Читать книгу E-Pack Bianca 2 septiembre 2020 - Varias Autoras - Страница 9
Capítulo 4
ОглавлениеAPOLLO colocó la mano sobre el hombro de Sasha y la guio entre la multitud. Al momento, percibió las miradas de sus conocidos. Estaban asombrados al ver que iba acompañado de su esposa. Apretó los dientes. Él nunca había querido casarse, pero se había sorprendido de la diferencia que marcaba. Aunque no le gustara admitirlo, Sasha había acertado acerca de la importancia de ir acompañado.
Sus colegas casados se mostraban menos nerviosos y las mujeres seductoras se mantenían alejadas. Incluso le dio mayor relevancia a sus negocios. Incluso un par de personas con las que llevaba años tratando de reunirse para hacer negocios habían aceptado, solo porque lo vieron como un hombre que había sentado la cabeza, mientras que no habían confiado en él cuando estaba soltero.
Apollo miró a Sasha para ver cómo estaba y vio su expresión de asombro. Parecía que nunca hubiera estado en un ambiente así. Desde luego, era completamente diferente a cómo había reaccionado la primera vez que la había llevado a un evento.
Para su sorpresa, al ver su expresión, Apollo recordó cómo se había sentido él la primera vez que lo habían invitado a un evento de la alta sociedad. Completamente fuera de lugar
Se forzó para no sentir lástima por ella. Sasha estaba en deuda con él. Ella parecía dispuesta a desempeñar su papel de esposa y él sería idiota si no sacaba partido a la situación. Después de todo, no estarían casados mucho más tiempo… En cuanto ella estuviera recuperada…
–¿Qué es este lugar? –preguntó Sasha interrumpiendo sus pensamientos.
–Es la residencia del embajador de Francia. Él es el anfitrión esta noche. Su esposa falleció de cáncer hace unos años y ahora su familia organiza esta fiesta cada año.
–Qué triste.
Apollo la miró con suspicacia, pero ella parecía afectada de verdad.
Sasha no se percató de la mirada suspicaz de su esposo. Estaba demasiado asombrada con su entorno. Nunca había presenciado tanta opulencia. Los techos estaban decorados con frescos y las paredes parecían recubiertas de oro.
Cientos de candelabros y lámparas de araña iluminaban el lugar. Era como estar en otro mundo. Estaba segura de que nunca había visto tanta gente elegante en un mismo lugar. O quizá sí, mientras ella les servía las copas. Desde luego, no formando parte del grupo.
La frustración se apoderó de ella. Odiaba no recordar nada… Estar a merced de que su mente le ofreciera recuerdos al azar, como cuando vio a Apollo vestido de esmoquin.
Para distraerse, Sasha trató de centrarse en la conversación que Apollo estaba teniendo con algunos hombres, pero abandonó al ver que hablaban en griego o en otros idiomas que ella no entendía.
Los camareros pasaban ofreciendo champán y canapés.
Sasha tenía miedo de comer por si se manchaba el vestido. Después, los hicieron pasar a una enorme sala llena de mesas redondas y un escenario pequeño. Se sentaron y presenciaron una subasta benéfica. Los artículos subastados incluían coches, citas con famosos e incluso una pequeña isla en la costa de Irlanda.
Sasha exclamó cuando lo anunciaron.
–¡Qué extravagancia!
Apollo la miró y esbozó una sonrisa.
–Eso es para los millonarios.
Después, anunciaron un yate de lujo y ella se sorprendió al ver que Apollo pujaba por él. Al cabo de unos momentos la gente empezó a felicitarlo. Había pagado una gran cantidad de dinero para quedárselo.
Sasha estaba alucinada.
–Acabas de comprarte un yate.
Él la miró.
–Bueno, ya tengo una isla y una isla no sirve de mucho sin yate.
Apollo hizo el comentario sin entusiasmo. De hecho, parecía casi aburrido.
–No pareces muy emocionado por tener esas cosas.
Apollo sintió una presión en el pecho al oír el comentario y al sentir que la penetrante mirada de los ojos azules de Sasha llegaba a lo más profundo de su ser.
Se encogió de hombros con cierta tensión y dijo:
–Como te he dicho, una isla necesita un yate.
–Ya, pero ¿lo usarás?
Apollo se sorprendió al sentir un vacío en su interior. No había comprado el yate con vistas a usarlo. Más bien lo había comprado porque era lo que se esperaba de él. No obstante, no pudo evitar imaginarse surcando las aguas azules del mar, con aquella mujer tumbada al sol y su melena rojiza extendiéndose a su alrededor.
La multitud se puso en pie cuando terminó la subasta y Apollo aprovechó el momento para cambiar de tema. ¿Desde cuándo su esposa lo había afectado tanto con una sola pregunta?
Se puso en pie y le tendió la mano.
–Vamos, salgamos de aquí.
