Читать книгу Pack Bianca y Deseo marzo 2021 - Varias Autoras - Страница 11
Capítulo Seis
ОглавлениеPaul estaba tomándose el segundo de los tres cócteles que Dallas había preparado para que los probaran. Aquel se llamaba poción de amor y con dos chorros de vodka y uno de bourbon mezclado con zumo de arándanos y de cerezas, pegaba muy fuerte.
A pesar de que eran gemelas idénticas, con los ojos azules y el cabello rubio de su madre, Dallas y Poppy tenían personalidades muy diferentes. Dallas era ambiciosa y tenía la cabeza para los negocios de la familia. Desde su graduación, había trabajado en los mejores restaurantes de Charleston con el objetivo de abrir su propio local. Poppy, por el contrario, era estilista de un importante salón de Charleston y una activa bloguera. Era alocada y testaruda.
–¡Eh, Paul! –exclamó Poppy–. Te toca a ti.
–No me interesa.
–¡Venga ya! Las dos lo hemos hecho –le dijo Dallas–. ¿De qué tienes miedo?
–Además –añadió Poppy–, no es justo que tú hayas oído todos nuestros oscuros secretos y que nosotras no veamos los tuyos.
–Yo no… Ya sabéis que estas cosas no me gustan…
–Chicas, dejadlo en paz –comentó Lia. Recogió las cartas de Poppy y las juntó con el resto de la baraja.
–Tiene miedo de enfrentarse a la verdad –observó Dallas.
Durante la última hora, Lia había realizado predicciones bastante creíbles para las gemelas, pero Paul se había vuelto cada vez más escéptico por lo que veía. Aunque la habilidad de Lia parecía sincera, en opinión de Paul el concepto de poder predecir el futuro basándose en una carta no eran nada más que tonterías. Sin embargo, había permanecido en silencio porque Dallas y Poppy parecían estar divirtiéndose o, al menos, lo parecía. Algunas de las predicciones de Lia las habían dejado algo preocupadas, aunque las dos reían y se tomaban sus cócteles para disimularlo
–No hay verdad a la que yo tema enfrentarme –afirmó Paul–. Solo veo que todo esto es una gran pérdida de tiempo.
–¿Desde cuándo es una pérdida de tiempo divertirse? –le preguntó Poppy.
–En lo que se refiere a Paul, desde siempre –afirmó Dallas.
–Venga, Paul –insistió Poppy–. ¿Qué malo tiene que Lia te lea las cartas?
Al ver que sus primas no iban a dejar de insistirle, Paul se terminó su cóctel y se dirigió a la silla que Poppy acababa de dejar vacía. Los ojos de Lia brillaron cuando le ofreció las cartas.
–Mientras las barajeas, piensa en algo sobre lo que les quieras preguntar a las cartas –dijo ella.
–De verdad que no hay nada.
–En ese caso, deja que tu mente vuele.
Paul barajó las cartas con indiferencia para demostrar que consideraba todo aquello una gran pérdida de tiempo. Sin embargo, mientras lo hacía, se encontró pensando en los deliciosos minutos que había compartido con Lia en su casa antes de que llegaran sus primas. Su sabor. El modo en el que se había entregado a él. En cómo pronunció su nombre al alcanzar el orgasmo.
Su cuerpo se tensó y se rebulló con incomodidad en la silla. Entonces colocó las cartas sobre la tela de seda que ella había colocado sobre la mesa del comedor.
–Ya sabes que no me creo nada de esto –musitó.
–No crees y está bien, pero nunca se sabe. Podrías escuchar algo interesante. Ahora, corta –le instruyó ella–. Haz tres montones.
Paul hizo lo que ella le había ordenado.
–Ahora, escoge un montón –dijo Lia.
–Este –respondió él indicando el montón de su derecha.
Lia asintió, recogió las cartas y colocó el que él había elegido en la parte superior. Entonces, empezó a colocar las cartas en un orden particular y boca abajo, tal y como había hecho antes.
–¿Listo?
–Sí.
Rápidamente, sus primas se acercaron a la mesa y se sentaron en las sillas que estaban vacías a ambos lados de Paul. Sentían mucha curiosidad.
–Empezaremos con estas dos del centro –dijo Lia.
Le dio la vuelta a la primera. Se trataba de un anciano de larga barba y espalda encorvada. Llevaba un farol y se apoyaba sobre un bastón. A Paul le recordó al personaje de Gandalf, de El Señor de los Anillos.
–Es el Ermitaño al revés –dijo Lia–. Indica lo que te está influyendo en estos momentos. Está cruzado por… el Loco –añadió, tras dar dramáticamente la vuelta a la otra carta–. Es la primera carta de los arcanos mayores e indica el principio de un viaje. El Loco puede representar que sigues tus instintos a pesar de lo que podría parecer que es más sensato –añadió. Entonces, tocó la carta de el Ermitaño–. Como puedes ver, el Ermitaño está al revés. Eso indica que el tiempo de tu aislamiento se ha terminado. Está listo para volverte a unir a la comunidad.
