Читать книгу Curso de apnea (Bicolor) - Umberto Pelizzari - Страница 10
ОглавлениеCAPÍTULO 1
ACERCARSE A LA APNEA
El apneísta no es un superdotado sino una persona normal, que se dedica a esta disciplina porque ha descubierto y vivido las emociones y las sensaciones de placer y bienestar que sólo la apnea puede hacer sentir. Es un deporte para todos, sin embargo, la práctica de esta disciplina presupone unas buenas condiciones psicofísicas. Mejorar las prestaciones depende del conocimiento de uno mismo y de la evolución consecuencia del entrenamiento; por esta razón, desde los primeros pasos es importante comprender qué se entiende por idoneidad para la apnea. Un médico de confianza y un instructor competente pueden ayudar a evaluar el nivel requerido para practicarla y elegir un curso ad hoc. La inmersión en apnea requiere, además, un equipo adecuado y el uso de instrumentos delicados, por lo que es determinante conocer cada componente, cómo colocarse y utilizar el equipo y cómo mantenerlo para prolongar su uso al máximo.
1.1.LA PRIMERA REGLA. VERIFICAR LAS CONDICIONES PSICOFÍSICAS
En la introducción definimos la apnea como un «deporte que se realiza en un medio natural»; indudablemente, es una actividad lúdica que se practica en un medio cuyas características son diferentes de las que hay en tierra firme. Los riesgos derivados de esta actividad son, por tanto, ambientales e individuales, es decir, están ligados al conocimiento de las propias capacidades técnicas, mentales y físicas. Por eso, es fundamental, antes de iniciar un curso de apnea, verificar las condiciones en que nos encontramos.
Reglas generales
La falta de un buen entrenamiento es la causa más común de accidentes. Apneístas con sobrepeso, fumadores, bebedores o en condiciones físicas y mentales inapropiadas se exponen con mayor facilidad a correr algún riesgo; en cambio, un apneísta en forma incrementa su seguridad y la del compañero. Para vivir con tranquilidad la emoción de un descenso en apnea, se deben tomar algunas precauciones y adquirir muchas buenas costumbres. Descansar bien y no consumir alcohol la noche anterior, así como respetar los tiempos oportunos de digestión, por ejemplo, nos alejarán de un umbral excesivo de estrés y, por tanto, de protagonizar algún accidente. A largo plazo, una adecuada y específica preparación física en el agua, la práctica de ciertas técnicas de relajación y de respiración, controles médicos periódicos y una alimentación equilibrada ayudarán a vivir con intensidad y placer emociones que sólo la apnea puede aportar.
En concreto, si se:
■es fumador
■tiene más de 45 años
■ha sufrido una intervención quirúrgica reciente
■presenta sobrepeso
■toma medicamentos
■sufre de problemas cardíacos o respiratorios
y se tiene intención de practicar apnea, una visita médica y una preparación física previas serán importantes para estar dentro de los márgenes de seguridad.
Estado cardiovascular idóneo
El agua es unas 800 veces más densa que el aire, per consecuencia, ofrece al cuerpo una resistencia considerable y produce una dispersión notable de energía; moverse en un ambiente líquido requiere fuerza y vigor. Todos los deportes que incrementan la resistencia física general –bicicleta, jogging, natación, aeróbic, esquí de fondo, etc.– estimulan la actividad cardiovascular y son adecuados para la preparación física de la apnea. Idoneidad cardiovascular significa un corazón más fuerte y mejor vascularización o, dicho de otro modo, una circulación sanguínea eficiente que ayude a una buena oxigenación muscular. De hecho, todo ello favorece el mantenimiento de la temperatura corporal dentro de la norma y requiere menos trabajo de los pulmones, permitiendo al atleta recuperarse más deprisa entre una inmersión y otra.
Idoneidad pulmonar
Es fácil intuir que un aparato respiratorio eficiente es indispensable para obtener buenos resultados; la ventilación preparatoria de la apnea, sea en estática o en dinámica, solicita un marcado empeño de las primeras vías respiratorias, la tráquea y los pulmones. Cualquier circunstancia que limite la respiración, o los intercambios gaseosos con la sangre, genera problemas que reducen la eficacia de las prestaciones, pero sobre todo la seguridad. Apneístas con resfriado, gripe, afectados por sinusitis, sujetos a crisis asmáticas o con una secreción excesiva de las mucosas de los senos frontales o los bronquios deben necesariamente estar controlados por un especialista en medicina subacuática.
