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De tácticas y estrategias

para sobrevivir

Es un cálido y húmedo día de mediados de enero de 2018. Decidimos viajar a ese paraíso, a nuestro lugar en el mundo: río, montaña y bosque. Para no desesperar sentados en el verano porteño, muertos de calor, sin poder usar el acondicionador de aire por los fabulosos aumentos de electricidad del gobierno de turno. Esperar los resultados de los análisis y el turno médico en la cabaña en medio del bosque, cerca del río, al pie del cerro Champaquí, en Córdoba, es más seductor, más sanador y distrae. El paso del tiempo se hace más tolerable.

Afuera llueve. Se lavan los árboles. Todo el paisaje se limpia. Un embriagador aroma, mezcla de pino y acacia, entra por la ventana e inunda la cabaña. La vista es impresionante, vital, inspiradora.

Una película: Los inmigrantes. Una pregunta de nuestro hijo por WhatsApp desde Alemania: ¿Cómo se conocieron los abuelos? Una duda, la incertidumbre me impulsa a una llamada al sur que se resuelve con un ¡No sé! y una sugerencia: ¿Te acordás del libro que escribió y nos envió un pariente lejano del viejo desde Alemania? ¿No habrá algo allí?

Las preguntas repiquetean nuevamente en mi cabeza ¿Y si lo intento? ¿Por qué no recuperar lo que queda en la memoria? ¿Por qué no investigar, pensar y probar escribir la historia, sus historias?

Muchas son las imágenes que aparecen en mis recuerdos. ¿Es solo mi imaginación o son lejanos relatos teñidos por el tiempo? ¿O la realidad abunda en datos desordenados, demostrables, en testimonios fidedignos, en materiales concretos, confiables?

Este lugar, nuestro paraíso, escuchando a Jorge Drexler, seguramente les hubiera encantado a los abuelos de mi hijo, lo hubieran disfrutado extraordinariamente.

…Dos generaciones menos

Dos generaciones más

Fechas, tan sólo fechas

Yo estoy aquí, tú estabas allá

Y el mundo no aprende nada, es analfabeto

Hoy suena tu piano solo que en otros guetos

Si yo estoy afuera y tú estabas adentro

Es solo cuestión de lugar y de momento…

“El pianista del gueto de Varsovia”1, Jorge Drexler

Ellos ya no están, sobrevivieron al terror, pero hoy… no están.

Ya no pueden dar testimonio del horror, de lo que sufrieron, de las distancias y las injusticias, de las soledades y del volver a empezar. ¿Cómo lo sobrevivieron? ¿Cómo vivieron luego con esa carga?

Nací un 27 de enero, fecha en que se conmemora la liberación por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi deAuschwitz-Birkenau en 1945.


Soldados soviéticos y algunos de los

prisioneros sobrevivientes de Auschwitz

No nací en el 45, nací siete años después. No conocí a mis abuelos paternos. Ella, mi abuela Gertraud, se fue de a poco, sosteniendo lo que iba quedando de la familia, consumiendo su corazón por la tristeza. A mi abuelo Berthold se lo llevaron luego. Quedó en ese lúgubre destino, Auschwitz, donde perdimos buena parte de nuestros familiares… nunca volvieron. El nazismo se los llevó… Tristeza que mortifica, que motoriza mi ansiedad por averiguar qué pasó con tantos integrantes de la familia, de un lado y del otro, por parte de mi padre y por parte de mi madre.

Algunos rastros llegaron a través de los testimonios directos de “los viejis”, mis padres, de sus amigos, de algunos parientes. Otros relatos indirectos, por interpósita persona, a través de contactos muy lejanos, desconocidos. Nuevas pistas mediadas por algún cuadernillo o cartas descubiertas en algún arcón, enviadas por algunos de nuestros familiares antes y durante la segunda guerra mundial. Algo va aclarando la investigación, la lectura de datos fortuitos encontrados entre los papeles guardados por mi mamá y de mi papá.

Aquí dialogan, discreta y silenciada, agónica y potentemente, el horror y el amor, la dicha y la culpa, la sensibilidad del diálogo y el frío hermético del silencio, lo furtivo en suelo propio y la huida hacia la incertidumbre en suelo ajeno, la vida y la muerte. Todos los personajes presos por la historia y el contexto, habitados con tanta intensidad en su momento, que difícilmente les permitió observar la cruel realidad que los había atravesado.

“Escribir es tratar de entender,

es tratar de reproducir lo irreproducible.”

Clarice Lispector en Revelación de un mundo (1984)

1 Ver texto completo de “El pianista del gueto de Varsovia”, Jorge Drexler, en Nota 1

Del largo adiós al encuentro

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