado.

Mientras Joshua la abrazaba, Amy pudo ver a Phillip Saxon con una sonrisa de alegría tan grande como hacía años que no le veía.

–Es una noticia maravillosa, Amy. Un bebé –dijo Phillip casi llorando–. El bebé de Roland. Kay se va a emocionar tanto como yo cuando se entere.

Amy tragó saliva, tratando de contener las lágrimas de emoción. No iba a ponerse a llorar en ese momento. Ya había derramado bastantes lágrimas en los últimos dos meses.

Dirigió a Heath una mirada suplicante que parecía decir: «Ayúdame».

Creyó ver una luz en sus ojos, pero luego su cara volvió a recobrar su expresión inescrutable.

Había comprobado, tal como él había dicho, lo importante que era aquel bebé para su familia.

Su bebé era un milagro. Un milagro que permitía a todos recobrar un parte de Roland, dándoles un motivo de alegría en sus vidas.

Heath pisó el acelerador y el Lamborghini dejó atrás Saxon´s Folly.

Amy y él permanecieron callados.

Enfiló la estrecha avenida que atravesaba el pequeño pueblo costero de Hedeby y minutos después se detuvo al llegar al apartamento de Amy.

Ella se bajó del coche y se dirigió directamente a la puerta.

–No tan deprisa –dijo Heath.

Amy se volvió hacia él. Estaba pálida.

–¿Sí?

–¿Qué has decidido?

–¿Necesitas que te dé la respuesta ahora?

–Creo que deberías tomar una decisión lo antes posible, ahora que ya se sabe la noticia.

–No me lo recuerdes. Ha sido peor de lo que me imaginaba. Nunca he pasado tanta…

–Sé lo humillante que ha debido ser para ti. De buena gana le habría retorcido el cuello a mi hermana.

–Megan no ha tenido la culpa.

–Naturalmente que sí. Siempre ha tenido el don de decir alguna inconveniencia en el más momento más inoportuno.

–Pronto lo sabrá todo el mundo.

–Será la comidilla del vecindario durante unos días, pero se olvidarán de ello en cuanto tengan un nuevo chisme con el que entretenerse.

–Sí, pero durante esos días yo estaré en boca de todos. Quiero tener mi vida de antes.

–Amy, ahora con el bebé eso ya no va a ser posible.

–El bebé no es el culpable de nada. Siempre deseé tener un bebé. Pero suponía que los bebés debían estar dentro del matrimonio, no así.

–Pues cásate conmigo. Cuidaré de ti y del bebé. Nos iremos de luna de miel y cuando volvamos todo el asunto se habrá olvidado.

Heath sonrió imaginando a todos los amigos y amigas de Amy puestos en fila, saludándola muy efusivamente a su regreso.

–Esto no tiene ninguna gracia, Heath.

–No es tan malo como crees. Relájate y di que sí. Te prometo que nadie se atreverá a decirte ninguna inconveniencia mientras yo esté a tu lado.

–Sí, tienes razón. Nadie se atrevería.

Heath no quería que ella se casara con él por su fama de rebelde y pendenciero, pero tampoco era cuestión de desaprovechar las ventajas.

–¿Es eso un sí?

Heath se quedó expectante al ver un leve movimiento en sus manos.

–¿Qué otra cosa puedo hacer? –dijo ella suspirando–. Está bien, me casaré contigo, Heath.

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