Paul miró a las tres mujeres y tuvo que reprimir su deseo de soltar una carcajada. Nada de lo que Lia le había dicho se podía aplicar a él. No se aislaba. Trabajaba muchas horas para asegurarse que sus clientes estuvieran satisfechos. En cuanto a lo de empezar un viaje… no pensaba ir a ninguna parte.
Lia dio la vuelta a la siguiente carta.
–Esta es la base de la situación.
–Pues no parece una escena muy alegre –comentó Dallas.
Paul observó la carta y frunció el ceño. Dos personas andando con dificultad a través de la nieve, con las espaldas encorvadas. Parecían perdidos y con mucho sufrimiento. Sobre ellos, había una reluciente iglesia con cinco círculos dorados.
–Muchos interpretan el cinco de oros como una mala situación económica –explicó Lia–, pero, a menudo, he leído que se puede interpretar como alguien que no ve una mano que le ayuda o que es incapaz de aceptar la ayuda que se le ofrece.
Como había esperado, nada de aquello tenía sentido. Paul trató de contener su impaciencia. Él no necesitaba ayuda de nadie. Con la excepción de la aparición de Lia en sus vidas, en la órbita de Paul todo iba a las mil maravillas.
–¿Qué hay en el pasado de Paul? –preguntó Poppy mientras señalaba la carta que quedaba a la izquierda.
Lia le dio la vuelta.
–Tres de bastos. Indica a alguien que ha conseguido muchas cosas y que está satisfecho con lo que ha hecho. Creo que eso resume tu pasado perfectamente –comentó ella mirando a Paul–. Te has pasado mucho tiempo trabajando en tu empresa y ahora puede mirar con esperanza al futuro. La carta que hay encima indica el resultado posible –añadió. Dio la vuelta a la carta.
–Vaya, que triste… –susurró Dallas.
La carta mostraba a un hombre de pie y con una venda sobre los ojos atado delante de un semicírculo de espadas. La tristeza de la imagen le hizo alegrarse a Paul de que no fuera un resultado definitivo. Rápidamente, rechazó aquel pensamiento. Aquello no era nada más que una tontería. No significaba nada.
–Es un posible resultado –observó Lia.
–Pues no parece que Paul esté destinado a un final feliz –comentó Poppy mordiéndose el labio.
–La clave de esta carta es la venda que cubre los ojos –dijo Lia–. Simboliza confusión y aislamiento. Pero fijaos que, a pesar de que tiene los brazos atados, las piernas están libres. Podría escapar de esa situación de peligro en cualquier instante, pero ha decidido quedarse donde está. Esta siguiente carta es el futuro cercano. Muestra una situación a la que tendrás que enfrentarte pronto, pero no con la misma certeza que el resultado posible. Sin embargo, puede tener una influencia en el resultado de las cosas.
Cuando dio la vuelta la carta, Paul sintió que se le paraba el corazón al verla. Dos personas desnudas con el sol brillando y un ángel flotando a su alrededor.
Poppy lanzó un grito de felicidad.
–Los Amantes.
–Paul, ¿qué es lo que nos estás ocultando? –dijo Dallas.
Paul sintió un fuerte calor. No podía ser posible. Lia debía de haber hecho algún truco con las cartas. No había otra explicación posible para la aparición de aquella carta en aquella posición después de lo que había estado a punto de ocurrir entre ellos.
–Parece que voy a tener suerte –comentó, recurriendo al humor para ocultar su incomodidad.
–Me alegro por ti –comentó Poppy diciéndolo como si él hubiera estado descuidando su vida sexual.
–Tal vez conozcas a alguien en la boda de Ryan –afirmó Dallas.
Paul iba a ser el padrino en la boda de su mejor amigo.
–No lo creo, dado que conozco a todos los que van a asistir –respondió. Sin embargo, mientras hablaba, no puedo evitar mirar a Lia.
–Los Amantes no siempre significa lo evidente –explicó–. En algunos casos, puede ser una elección entre dos cosas que le gusten.
–¿Tienes dos cosas que te gusten, Paul? –le preguntó Dallas.
–Lo único que le gusta es trabajar –apostilló Poppy.
Paul les dedicó a ambas una mirada de desaprobación antes de mirar a Lia. Desde que había empezado a leerle las cartas, ella había evitado mirarle a los ojos. Sin embargo, en cuanto apareció la carta de los Amantes, ella se había sonrojado ligeramente.
–La carta de la parte inferior indica el yo –dijo Lia–. La actitud con la que tú estás contribuyendo a la situación… –Dio la vuelta a la carta y apareció un rey sentado en un trono con una espada–. El rey representa la autoridad, el poder y el juicio. Le gusta regir el mundo con su inteligencia y poderosa personalidad.
