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LAS IGLESIAS COMBATIVAS Y EL EQUIPO DE FÚTBOL AMERICANO

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Me gusta la palabra combativo. Me trae recuerdos de mi equipo de fútbol americano de la preparatoria. Sí, ya sé. Estoy viajando a la antigüedad. Pero los recuerdos de Johnny son vívidos incluso hoy. Johnny era nuestro mariscal de campo. Realmente obtuvo ese puesto por defecto. No teníamos a nadie que pudiera lanzar el balón a diez yardas del receptor designado excepto Johnny. Pero no teníamos mucha confianza en él cuando comenzamos a realizar las extenuantes prácticas de dos días en el sofocante calor del verano.

Johnny nunca había jugado como mariscal de campo. Ganamos dos de diez juegos el año anterior. Los comentarios locales eran apuestas (sí, realmente tenían una ronda de apuestas) a que no ganaríamos el juego. Después de todo, habíamos sido un equipo terrible el año anterior sin un mariscal de campo probado. ¿Por qué no daría alguien oportunidad este año?

Pero Johnny era combativo. Trabajaba incansablemente. Se memorizó el libro de jugadas para el mariscal de campo. Era el libro de jugadas más difícil del equipo. Corría mucho. Se ejercitaba bastante. Estaba determinado a no ser derrotado por falta de esfuerzo. Al resto de nosotros en el equipo nos inspiraba Johnny. Nos volvimos jugadores combativos como él. Tuvimos un liniero ofensivo que pesaba 160 libras, pero era increíble en sus habilidades de bloqueo. Iba contra chicos que pesaban 70 libras más que él, y les llamaba la atención.

Uno de nuestros apoyadores pesando también 160 libras, era una máquina de taclear. No había nada que lo amedrentara.

¿Qué ha de mí? Ya sé que se muere por preguntar. Yo era el corredor del equipo, lo que significa que yo ere responsable del 90 por ciento de las jugadas que involucraban correr. Ya puede dejar de reírse disimuladamente. Es cierto. El año anterior me habían movido de apoyador a corredor porque yo intercepté un pase y corrí para hacer una anotación. El entrenador pensó que si yo podía correr tan rápido, debería ser un corredor.

De modo que fui de un completo principiante a finalizar como el cuarto corredor en el estado y a formar parte de la mención honorífica del equipo estatal. Incluso tuve oferta de un par de becas de pequeñas universidades. Nos convertimos en un equipo combativo porque teníamos un líder combativo.

Los otros equipos eran más grandes.

Los otros equipos eran más rápidos.

Los otros equipos eran más atléticos.

Pero vencimos a la mayoría de ellos. Llegamos a los cuartos de final en los playoffs.

Éramos combativos. Johnny nos mostró cómo serlo.

Indudablemente, ya sea que usted sea de la generación de la postguerra, de la Generación X o un millennial, ha visto el legendario filme Rudy. Basado en una historia verdadera, Rudy Ruettiger fue un chico disléxico, que pesaba menos de lo apropiado, quien pertenecía a una familia de fanáticos del fútbol americano de Notre Dame. En la casa de los Ruettiger no había mayor lealtad que a los Fighting Irish. Después de la graduación de la preparatoria, debido a sus bajas calificaciones —seguramente debido en gran parte a su dislexia— la solicitud de ingreso a la Universidad de Notre Dame fue negada.

Pero inclusive si hubiera sido aceptado, ¿cuáles eran las probabilidades de que un chico de 5’6” y 160 libras (1.68 m y 73 kg) de Joliet, Illinois, fuera a jugar fútbol para los poderosos Irish? Todo estaba en su contra. Rudy no se rindió. Ignoró las convenciones. Asistió al cercano centro de estudios superiores Holy Cross y fue aceptado en Notre Dame dos años después. No sólo eso, y usted ya sabe lo que sucede en la historia, la combatividad de Rudy fuera del campo se trasladó al campo, así como Rudy con el uniforme de sus sueños de la infancia, a prueba.

De modo que, sin duda usted se pregunta cómo se ve una iglesia combativa. Echemos un vistazo.

Iglesia combativa

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