Sasha se percató de que Apollo no había apreciado sus preguntas inocentes. Era evidente que había tocado uno de sus puntos débiles y quizá estaba siendo demasiado ingenua: en su mundo, las islas y los yates eran artículos de lujo que simplemente se añadían a una lista de otros artículos mucho más lujosos.
Había algo en su falta de entusiasmo que provocó que ella se sintiera un poco… Triste.
Los invitados se dirigieron a otra gran sala. Un salón de baile. Había una orquesta y una cantante de jazz. La iluminación era tenue y el ambiente de intimidad. Había una puerta abierta que daba a una terraza llena de faroles encendidos. Estaba atardeciendo y el cielo se había teñido de color lavanda. Era como una escena de una película o de un cuento de hadas.
Apollo guio a Sasha hacia la pista de baile y, cuando ella se dio cuenta de dónde iban, era demasiado tarde. Él se colocó frente a ella y la rodeó por la espalda con un brazo.
Ella se puso tensa al sentir el impacto del cuerpo de Apollo contra el suyo, y también porque estaban en medio de la pista de baile. A su alrededor, las parejas se movían sinuosamente al ritmo de la música. Con elegancia.
Apollo comenzó a moverse y ella dijo:
–Ni siquiera recuerdo si sé bailar.
–Simplemente, sígueme.
Al cabo de unos momentos, Apollo la estrechó contra su cuerpo un poco más. Sasha no pudo resistirse y se relajó entre sus brazos.
Estaban tan cerca que podía oler el aroma de su loción de afeitar. Deseaba besarlo en la boca, probar su piel. Al pensarlo, se puso tensa y él inclinó la cabeza y le susurró al oído:
–Tranquila. Déjate llevar.
Al cabo de unos segundos, se relajó de nuevo y se percató de que se movían por la pista con bastante soltura. Ella lo miró y preguntó:
–¿Dónde aprendiste a bailar?
Él se puso tenso y contestó:
–Mi madre. A ella le encantaba bailar y solía bailar con mi padre todo el tiempo.
–¡Qué romántico!
Él la miró un instante.
–Lo fue, hasta que él tuvo el accidente y no pudo bailar más.
Sasha pensó en lo que él le había dicho acerca de vengarse por la muerte de su padre. Se estremeció pensando en lo despiadado que debía haber sido. Decidido a conseguir su objetivo. Entonces, recordó que también había sido así con ella… Hasta que aceptó salir a tomar una copa con él.
Sasha se preguntaba cómo diablos era posible que él se hubiera fijado en ella cuando había cantidad de mujeres bellas, elegantes y con maravillosas joyas, como las que había allí esa noche. A pesar de que esa noche Sasha iba vestida como una de ellas, se sentía desaliñada y sosa en comparación.
Se fijó en una mujer de cabello oscuro que iba agarrada del brazo de su pareja y que lucía un vestido plateado. La mujer miró a Apollo y después la miró a ella, haciendo un gesto como de rechazo con la cabeza. Sasha no era competencia para ella.
Cuando terminó la canción, Sasha aprovechó la oportunidad para escapar unos instantes. Odiaba esa sensación de inseguridad. Especialmente cuando pensaba en lo cerca que había estado la noche anterior de demostrarle a Apollo lo mucho que él la afectaba, y cuando era evidente que él no sentía nada similar. Se separó de Apollo y dijo:
–Disculpa, tengo que ir al aseo.
Apollo la observó salir de la pista de baile de forma apresurada. Tenía el rostro pálido y él no pudo evitar preocuparse. ¿Se encontraría mal? ¿Estaría recuperando la memoria?
Apollo blasfemó y se dirigió a la barra del bar. Preocuparse por su esposa era un sentimiento nuevo y desconcertante. Igual que la excitación que se había apoderado de él durante el baile. Tenerla entre sus brazos e inhalar el aroma de su piel. La fina tela del vestido que no servía para ocultar las curvas de su cuerpo… Ninguna mujer había tenido un efecto así sobre él.
Apollo se había acostado con las mujeres que deseaba. Siempre les había dejado claro que no buscaba nada permanente. Sin embargo, con ella… Todo había sido diferente y, quizá, por eso había bajado la guardia momentáneamente. Algo que ella había explotado cuando fue a verlo a Londres para darle la noticia, un mes después de que hubieran pasado la noche juntos.
No obstante, corría el peligro de olvidar todo aquello debido al deseo que lo invadía por dentro, que nublaba su juicio y anulaba su control. Nunca debería haber aceptado que ella lo acompañara esa noche. No eran una pareja.
Nunca se habrían casado si no hubiera sido por…
Apollo vio que Sasha regresaba al salón y que miraba hacia todos lados, buscándolo.
Parecía vulnerable. Fuera de lugar. Se fijó en que algunos hombres la miraban, sorprendidos por su belleza natural. Ella destacaba entre la multitud de personas ricas y falsas. Y eso era lo que provocó que él se sintiera atraído por ella aquella primera noche.