Una prescripción que todos deberían seguir es la de no fumar. Un examen espirométrico da la información necesaria para evaluar la eficiencia respiratoria. Se puede analizar dicho examen y comentarlo con el instructor, pero, sobre todo, es interesante confrontarlo con otro examen al cabo de algunos meses de entrenamiento, pues éste dará la oportunidad de evaluar las modificaciones que habrán tenido lugar.
No se conocen los efectos que la presión ejerce sobre sujetos que siguen una terapia farmacológica, razón por la que se aconseja zambullirse solamente cuando uno se encuentre bien o, al menos, con la aprobación del médico: renunciar a la apnea en ciertas condiciones precarias de salud es índice de madurez, distingue al buen apneísta del desconsiderado.
Psicológicamente idóneo
Desde un punto de vista psicológico, por idóneo se entiende aquél cuya capacidad le permite reconocer y sobrellevar las emociones ligadas a la apnea, como el temor al agua, a la profundidad, a la pérdida del control en inmersión o en superficie, y, en general, a los factores emotivos connaturales al hombre. En este deporte es preferible hablar de crecimiento psicológico y psicofísico antes que de competición. Los factores psíquicos que pueden condicionar la práctica de esta disciplina se relacionan con: el sentido de inferioridad, de superioridad, las experiencias humillantes, los obstáculos ante las propias aspiraciones y la dificultad de conexión con las personas que comparten el tiempo con nosotros en el agua.
El sentido de inferioridad es un factor que surge ante nuevas tareas o situaciones emotivas sobre las que no ejercemos un buen control. Cuando esto sucede, emergen fuertes reacciones ancestrales de huida, desafío o autocrítica. El sentido de superioridad, por el contrario, nos lleva a exagerar las prestaciones o a minimizar los peligros, pudiendo traducirse en distracciones o en incidentes traumáticos. Las experiencias humillantes, aunque ocasionales, pueden provocar un sentimiento de inferioridad, la impresión de sentirse incapaces en aquello que se está haciendo, o un sentimiento de hostilidad hacia el instructor o el compañero que tal vez en ese momento ha pretendido ayudar más de lo debido. La dificultad de conseguir en un tiempo razonable los resultados prefijados puede generar diversos tipos de tensión emotiva que desembocan en ansiedad. A su vez, los contrastes con el ambiente pueden condicionar el clima en el cual se desarrollan las lecciones o los entrenamientos y, en consecuencia, minar el aprendizaje en su conjunto.
Todas estas dificultades condicionan cada momento de la jornada. Tenemos, por tanto, la obligación de reconocer la caída de nuestras defensas emotivas y asumir sus consecuencias, traducidas en ansiedad, miedos, escasa concentración, etc., para así, poder actuar sobre sus efectos, contrarrestándolos o mejorándolos.
1.2.DE LAS GAFAS AL LASTRE: CÓMO ELEGIR EL EQUIPO
Entrar en la hidrosfera, con unas características químicas y físicas muy distintas a las de la atmósfera en la que vivimos, requiere el uso de un equipo especial que nos ayude a adaptarnos al nuevo entorno. Los obstáculos más evidentes son la dificultad para ver, desplazarse eficazmente, respirar y protegerse del frío. Hoy en día, estos obstáculos han sido superados con la producción de los cuatro elementos básicos para la inmersión en apnea: las gafas, las aletas, el tubo y el traje de buzo que, según su espesor, requerirá un lastre concreto. Los nuevos materiales y la experiencia de los mejores apneístas puesta a disposición de los fabricantes han permitido, en los últimos años, producir un equipamiento cada vez más confortable y sofisticado, capaz de aumentar la seguridad, comodidad y, por tanto, las prestaciones de quienes lo utilizan, del campeón al neófito. Conocer, usar y mantener el equipo en condiciones adecuadas es un componente importante del bagaje técnico de un buen apneísta. Confiar en el propio equipo es determinante para relajarse, descender con seguridad y divertirse.
Las gafas o máscara
En el mercado se encuentran dos tipos de gafas: de gran volumen y de volumen reducido. Las primeras se utilizan para el submarinismo con botellas; las segundas son ideales para la práctica de la apnea.
En este deporte, unas buenas gafas deben, sobre todo, tener el volumen interno reducido; de hecho, bajando, el buceador está obligado a sustraer aire de su reserva pulmonar para compensar la cámara de aire de las gafas que, a causa de la creciente presión hidrostática, se aplastan contra la cara provocando un efecto ventosa. Las consecuencias de este efecto ventosa son muy dolorosas y podrían incluso llegar a la rotura de algún capilar de los ojos. Mientras se baja, basta soplar ligeramente por la nariz para alejar cualquier peligro; en caso de que esto no sea posible, se debe suspender el descenso y emerger. Se deduce que cuanto menor sea el volumen de las gafas, menor será la cantidad de aire necesaria para compensarlas en el descenso, sobre todo, si se baja a cotas medias o altas. Se ha probado que en una inmersión profunda es necesario cerca de un litro de aire para compensar una máscara de volumen reducido.
