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PREGUNTAS PARA CUANDO EL BEBÉ LLORA

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Cuando un bebé de seis semanas o menos llora, siempre será más fácil determinar qué necesita si uno sabe en qué momento de su rutina diaria se encuentra. Hazte las siguientes preguntas:

¿Es hora de darle el pecho o el biberón? (hambre)

¿Tiene los pañales mojados o sucios? (incomodidad o frío)

¿Ha estado sentado en el mismo sitio o en la misma posición sin ningún cambio de escenario? (aburrimiento)

¿Ha estado despierto más de 30 minutos? (agotamiento)

¿Has recibido muchas visitas o ha habido mucha actividad en tu casa? (sobreexcitación)

¿Está haciendo muecas y levanta las piernas hacia arriba? (gases)

¿Llora desconsoladamente durante sus comidas o durante la hora siguiente a la comida? (reflujo gastroesofágico)

¿Está escupiendo? (reflujo gastroesofágico)

¿Hace demasiado calor o frío en su habitación, está muy abrigado o muy ligero de ropa? (temperatura corporal)

En este momento, el bebé no controla prácticamente nada, excepto su boca y la utiliza para mamar y para comunicarse. Toda su existencia consiste en comer, succionar y llorar. El llanto es su voz, su única forma de hablar. De las veinticuatro horas del día, los bebés lloran una media de entre una y cinco. Y a la mayoría de padres cada minuto les parece que dura cinco. (Lo sé porque he pedido a muchos padres que cerraran los ojos mientras les hacía escuchar una cinta de dos minutos con los llantos de un niño; y al preguntarles, a continuación, cuánto tiempo creían que había durado, ¡casi todos me respondían que el doble o el triple!)

Nunca deberíamos ignorar los llantos de un bebé ni, en mi opinión, dejarlo llorar hasta que se canse. Lo que debemos hacer es intentar descubrir qué nos está diciendo. Cuando los padres de niños pequeños tienen problemas con la rutina E. A. S. Y., normalmente es porque no interpretan correctamente el llanto de sus bebés. Es comprensible: ahí tenéis a ese pequeño extraño cuyo único lenguaje es llorar, un idioma que los adultos no hablamos. Por eso, al principio, es tan duro para vosotros entender qué quiere deciros vuestro hijo.

Habitualmente los llantos llegan a su punto álgido a las seis semanas, momento en que los padres atentos y observadores ya suelen haber aprendido este lenguaje. Dado que prestan una gran atención a los movimientos del bebé, a menudo actúan antes de que éste comience a llorar. Pero también saben cómo suena el llanto por hambre —un ligero sonido como de tos que sale de la parte trasera de la garganta, es corto al principio y luego se va haciendo más continuado, con un ritmo tipo uaa, uaa, uaa— comparado con uno de agotamiento, que comienza con tres alaridos cortos, seguidos por un llanto fuerte y después dos respiraciones cortas y otro llanto más largo y, a menudo, más fuerte. Asimismo, conocen bien a su propio bebé: al fin y al cabo, algunos lloran menos que otros para expresar que tienen hambre. Hay bebés que sólo se agitan ligeramente o enrollan un poco la lengua; en cambio, otros se desesperan y se ponen absolutamente frenéticos con la primera punzada de hambre.

Si enseguida aplicáis el método E. A. S. Y. con vuestro bebé, os garantizo que aprenderéis a leer sus señales más rápidamente y seréis más eficientes a la hora de averiguar por qué llora. También os será útil echar un vistazo a vuestra tabla diaria. Digamos, por ejemplo, que el bebé ha comido a las siete de la mañana. Si empieza a llorar unos diez o quince minutos después y no lográis apaciguarlo, podéis estar casi seguros de que no es hambre. Lo más probable es que se trate de algún trastorno digestivo (véanse las páginas 114-120) y que sepáis que tenéis que hacer algo para calmarlo que no sea darle más comida, lo cual haría que se sintiera aún peor. En la página 36 encontraréis las quejas más comunes.


NOTA: Tanto si el bebé mama como si toma el biberón, recomiendo esta rutina —con variantes según las ocasiones— hasta los cuatro meses. El tiempo destinado a la actividad será más corto en bebés más pequeños y, a medida que crezcan, irá aumentando progresivamente. También recomiendo, a las ocho semanas, fusionar las dos «comidas de refuerzo» en una sola (entre las 17.30 y las 18 h). Y continuar con la toma nocturna hasta los siete meses, a menos que el bebé sea muy dormilón y no se despierte. (Las comidas de refuerzo y las tomas nocturnas se explican en la página 99.)


Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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