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Los imperios en la profecía
ОглавлениеDaniel vio la ascensión del imperio de la Babilonia de Nabucodonosor, de los medos y los persas, del Imperio Griego, y de Roma, algunos de ellos en más de una visión (Dan. 7:1-8; 8:1-12, 20-25). A su vez, el apóstol Juan vio la ascensión del Papado como un imperio religioso (Apoc. 13:1) y, además, vio otro poder, de naturaleza político-religiosa, que ejercería una gran influencia en el mundo de los últimos días (Apoc. 13:11).
Las profecías apocalípticas revelan una lógica por la que los grandes poderes imperiales se relacionan directamente con el pueblo de Dios, muchas veces como perseguidores. En esta relación tensa que se da a lo largo de la historia, los imperios se transformaron, algunas veces, en instrumentos en la gran controversia entre Dios y el diablo, cuyo foco es la lealtad a los mandamientos de Dios, y cuyo centro es la Cruz, donde la obediencia y la sumisión a Dios fueron ejemplificadas en el sacrificio de Cristo. Algunos imperios fueron instrumentos directos del enemigo, como Babilonia y como Roma, que pretendieron cambiar la Ley, y la obediencia y la adoración a Dios, por la sumisión a la voluntad de los hombres o del propio enemigo de Dios. Otros poderes, incluso, hasta fueron utilizados por Dios, como Egipto, que apoyó a los antiguos israelitas en un momento de gran crisis; o Persia, cuyo rey Ciro llegó a ser un tipo del Mesías (Isa. 45:1). El Imperio Persa, también, liberó a Israel del cautiverio babilónico, y decretó la restauración de Jerusalén y del Templo (Esd. 5:13-15; 6:3-5; 7:21-26). De la misma manera, Norteamérica se transformó en refugio para la iglesia de Dios a finales de la Edad Media.
Esos poderes son revelados en las profecías, en general, por medio de miniaturas o símbolos proféticos, como animales o bestias. Son revelados detalles de dónde y cómo llegaron a representar un papel en los acontecimientos mundiales. Daniel vio a cuatro animales que subían del “gran mar”, agitado por los “vientos” (Dan. 7:1-8); y después vio a un macho cabrío y a un carnero (Dan. 8). El apóstol Juan vio subir del “mar” a la bestia de diez cuernos y siete cabezas (Apoc. 13:1); y también, a la bestia de dos cuernos que subía de la “tierra” (Apoc. 13:11).
Del mismo modo, períodos específicos de tiempo son revelados a través del formato de reducción de un año a un día. Daniel vio que el cuarto animal actuaría por “un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo” (Dan. 7:25), y que el Santuario (celestial) sería purificado después de “dos mil y trescientas tardes y mañanas” (Dan. 8:14). El apóstol Juan, por su parte, vio que la bestia de diez cuernos perseguiría a los santos por “cuarenta y dos meses” (Apoc. 13:5; 11:2), el mismo período por el que la mujer pura (la iglesia) sería sustentada en el desierto, o sea “mil doscientos sesenta días” (Apoc. 12:14). De esta manera, las profecías apocalípticas muestran con claridad la actuación de Dios en el tiempo histórico.
Siguiendo esa lógica, era de esperar que el imperio estadounidense también fuese citado en las profecías apocalípticas. De hecho, le fue presentado al apóstol Juan con detalles visuales y dinámicos que apuntan a su identidad, sus acciones y, especialmente, su relación con la bestia de diez cuernos y siete cabezas, en su persecución del pueblo de Dios.
Desde su surgimiento, la nación estadounidense estuvo directamente relacionada con el pueblo de Dios. En el período de la colonización del Nuevo Mundo, muchos de los protestantes perseguidos por la corona británica, en el siglo XVII, buscaron en el recién descubierto continente un lugar en el que pudieran vivir libremente su fe y obedecer a Dios, según sus conciencias. Allí, la Reforma Protestante encontró un terreno más fértil para su florecimiento por medio de diversos reavivamientos impulsados por la libertad para predicar y para publicar las enseñanzas bíblicas. También fue en ese país que Dios suscitó, en el siglo XIX, un movimiento profético para la terminación de su obra en el mundo. Y, en los últimos días, esa nación va a relacionarse directamente con el pueblo de Dios como un poder político-militar perseguidor.
Según la interpretación adventista del séptimo día, el único texto que hace referencia a ese poder contemporáneo es Apocalipsis 13:11 al 18. Particular de los adventistas, la interpretación de esa profecía comenzó a ser esbozada desde el inicio del movimiento, en la década de 1850, de acuerdo con lo que será visto en el próximo capítulo. Ese texto de Apocalipsis, en el que el poder estadounidense es representado por la figura de la “bestia de dos cuernos” que “habla como dragón”, es parte de un contexto más amplio que involucra los capítulos 12 al 14 de ese libro. Un estudio de esa sección ayudará a tener una visión más amplia del contexto profético de la actuación de ese poder.
Esos tres capítulos (Apoc. 12-14) son considerados como el propio núcleo del libro profético, y tratan de la crisis final de la historia del pecado, con la descripción profético-pictórica del conflicto de una falsa trinidad (el dragón, la bestia y la bestia de dos cuernos) contra la Trinidad divina, formada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En ese conflicto, tanto los ángeles como los seres humanos forman parte de ambos lados. El estudio de esa estructura, como un detalle literario de ese libro del apóstol Juan, muestra la forma en que la inspiración divina organiza el material profético de modo que destaque los puntos esenciales y dirija la atención del estudio hacia el núcleo central de la profecía apocalíptica, que tiene que ver con la obediencia, la salvación y la adoración a Dios, mediante la fe en Cristo y en su sacrificio.