Читать книгу E-Pack Bianca 2 septiembre 2020 - Varias Autoras - Страница 10
Capítulo 5
ОглавлениеLA PALABRA resonaba en la cabeza de Sasha, pero no tenía sentido. Embarazada. Se llevó la mano al vientre, pero lo tenía plano. De pronto, se le cayó la copa de la mano. Estaba temblando. Apollo se acercó a recogerla.
Ella lo miró.
–¿Perdí al bebé?
¿Cómo era posible que no supiera si había perdido al bebé? ¿Era por eso por lo que Apollo la odiaba? ¿Por haber perdido a su hijo?
Se cubrió el vientre con ambas manos, como para tratar de recordar.
Apollo negó con la cabeza.
–No. No lo perdiste porque nunca estuviste embarazada. Mentiste para que me casara contigo, Sasha.
No se había quedado embarazada.
Aliviada por no haber olvidado algo tan importante, reparó en las palabras de Apollo.
«Mentiste para que me casara contigo, Sasha».
–No… Nunca habría hecho tal cosa…
–Lo hiciste –contestó Apollo.
Ella se alegraba de estar sentada porque sentía que podía desmayarse.
–Yo… Te dije que estaba embarazada, pero ¿no lo estaba?
Él asintió.
–¿Y por qué habría hecho tal cosa?
–¿De veras tienes que preguntarlo? Nos habíamos acostado y viste en ello una oportunidad –gesticuló con la mano–. Mira a tu alrededor. Buscabas una vida mejor y decidiste utilizarme para conseguirla.
Sasha se puso en pie. Estaba demasiado nerviosa como para permanecer sentada. Caminando de un lado a otro, dijo:
–Eso es… Hacer algo así es terrible.
–Lo es –convino él.
Ella trató de recordar por qué podría haber hecho algo así, pero no lo consiguió.
–¿Quizá yo pensaba que estaba embarazada? ¿Utilizamos protección?
–Por supuesto. Yo nunca me relajaría tanto, pero he de admitir que no comprobé que todo hubiera ido bien. Siempre hay una posibilidad de error, y fue ese argumento el que utilizaste para sembrarme la duda.
–¿Y cómo estás tan seguro de que yo había mentido?
–Empecé a sospechar cuando no vi ningún síntoma… Además, después de un incidente, admitiste que era mentira.
–¿Un incidente?
Él asintió y se alejó de ella una pizca.
–Yo estaba en Londres y regresé rápidamente después de que Rhea me llamara preocupada. Tú estabas celebrando una fiesta con unos amigos nuevos que habías conocido. Te encontré esnifando cocaína y bebiendo. Cuando te serenaste, admitiste que todo había sido una trampa para cazarme.
Sasha se sentó de nuevo en la silla. Sintió un escalofrío y se abrazó a sí misma.
Se obligó a mirar a Apollo. En el fondo sentía que no podía haber sido capaz de hacer tal cosa… Mentir sobre su embarazo. Consumir drogas… No.
¿Y él por qué iba a mentir? Aquello explicaba por qué se mostraba antipático hacia ella y por qué Rhea y Kara la miraban como si fuera una bomba a punto de explotar cuando regresó del hospital.
–Tú no querías casarte conmigo.
–No.
«¿Por qué no?»; pensó ella, pero no se atrevió a preguntarlo. Después de la primera noche, él perdió el interés por ella. Su inocencia debió decepcionarlo.
–En Londres me invitaste a cenar… Y a tu apartamento… ¿Te gustaba? –preguntó, odiando parecer insegura.
–Me cautivaste. Eras diferente.
–¿Diferente a qué?
Sasha estaba pálida y lo miraba con asombro.
¿De veras fingía amnesia? ¿Se estaba riendo de él? ¿Obligándolo a que dijera por qué le gustaba?
Sin embargo, algo le decía que no podía estar fingiendo. Parecía demasiado agobiada.
–Diferente a todas las demás. A otras mujeres.
Sasha se sonrojó y, durante un momento, Apollo recordó su rostro sonrojado a causa del placer, moviéndose bajo su cuerpo.
–Quieres decir que no era tan sofisticada –dijo ella.
Apollo tuvo que esforzarse para controlar su deseo. «Maldita sea».
