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El clímax del Gran Conflicto
ОглавлениеLa proclamación del mensaje de los tres ángeles inicia el clímax del gran conflicto entre Cristo y el enemigo, que está enfocado directamente en la Ley de Dios. La ira del dragón es expresada en términos de persecución contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús (Apoc. 12:17), mediante la acción conjunta de la primera bestia y la bestia de los dos cuernos (13:12).
Describiendo los movimientos precursores de esa crisis final, el capítulo 12 da margen para que se busque una mayor comprensión en relación con el inicio del Gran Conflicto en el cielo, y su desarrollo en la Tierra con el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo, lo que resultó en la derrota definitiva del enemigo de Dios (Apoc. 12:7-9; ver Gén. 3:15) y la vindicación de la justicia divina. Vencido, el enemigo de Cristo sabe que tiene poco tiempo para actuar en la Tierra, lo que motiva su intensa persecución de la iglesia de Dios (Apoc. 2:13), que está representada en la figura de la mujer pura (12:1). Por 1.260 años, la iglesia sobrevive a los ataques del dragón y de la primera bestia (13:1) en el desierto, o la Edad Media. Luego, regresa a la escena. Ese retorno de la iglesia (12:16) debe ser entendido como el inicio de la proclamación de los mensajes angélicos, a partir de 1844, cuando la verdad comienza a ser restaurada en la Tierra. En su furia contra la iglesia, el dragón agrega dos aliados a su causa. Ellos son representados por la bestia de siete cabezas, que sube del mar, y por la bestia de dos cuernos, que emerge de la tierra (13:1, 11).
La primera bestia de Apocalipsis está asociada con el cuerno que tenía ojos y boca de hombre, surgida del cuarto animal espantoso y terrible, de Daniel 7:8. Ella representa el imperio de los papas. El cuarto animal de Daniel tenía diez cuernos (Dan. 7:7); y la bestia de Apocalipsis, por su parte, tiene siete cabezas y diez cuernos (Apoc. 13:1). Ambos símbolos exhiben una boca que, en el cuarto animal de Daniel, hablaba con insolencia (Dan. 7:8, 20) y, en la bestia, habla con arrogancia y profiere blasfemias (Apoc. 13:5). Una relación bien clara es establecida entre esos dos símbolos que: (1) tienen diez cuernos; (2) su boca pronuncia arrogancias contra Dios; (3) actúan durante 1.260 años, o por “un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo” (Dan. 7:25) o, también, por “cuarenta y dos meses” (Apoc. 13:5); y (4) persiguen a los santos del Altísimo (Dan. 7:21; Apoc. 13:7). Después de su fuerte actuación por 1.260 años, desde el año 538 a.C. hasta poco después de la Revolución Francesa, en 1798, la bestia tiene una de sus cabezas herida de muerte.
Esa herida de muerte fue el arrebatamiento de su autoridad civil persecutoria. El secuestro del poder político-militar de las manos del Papado abrió un vacío en el mundo religioso que resultó, en el inicio del tiempo del fin (año 1798), en el resurgimiento de la iglesia de Dios y en la restauración de la verdad bíblica sobre los Mandamientos de Dios y de la fe de Jesús, mediante el inicio de la proclamación de los tres mensajes angélicos.
En vista de esa pérdida de espacio frente al redescubrimiento de la verdad, y la restauración de la Ley de Dios y de la observancia del sábado como sello de Dios, el enemigo de los santos suscita a un nuevo aliado: la bestia de dos cuernos. Ella deberá curar la herida de muerte de la primera bestia y restaurar su autoridad para perseguir al pueblo de Dios, lo que configura la reacción del dragón ante la exaltación de la Ley de Dios. La coalición entre el dragón y las dos bestias marca los últimos movimientos en el gran drama del pecado, el clímax del Gran Conflicto, cuando Satanás “sabe que le queda poco tiempo” (Apoc. 12:12).