Quien opera en cinco o seis metros, quizá entre las olas, debería utilizar gafas con una visibilidad superior, porque la visibilidad es uno de los elementos a tomar en consideración. La máscara con lentes bifocales responde muy bien a la relación requerida entre volumen interno y visibilidad. Hasta hace muy poco, el facial o faldón, en contacto con la cara, se hacía de goma más o menos blanda. Hoy, casi todos los modelos en el mercado han adoptado la silicona, mucho más suave y resistente que la goma. El apoyo sobre la cara también se ha mejorado; debe ser lo más anatómico posible y permitir al buceador pinzar con facilidad la nariz para compensar holgadamente. Algunas tienen, incluso, dos fosas que facilitan la introducción de los dedos. Otro punto a tener en cuenta es la frente. Si el bastidor del cristal, aplastado por la presión del agua, empujase en exceso sobre el hueso, provocaría un dolor capaz de arruinar la inmersión. Todos los modelos en el mercado permiten regular de forma rápida la correa de sujeción, incluso en el agua. Basta con pulsar el bloqueo de plástico para liberarla y regularla a voluntad; soltando, el bloqueo volverá a su lugar fijando de nuevo la correa. Además, tener problemas de vista ya no es una limitación para la práctica de deportes subacuáticos. Existen máscaras que permiten alojar lentes correctivas, que pueden sustituir a los cristales sin aumento.
BREVE HISTORIA DE LA MÁSCARA
En la década de 1940, después de la Segunda Guerra Mundial, existía en el mercado una máscara de goma, la «Monogoggle», de fabricación francesa, que tenía el defecto básico de las gafas de natación: dejaba fuera la nariz, por lo que sólo podía emplearse a pocos metros de profundidad, antes de que la presión aspirase los ojos fuera de las órbitas de quien las llevaba. Incluso las primeras gafas que cubrían la nariz eran muy grandes y no permitían descender mucho porque se desperdiciaba demasiado aire para compensarlas. Hasta que, en 1951, el profesor Liugi Ferraro, condecorado con la medalla de oro al valor por haber hundido solo, en 1943, en calidad de hombre Gamma, es decir, de incursor subacuático, cuatro naves mercantes al servicio del enemigo, y después empleado como asesor técnico en la empresa Cressi de Génova, patenta, junto a las aletas «Rondine», las primeras con calzante, las gafas «Pinocchio»: una «Monogoggle» que albergaba la nariz confortablemente. La «Pinocchio», que todavía se fabrica hoy en día, es el modelo de inspiración de todas las máscaras de buceo modernas de reducido volumen interno. Actualmente, los estudios realizados por las empresas del sector han permitido fabricar máscaras específicas para la apnea: pequeñas, con buena visibilidad, dotadas de dos cristales colocados en el mismo plano y con un facial blando y confortable.
Para elegir unas gafas adecuadas debemos probar fuera del agua si la máscara se adapta a nuestro rostro; para ello, se debe alzar la cabeza, apoyar las gafas sobre la cara y aspirar por la nariz para fijarlas. Si hace ventosa y permanece pegada al rostro, podemos estar seguros de que en el agua no se producirán infiltraciones. Cuando están nuevas, y en particular, si el faldón es de silicona, conviene lavarlas por dentro y por fuera con jabón, detergente o pasta dentífrica, que elimina los restos de grasa de la silicona y evita posteriores empañamientos. No hay que olvidar nunca antes de entrar en el agua ensalivar los cristales por dentro cuando la máscara está todavía seca; esto evitará que se empañe durante la inmersión. Al finalizar la práctica, no deben dejarse las gafas expuestas a los rayos solares; hay que enjuagarlas después de cada uso.
El tubo de aireación
Llamado también snorkel, del alemán schnorchel, dispositivo de aireación de los sumergibles, aunque también definición en clave humorística de una gran nariz, el tubo es en apariencia simplísimo: lleva una boquilla en un extremo que permite respirar teniendo la cara en inmersión. El tubo es importante en tanto que permite, dadas sus características, ventilar en superficie de la mejor manera posible. Se aconseja evitar aquéllos con el ángulo corrugado, entre cuyos pliegues se estanca el agua, cosa que molesta, hace ruido y dificulta el vaciado. La parte primordial es la sección del tubo: si es muy estrecha, se empleará demasiada energía en el acto respiratorio; si es muy ancha, el apneísta tendrá dificultades para vaciarlo completamente de agua.