–Llamaste mi atención. Eras una mujer abierta. Amistosa. Aunque todo era mentira.
Sasha recordaba que aquella noche se había sentido invisible. Hasta que él la miró y una ola de calor se apoderó de ella, provocando que se le tambaleara la bandeja. Él se acercó para estabilizársela. Sonriendo de manera encantadora.
–Prométeme que vendrás a tomar una copa conmigo y te devolveré la bandeja.
Ella no podía recordar haberse acostado con él, pero podía imaginar cómo habría sido el final. Él diciéndole que no esperara nada más. Un hombre así estaría acostumbrado a ese tipo de situación con las mujeres. Y ella, ¿habría estado tan desesperada como para suplicarle que le diera algo más? Sentía vergüenza de sí misma.
En cierto modo, Sasha se alegraba de no recordar exactamente lo que había pasado. Aquello ya era lo suficientemente humillante sin recordar los detalles de lo que para él fue una experiencia banal. Dormir con una mujer virgen. Era evidente que ella había sido una novedad para él y su atractivo no había durado demasiado.
Empezaba a dolerle la cabeza.
–¿Y ahora qué pasará?
–Nada. Hasta que te hayas recuperado del todo. Después, podremos hablar del futuro.
El futuro.
Sasha se sentía un poco histérica. Si no podía recordar el pasado, tampoco podía pensar en el futuro.
Se puso en pie.
–Me duele la cabeza. Me voy a la cama.
Apollo la observó mientras se marchaba. Estaba muy pálida. ¿Quizá se había precipitado al contarle la verdad? Daba igual que ella hubiera insistido en que quería saberlo.
Apollo sintió ganas de ir tras ella y preguntarle si estaba bien, pero pensó que era ridículo. La mujer que había fingido un embarazo para conseguir que se casara con ella, no era tan delicada. Al margen de que hubiera tenido un accidente.
Se sirvió otro brandy y se lo bebió de un trago. No consiguió quitarse la imagen de su cara pálida y su mirada de asombro de la cabeza. Debía admitir que empezaba a resultarle muy difícil continuar sospechando que la amnesia era fingida. Sasha no habría sido capaz de mantener la mentira tanto tiempo sin equivocarse.
Lo que significaba que aquella noticia era tan sorprendente para ella como lo había sido para él en primer lugar.
Apollo blasfemó y dejó el vaso. Se dirigió al piso de arriba y permaneció en la puerta de la habitación de Sasha durante un rato. No se oía ningún ruido.
Llamó con suavidad, pero no hubo respuesta. Abrió la puerta y entró. La habitación estaba en penumbra, pero él vio que ella no estaba en la cama. Entonces, la vio en la terraza.
Ella debió de oírlo porque se volvió. Se había cambiado de ropa y llevaba un albornoz sobre un picardías. Desde donde estaba, Apollo podía ver la silueta de su cuerpo. Sus curvas y su tez pálida.
Al instante, supo que no debía haber subido a su habitación. Sasha entró desde la terraza y preguntó:
–¿Ocurre algo?
En lugar de marcharse, Apollo se acercó a ella como si tuviera un imán. La luna estaba en el cielo y su reflejo añadía un toque plateado a su melena.
Él percibió su aroma y sintió ganas de acariciarla, pero se detuvo.
–Dijiste que te dolía la cabeza.
–Estoy mejor, gracias. Creo que fue por tratar de asimilar tanta información…
Sasha no estaba segura de si estaba alucinando. ¿Era verdad que Apollo estaba en su habitación, mirándola como si no la hubiera visto antes?
–Solo quería comprobar que estabas bien –dijo él, y se volvió para marcharse.
Sasha actuó de manera impulsiva y estiró la mano para retenerlo.
–Espera.
Él se detuvo y se volvió hacia ella. Sasha ni siquiera sabía qué quería decirle. Entonces, retiró la mano y comentó:
–No recuerdo nada de lo que me has dicho… No me parece algo que yo pudiera hacer, pero ¿cómo voy a saberlo?
Se mordió el labio.
–¿Tú tenías interés por el bebé?
Apollo tuvo que controlarse para no revelar nada que no quisiera. El dolor de haber perdido a toda su familia en unos pocos años había sido tan intenso que había prometido que evitaría exponerse a un sufrimiento parecido y, para ello, había decidido no formar nunca una familia.