–Eres tú, Paul –dijo Dallas.
–Totalmente –repitió su hermana.
–La siguiente carta es tu ambiente –anunció Lia mientras daba la vuelta a la carta. El Dos de Copas.
–Esa me salió a mí también –comentó Dallas–. Dijiste que representaba el romance. Mira, pues está al lado de los Amantes. Parece que a Paul le espera el amor…
–¿Cómo dices? –le espetó Paul sin ocultar lo descontento que estaba–. ¿Ahora eres una experta?
Dallas sonrió descaradamente.
–También podría significar que está dividido entre dos cosas que son muy importantes para él –dijo Lia–. Tal vez necesita equilibrar su tiempo mejor entre la familia y su ansia por perseguir a los delincuentes.
Aquella interpretación sonaba muy razonable, aunque toda aquella charla entre amor y sexo le estaba poniendo muy nervioso.
–¿Y las últimas dos cartas? –preguntó, ansioso por terminar.
–Esta indica tus esperanzas y temores –le explicó Lia–. Y esta es tu resultado final.
–¿Y qué es lo que dicen? –preguntó con ansia Poppy.
Lia dio la vuelta a la primera. Desde el punto de vista de Paul, la imagen parecía ser la de un hombre bailando encima de un tronco, pero se dio cuenta de que estaba mirando la carta al revés. El hombre estaba en realidad colgado por los pies.
–Pues eso no tiene buena pinta –comentó.
–No es tan malo como parece –replicó Lia–. El Colgado simboliza la paz y la comprensión. Sin embargo, cree que el único modo de mantener este estado es retirándose de la sociedad. Se parece mucho a el Ermitaño. Está sereno porque lleva años encerrando sus sentimientos.
–¿Y la última? –preguntó Paul.
Lia le dio la vuelta a la cara para revelar una única copa, que parecía estar en equilibrio sobre una palma y suspendida encima del mar.
–El As de Copas indica un tiempo de felicidad y amor. El don de la alegría.
–En resumen –empezó Dallas–, si yo me he enterado bien, Paul ha estado solo demasiado tiempo y va a empezar una nueva relación, pero va a luchar contra sus sentimientos porque lleva mucho tiempo encerrando sus sentimientos y les tiene miedo, pero al final todo va a salir bien y será muy feliz.
Mientras Dallas resumía la lectura y Poppy asentía, Lia estudiaba las cartas. Frunció el ceño. ¿Había Lia cambiado el significado de las cartas para que encajaran con sus necesidades con la esperanza de que Paul creyera que se estaba enamorando de ella? Si era así, no parecía tan contenta como Paul hubiera esperado.
–Me muero de ganas por conocer a esa mujer –le dijo Poppy mirándole muy contenta.
–Este no es un gran momento para que yo me centre en mi vida personal.
–Me encanta que creas que vas a tener elección –comentó Dallas riendo. Entonces, indicó la cartas–. A mí me parece que tu futuro está claro. El amor aparece en el horizonte y lo va a cambiar todo.
Mientras Dallas resumía la tirada de Paul, Lia recogió las cartas. Mientras se las leía a sus primas, Paul había tenido un gesto de indulgencia en el rostro. Sin embargo, en aquellos momentos, se había retirado tras una expresión impasible. Solo el ceño fruncido indicada que estaba contrariado. Lia trató de dedicarle una sonrisa tranquilizadora, pero él entornó aún más la mirada.
Parecía imposible que ella pudiera estar enamorándose de alguien tan serio como Paul Watts. Sin embargo, después de lo que había ocurrido entre ellos en los antiguos establos, Lia estaba segura de que, sin un creciente vínculo emocional, el potente orgasmo que él le había regalado no habría sido posible. Lia jamás había conocido una pasión tan abrasadora.
En cierto modo, aquello la aterrorizaba. Estaba acostumbrada a poder escoger e ir donde le apeteciera. No tenía vínculos emocionales que limitaran su libertad. Había vivido toda su vida viajando donde le apetecía. La idea que su madre tenía de un perfecto estilo de vida le había parecido totalmente racional a Lia dado lo que le había ocurrido a Jen Marsh. Nadie podía acercarse cuando una se estaba moviendo constantemente. Sin vínculos emocionales no había sufrimiento. O al menos así era en teoría.
–¿Qué te ha parecido tu primera lectura de tarot? –le preguntó Lia mientras tomaban el sendero que salía de la casa del guardés.
–Ya sabes que no creo en nada de eso.
–Lo sé. Eres un hombre muy lógico. No es lo tuyo.
–Toda esa historia de un romance futuro y tener que escoger entre dos cosas que adoro… –comentó él con un tono de voz pensativo y no de desprecio.