Las aletas
Las aletas son el motor de los submarinistas y quizás sean el elemento que ha experimentado la evolución más radical. Hasta hace poco existían sólo aletas de goma de tamaño medio, que se utilizaban tanto para la apnea como para la inmersión con botellas. Después, para uso específico de los apneístas, comenzaron a producirse aletas más largas, con el calzante de goma y la pala en tecnopolímero de hasta un metro de longitud, sujeta con dos guías y uno o más tornillos. Recientemente, las palas en fibra de carbono aseguran prestaciones de altísimo nivel. La fibra de carbono, aunque no está todavía demasiado difundida en el sector subacuático a causa de los altos costes, se perfila como un factor discriminante, sobre todo en el buceo profundo, por su gran ligereza y su reducido espesor. Su principal característica es la rapidez de retorno y la consecuente reducción de los tiempos muertos. La recogida se distingue por la buena relación peso/rigidez y la elasticidad del material que, en particular en la fase de inversión, permite a la pala ser muy reactiva. Así, cuando el apneísta invierte la fase del aleteo, la pala reacciona de forma inmediata en ventaja del empuje, porque la fibra de carbono sometida a esfuerzo se dobla de manera uniforme por toda su superficie.
El calzante debe reunir dos requisitos fundamentales: sujetar el pie perfectamente sin constreñirlo y transmitir a la pala el movimiento de los músculos de las piernas. Por ello, las aletas de buena calidad combinan gomas de diferente dureza. La más blanda se utiliza en la parte que aloja el talón y está en contacto con el tobillo y el empeine; la más dura se emplea para la planta, los laterales y la parte que ciñe los dedos, aunque los deje libres de moverse como en una sandalia. De esta manera, el calzante será cómodo de poner y agarrará el pie eficazmente, transmitiendo la acción muscular sin dispersión de energía. Las aletas con el calzante abierto en la punta, que dejan libres los dedos del pie, son la otra patente, junto a la máscara «Pinocchio», del profesor Luigi Ferraro: la «Rondine», fruto de la experiencia bélica e inspirada en las aletas secretas y primitivas que masacraban los dedos del incursor submarino, embutidos en una especie de bolsillo de goma dura.
La pala es el motor que permite propulsar al deportista en profundidad y emerger con un consumo de energía relativo. La mayoría de las palas del mercado actual son de tecnopolímero, un material elástico dotado de una discreta capacidad de retorno a la posición original. El diseño presenta por lo general canales longitudinales y paralelos, que sirven para conducir el agua y para eliminar los bandazos laterales propios del material en la ejecución del movimiento. Hoy, en los negocios especializados se pueden elegir palas de diferente rigidez, para satisfacer todos los gustos. Encontraremos desde modelos más blandos, adecuados a quien es ligero con musculatura grácil, hasta modelos muy rígidos, indicados para aquéllos con piernas robustas y corpulentos y con menor hidrodinámica. La aleta con la pala nervada tiene una propulsión más eficaz, pero requiere más fuerza al utilizarla; es necesario, por tanto, evaluar las propias características físicas y técnicas para elegir con acierto. No podemos establecer a priori cuál es la aleta ideal; depende del grado de preparación y de la corpulencia de cada uno.
Las aletas no requieren grandes cuidados, basta enjuagarlas en agua dulce después de cada inmersión y evitar la exposición prolongada al sol, para impedir que la goma del calzante se pueda vulcanizar, haciéndose porosa y, por ello, menos resistente. Al final de la temporada, se deben desmontar los tornillos de las palas y limpiarlos con una gota de antioxidante.
El traje de buceo
En el mercado existen muchos modelos de traje de apnea que pueden satisfacer todas las exigencias. Escogeremos entre trajes hechos a medida con pantalones de talle alto o con tirantes, monoforrados o biforrados, de color negro, verde, gris, mimetizado, etc., con o sin cremallera. Sobre todo, un traje debe ser caliente, así que tendrá un espesor suficiente para aislar el cuerpo del agua fría. Es indispensable que tenga las medidas adecuadas y un corte que se ciña perfectamente al cuerpo. No deben existir vías de agua que dispersen el calor y debe ser confeccionado en neopreno de óptima calidad, es decir, blando y elástico para no constreñir el tórax y limitar la ventilación. Otra característica del buen neopreno es que sea incompresible. Descendiendo, la presión tiende a aplastar el neopreno, cuyo espesor se reduce, perdiendo parte de su poder aislante y provocando importantes variaciones de flotación.