Para su asombro, después de la sorpresa y rabia inicial que había sentido tras la noticia, se encontró con que la idea de tener un bebé al que criar y proteger había provocado que algo se ablandara en su interior. Y había reparado parte de su esperanza y optimismo.
Entonces, el hecho de que ella hubiera mentido y provocado en él esos sentimientos, solo sirvió para que se diera cuenta de que las defensas que había erigido durante años no eran lo bastante fuertes. Ella había provocado que aflorara su debilidad, y que se reabriera su herida. Y él, nunca la perdonaría por ello.
–No era mi intención tener una relación seria ni convertirme en padre. No después de haber perdido a toda mi familia. Por supuesto, aun así, me habría ocupado de mi hijo. No soy un monstruo.
Sasha lo miró emocionada.
–Siento todo lo que ha pasado. No sé por qué fingí estar embarazada, pero quiero pensar que tenía buenos motivos.
Él procuró no creer la imagen que trataba de dar. Debía salir de allí, sin embargo, se acercó más a ella. Solo podía mirarla. Contemplar su aspecto de inocencia. Aunque no había sido una mujer inocente en su vida. ¿O sí?
Apollo tenía un recuerdo muy erótico del momento en que se adentró en la humedad de su cuerpo. Su musculatura se había tensado tanto alrededor de su miembro que había visto las estrellas.
Enfadado, preguntó en tono cortante:
–¿De veras te arrepientes? ¿O todo es puro teatro para conseguir meterme de nuevo en tu cama y así intentar quedarte embarazada de verdad?
–No. ¿Cómo puedes decir tal cosa?
–Es fácil. Tú lo has hecho antes innumerables veces, incluida esa vez que cuando llegué a casa te encontré desnuda en mi cama.
Sasha lo miró con incredulidad y dio un paso atrás.
Ella negó con la cabeza.
–No, no es posible que yo haya hecho tal cosa.
–¿Por qué iba a mentir? Has de reconocer que tenía sentido. Después de todo, no estabas embarazada, así que tenías que quedarte embarazada cuanto antes.
Sasha tragó saliva.
¿De veras había estado tan desesperada? Trató de defenderse cuando sintió que todo se derrumbaba en su interior.
–Es evidente que no me deseas… ¿Por qué me habría humillado de esa manera?
Apollo la miraba tan intensamente que ella apenas podía respirar.
Él susurró algo y después comentó en voz alta:
–Pensaba que ya no te deseaba, pero ahora es en lo único que puedo pensar. ¿Qué tipo de hechizo es este?
La miró de arriba abajo y ella empezó a temblar. Los pezones se le pusieron turgentes y presionaban contra la tela de su picardías. Su cuerpo recordaba a ese hombre. Y sus caricias. Sasha no. La frustración se apoderó de ella. No podía apartar la mirada de su boca, de sus labios.
Apollo apenas oyó la negativa de Sasha. Sabía que aquello era una locura. Que no debía haber ido a su habitación. No obstante, el deseo hacía que no pudiera pensar de forma racional. Estiró la mano y le acarició un mechón de pelo, tirando suavemente para atraerla hacia sí.
Al mirar hacia abajo vio el movimiento de sus pechos al respirar. Sus senos redondeados rodeados de tela de encaje lo invitaban a explorar. Una fuerte tensión se apoderó de ellos.
La sujetó por la barbilla y la miró a los ojos. Recordó la primera vez que se besaron. Estaban sentados en una mesa apartada del hotel de lujo donde la había llevado a tomarse una copa cuando salió de trabajar aquella noche.
Esperar a que saliera por la puerta de empleados del hotel había sido una novedad extraña. Apollo recordaba la sensación de que, ese día, algo se había liberado en su interior.
Sasha se había mostrado muy cohibida, vestida con falda negra, blusa blanca y chaqueta negra. Zapatos planos. Medias finas.
Él la deseó entonces, y la deseaba en esos momentos. Inclinó la cabeza con anticipación. Nunca pensó que fuera a besarla otra vez.
«No había querido hacerlo».
Sin embargo, allí estaba, guiado por el intenso deseo igual que la primera vez.
Sasha estaba muy tensa mientras esperaba a que Apollo la besara en los labios. Él ya la había besado antes, así que, no debía ser una novedad. No obstante, cuando sus bocas se rozaron, sintió como si un terremoto hubiera tenido lugar en su interior.
