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Los tres mensajes angélicos

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Ya que los tres mensajes angélicos son el punto de partida del clímax del Gran Conflicto, un estudio sobre su contenido ayudará a observar el contexto más amplio y las motivaciones específicas de la crisis en la que el imperio estadounidense ejerce su papel profético.

Apocalipsis 14:6 al 12 relata la visión de tres ángeles que vuelan por en medio del cielo, proclamando mensajes objetivos y escatológicos. El primero predica el “evangelio eterno”, con el anuncio de la hora (el tiempo) del juicio de Dios, y un llamado a que el mundo tema y adore al Dios creador (vers. 6, 7), refiriéndose al cuarto Mandamiento, que requiere la observancia del séptimo día en memoria de la Creación. El segundo ángel anuncia la caída de Babilonia, un hecho que es consecuencia de la proclamación del primer mensaje. El tercero, por su parte, advierte al mundo sobre el peligro de adorar la imagen de la bestia y de recibir su marca, que es el resultado de la acción y de la influencia de la bestia de dos cuernos.

Hans K. LaRondelle, estudioso adventista de las profecías adventistas, dice que el mensaje de estos ángeles se reviste de urgente importancia, pues ellos proclaman “el llamado final del Cielo a toda la gente para que renuncie a cada forma de idolatría y falsedad”, a fin de que “adore al Creador y acepte su evangelio eterno”. Él afirma que, además, frente a la última amenaza del Anticristo, Dios requiere una doble lealtad: “Fidelidad al testimonio de Jesús y obediencia a los mandamientos de Dios (Apoc. 14:12)” (p. 980).

Los tres ángeles simbolizan un movimiento profético que puede ser identificado por el contenido de su mensaje, y la localización de ese movimiento en el tiempo histórico es bastante clara. El primer ángel anuncia la llegada del Juicio (Apoc. 14:6, 7), con un mensaje que se relaciona con las profecías de Daniel 7:9 al 14 y 8:14. Esa profecía anuncia el tiempo histórico del inicio de la purificación del Santuario celestial, que corresponde al antitipo del “Día de la Expiación” del Santuario terrenal (Lev. 16); es decir, el Juicio Investigativo. A su vez, el tercer ángel es inmediatamente seguido por el retorno literal y glorioso del Señor (Apoc. 14:14-16). “Por esta razón, todos los mensajes son proclamados en el período que va desde 1844 hasta la segunda venida de Cristo. Ellos constituyen el último llamado de Dios a la humanidad” en el clímax del Gran Conflicto, siendo transmitidos por un pueblo leal a los mandamientos de Dios (ibíd.).

En el clímax del Gran Conflicto, por lo tanto, Dios suscita un movimiento profético, representado por los tres ángeles, para proclamar la salvación por la gracia mediante la fe para la santificación (“el evangelio eterno”) como la única esperanza para el mundo que se encuentra frente al Juicio de Dios. La crisis final se precipita con las acciones de la bestia de dos cuernos, y hace evidente la reacción del dragón frente a la restauración de la verdad y de la Ley de Dios, que es consecuencia de la proclamación final y universal de los tres mensajes angélicos.

La apelación del primer ángel, de adorar “a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7), presenta una relación intertextual con el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, que ordena la observancia del sábado. En la Ley de Dios, el motivo dado para el cuarto Mandamiento es: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Éxo. 20:8-11). En el primer mensaje angélico, el orden de las entidades creadas, en términos de “cielo”, “tierra” y “mar”, hace evidente que la visión contiene una cita del cuarto Mandamiento, a fin de apuntar a la observancia del sábado y su mensaje como componentes esenciales de la conducta requerida frente al Juicio inminente. En el contexto de Éxodo 20, cuando la Ley fue dada a los israelitas, el sábado cumple, claramente, la función de “señal [sello] eterno” entre Dios y su pueblo (Éxo. 31:16, 17). En Apocalipsis, a la santidad del sábado como sello de Dios (Apoc. 7:3) se le opone el domingo como el sello de la bestia (13:16), y esto motiva la fuerte advertencia del tercer ángel (14:9).