El traje monoforrado es más indicado para quien compite y para quien se sumerge a altas cotas todo el año. El traje biforrado conviene a quien se sumerge menos. Existe un tercer tipo de neopreno sin forrar, adoptado, casi sin excepción, por los atletas de competición. A continuación, trataremos de explicar con detalle las diferencias entre estos tipos de neopreno.
El monoforrado tiene un único forro que puede ir en el interior o en el exterior, la otra superficie es lisa. La goma en contacto con la piel es suave, caliente y de buena adherencia; por el contrario, si la parte forrada está en contacto con el cuerpo, tendremos dos ventajas: se pone con facilidad ya que el tejido resbala sobre la piel, y tiene un poder térmico mayor fuera del agua; el traje se secará antes al estar el neopreno en contacto directo con el aire, ventaja ésta que prevalece sobre todo durante los traslados en barco en los meses fríos. Si en cambio el forro se aplica en el exterior, el traje será más resistente a los desgarros y abrasiones, en relación con uno liso, pero nos costará más ponérnoslo, pues el neopreno interior no resbala sobre la piel.
Un traje está biforrado cuando el neopreno está prensado entre dos forros. Es muy duro, ya que no se rompe contra las rocas y no se desgarra al ponerlo. Presenta en cambio una mayor rigidez con el uso y un menor poder térmico con respecto a uno monoforrado del mismo espesor. No obstante, es el más utilizado entre los submarinistas porque dura mucho más que un traje monoforrado.
Para terminar, hablemos del traje de neopreno microporoso interior y liso exterior, comúnmente llamado «chicle» entre los buceadores, en el cual la parte porosa del neopreno está en contacto con la piel. Las capas de neopreno tienen ambos lados vulcanizados y la zona central esponjosa, con muchas celdillas llenas de aire. Las ventajas de esta solución son la suavidad y el alto poder térmico, ya que el material poroso se adhiere a la piel y reduce al máximo las infiltraciones de agua. Pero el chicle tiene dos inconvenientes, es difícil de poner y es más delicado. Cuando hace calor, se moja y se rocía con agua enjabonada para facilitar que se deslice sobre la piel. Debemos poner especial atención en su manipulación, pues puede romperse incluso con la sola presión de los dedos. Si en cambio hace frío, y se quiere evitar el contacto del traje mojado, se puede salpicar con polvos de talco el interior para favorecer el deslizamiento de la prenda.
Existen dos tipos de traje: sin forrar y monoforrado. El primero es liso por fuera y resulta suavísimo, porque conserva la elasticidad característica del neopreno; va bien en invierno, pues se seca rápido, pero es muy delicado y se rompe con facilidad, basta una uña para perforarlo, y si se roza contra las rocas es muy probable que se rasgue. El segundo es igualmente caliente, pero tiene la ventaja de ser más resistente a abrasiones y desgarros al estar protegido por el forro exterior. Tarda más tiempo en secarse, por lo que la dispersión de calor en invierno es mayor, sobre todo, si se producen traslados en barca.
Los cortes más comunes de un traje de neopreno son el dos piezas y el monopieza. El dos piezas está constituido por una chaqueta y un pantalón, mientras que el monopieza es un traje de corte único con chaqueta y pantalón unidos, que se usa generalmente en aguas cálidas. En el dos piezas la capucha viene incorporada, mientras que en el monopieza constituye un accesorio aparte. El pantalón es preferible que sea de talle alto, porque crea menores constricciones al tórax durante la ventilación y es más fácil de quitar que uno de tirantes, en caso de aparecer una urgente necesidad fisiológica en medio del mar.
PONERSE EL TRAJE DE BUCEO
Comencemos por ponernos los pantalones: primero una pierna, después la otra. Entonces, delicadamente, cogemos el neopreno con la yema de los dedos y desenrollándolo alcanzamos la cintura. Para ponernos la chaqueta, que en el caso del apneísta suele estar desprovista de cremalleras, se meten primero los brazos haciendo salir las manos por los puños doblados; luego se mete la cabeza y se hace pasar el cuello, ayudándonos con un movimiento de los brazos hacia abajo; entonces se tira del resto hacia el talle y se hace lo mismo por la espalda, agarrando la «cola» que pende por detrás. Se abrocha la chaqueta, con el velcro o los anclajes. Con los trajes lisos el procedimiento ha de ejecutarse con mucha atención para evitar desgarros. Si los pantalones son de talle alto tendremos la precaución de sujetarlo con una mano para que no se enrolle y produzca luego un pliegue incómodo que facilite las infiltraciones de agua. Si se usan chaquetas con cremallera, la operación es mucho más sencilla. En principio, estos trajes no son adecuados para un apneísta, pues son mucho más rígidos y más fríos porque el agua traspasa a través de la cremallera. En cualquier caso, los aficionados que van al mar sólo en verano no deben a priori excluirlo. La comodidad con que se visten puede colocar en un segundo plano los demás inconvenientes.
