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Lobo y Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia
ОглавлениеYo soy el viejo Tiresias, Lobo, y no miento:
Si quieres traer al bosque umbrío de tus dominios a la loba muerta,
No bastan sacrificios ni letanías, menos himnos y canciones.
Te lo digo yo, el viejo o la vieja Tiresias
Al que un genial poeta, pero muy sobrado de sí mismo,
Como lo son estos llamados bardos
(El muy hijo de puta envió a su mujer al manicomio),
Dijo que mis tetas arrugadas caían como las de una vieja bruja.
Pero, ya se sabe, a los oráculos
Como yo, los poetas modernos, incrédulos
Sólo les queda calumniar o insultar.
Cierto, ahora en estos burgos post-medievales me quemarían
Como a vil hechicero estos burócratas del Santo Oficio,
Del Santo Ofidio diría yo,
O para darle más exactitud a la expresión,
Del puto oficio del poder.
Pero no perdamos el tiempo en disquisiciones teológicas
Y vamos al meollo del asunto.
Por algo fui el Augusto Dupin de la Tragedia o, si prefieres,
Marlowe de Tebas.
Cierto es que pagaron Tiranos justos por el Destino,
Pero con el Destino, en la Tragedia, no se juega, mi Lobo,
Mi perro luminoso y salvaje.
Traer a una loba en tránsito a la disolución,
Una loba que ya es una sombra más entre las sombras
Del Hades Lupus, o por decirlo con etimológica justicia,
Del Hades Bar de la Negra,
Los cuellos de la víctima propiciatoria y los mantras
Que te acerquen al estado de la gracia salvaje,
Son más bien efectos virtuales o espectáculos simbólicos
En una tierra donde nada es real y el espectáculo,
La rutina de las nuevas hordas contraculturales.
Debes ser más sensato, menos salvaje, es decir, más perverso,
Lobo cruel, y extraer de tu crueldad sabiduría y abyección.
No te dejes tentar por lo grotesco.
No te dejes tentar por el humeur noire ni el amour fou. Primero pondera el poder de tus enemigos, Un sacerdote negro y la enigmática esfinge: Los dos polos que corrompen aún nuestra agonía Cultural: el cristianismo y la Nada. Lee bien a Baudrillard y olvídate de Niezsche: Ahora el Mal es transparente y ese que llaman Cristo No tendrá una segunda oportunidad en estas tierras. Te lo digo yo, el viejo Tiresias, que vi a Palas en cueros Y heme aquí con dos cuencas por ojos. Pero estas cuencas están pletóricas de visión, Son como esos ojos, esos agujeros negros Que ocultaba Ray Milland con unas gafas de infernal insecto En El hombre de la visión de rayos X. Pero un oráculo no cae presa de las garras infamantes de la angustia. Yo, Tiresias, y tú, Lobo, un oráculo y una bestia, Imagínate hermano lupino, qué pareja podemos hacer, Para darles por el culo a nuestros múltiples enemigos. Te lo digo yo, el oráculo que ofició de cabrona En un lenocinio sagrado y decadente, Como los de los cuadros de Dix, Otto Dix, ¿Las has visto, no? Lástima, lo que te pierdes, Pero ya me ocuparé de tus vacíos culturales, Lobo, mi prójimo bestial. Pero vamos ya a las infaltables y míticas pruebas del héroe, Lobo, que comienza a amanecer y aunque ciego, estos amaneceres Me matan el alma, porque palpo con mi visión Ese índigo sublime y aterrador del día que nace.