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Herida curada
ОглавлениеUna de las primeras acciones de la bestia de dos cuernos, descrita en Apocalipsis, es restaurar a la primera bestia. La herida mortal en una de las cabezas de la primera bestia (Apoc. 13:3, 12) representa la retirada de su poder sobre las naciones de la Tierra, hecho que señaló el final del período de los 1.260 años de su primera actuación. Esa herida también es descrita como el cautiverio o herida de espada (ver Apoc. 13:10, 14). La ascensión de la bestia de dos cuernos hace posible que la bestia de siete cabezas reasuma su autoridad. De esa manera, mediante la acción de la segunda bestia, la herida mortal es curada, y toda la Tierra se maravilla frente a ella y la adora, diciendo: “¿Quién como la bestia?” (Apoc. 13:4). El texto dice que “la adoraron todos los moradores de la tierra” (Apoc. 13:8). El teólogo adventista Frank B. Holbrook dice que de este modo, mediante su asociación con la bestia de dos cuernos, la primera bestia se prepara para cumplir su papel en el tiempo del fin (p. 1.108).
La restauración de la herida mortal representa la vindicación del poder papal, y la restitución de su prestigio y su influencia en el mundo, perdidos frente a la aparición de la Modernidad, y la ascensión de la libertad y de la autonomía de las naciones y de los individuos. En la descripción del mismo poder religioso perseguidor, usado por el dragón, la visión de Apocalipsis 17 presenta la figura de una ramera, “sentada sobre muchas aguas” (Apoc. 17:1); es decir, “pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas” (17:15), quienes entregarán su libertad y autonomía al poder papal restaurado. Habiendo sido curada su herida por el poder de la bestia de dos cuernos, la ramera, es decir, el poder religioso descrito por la bestia de siete cabezas, asumirá el control de las naciones de la Tierra, ejerciendo dominio nuevamente “sobre los reyes de la tierra” (17:18).
Frente a la proclamación global de los tres mensajes angélicos, que restauran sobre la Tierra el conocimiento de la verdad y de la Ley de Dios, y anuncian el Juicio, el enemigo del Señor emprenderá un último y gigantesco esfuerzo. El profeta de Patmos vio que “tres espíritus inmundos a manera de ranas” salían de “la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta [bestia de dos cuernos]” (Apoc. 16:13) y se dirigían “a los reyes de la tierra” (13:14), que son las personas influyentes de todo el mundo. Estos espíritus representan fuerzas religiosas y espirituales, que realizan señales y maravillas a fin de lograr el apoyo y la influencia de estos poderosos de la Tierra en favor de la bestia, en la embestida final del dragón contra Dios y los observadores de su Ley.
La adhesión de todo poder político-militar mundial a la causa del dragón, consecuencia de la influencia de la bestia de dos cuernos y de los espíritus inmundos, llevará al mundo entero a adorar a la bestia y a obedecerle, lo que resulta en la curación de su herida. Literalmente, las personas también adorarán al propio dragón (ver Apoc. 13:4).1 Con la restauración de su influencia y de su poder en el mundo, la bestia será adorada, y de ella se dirá: “¿Quién como la bestia, y quién podrá luchar contra ella?” (Apoc. 13:4). Sin embargo, su juicio está en marcha. Como se dio en la antigua Babilonia, que fue pesada y encontrada en falta (Dan. 5:27, 28), la Babilonia mística que resulta de la coalición de las fuerzas del dragón y de las bestias es juzgada, condenada y destruida por Dios (Apoc. 18).