Todo había sido un espejismo. Quizá su pérdida de memoria fuera real, pero detrás de ella estaba la verdadera Sasha Miller. Una zorra mentirosa y mercenaria. No tardaría mucho en mostrar cómo era de verdad. En ese momento, como si hubiera oído su pensamiento, sus miradas se encontraron en la distancia. Apollo prometió que no olvidaría quién era ella en realidad.
El trayecto de regreso a casa transcurrió en silencio. Sasha estaba inmersa en su propio pensamiento y cada vez tenía más preguntas sin respuesta. Sobre todo, después de esa noche, al mostrarse en público fingiendo que era la esposa de aquel hombre. Y la realidad no podía estar más lejos de la verdad.
Apollo aparcó el coche al pie de las escaleras de la entrada. Sasha se volvió hacia él antes de salir.
–¿Por qué has permitido que te acompañara esta noche?
Apollo apoyó las manos sobre el volante.
–Primero, porque pensé que no estarías preparada a tiempo. Antes, nunca lo estabas.
–Entonces, habrías tenido excusa para marcharte sin mí.
Él se encogió de hombros.
Sasha negó con la cabeza.
–¿Qué pasó, Apollo? ¿Por qué estamos así? En Londres te gustaba. Insististe en que fuera a tomar una copa contigo. Me invitaste a cenar.
«¿Me llevaste a la cama?»
No podía recordar esos detalles, pero sentía que era verdad porque era como si su cuerpo estuviera en sintonía con el de él. Y ¿un hombre como Apollo se habría casado con una mujer sin haberse acostado primero con ella? No parecía un hombre tradicional.
¿Y ella había sido virgen en esos momentos?
–¿De veras quieres hablar de esto ahora?
Una vez más, Sasha no estaba segura. ¿Quería saberlo todo?
–Sí –contestó.
–¿Estás segura de que estás preparada?
Sasha tragó saliva para disipar el nudo que tenía en la garganta.
–Necesito saberlo. Me siento como si fuera la única que no conoce el secreto.
–Muy bien. Aquí no… Te lo contaré dentro.
Sasha siguió a Apollo dentro de la casa. ¿Realmente estaba preparada? No, pero sabía que no podía continuar sin saberlo.
Todo estaba en silencio. El servicio se había ido a casa o estaba acostado. Entraron en una habitación que servía de estudio y Apollo se dirigió al mueble bar. Se aflojó la pajarita y la miró:
–¿Te apetece una copa?
–¿La voy a necesitar? –bromeó ella.
Él arqueó una ceja.
–Una copa pequeña de brandy, por favor.
No estaba segura de si había probado el brandy antes, pero pensó que quizá fuera necesario.
Apollo sirvió las copas y le entregó la suya a ella. Sasha la olió y arrugó la nariz. Bebió un sorbo y percibió un fuerte calor en la garganta. No era desagradable.
Apollo se quitó la chaqueta y la miró. Sasha se fijó en cómo la camisa resaltaba su torso musculado.
–¿Qué quieres saber?
Sasha tragó saliva.
–¿Nos acostamos?
–Sí. Pasamos una noche juntos.
Sasha notó que un fuerte calor la invadía por dentro y supo que nada tenía que ver con el alcohol que estaba bebiendo. Su instinto no se había equivocado. Se había acostado con ese hombre.
Por eso su cuerpo lo recordaba.
Aunque ella no.
–¿La noche que cenamos en El Shard?
Él asintió.
–Sí, después viniste a mi apartamento.
Sasha sentía ganas de disculparse por no recordarlo. Sin embargo, su instinto le decía que había sido algo para recordar, y que un hombre como Apollo no era fácil de olvidar.
–¿Fue mi primera vez?
Él apretó los dientes.
–Yo creí que sí, pero después… Digamos que no estoy seguro si me lo hiciste creer.
–¿Por qué iba a mentir sobre ser virgen?
Él la miró fijamente.
–Para parecer más inocente de lo que eras, ¿porque pensabas que me resultaría atractivo? ¿Quién sabe?
–¿No te lo dije de antemano?
Él negó con la cabeza.
–Dijiste que tenías miedo de que, si me enteraba de lo inexperta que eras, no quisiera estar contigo.
Sasha se sentó en una silla al sentir que le flaqueaban las piernas.
–¿Qué pasó entonces?
Apollo se bebió la copa y la dejó sobre una mesa. La miró y se cruzó de brazos.
–Después de esa noche, cada uno tomó su camino.
Sasha no preguntó si había sido una decisión mutua. Ya tenía bastante con asimilar que él había sido su primer amante.
¿O no?
Bebió otro trago y preguntó…
–Si nos separamos… ¿Cómo hemos acabado casados?
Durante un instante, se le aceleró el corazón. Quizá él había ido a buscarla. ¿Quizá una noche no le había parecido suficiente?
–Porque un mes después de esa noche, viniste a mi despacho en Londres y me dijiste que llevabas a mi hijo en tu vientre.
Sasha se puso en pie.
–Perdona… ¿Qué hice?
–Me dijiste que esa noche te habías quedado embarazada.