Читать книгу Del largo adiós al encuentro - Tomás Daniel Fleischer - Страница 8

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“Ilse, wild sie.Niemand will sieKahm der KochUnd nahm sie doch”Ilse, la salvajeNadie la quiere.Vino el cocineroE igualmente la tomó

Desde pequeña cargó con este peso. Lo llevó de por vida. Cuando hablaba de su pasado siempre lo sacaba a relucir.

Era la menor de cuatro hermanos, tal vez la no deseada por sus padres Wilhelm Graetz, patriarca de la familia, y su esposa Agnes Simon.

Su escape durante su niñez era el balcón de su cuarto en la casa familiar situada en la calle Erlenbusch 4 de Berlín-Dahlem.


El balcón estaba pegadito a ese amado árbol que sabía de sus secretos. En él se escondía para jugar, mayormente sola, para dibujar, leer y escribir. Árbol y balcón intensificaban, nutrían su mundo imaginario, las historias más dulces y lúdicas y los desencantos, la parte más positiva y dolorosa de su infancia.

La familia era numerosa. Vivía en una casa grande, muy grande. Dos amplias plantas y un altillo con balcón. Extensos ventanales permitían apreciar la belleza de un entorno de árboles floridos, hermosos rosales, frutales henchidos, infaltables “corona de novia” que simulaban una nevada en plena primavera. El luminoso ambiente en la planta baja, el más espacioso, estaba presidido por un hermoso piano Steinway negro de cola. Sus paredes decoradas con excelentes reproducciones de pintores famosos. Todo frente al hermoso parque con una arboleda muy diversificada, ideal para salir a jugar con las amigas.

Su padre era gerente de un banco en Berlín y podía darle un buen pasar a su familia. Participaba en forma activa en la comunidad judía de la ciudad aportando económicamente para los más necesitados, en su mayoría inmigrantes del Este.

Su madre formaba parte de las relaciones públicas de la Neue Synagoge, la sinagoga central de Berlín. Colaboraba con las propuestas culturales tales como conciertos abiertos al público en general y exposiciones. Establecía contactos con las familias más necesitadas para cubrir los más variados requerimientos: casamientos, embarazos, circuncisiones, barmitzavot, alimentación y viviendas dignas, trabajo. La música era la gran debilidad de Agnes. Tocaba el piano con excelencia. Con tanta actividad no le quedaba mucho tiempo libre. A sus hijos los cuidaban las niñeras.

Lisa era la hermana mayor. Diez años separaban a Ilse de la primogénita. Lisa cargaba con todo el mandato familiar. Debía estar a la par de su madre, ser igual, ser su espejo, su sucesora, actuar como la dama que era la abuela. Suplía a Agnes cuando se lo pedían, ocupándose de la organización de la casa y del cuidado de sus hermanas y del inquieto y travieso hermano varón.

Eva, la segunda de los hijos de la familia Graetz-Simon, sin el peso del mandato familiar, se dedicó al arte, particularmente a la pintura. De una creatividad increíble, además de pintar, esmaltaba sobre cobre realizando hermosa piezas para aros, colgantes, posavasos, fuentes, con diseños modernos inspirados en los artistas de la época: Kandinsky, Klee y todos los artesanos relacionados con la escuela Bauhaus1.


Pablo, único hijo varón, el heredero del apellido, el continuador que llevaría el legado y el peso de ese apellido. Un “acto fallido de juventud” hizo que tuviera que alejarse prontamente, a sus diecinueve años, al lugar más remoto posible del mundo. Había dejado embarazada a una adolescente de la comunidad. La deshonra lo ubicó del otro lado del océano Atlántico. Su destino: la ciudad de Buenos Aires en la República Argentina (1936). “Culis Mundis”, según lo que esgrimían por el grado del deshonor.

Sin embargo Pablo “cayó parado” ya que para su padre era más importante la continuidad del apellido Graetz. Le armó una imprenta en esa ciudad distante, del otro lado y al sur del planeta. Le alquiló un departamento en el barrio de Palermo, entonces un suburbio dentro de la ciudad capital de la República Argentina.

Fue penoso en un principio para él. Fue el mejor destino para parte de la familia.

1 La Staatliche Bauhaus (en castellano: Casa de la Construcción Estatal) fue la escuela de arquitectura, diseño, artesanía y arte fundada en 1919 por Walter Gropius en Weimar (Alemania) y cerrada por la autoridades prusianas en manos del Partido Nazi.

“Arquitecto, escultores, pintores, … debemos regresar al trabajo manual … Establezcamos, por lo tanto, una nueva cofradía de artesanos, libres de esa arrogancia que divide a las clases sociales y que busca erigir una barrera infranqueable entre los artesanos y los artistas,” Walter Gropius


Enyesada, Ilse Graetz, 1943

Del largo adiós al encuentro

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