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Ilse fue discriminada de la escuela pública por “judía”.

Tuvo que partir a una para niños de su religión. Desde enero de 1937 hasta junio de 1938 participó en las clases de la Escuela Privada Judía Dr. Leonore Goldschmidt. No le quedaron amigos ni amigas de la escuela pública y en la privada tenía que intentar hacer nuevas amistades. Sabiendo que su estadía iba a ser corta tuvo que esforzarse para profundizar sus conocimientos del idioma inglés y poder rendir el examen que brindaba esa escuela con la supervisión y titulación de la Universidad de Cambridge.

Pero los tiempos no eran propicios ni tranquilos. Más bien eran tiempos de rupturas, desarraigos y desgarros.

Primero, su padre, mi abuelo, Wilhelm Graetz tuvo que abandonar su puesto de gerente en el Banco Alemán de Berlín con el advenimiento del nazismo al poder. No tenía problemas económicos. Podría sustentar a la familia durante un buen tiempo mientras buscaba una nueva alternativa laboral en Alemania o en Suiza.

Pero lo acosaron, lo persiguieron, no le permitieron emigrar aun teniendo todos los requerimientos en regla. Finalmente lo obligaron a huir a principios del 1937 junto con su esposa Agnes.

Desde el traspaso del poder a Hitler en 1933, lentamente, los judíos berlineses emprendieron la emigración. Este proceso se fue acelerando a partir de que, en 1938, Goebbels hiciera redactar y ejecutar por la Gestapo la estrategia anti-judía contenida en: “Denkschrift über die Behandlung der Juden in der Reichshauptstadt auf allen Gebieten des öffentliche Lebens” (“Memorándum sobre el tratamiento de los judíos en la capital del Reich en todos los ámbitos de la vida pública”)

No fue sencilla la fuga. Simulados en un camión entre otras personas, obreros, familias campesinas, gente sencilla, intentaron cruzar a Suiza con todo el dinero en efectivo que pudieran sacar de Alemania, tras haber logrado transferir ciertos valores a una sucursal del banco en Suiza. Durante el viaje pasaron dos controles sin mayores problemas.

La información de que en el control limítrofe el registro era muy riguroso y que se había detenido a muchos judíos por intentar pasar sus riquezas hacia Suiza, les llegó a través de los partisanos. El abuelo, de a poco, pasando la mano disimuladamente entre la fría chapa de la caja del camión y la lona verde que la cubría, arrojaba al camino fajos de billetes, que llevaba ocultos entre sus ropas. Finalmente repartió algo del dinero entre los pasajeros y se quedó con lo justo como para pasar desapercibido entre la gente. Cruzaron a tiempo la frontera evitando ser descubiertos. Ya en un país neutral, según se consideraba entonces a Suiza, los Graetz comenzaron a pensar cómo sacar sobre todo a Ilse y a los demás familiares de la Alemania nazi.

Primero, a fines de 1937, partieron hacia la República Argentina donde los esperaba su hijo Pablo, instalado en Buenos Aires, para preparar la “llamada”1 y el arribo del resto de la familia.

Ilse quedó a cargo de sus hermanas Lisa y Eva, ambas mujeres emancipadas, mayores de edad. Lisa, casada con Egon Jacob y Eva casada con Philip Herman, compartieron los cuidados y acompañamiento de Ilse desde noviembre de 1937.

Para mediados de 1938 los padres emprendieron el retorno desde Buenos Aires para intentar reingresar a Alemania. Debieron quedarse en Suiza, en Basilea, en el departamento que provisoriamente ocupaba el hermano menor de Wilhelm, Martin Graetz. Era muy riesgoso regresar a Berlín a reencontrarse con sus tres hijas quienes permanecieron en esta ciudad. Lisa en un alquiler cercano a la casa paterna. Eva, viviendo en Erlenbusch 4 para acompañar a Ilse todas las mañanas a la escuela porque debía terminar su escolaridad durante ese año lectivo.

Los días se fueron complicando. La Gestapo, rápidamente, investigó la huida de Wilhelm y Agnes Graetz. Inmediatamente tomaron a Ilse “bajo custodia”, por ser menor de edad. Es decir, en realidad como rehén con la intención de obligar a sus padres a que regresaran a Alemania. Eva logró quedarse con la custodia de Ilse y debió comprometerse a llevarla diariamente a firmar su presencia en las oficinas de la policía secreta de Hitler. Ilse, que hasta ese momento vivía en la casa paterna con Eva, su hermana querida, debió irse a vivir con Lisa. Tuvo que abandonar su balcón, su árbol, su casa, su infancia.

Casa paterna - Erlenbusch 4

Berlín Dahlem - 1931


Pronto la casa de Erlenbusch 4 en Berlín-Dahlem formaría parte de los recuerdos.

La Gestapo se apoderaría de esa hermosa vivienda familiar y de todo lo que se encontraba en ella:

Cuadros originales de pintores postimpresionistas famosos como Cezanne y Matisse, clásicos como Poussin o paisajistas alemanes como Leistikow, a los que admiraban Wilhelm y Agnes y que influyeron artísticamente tanto en Eva como en su hermana menor Ilse. Ambas disfrutaban del arte aprendiendo junto a su madre, la promotora de la vida cultural de la familia.

Un piano Steinway que el abuelo le había regalado a mi abuela. Agnes era concertista y se destacaba en las reuniones familiares o en tertulias con amigos de la colectividad. Interpretaba el Nocturno de Chopin, las Variaciones Goldberg de J. S. Bach o tal vez la Marcha Nupcial de Mendelsohn. Bellísimas interpretaciones, perfectas, momentos de enorme placer familiar y distanciamiento de las turbulencias opresivas del exterior.

Esos momentos quedarían impregnados en las vivencias de Ilse y le iban a ser de gran ayuda durante las soledades de los largos e inciertos viajes hacia lugares reales o a los que su imaginación elegía. El recuerdo de las pinturas y de la música la acompañaría durante esos momentos creativos en los que se dedicaba enteramente a sus dibujos.

1 Permiso de inmigración tramitado por un residente desde el país de destino. Generalmente eran parientes o conocidos que ya vivían en dicho país.

Del largo adiós al encuentro

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