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4.2.2 La oposición imperfecto-indefinido – ¿temporal o aspectual?

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A primera vista, los tres tiempos parecen corresponder de manera biunívoca a los tres tipos del aspecto gramatical: imperfectivo, perfectivo y perfecto. No obstante, la alta multitud de distintas designaciones para los tiempos verbales no se debe únicamente a la independencia del desarrollo de varias gramáticas, sino también al hecho de que hay varios planteamientos sobre la naturaleza de los usos de las formas verbales. En general, pueden distinguirse dos posiciones contrarias: la asunción de la prevalencia del tiempo de la que se siguen las propiedades aspectuales como efecto, y la de la prevalencia del aspecto según la cual la aspectualidad es la propia causa de dichos efectos.

Siguiendo la tradición del gramático Andrés Bello que en su gramática favoreció los términos Pretérito y Copretérito sobre Perfecto e Imperfecto (cf. Bello 1847), algunos trabajos teóricos como el de Rojo (1990) defienden el punto de vista de que el sistema verbal español se deja caracterizar por rasgos puramente temporales, y por lo tanto deícticos.

Al presentar de manera cronológica varias etapas de la organización de los tiempos por parte de la Real Academia Española, Rojo (1990) argumenta que históricamente hubo varias confusiones entre los términos perfecto/imperfecto, terminado/no-terminado y absoluto/relativo. En cuanto a la aspectualidad, que en español está inseparablemente entretejida con la temporalidad, Rojo ve uno de los motivos de estas confusiones en el hecho de que varios términos se crearon en el contexto de otras lenguas como el griego cuyo sistema verbal no igualaba al latín del que el español heredó su gramática.

En la misma línea de investigación, Giorgi & Pianesi (1997) –al aportar en este caso ejemplos del italiano que corresponden a fenómenos equiparables en español y en otras lenguas románicas– sostienen que el imperfecto puede entenderse como un presente en el pasado (‘present-in-the past-reading’; Giorgi & Pianesi 1997: 174) e igualmente lo definen únicamente a partir de rasgos temporales.

En un artículo más reciente, Giorgi & Pianesi (2004) amplían estas deliberaciones, y propugnan la idea de que mientras el indefinido y el perfecto (a menudo, en su conjunto llamados “perfectivos) sí corresponden a la idea de terminatividad (cf. Giorgi & Pianesi 2004: 273), no es el caso que el imperfecto equivalga a acciones no-terminadas. Respecto a su aspectualidad, en cambio, las formas del imperfecto se muestran neutras, porque el evento puede haber sido llevado a término o no (cf. Giorgi & Pianesi 2004:274).

Aparte de la anterioridad, simultaneidad y la posterioridad, postulan también el anclaje como un rasgo importante para describir la función de los tiempos verbales. Así, el imperfecto que inherentemente está caracterizado por ser anafórico, necesita un punto referencial claro al que está ligado. Esta referencia puede establecerse mediante tópicos temporales (por los que el imperfecto se vuelve un pasado), por contextos modales (como un sueño, cf. Giorgi & Pianesi 2004:268) o a partir de verba dicendi en el estilo indirecto. Sin que se fije tal referencia, el imperfecto carece de interpretación.

(25) Ieri alle quattro Gianni studiava matematica.

(‘Ayer a las cuatro, Gianni estudiaba matemática.’)

(26) #Gianni studiava matematica.

(‘Gianni estudiaba matemática.’)

(Giorgi & Pianesi 2004:260/261)

El ejemplo (26) prueba que sin un tópico determinado (cf. Ayer a las cuatro en ej. (25)), el imperfecto no resulta adecuado. Además, los lingüistas enseñan que, al posponer la indicación del tiempo al verbo, tampoco se satisfacen las exigencias, con lo que el imperfecto se diferencia claramente de otros tiempos verbales en que no alteran su lectura por la posición de los complementos adverbiales.

Esta dependencia del orden de palabras se hace especialmente evidente al considerar las lecturas modales, en las que el imperfecto puede significar una expectación:

(27) Alle tre Mario prendeva il tè.