Los manguitos estancos en neopreno liso, llamados también aqua stop, para muñecas, tobillos y contorno facial, merecen una mención especial. Limitan las infiltraciones de agua pero resultan más difíciles de poner; para solucionar el problema recomendamos doblarlos para que el traje resbale.
Por lo que se refiere a la manutención y conservación, el traje de apnea debe ser considerado como un indumento. Los pliegues son un inconveniente que hacen poco confortable y fácilmente deteriorables tanto la chaqueta como los pantalones; no conviene dejar el traje en la bolsa demasiado tiempo, tampoco con el cinturón de los plomos apoyado encima. Como el resto del equipo que hemos tratado, el traje requiere un enjuague en agua dulce después del uso. Una vez seco, debe colgarse en un lugar fresco y seco; un armario es ideal. Si alguna vez se descosieran las costuras de los trajes forrados, se pueden bloquear quemando el hilo de nailon; los cortes pequeños se pueden reparar con neopreno líquido, a la venta en tiendas especializadas; los cortes de mayor envergadura requerirán la intervención de su proveedor habitual.
El cinturón de plomo
El cinturón de plomo está compuesto por un cinturón de goma elástica o nailon y unos plomos. Su función es la de equilibrar el empuje positivo del traje. Por lo que se refiere al cinturón, es preferible usar el de goma elástica, pues mantiene los plomos bien sujetos a la cintura también en profundidad. No hay que olvidar que cuando el cuerpo desciende sufre un aplastamiento debido a la presión hidrostática que hace disminuir el volumen del aire, y si se lleva un cinturón rígido, éste tiende a rotar sobre sí mismo o a desplazarse hacia el tórax. Para este particular, los cinturones elásticos se adaptan mejor a las variaciones causadas por el aumento de la presión. Las hebillas se fabrican en acero inoxidable y en nailon; la primera es más robusta que la segunda y cierra mejor.
Los plomos pueden ser de medio kilo, de un kilo o de dos. Además de estos modelos estándar existen plomos de pinza o desenganche rápido, que se aplican y se quitan fácilmente sin necesidad de desabrochar el cinturón. En caso de variar la plomada en el último momento, podría resultar útil disponer de uno de este tipo, pues permitiría retirarlo al instante sin quitarse el cinturón. También es importante añadir una anilla de acero a la cual enganchar el mosquetón de la boya. El último peso al lado opuesto de la hebilla va fijo, así, si nos viéramos obligados a abandonar el lastre en el fondo, podríamos recuperarlo sin perder los plomos, que, de otra manera, se precipitarían en el azul. Para garantizar el buen almacenaje del cinturón conviene seguir algunas pautas. Los cinturones elásticos se conservarán sin pesos ni hebilla, y espolvoreados con talco; después se enrollarán en amplias vueltas. Los cinturones de nailon entrelazado basta almacenarlos sin los plomos. Como última e importante sugerencia recomendamos no transportar los plomos en la bolsa, pues a la larga dañarían tanto la bolsa como el resto del equipo.
INSTRUMENTOS
El nivel de sofisticación tecnológica alcanzado por ciertos fabricantes ha puesto a disposición de la apnea un instrumental compacto y eficaz. Disponer de un reloj, de un profundímetro o de un ordenador mejora la gestión de la apnea en términos de seguridad y calidad.
Reloj
El reloj debe ser un utensilio sumergible y resistente a la presión; además de medir las horas que transcurrimos en el agua, si está dotado de cronómetro permite calcular el tiempo de inmersión. Puede ser analógico o digital. En el mercado se encuentran gran variedad de modelos y marcas; es importante valorar la legibilidad de la esfera y de las manecillas y el tipo de correa, que se debe adaptar al puño del traje. Existen algunos modelos analógicos que disponen de pantalla digital donde se señala la profundidad, que queda memorizada.
Profundímetro
El profundímetro es la herramienta que sirve para medir la profundidad. Analógico o digital, los datos deben ser bien legibles. Todo profundímetro de calidad debe indicar la máxima profundidad alcanzada.
