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Finalmente, y con el fin de alegrar a todos los corazones, la primavera había hecho su entrada en el campo y Amra había tenido una ocurrencia de lo más encantadora.

–Christian –dijo (pues el abogado se llamaba Christian)–, vamos a dar una fiesta, una gran fiesta en honor de la cerveza de primavera. Algo muy sencillo, claro, sólo con asado frío de ternera, pero con mucha gente.

–Claro... –respondió el abogado–. Pero ¿no podríamos retrasarlo todavía un poquito?

Amra no respondió a eso, sino que entró inmediatamente en detalles.

–Vamos a ser tantos, ¿sabes?, que aquí no tendremos espacio suficiente. Tenemos que alquilar un local, un jardín, una sala junto a la entrada de la ciudad, para tener aire y espacio suficientes. Seguro que entenderás eso. Estoy pensando en la gran sala del señor Wendelin, al pie del Lerchenberg. La sala está libre y sólo se comunica con la taberna y la fábrica de cerveza a través de un pasillo. La podremos decorar para una fiesta, poner mesas muy largas y beber cerveza de primavera. Allí podremos bailar y tocar música, quizás incluso hacer algo de teatro, pues sé que tienen un pequeño escenario, y eso para mí es muy importante... En definitiva: haremos que sea una fiesta muy original y nos divertiremos de lo lindo.

Durante esta conversación al abogado se le había puesto la cara algo amarilla y las comisuras de la boca se le hundieron con un temblor.

–Ardo en deseos de que llegue ese día, mi querida Amra –repuso–. Sé que puedo dejarlo todo en manos de tu habilidad. Te ruego que hagas los preparativos necesarios para...

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