(28) Mario prendeva il tè alle tre. (Giorgi & Pianesi 2004: 275)

Únicamente en (27), el complemento adverbial puede establecer un contexto para que la lectura sea la de un tiempo continuo. En (28), en cambio, son disponibles solamente las lecturas de la expectación o de la costumbre. Aunque no fuera una contradicción que se cumplieran las expectativas, habitualmente este uso implica que en la frase siguiente habrá una nueva información que anula lo afirmado. La expectación, sin embargo, se encuentra en el pasado en ambos casos, con lo cual los investigadores siguen afirmando que se trata de un tiempo del pasado (cf. Giorgi & Pianesi 2004:264). El evento designado, en cambio, no se coacciona con ningún punto temporal concreto. La orientación que se establece entre la expectación y el evento, no obstante, está dirigida hacia el futuro. Tanto la orientación al futuro como las lecturas modales se dan únicamente con el imperfecto, y son imposibles con otros tiempos del pasado.

En todos los casos, se establece una referencia que de alguna manera se puede entender como pasada. El imperfecto se interpreta en relación con esta referencia, mientras que los demás tiempos se procesan siempre de acuerdo con el momento de habla.

“the imperfect is a present tense that is evaluated with respect not to the speakers’ (current) temporal coordinate, but to a past one” (Giorgi & Pianesi 2004:286).

Este planteamiento, por lo tanto, se encuentra en oposición de la postura de otros investigadores (Fábregas 2015, García Fernández 1999, Leonetti 2004) que replican que esta anaforicidad no es nada más que el mero efecto de la aspectualidad. Según ellos, esta es la verdadera característica que diferencia los tiempos verbales. Mientras que García Fernández (1999) aporta varios ejemplos que demuestran una interacción innegable entre el aspecto léxico inherente del predicado y la interpretación de las distintas formas verbales para resaltar la prominencia del aspecto, Leonetti (2004) ataca explícitamente la afirmación de que el imperfecto es inherentemente anafórico. Así, permuta justamente los papeles de causa y efecto, postulando que: “El IMP [=imperfecto, T.D.] es anafórico porque es imperfectivo” (Leonetti 2004: 481)

La interacción que existe entre la forma verbal y el cargo léxico del predicado, ejemplificada por García Fernández (1999), aporta justificaciones para propugnar la prominencia del aspecto:

(29) Juan nos contó que María estaba triste el día de su boda.

(30) Napoleón dijo que Ana Bolena era de Edimburgo.

(ejemplos según García Fernández 1999:177-178)

Aunque en (29) y (30), el imperfecto está usado en su función de ser el tiempo verbal más usual en el estilo indirecto, no se coaccionan las situaciones descritas con el momento marcado por el verbo introductorio. En ambos casos, los estados estar triste y ser de Edimburgo tuvieron lugar antes del momento coincidente con contó y dijo. Dada su atelicidad, no hace falta explicitar la anterioridad mediante el pluscuamperfecto.

Otro efecto se observa en la siguiente frase:

(31) *Ana Bolena era de Edimburgo cuando se casó con Enrique VIII.

(García Fernández 1999:179).

La agramaticalidad del ejemplo (31) demuestra que, aunque las dos acciones descritas se solapan y por lo tanto cumplen requisitos de la simultaneidad, la atelicidad impide ciertos usos del imperfecto.

Otro fenómeno detectable entre los dos niveles aspectuales es la coacción. En este caso, el uso de una forma verbal u otra afecta interpretación del predicado. Así, la interpretación de los predicados saber y conocer puede cambiar fuertemente al usar distintos tiempos verbales:

(32) Cuando María entró en la sala, todos supieron/sabían la noticia.

Usando el indefinido, la conjunción cuando conecta el momento de la entrada con la acción de llegar a saber la noticia, por lo que la frase recibe una interpretación causal. En el caso del imperfecto, en cambio, se describe un estado iniciado en una fase anterior.

La combinación entre sujetos genéricos o específicos con distintas formas verbales asimismo puede ejercer coacciones de la telicidad.

(33) Las manadas cruzaban el río en verano.

(34) En ese momento, escribía su carta de dimisión.

