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Tiresias, Auguste Dupin de la tragedia, instruye a Lobo sobre la resurrección

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La expresión “la muerte de los relatos” es una santa huevada,

Lobo, para mantener a los nuevos sabios de la tribu Bien pagados de sus confortables catedrales y lujosos papiros. Pero no te confundas, bestia salvaje, que no son catedrales Ni papiros arcanos esos, sino idolas post medievales, Y alquimistas masturbatorios en decadencia cantada. Te lo doy firmado por mis aciertos tebanos. Ahora afina tu eólico sentido, lupus canis, que esta es la firme. Un sacrificio sin un viaje iniciático es como eyacular En el vacío y tu semen de bestia salvaje, fluido sagrado, Es una potencia de tu cuerpo que no puedes desperdiciar. Y antes de hacerte a la mar océana, debes saber las causas Y las formas de tu búsqueda: qué esperan las sombras de los lobos Masacrados por los Cazadores del Deseo, para liberar a tu Loba Eurídice de aquellas confusas oscuridades. Los lobos masacrados por los Cazadores del Deseo que aúllan Por toda la eternidad en el Lupus Hades, ya son vampiros Ávidos, pero no todo vampiro o licántropo tiene sed de sangre. Estos licántropos de sombra a los que habrás de enfrentarte en El Hades Lupus no ansían sangre para seguir aullando En las confusas oscuridades, sino oro, oro líquido, Que deberás llevar a las profundidades en forma de lingotes O pepitas como por las que se mataron en California Los buscadores del áureo metal o por los que masacraron A los habitantes originarios de las Indias Occidentales, cuando aún No era esta Putamérica de hoy, los portentosos conquistadores Del imperio peninsular de España. Deberás aprender a oler, A aguzar tu olfato aún más, a obliterar tu instinto de sangre Por el instinto del oro, que ambos, sangre y oro, son Portadores del Poder y la Muerte. Ergo, Lupus Áureo, si me permites que te llame así, Deberás hacerte de una stultifera navis y un puñado De tus bráder lupinos y enfilar la negra cóncava nave hacia Las Indias de las que te hablo, una tierra que día a día decae más: La tierra de los muertos, la tierra de los cactos, Donde las imágenes de piedra se levantan y la mano De un muerto implora bajo el parpadeo de las estrellas Que se les van en sus ciudades donde los labios han olvidado besar Y el amor se acurruca bajo las fauces de neón, temblando El castigo del cuerpo, en su sueño de perro. No te confíes sólo de la luna a la que tanto has aullado de amor y odio, Ni del cielo agujereado de estrellas, lo primero que viste Al ser parido en lo más umbrío de tu bosque natal, Porque las estrellas en altamar son cambiantes en su Cielo borracho, no como las del bosque, fijas en su Elemento, el humus y los erguidos pinares. Por eso te obsequiaré esta rosa, es la rosa de Paracelso, Una rosa transmutada en el elemento de tu búsqueda. Sus pétalos dorados te guiarán hacia las madrigueras del oro, Allá, en el cada vez más desolado y transparente Nuevo Mundo. Hazte de un puñado de lobos hambrientos y marcados Ya sea por las trampas herrumbrosas o por las balas de Plata de esos Cazadores del Deseo que siempre los han acosado. Esta estrategia te proporcionará una manada licántropa Que no dudará en morder al primer aullido, por su ira Acumulada. Escucha, Lupus Enamorado, la ira será Tu más deletérea arma, la ira y el amor perdido serán El alma salvaje de tus colmillos y de los colmillos De tu tripulación lobuna, y el Deseo, te lo repito, El Deseo, vuestra causa teñida de sangre y crueldad.

Gesta de lobos

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