Ni siquiera fue consciente de cuando le agarró la camisa para atraerlo hacia sí. Él introdujo los dedos entre su cabello y le inclinó la cabeza. Ella percibió el sabor a brandy en su boca. Era embriagador, y nada podía haberla preparado para aquello.
Su torso era como un muro de acero contra sus senos. Ella arqueó la espalda para tener más contacto con él. Apollo colocó una de sus manos en su espalda y la estrechó contra su cuerpo.
Sasha notó su miembro erecto contra la parte baja de su vientre y, al instante, un calor húmedo en su entrepierna. Intentando contener el intenso deseo, apretó las piernas, pero no lo consiguió.
En ese mismo instante, Apollo se retiró. Fue un movimiento tan repentino que ella se tambaleó y él tuvo que sujetarla por los hombros para estabilizarla. Ella abrió los ojos. Se sentía mareada. Ansiosa. Necesitada.
Al ver la expresión seria del rostro de Apollo, se separó de él.
–Esto no debería haber sucedido. No forma parte del contrato de matrimonio. Vete a la cama, Sasha, es tarde.
Él se volvió y salió de la habitación. Sasha se quedó mirando al vacío unos instantes. Estaba tan sorprendida que ni siquiera se sentía enfadada por el hecho de que él le hubiera hablado como si fuera una niña, como si hubiese sido ella la que había entrado en su habitación y la que lo había besado.
Tenía el corazón acelerado y todo su cuerpo ardía de deseo. Una sensación que conocía, pero que no recordaba. Le dolían los senos y tenía húmeda la entrepierna, y todo por un simple beso.
Sin pensar, cerró las puertas de la terraza, se quitó el albornoz y se metió en la cama. Al cabo de un rato se quedó dormida, y sus sueños se llenaron de imágenes inconexas e inquietantes.
Apollo permaneció bajo la potente ducha de agua fría durante más tiempo del que casi podía soportar. Cuando salió, se colocó una toalla alrededor de la cintura y se miró en el espejo.
Su imagen mostraba sufrimiento. Y sabía que no era por la ducha de agua fría. ¿En qué diablos estaba pensando cuando fue al dormitorio de Sasha? ¿En besarla? No estaba pensando. Ese era el problema.
Había tenido que contenerse para retirarse sin rasgarle la ropa, tumbarla en la cama, y revivir la noche que habían compartido en Londres. Y así, consumar su matrimonio.
Aquel matrimonio no tenía nada que ver con acostarse con ella. Y mientras no la había deseado le había resultado muy fácil olvidar que una vez la deseó.
«Nunca lo olvidaste», pensó frunciendo el ceño.
Además, había traspasado la barrera. Había besado a Sasha otra vez y se había dado cuenta de que era tan potente como la primera vez.
Deseaba a su esposa.
Sin embargo, era lo último que debía desear. Sobre todo, cuando ella tenía la capacidad de reabrir viejas heridas con solo una mirada. Lo que él necesitaba era apartar a Sasha de su vida de una vez por todas.
Y para que eso sucediera, ella tenía que recuperar su memoria. Cuanto antes sucediera, antes volvería a mostrar su verdadera naturaleza y Apolo podría continuar con su vida y olvidarse de ella.
Hasta entonces, lo que debía hacer era proporcionarle la oportunidad de trabajar su memoria en la dirección correcta.
Sasha intentó evitar mirar a Apollo mientras desayunaban en la terraza. Apenas había dormido debido a los inquietantes sueños que había tenido. No obstante, el impulso de mirarlo era demasiado fuerte y lo observó justo cuando se llevaba la taza a los labios mientras leía el periódico. Por su aspecto, parecía que no había sucedido nada la noche anterior, y que había dormido como un bebé. Estaba recién afeitado y, al recordar el roce de su barba incipiente sobre el mentón, Sasha notó que una ola de calor la invadía por dentro. Durante un instante se preguntó si no habría soñado que la había besado, pero entonces, él bajó el periódico y la miró, y al ver cómo reaccionaba su cuerpo, supo que el beso había sido real.
–Nos iremos a Krisakis unos días.
–¿A dónde?