Ordenador
Recientemente, también los apneístas han podido informatizarse como sus parientes los submarinistas con equipo autónomo de respiración. Algunos fabricantes han introducido en el mercado un aparato específico para quienes bucean en apnea. Además de la profundidad, del tiempo total empleado para cada descenso, este instrumento memoriza cada inmersión y los tiempos de recuperación. Compatible con el ordenador doméstico, permite descargar los datos y analizarlos para programar entrenamientos personalizados.
OTROS ACCESORIOS
Chaleco
El chaleco se utiliza sobre todo en los meses invernales. Habitualmente, es preferible combinar un chaleco con pantalones que ponerse un pantalón de tirantes, el cual resulta más incómodo. La capacidad térmica para ambas soluciones es parecida. Quizá la del chaleco sea superior porque es más cerrado. En cuanto a los materiales, vale lo dicho para el traje: existen modelos forrados, biforrados, en varios colores y espesores. Los más frecuentes son de dos o tres milímetros, ya que más grueso molestaría, sobre todo cerca del cuello y de las axilas, dado que la chaqueta apretaría demasiado, y las costuras rozarían contra la piel.
Escarpines
La función de los escarpines es mantener los pies calientes y evitar abrasiones y llagas en los puntos de rozamiento con el calzante de las aletas. Están hechos de neopreno monoforrado o biforrado. Existen escarpines más robustos, con la suela de goma dura para calzar aletas de tira, pero no sirven para la apnea. Si la temperatura del agua lo permite se pueden llevar calcetines de algodón que protegen la piel y no hacen flotar los pies.
Guantes
Los guantes de neopreno protegen del frío, de arañazos y de cortes inevitables cuando se trabaja en contacto con el fondo. En invierno, cuando se enfrían las aguas, resultan indispensables para evitar que después de una hora de permanencia en el mar las manos comiencen a entumecerse haciendo dificultosa cualquier operación. En contra tienen la pérdida de sensibilidad, cosa muy fastidiosa, que se compensa en algunos modelos con una rugosidad en la palma que mejora el agarre. Con agua menos fría conviene optar por modelos ligeros, de tela o material sintético antideslizante. Sin capacidad térmica apreciable, evitan los rasguños sin restar sensibilidad.
Bermuda
La bermuda se pone sobre el traje con la intención de limitar el intercambio de agua entre chaqueta y pantalón. Se utiliza sobre todo en invierno y en los lagos, donde el agua está más fría. El grosor va de dos a tres milímetros. La talla se elige teniendo en cuenta los estratos de tela superpuestos bajo la bermuda. Para que desempeñen su función, la cinturilla y el agarre de la rodilla deben estar bien adheridos al cuerpo.
Tobilleras
Las tobilleras son pequeños pesos alojados en fundas adecuadas que se fijan a los tobillos. Sirven para que no floten las aletas. Se usan para la apnea en aguas someras (poco profundas); en profundidad se desaconsejan, pues la presión hidrostática vuelve negativo tanto el cuerpo como las aletas. Las tobilleras más usadas son las formadas por un solo plomo, normalmente de medio kilo, dotado de dos fisuras por las cuales un pasador o una tira de velcro fijan el cierre. Otro tipo lo constituye un saquito de tejido resistente, sellado, relleno de bolitas de plomo y sujeto al tobillo por una hebilla de desenganche rápido. Las tobilleras hacen el aleteo en superficie más difícil y, como su peso se suma al del cinturón, la flotación y la búsqueda de las necesarias relajación y ventilación antes de una inmersión profunda se verán comprometidas. Para la práctica de la apnea en poco fondo resultan indicadas, considerando que la mayor ventaja será la de una flotabilidad mejor equilibrada.
Cuchillo
El cuchillo sirve para liberarse ante la desafortunada eventualidad de permanecer enganchado en el fondo con algún sedal o red abandonada. Para el apneísta, que necesita un equipamiento reducido a lo esencial, van bien los cuchillos pequeños, con la hoja en punta y de diseño limpio. Un lado de la hoja debe ser liso, y el otro dentado para cortar cabos gruesos. La empuñadura depende del gusto de cada uno, lo importante es que permita blandir el cuchillo con seguridad incluso con guantes y que cuando se haga fuerza no se corra el riesgo de cortarse un dedo. La funda de plástico debe tener un mecanismo rápido para soltarlo. El cuchillo puede fijarse a la pantorrilla, al brazo o a la cintura. Esta última solución tiene un inconveniente: en caso de inevitable abandono del lastre el cuchillo se pierde también. La ventaja es una mejor hidrodinámica de las extremidades. Para la manutención conviene enjuagarlo en agua dulce después de cada inmersión; para evitar la oxidación, antes de almacenarlo hay que aplicar a la hoja una capa de grasa con silicona. Si aparecen incrustaciones superficiales será suficiente tratarlo con un algodón embebido de aceite o con un papel de lija suave. Por último, deben sustituirse periódicamente las correas de la funda antes de que se rompan y afilar la hoja con regularidad, pues un cuchillo que no corta es un instrumento inútil.
