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2 LOS BEBÉS TAMBIÉN TIENEN EMOCIONES RECONOCER ESTADOS DE ÁNIMO DURANTE EL PRIMER AÑO VISITA A UNA VIEJA AMIGA

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El pequeño Trevor, de ocho meses, está tumbado de espaldas jugando felizmente sobre una alfombra en el salón, mientras su mamá, Serena, y yo charlamos, sobre todo de cómo ha crecido Trevor y de cómo cambian los bebés en tan sólo seis meses. Los conocí a los dos cuando el niño tenía sólo un día. En esa época, mi trabajo consistía en enseñarle a Serena cómo darle el pecho a su hijo. Hacer que Trevor empezara enseguida con la rutina E. A. S. Y. fue relativamente sencillo porque era lo que yo llamo un bebé «de libro», una criatura fácil de tratar y de las que hacen con bastante exactitud aquello que los manuales indican para las distintas edades (más información sobre los bebés «de libro» y otros tipos de bebés, en las páginas 63-69). A lo largo de los siguientes seis meses, Trevor fue superando en el momento preciso cada uno de los estadios predecibles de su desarrollo físico y mental. Y tal como ilustra la pequeña estampa que incluyo a continuación, su vida emocional también iba desarrollándose como corresponde a un bebé de su edad.

Mientras Serena y yo hablamos, Trevor se entretiene con los juguetes que cuelgan encima de su alfombra de colores. Transcurren diez minutos y entonces el niño comienza a emitir pequeños ruiditos del estilo: «ñe, ñe»; no llegan a ser llantos propiamente dichos, pero son lo suficientemente expresivos como para hacerle saber a su madre que necesita un cambio de escenario. Y como si le hubiera leído el pensamiento, Serena dice: «Oh, vaya, ¿te estás aburriendo, cariño?». (De hecho, Serena simplemente interpreta las señales que le manda su hijo.) «A ver, ahora vamos a sentarte aquí.» Trevor levanta la vista hacia su madre, feliz por las atenciones recibidas y, después de haber sido reubicado, continúa jugando igual de contento con otro juguete. Serena y yo retomamos nuestra conversación mientras el pequeño, situado cerca de nosotras, experimenta lleno de curiosidad con los extraños crujidos que surgen de la pelota multicolor que tiene delante.

Serena me pregunta si me apetece una taza de té, una oferta que yo, inglesa hasta la médula, jamás podría rechazar. No hay nada como una buena taza de té caliente, decimos siempre nosotros. Serena se levanta para dirigirse a la cocina y, justo cuando llega a la puerta, Trevor comienza a lloriquear. «¿Ves, Tracy? Esto es lo que te quería decir», me comenta su madre, refiriéndose al verdadero motivo por el cual me había llamado. «De repente, es como si todo su mundo girara alrededor de mí. No puedo irme de la habitación donde él se encuentra sin que se disguste», añade, casi pidiendo perdón.

En efecto, entre los siete y los nueve meses, el mundo de un bebé gira alrededor de la persona que cuida amorosamente de él la mayor parte del tiempo y que, normalmente, es mamá. La mayoría de niños desarrollan un sentimiento de miedo ante la marcha de su madre, algunos sólo en un grado menor, mientras que a otros les afecta de un modo terrible. De nuevo, en esto Trevor también cumple con lo que señalan los libros. Sin embargo, esta breve historia no trata únicamente de la ansiedad que sienten los bebés al separarse de sus madres (tema que explico en mayor detalle en las páginas 8790). Trata de un fenómeno mucho más importante, del cual la ansiedad por separación es sólo una pequeña parte: la vida emocional de tu hijo.

Guía práctica para tener bebés tranquilos y felices

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