–Es la isla de mi propiedad. Forma parte de las islas Cíclades. Santorini, Naxos, Paros…
Ella había olvidado que él tenía una isla.
–Estoy construyendo un resort ecológico y tengo que reunirme con los diseñadores y ver cómo progresa.
–¿He estado allí antes?
Él asintió.
–Te llevé cuando vinimos a Grecia por primera vez.
Sasha trató de recordar alguna imagen de la isla, pero no consiguió nada.
–¿Cuándo nos iremos?
Apollo miró el reloj.
–Dentro de una hora. Le he pedido a Kara que te haga la maleta.
–La maleta puedo hacérmela yo.
–Como quieras. Tengo que hacer unas llamadas antes de que nos vayamos –se puso en pie y salió de la habitación.
Sasha contuvo la respiración. Iba vestido con unos pantalones vaqueros que resaltaban su trasero y sus muslos.
Rhea entró en al habitación y Sasha apartó la mirada rápidamente, avergonzada de que la hubieran pillado mirando a su marido. También porque recordó lo que su marido le había contado acerca de aquella fiesta.
«Estuve drogándome».
Debía disculparse, así que, agarró la mano de Rhea mientras recogía los platos. La mujer la miró sorprendida y Sasha dijo:
–Lo siento, Rhea… Siento todo lo que sucedió. Siento haberte faltado al respeto.
La mujer la miró y le dio una palmadita en la mano.
–Está bien, kyria Vasilis. No se preocupe
Terminó de recoger y se marchó. Sasha seguía sintiéndose avergonzada, pero un poco mejor.
Se levantó de la mesa y se dirigió al jardín. A pesar del sol, y al recordar los sueños que había tenido esa noche, se estremeció.
Los sueños habían sido muy eróticos. Ella estaba en una cama, haciendo el amor con Apollo. Sus cuerpos desnudos entrelazados de forma muy íntima. Él le sujetaba una mano por encima de la cabeza mientras le besaba los pezones. Ella recordaba muy bien la sensación, y cómo había deslizado la cabeza a su entrepierna…
De pronto, Sasha se dio cuenta de que ya no era ella la que estaba en la cama. De pie, en la distancia, miraba cómo él le hacía el amor a otra mujer. Entonces, la mujer la miró como burlándose de ella y Sasha se percató de que sí que era ella, pero a la vez era otra mujer distinta.
Sasha aparecía detrás de un cristal. Era capaz de verlo todo, pero no de sentirlo. La mujer que estaba en la cama era una impostora que fingía ser ella. Y Apollo no se daba cuenta. Ella los miraba indefensa mientras él movía su cuerpo poderoso entre las piernas de la otra mujer y la penetraba.
La mujer rodeó a Apollo por la cintura, con las piernas. Miró a Sasha con una sonrisa y comenzó a reírse a carcajadas. Ahí es cuando Sasha despertó sudando y temblando, invadida por un sentimiento de traición tan intenso que le provocaba náuseas.
Sasha negó con la cabeza y trató de ignorar aquellas imágenes. Le habían parecido completamente reales, pero evidentemente, no podían ser ciertas.
Se dirigió hacia su habitación y, al pasar por delante del despacho de Apollo, oyó que hablaba con tono muy serio.
Sin pensarlo, se metió en el despacho contiguo. Una habitación que habían preparado para ella después de que insistiera en tener un despacho también. Había un ordenador sobre la mesa. Sasha se sentó y lo encendió.
Preguntándose cómo no se le había ocurrido antes, escribió el nombre de Apollo en el buscador. Sasha leyó algunos artículos sobre él en los que hablaban de los éxitos que había conseguido. También decían que era uno de los primeros magnates de la construcción que se había comprometido a trabajar de forma ética. Todos sus empleados tenían un seguro de salud y accidentes, de manera que si sufrían algún percance podrían recuperarse y luego reincorporarse a su puesto de trabajo o a otro que fuera más adecuado.
Como consecuencia, sus trabajadores figuraban entre los más satisfechos del sector y, el hecho de que él tuviera unos estándares más altos estaba provocando cambios en el sector. Era un pionero.
Al final del artículo decían:
Al preguntarle por su reciente matrimonio con Sasha Miller, Vasilis contestó tajante: Mi vida privada está vedada.