(ejemplos de Leonetti & Escandell-Vidal 2003:140)

Mientras que el sujeto específico de (34) no lleva a un cambio de la telicidad (y la situación puede ser claramente progresiva), la combinación entre sujeto genérico y el imperfecto en (33) coercen el verbo a una lectura atélica. Por lo tanto, la interpretación de la frase ha de ser iterativa (cf. Leonetti & Escandell-Vidal 2003).

Respondiendo a otros autores que siguen declarando estos fenómenos como efectos de rasgos meramente temporales, Leonetti (2004) critica que los planteamientos de la anaforicidad se basan en la escasa separación entre semántica y efectos interpretativos. Igual que Giorgi & Pianesi (2004), Leonetti afirma que el imperfecto precisa de una referencia clara para poder ser interpretado. Puede ser entendido como una parte de una imagen que necesita un marco claro para poder localizarla. Según su interpretación esto se debe a la pertenencia del imperfecto a los predicados de propiedades (cf. Leonetti 2004:489) y así se diferencia de los predicados de estadios representados por el indefinido (siguiendo a la tradición establecida por Carlson 1980, Kratzer 1995, y Diesing 1992).

Mientras que las propiedades se refieren a estados “claramente no delimitados y desprovistos de toda carga aspectual” (Leonetti 2004:490), los estadios están ligados a una situación específica. Visto así, el aspecto gramatical comparte rasgos esenciales con el aspecto léxico. Esta diferenciación puramente semántica no contiene rasgos deícticos, y, por lo tanto, los rasgos temporales como la simultaneidad son efectos causados por la aspectualidad. La interpretación insatisfactoria que aparece cuando una forma verbal imperfectiva aparece sin marco concreto o antecedente establecido resulta en el nivel pragmático. Este marco puede darse por el uso de adverbios u otros elementos lingüísticos presentes en la frase, pero también es posible que aparezca solamente de forma implícita. Esto se ejemplifica mediante las siguientes frases:

(35) Estaban a buen precio…

(36) Encendió un cigarrillo. La fiebre le daba al tabaco un gusto de miel. (ejemplos de Leonetti 2004:485)

Mientras en (35) una referencia posible podría ser una “mirada de desaprobación” (Leonetti 2004:485) de un amigo que implique una pregunta similar a “¿Por qué los compraste?”, en (36) la referencia ha de ser el acto de fumar. En ambos casos, estas referencias se infieren por el conocimiento del mundo compartido por los hablantes. Ideas parecidas son defendidas por seguidores de la Gramática Cognitiva (véase, por ejemplo, Doiz Bienzobas 2002, 2013, Jansen 2013, López García 2005): como el aspecto imperfectivo se corresponde a una visión ‘desde dentro’, solo al conocer el marco es posible interpretar la información. El aspecto perfectivo, en cambio, no necesita contexto.

El imperfecto “no contiene en su semántica ninguna orientación sobre cómo seleccionar el antecedente” (Leonetti 2004:502), con lo cual tal selección se efectúa en el nivel pragmático de acuerdo con el Principio de Relevancia (Leonetti 2004: 501, a base de Moeschler 1998). Así, Leonetti esboza paralelismos entre el imperfecto, los pronombres y los artículos indeterminados.

“La situación es perfectamente equiparable a la que surge al estudiar la interpretación de los pronombres: a veces estos carecen de antecedente lingüístico, pero son aceptables en el discurso” (Leonetti 2004:486).

En cuanto a los artículos indefinidos, existen dos tipos de lecturas posibles. En el caso de la interpretación fuerte, un sintagma como un estudiante corresponde a una lectura genérica o específica, mientras que la interpretación débil permite solamente una lectura existencial, inespecífica o cardinal. Solo en este último caso, se permite la combinación con propiedades como tener los ojos verdes o ser alto. Las lecturas fuertes, en cambio, únicamente pueden combinarse con estadios puntuales y específicos del tipo “me ha estado siguiendo” (ejemplos según Leonetti 2004:492). De esta manera se ve el paralelismo con el imperfecto que necesita una referencia concreta para recibir un significado igualmente concreto:

“una imagen parcial de algo que es parte de una entidad más compleja se interpreta satisfactoriamente cuando se es capaz de recuperar o inferir la información que ha quedado excluida por el enfoque y que constituye el fondo, el contexto, el soporte de la comprensión” (Leonetti 2004:494/95)

De esta manera, el pretérito indefinido corresponde a los artículos determinados, ya que sintagmas como el estudiante necesariamente son concretos. Con esta argumentación, Leonetti (2004) demuestra que la intuición de que el imperfecto se parece a los artículos y a los pronombres definidos (en la que se basan igualmente las afirmaciones sobre la anaforicidad) lleva justamente a la conclusión equivocada. Tanto las expresiones “se casaban” como “una estudiante” desencadenan preguntas como “¿en qué contexto?” y “¿cuál?”. Por otro lado, enunciados como “se casaron” y “la estudiante” tienen referentes ya establecidos: un momento especificado y una persona concreta.

Leonetti (2004) enlista algunos ejemplos más para demostrar que la necesidad del imperfecto por referirse a un marco bien definido:

(37) El tren salía a las ocho en punto.

(38) El partido empezaba a las 8,45.

(39) El tren disponía de todas las comodidades.

(40) El tren era cómodo y silencioso.

(Leonetti 2004: 497-500)

Mientras que en las frases (37) y (38) los predicados son télicos y puntuales, los ejemplos (39) y (40) contienen predicados atélicos. Solamente en los primeros casos, es posible que la frase obtenga una lectura modal de una previsión. En el caso de los verbos atélicos, en cambio, esta lectura resulta imposible. Es decir, Leonetti (2004) aporta ejemplos similares a Giorgi & Pianesi (2004), pero los explica de manera muy distinta. Recuérdese que en los ejemplos (27) y (28) se usaban únicamente eventos télicos.

Dado que el imperfecto, en ambos planteamientos, se contrasta con el indefinido, cabe plantear la cuestión de si puede entenderse como alternativa marcada. En la práctica, sin embargo, es difícil determinar cuál de ellos representa la forma marcada y cuál puede considerarse neutra o menos específica. Comrie (1976: 111) argumenta que esta dificultad se debe a los rasgos implicados en la oposición entre perfectividad e imperfectividad. Gutiérrez Araus (1997: 31), por ejemplo, afirma que, en la mayoría de las situaciones, el imperfecto puede sustituirse por el indefinido, pero no al revés. Eso es porque, mientras que el indefinido se define por ser un tiempo del pasado, el imperfecto es un tiempo del pasado que, además, está marcado por una simultaneidad.

Giorgi & Pianesi (2004), en cambio, defienden otro punto de vista: mientras que el indefinido marca la conclusión de una acción, el imperfecto permite ambas posibilidades. Según esta argumentación, únicamente el imperfecto resulta la opción adecuada, cuando una acción no se lleva a su término. Debería, por tanto, ser más fácil sustituir el indefinido por el imperfecto que viceversa. Dados los distintos usos modales del imperfecto, y la existencia de las varias implicaturas (→4.2.1), tal distinción tampoco parece adecuada.

Schwenter & Torres Cacoullos (2008: 2) argumentan que no deberían mezclarse los conceptos de marcaje y defecto. Mientras que la oposición entre marcado y no-marcado concierne al número de rasgos formales y semánticos, una forma por defecto es aquella que puede sustituir la otra. Tal diferencia se hace visible en el fenómeno del plural gramatical. Mientras que el singular, en muchas lenguas, no se marca de manera morfológica, y por lo tanto manifiesta la opción no-marcada, no puede usarse como forma por defecto cuando se hace referencia a un sintagma nominal en plural. La aparición del imperfecto o del indefinido, asimismo, no es aleatoria. En contraste a otros fenómenos gramaticales, sin embargo, depende de una multitud de rasgos de los cuales algunos se consideran subjetivos y altamente dependientes de la perspectiva del hablante. Esta dependencia se discute en la siguiente sección.

La adquisición del sistema verbal español por aprendices alemanes y el papel del aspecto gramatical

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