Читать книгу Del largo adiós al encuentro - Tomás Daniel Fleischer - Страница 5

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Era un frío y triste lunes, terminando febrero del 1937.

El fin de semana anterior, Leopold Fleischer, Poldy para los amigos y la familia, había ganado las carreras regionales de ciclismo pista y campo traviesa para el club de sus amores, de su ciudad natal, Gleiwitz, Alta Silesia, en aquella Alemania de preguerra, aquella Alemania nazi.


Tomó su bicicleta Kayser de media carrera, cargó la mochila de lona sobre su espalda. Contenía algunos alimentos para el viaje, la marmita quemada por tanto campamento, el farol a vela que usaba como linterna durante las noches, una lona verde militar y una frazada, la flauta traversa y los palillos de madera de ébano del redoblante para descargar las tensiones del camino contra algún tronco o alguna pared. Al pecho se cargó su guitarra acústica que lo acompañó en tantos momentos. Aseguró fuertemente sobre el portaequipaje trasero, una pequeña valija de cuero.


En ella llevaba ropa suficiente para el viaje, la brocha y el pote con jabón para afeitar, la navaja bien afilada y otros elementos de higiene personal, un paquete de velas.

Y a no olvidar el pequeño bandoneón Meinel & Herold, que lo acompañaría junto con la guitarra durante todo el viaje.


Era un joven atlético de 23 años con una larga historia de caminatas y salidas con carpa al hermoso entorno de su ciudad. Lideraba grupos de niños y adolescentes. Era un activo miembro del club, deportista en diversas disciplinas, sobre todo ciclismo.

Debía partir urgentemente. Se lo había advertido y aconsejado Schelchyk, su mejor amigo del club de su ciudad natal. Cheche, como le decían cariñosamente, le adelantó que había escuchado en la oficina de la SS1 de Gleiwitz, donde trabajaba, que en cualquier momento lo irían a buscar para “llevárselo” porque “un judío no dejó que ganara la última carrera el ciclista preferido y elegido del Führer”. A Poldy lo echaron del club. Lo desafiliaron por más que reclamara sus derechos por todo lo que había logrado para esa institución, su club.

Eran los primeros síntomas contundentes del mal, después de la llegada de Hitler al poder. Prohibiciones para que los judíos pudieran participar de actividades populares. No podían jugar al ajedrez… no podían competir… ni cantar en coros o sentarse al lado… o vivir cerca… El gueto… los campos de concentración. ¡Todo fue escalando!

Los agentes de la SS entraron en la herrería de su padre, preguntaron por él. Ya no se encontraba allí. El taller formaba parte de la casa familiar, tenían entradas independientes. Toda la edificación daba a una esquina con doble entrada. Mientras los agentes atropellaban por la puerta principal de la casa sin pedir permiso, él, Poldy, había huido hacía rato por la salida lateral trasera, con su bici cargada, en dirección hacia el norte.

Destino: Berlín. Lo separaban muchos kilómetros desde Gleiwitz. Mucho que pedalear por caminos alternativos evitando a los policías nazis. Por las noches subía la bici a los árboles. Extendía la lona verde sobre la que se acostaba, se cubría con la frazada, tratando de ocultarse lo mejor posible de sus perseguidores. Otras veces dormía de día escondido en algún bosque para pedalear sigilosamente en la oscuridad de la noche de luna nueva.

¡Una aventura, una odisea, un sufrimiento! ¿¡Una despedida!?

Llevaba consigo una cámara fuelle para fotos 6x9, blanco y negro y tres rollos para doce exposiciones cada uno. La finalidad: dejar registrado el recorrido y, sobre todo, tomar imágenes de los diversos paisajes que debía atravesar. Quería mostrarle a su padre, por medio de las fotos, lo que había logrado: ¡Gleiwitz – Berlin en bicicleta!


Su esperanza: ¡Volver a su ciudad natal! ¡A su casa!

Volver a ver a su familia, a su madre, a sus hermanas. Deseo que le tamborileaba en la cabeza mientras bajo sus pies pasaban los caminos rápidos al ritmo de los pedales.

La tristeza de saber que la distancia con lo conocido, con los seres queridos, se hacía tal vez definitiva, sin retorno por lo menos a corto plazo o tal vez nunca, apretaba su corazón.

Mapa del circuito

Tost-Gleiwitz


“El futuro es mío en tanto vivo”

Clarice Lispector en Silencio (1974)

1 SS: Schutzstaffel o “escuadras de protección”. “En el estado nazi, las SS se hicieron cargo de la seguridad, la identificación del origen étnico, la política de establecimiento demográfico, y la recopilación y el análisis de información de inteligencia. Controlaban las fuerzas policiales alemanas y el sistema de los campos de concentración.”

Fuente: United States Holocaust Memorial Museum. “Introduction to the Holocaust.” Holocaust Encyclopedia. https://encyclopedia.ushmm.org/content/es/article/ss

Del largo adiós al encuentro

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