Sasha empezó a encontrarse mal. Por supuesto que él no había querido contar los detalles de su matrimonio a un periodista.
Aquello provocó que Sasha quisiera conocer más cosas sobre su pasado. ¿Qué había sucedido para que ella se comportara de esa manera? ¿Para querer casarse con un hombre así? Continuó buscando en el ordenador y vio algunas noticias que salían en las redes sociales. Todas requerían contraseña para entrar, y ella no recordaba ninguna.
En una de las páginas se podía ver una foto pequeña. Era ella, posando sonriente en un club náutico. Iba más maquillada. Tenía la piel bronceada y, teniendo en cuenta que su piel era blanca como la leche, era evidente que era un bronceado artificial. En la mano tenía una copa de vino. Y un gran anillo de diamantes en el dedo que eclipsaba su alianza de boda. Los anillos que había perdido durante el accidente.
Se acarició el dedo e imaginó que se los habrían arrancado de algún modo, pero no tenía marcas que indicaran tal cosa. Sin embargo, tenía la sensación de que los había visto en algún sitio… Aunque no lo recordaba bien.
Sasha acarició su foto con un dedo, como para intentar recordar más secretos de su pasado.
Nada.
Nada excepto un escalofrío. Al ver la foto recordó el sueño. Era como mirar a otra mujer.
Apagó el ordenador, deseando borrar aquella imagen de sí misma. Abrió un cajón que había en el escritorio, preguntándose si encontraría algo acerca de su pasado. Vio un sobre grueso y lo sacó. En él aparecía su nombre. Sacó unos papeles y leyó: Solicitud de divorcio por mutuo acuerdo entre Apollo Vasilis y Sasha Miller.
La fecha que figuraba era de unos días antes del accidente.
Sasha comenzó a hojear el documento y vio que no estaba firmado. Se señalaban los motivos del divorcio. Múltiples diferencias. Y no consumación del matrimonio.
No se habían acostado.
Así que él no la había deseado. Sin embargo, la noche anterior lo había hecho. Y a él no le había gustado.
–¿Qué estás haciendo?
Sasha levantó la vista y vio a Apollo junto a la puerta. Al instante, se sintió como si estuviera haciendo algo ilegal.
Le mostró el papel y dijo:
–¿Íbamos a divorciarnos?
–En todo momento.
Sasha dejó el documento sobre la mesa.
–¿Y al principio? ¿Con el bebé?
–¿El bebé que nunca existió?
Ella se sonrojó.
–Cuando creí que estabas embarazada acordamos casarnos por un año. Así habría tiempo suficiente para que naciera el bebé y valorar la situación.
Sasha frunció el ceño.
–¿Qué significa eso?
–La custodia.
–En principio, puesto que yo sería la madre, la custodia sería para mí.
Apollo negó con la cabeza.
–En el acuerdo prenupcial firmaste que renunciabas a la custodia. Aceptaste llegar a un acuerdo en el que yo tuviera la custodia a cambio de que te pagara una vivienda cercana para que pudieras ver al bebé de forma regular.
Sasha se puso en pie y negó con la cabeza.
–No puedo creer que acordara renunciar a mi bebé.
–No te olvides de que no había bebé. Yo debía haberme imaginado algo al ver que aceptabas rápidamente y que estabas más interesada en la pensión que recibirías en caso de divorcio.
Sasha recordó lo que él le había contado la noche anterior acerca de cómo ella había tratado de seducirlo para intentar quedarse embarazada, y cómo él la había encontrado drogándose.
–¿Fue entonces cuando iniciaste los trámites de divorcio? Después de la fiesta, cuando supiste que no estaba embarazada.
Él asintió.
–¿Y por qué no me echaste sin más cuando te enteraste?
–Lo pensé. Y era lo que quería. No quería volverte a ver.
–¿Y por qué no lo hiciste?
–Porque estamos casados. No podía confiar en ti. No sabía qué podrías hacer. Quizá contarles a los periodistas una historia lastimera, y yo tengo una reputación que mantener. Lo último que necesitaba era que la prensa me prestara atención por algo negativo.
–Y después, tuve el accidente.
Él asintió.
–Unos días más tarde, te subiste a uno de los coches y desapareciste durante horas. Rhea me llamó al ver que no habías regresado para cenar. Entonces, empezó la búsqueda. Apareciste en una cuneta no muy lejos de aquí.