Este accesorio ilumina el fondo marino para restituir los verdaderos colores sustraídos por el agua que filtra la luz solar y alumbrar los valles y las cuevas y guaridas submarinas donde reinan las tinieblas. Un buen haz de luz devolverá la vivacidad de los colores y dará la visión de rincones ocultos, inaccesibles a nuestra mirada. El requisito fundamental de una linterna para apnea es que dé luz directa, compacta y potente a aquello que se esconde a nuestros ojos. Debe ser resistente a la presión y de pequeñas dimensiones, manejable y que abulte poco. La alimentación puede ser de pilas convencionales o de níquel-cadmio (recargables). En general, la segunda solución, aunque inicialmente más costosa, a la larga permitirá ahorrar dinero en la compra de pilas. El interruptor es por lo común magnético, por lo que se recomienda no exponer la linterna a otras fuentes magnéticas que pudieran estropearlo. La parábola y la bombilla determinan las características del haz de luz; en caso de sustituir la bombilla conviene verificar que el voltaje sea el adecuado para evitar quemarla. Ocasionalmente, se debe limpiar la parábola con un paño seco. Y recuerden que en el agua las manos son preciosas; fijando con una correa la linterna a la muñeca quedaremos libres para reaccionar sin la preocupación de tener la mano inevitablemente ocupada.
Estroboscópica
Se trata de una lámpara intermitente de dimensiones reducidas que se sujeta al brazo por medio de una tira de velcro. Es de gran utilidad cuando se opera en agua turbia con poca visibilidad. En los entrenamientos en el lago es indispensable para que el compañero que hace la asistencia pueda vernos. Alimentada por pilas, generalmente emite haces blancos muy penetrantes en aguas con mucha suspensión. En aguas turbias la estroboscópica es sinónimo de seguridad; no economicen sobre estas medidas: es de extremada importancia que el compañero pueda vernos.
La boya
Existen en el mercado dos tipos de boya, la tradicional esférica y la de torpedo. La primera tiene la ventaja de verse cuando hay mar gruesa, la segunda ofrece menos resistencia a quien la arrastra. La boya tiene la misión específica de señalar en superficie la presencia del apneísta, por este motivo se fabrica en colores vistosos como el rojo, el naranja o el amarillo. Las boyas van sujetas al nadador por un mosquetón que se engancha al cinturón y tienen un cabo algo más largo que la profundidad operativa. Si el cabo fuese demasiado largo, la boya quedaría alejada del buceador en exceso y resultaría más difícil de localizar por parte de las barcas en tránsito; si fuera muy corto, ofrecería resistencia durante el buceo, cansando y retrasando al apneísta.
Sujetaaletas
Como su propio nombre indica, los sujetaaletas fijan las aletas al pie. Se trata de tres tiras de goma, dispuestas en forma de aspa, que fijan a la vez el talón, el empeine y el calzante, mejorando la sujeción de las aletas y evitando que, por accidente, se salgan del pie.
La caja de los repuestos
Sería una pena renunciar a una jornada de apnea porque se nos rompa la correa de la máscara y no tengamos un repuesto para solucionarlo. Una caja con algunos de los repuestos esenciales y varias herramientas, como pinzas, destornillador o tijeras, debería tenerse siempre a mano. Algunos de los artículos a incluir son:
■correa y hebilla para las gafas
■tubo de repuesto
■desempañante para la máscara
■silicona en spray
■neopreno líquido
■hilo y aguja
■pilas y bombillas para la linterna
■pequeño equipo de primeros auxilios
■cuerda de nailon trenzado de 3 mm
■encendedor
Libro de inmersión
El libro de inmersión se propone como el diario del apneísta, con fichas donde recoger los resultados de las lecciones de apnea, los entrenamientos y la competición, si se diera el caso. La apnea es un deporte que depende sobremanera del equipo que se emplea y de la experiencia. Es importante recopilar ordenadamente los datos sobre la experiencia práctica, las condiciones de la mar y el equipo utilizado. Resultará un medio eficaz para verificar el aprendizaje, estimulando el diálogo interpersonal necesario en el desarrollo de la propia experiencia; favorecerá asimismo el conocimiento de las propias reacciones y creará una memoria, indeleble en el tiempo, de fácil consulta.