Paulien reitera que hay amplios paralelos verbales entre Apocalipsis 14:7 y el cuarto Mandamiento (Éxo. 20:8-11). Se destacan el personaje creador: “Dios”, la acción creadora: “hizo”, y las entidades creadas: “cielo”, “tierra” y “mar”. Esta es la estructura de ambos textos; suficiente para afirmar que, en el primer mensaje angélico, “hay un paralelo verbal, una alusión”, al cuarto Mandamiento. El contexto de ambos pasajes trata de la Creación y el Pacto. Hay, por lo tanto, “fuertes evidencias de que el autor del libro de Apocalipsis tenía en mente el cuarto Mandamiento cuando escribió Apocalipsis 14:7” (The Deep Things of God, p. 150). Además, Paulien reitera que, “cuando el autor del libro de Apocalipsis describe el llamado final de Dios a la humanidad en el contexto de la crisis final, él lo hace, de hecho, en términos de un llamado a adorar al Creador en el contexto del cuarto Mandamiento” (“Revisiting the Sabbath in the Book of Revelation”, p. 185).

De esa manera, ese evidente paralelo estructural dirige la atención hacia Éxodo 20 como el decisivo telón de fondo del mensaje del primer ángel en Apocalipsis 14:7. “Esto indica una clara intención, por parte del autor, de destacar el cuarto Mandamiento en el contexto del último llamado divino a la obediencia” (Paulien, The Deep Things of God, p. 150).

El paralelo entre Apocalipsis 14:7 y el cuarto Mandamiento de Éxodo 20 afecta, directamente, la interpretación del conjunto completo de las visiones de Apocalipsis 12 al 14, en las que la bestia de dos cuernos es uno de los protagonistas. Ese paralelo anticipa el meollo de la crisis, que estará enfocada en la obediencia y la adoración, en el contexto del día del Señor.

Sin embargo, además del paralelo verbal, existe también la alteración. En lugar de la última entidad creada referida en el Mandamiento “todo lo que en ellos hay” (Éxo. 20:11), el primer mensaje angélico habla de aquel que hizo “las fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7). ¿Por qué es utilizada esta expresión en lugar de aquella usada en Éxodo 20? El investigador Henry M. Morris dice que en el primer mensaje el ángel agrega “la fuente de las aguas” al acostumbrado grupo de entidades creadas, más probablemente, “por causa de la asociación de esas fuentes con el primer juicio por medio del Diluvio, cuando ‘todas las fuentes del gran abismo se rompieron’ (Gén. 7:11)” (p. 266). En este caso, la expresión “fuentes de las aguas” (Apoc. 14:7) sirve para traer a la mente del lector la memoria del juicio divino por medio del Diluvio y, de esa manera, enfatizar la verdad que señala que Dios es un Dios de juicio. De ese modo, el sentido de juicio y destrucción inminente es reforzado por la alteración verificada en el mensaje angélico, que sustituye la entidad “todo lo que en ellos hay”, del cuarto Mandamiento, por “las fuentes de las aguas”, en referencia al Diluvio. Ese hecho reitera la solemnidad del anuncio.

De esta forma, tanto la referencia al mandamiento del sábado (Éxo. 20:11) como la alusión al Diluvio (Gén. 7:11), en el primer mensaje angélico, sirven para reforzar la idea de juicio como contenido de este mensaje. El Juicio se procesa según la Ley dada en el Sinaí, con énfasis en el cuarto Mandamiento, y es ejecutado por el mismo Dios que una vez sumergió al mundo en las aguas del Diluvio.

Esa curiosa construcción del llamado divino sirve además para indicar que los mensajes angélicos son dados en un momento en el que los habitantes de la Tierra no solo ignoran el relato de la Creación en seis días literales y del Diluvio universal e histórico, sino también se vuelven antagonistas al adherirse a la creencia en la Teoría de la Evolución. En este sentido, el mensaje es una advertencia para las personas de ese contexto histórico en el que una gran “anticreencia” se ha levantado en relación con la historicidad de Génesis 1 al 11, con un creciente rechazo de la Creación y el Diluvio como obras divinas.

En ese contexto de “anticreencia” en relación con la Creación y con el Diluvio, Dios suscita un movimiento profético con un mensaje claro y específico, que llama a las personas a adorar al verdadero Dios, a obedecer su Ley y a guardar el sábado como memorial de la Creación. El papel del pueblo de Dios en el tiempo del fin, por lo tanto, es predicar el triple mensaje angélico escatológico. Este pueblo es descrito como aquellos que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús” (Apoc. 12:17).

La predicación de los tres ángeles, entonces, exalta a Dios, anuncia la hora del Juicio y llama a las personas a obedecer la Ley de Dios, norma del Juicio divino. El llamado del primer ángel retoma la observancia del sábado y trae a la memoria el juicio por medio del Diluvio. Esa predicación, naturalmente, enfurece al dragón.

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