Sasha sintió frío.
–Este matrimonio nunca funcionó.
Apollo recordó la noche en que conoció a Sasha. Qué rápido lo cautivó con su belleza. Y qué novedad conocer a alguien tan abierta y divertida. Sin embargo, no había sido real. Trató de no pensar en ello y contestó:
–No.
–¿Por qué aceptaste casarte conmigo? ¿Por qué me creíste?
–Tenías un informe médico que confirmaba tu embarazo, así que, consulté con mi equipo legal. Llegamos a la conclusión de que cuando firmaras el acuerdo prenupcial, casarme contigo me brindaría la oportunidad de conseguir la custodia y garantizar el futuro de mi hijo. Había una cláusula donde se decía que, si pasaba algo durante el embarazo, o si se demostraba que el bebé no era mío después de la prueba de ADN, tú no te llevarías nada. Por supuesto, decidiste que arriesgarse a contraer matrimonio merecía la pena, aunque no estuvieras embarazada. De ahí tus intentos de seducirme una vez que nos casamos. Intentos que no funcionaron.
Sasha puso una mueca.
–¿Por qué me has traído aquí después del accidente? ¿Por qué no me echas de tu vida ahora que puedes?
«¿Por qué no?», preguntó una vocecita en la cabeza de Apollo. Podía haber hecho tal cosa. Podía haberse aprovechado de su amnesia para que firmara el acuerdo de divorcio e instalarla en un apartamento en Atenas, darle una pequeña pensión y pagar a una enfermera para que atendiera sus necesidades hasta que estuvieran divorciados.
No obstante, daba igual cuánto la odiara por lo que había hecho. El estado en el que se encontraba después del accidente, pálida e indefensa en aquella cama de hospital, lo había atrapado. Y después, al despertarse, ella lo había mirado y había sido como si los meses anteriores se hubieran desvanecido y lo único que él pudiera recordar era la noche en que se habían conocido.
La pérdida de memoria solo había complicado más las cosas. Cambiándola. Recordándole a él la primera impresión que tuvo al verla. Prendiendo de nuevo la llama de su deseo.
–No permitiré que vayas a ningún sitio hasta que no firmemos los papeles de divorcio. No confío en que no vayas a hacer algo para explotar el poder que tienes mientras seas mi esposa.
Él continuó.
–No sé por qué te subiste al coche el día en que desapareciste, ni a dónde te dirigías… Y hasta que no recuperes la memoria y puedas contármelo, no te irás a ningún sitio. Por lo que sé, te quitaste los anillos de boda porque tenías un amante. Quizá pensabas irte con él puesto que yo no había caído bajo tus hechizos.
El recuerdo del beso que habían compartido la noche anterior, invadió la cabeza de Apollo. Le gustara o no, había caído de nuevo bajo el hechizo de Sasha.
Sasha levantó los papeles. Estaba pálida y le temblaban las manos. Al verla, él sintió ganas de protegerla, pero lo evitó.
–Entonces, ¿por qué no firmamos los papeles ahora mismo y terminamos con esto?
Apollo no se sintió aliviado al ver que ella estaba dispuesta a dejar todo atrás y apartarse de su vida. Sentía algo mucho más ambiguo e inquietante. No quería dejarla marchar.
–Es fin de semana y mi oficina está cerrada. El lunes es fiesta nacional. Además, he hecho planes para ir a Krisakis. Firmaremos los papeles dentro de una semana, cuando regresemos a Atenas. Dentro de un mes tendremos vidas separadas. Y quizá, Krisakis te ayude a recuperar la memoria.
–En cuanto firmemos los papeles, ¿todo va tan rápido? –la idea de no volver a ver a Apollo le daba miedo. Pensaba que era porque no tenía nada más que le resultara familiar en la vida, y no porque él significara algo para ella.
–Sí, puede ser tan rápido –dijo Apolo–. Por supuesto, si para entonces no has recuperado la memoria, me aseguraré de dejarte en una situación y en un lugar donde te sientas segura.
Sasha sintió un nudo en el estómago. La idea de que Apollo sintiera lástima por ella y estuviera dispuesto a asegurarse de que estuviera bien después del divorcio suponía una nueva humillación.
–Estoy segura de que no será necesario, pero gracias.