Mientras Lia trataba de comprender qué era lo que le molestaba, se dio cuenta de que Paul había visto bastante verdad en las cartas como para sentirse turbado. ¿Cómo era posible? Lo lógico hubiera sido que lo rechazara todo.
–Si no estás listo para el amor, no es probable que te ocurra –le tranquilizó ella–. Tal vez el universo simplemente te está animando a que trabajes menos y pases más tiempo con tu familia y amigos –añadió. Por el modo en el que Paul la miró, Lia decidió que debería haberse guardado el consejo para sí. Llena de frustración, levantó las manos–. Mira, ¿qué sé yo? Es tu vida.
Caminaron sumidos en un tenso silencio hasta que el sendero se unió con el que llevaba a la casa principal. Lia se desvió, pero Paul le tocó el brazo para detenerla.
–Sé que es algo precipitado, pero me estaba preguntando si te gustaría venir conmigo a la boda de Ryan y Zoe este sábado.
–Pensaba que querías que yo mantuviera un perfil bajo –dijo ella colocándose la mano sobre el corazón, que le latía muy rápidamente.
–Es una pequeña reunión de mis amigos más íntimos. Ninguno de ellos irá chismorreando por Charleston sobre ti.
–Dada la reacción que tuvieron tus primas cuando te estaba leyendo las cartas, creo que hay más interés en tu vida amorosa de lo que tú crees.
–Si alguien pregunta, simplemente diremos que eres una amiga de la familia que está de visita en la ciudad durante unos días.
Lia lo estudió durante un instante, su instinto le advertía que pasar más tiempo con Paul era un error, pero la tentación era demasiado fuerte.
–A ver si lo adivino –dijo en tono burlón, para ocultar sus embarullados sentimientos–. Estabas tan ocupado en capturar a los malos que se te olvidó invitar a alguien y no quieres ir a la boda solo.
La mirada que Paul le dedicó confirmó sus sospechas. Sin embargo, los dedos no dejaban de acariciarle el brazo. El deseo de volver con él a los antiguos establos para terminar lo que habían empezado la hizo temblar.
–¿Por qué tienes que hacer que todo sea tan difícil?
–Qué curioso –replicó ella–. Yo estaba pensando lo mismo sobre ti.
El aire que los envolvía pareció restallar cuando Lia giró la mano y colocó la palma contra la de Paul. Dejó escapar un gemido cuando él entrelazó los dedos con los de ella. Durante varios segundos, se limitaron a mirarse el uno al otro hasta que, desgraciadamente, el teléfono de Lia vibró. Le costó un gran esfuerzo romper el contacto visual con Paul para mirar la pantalla del teléfono. El mensaje era de Ethan.
–¿Ocurre algo? –le preguntó Paul.
–Ethan iba a llevarme a mi caravana para que yo pudiera recoger un disfraz y luego íbamos a ir a mirar furgonetas, pero tiene una reunión y no puede. Las enfermeras van a dar una fiesta de cumpleaños para uno de los niños del hospital el sábado y prometí sorprenderla con una visita de Elsa.
–Yo puedo llevarte.
–No tienes por qué. Ethan…
–Olvídate de Ethan.
Aquella orden tan taxativa le provocó una oleada de placer por todo el cuerpo. Antes de conocer a Paul, jamás se habría imaginado que se sentiría atraída por un hombre tan autoritario como él. Paul era firme en sus costumbres y ella se deslizaba como una mariposa en la brisa. La falta de compatibilidad de sus caracteres no ofrecía razón alguna por la que debiera haber ni un ápice de química entre ellos y, sin embargo, la atracción no se podía negar.
–No quiero molestarte.
–Es demasiado tarde para eso. Escríbele a Ethan y dile que te acompaño yo.
–De verdad, no tienes por qué –susurró. Cada célula de su cuerpo brillaba de gozo–. Se lo puedo pedir a una de las gemelas.
–¿Hay alguna razón para que, de repente, te quieras librar de mí?
–Yo no me quiero librar de ti…
–Entonces, ¿hay alguna razón para que prefieras ir con Ethan en vez de conmigo?
–Tampoco es que prefiera la compañía de Ethan…
–Entonces, ¿de qué se trata?
–Yo… creo que me consideras un poco excéntrica…
–Un poco nada más –bromeó él.
–Es que… llevarte al lugar en el que vivo es muy íntimo…
–¿Más de lo que hicimos antes?
–Para mí, sí. Misty es el lugar en el que me siento segura. Sea lo que sea lo que cambie en mi vida, esa caravana es una constante. Es mi refugio.
–Y yo no soy bienvenido a tu refugio.
–No, no es eso… –musitó, mientras trataba de encontrar un modo de explicarse que no causara más daño a su ya frágil relación.
–¿Y Ethan sí?
–Con él es diferente.
–¿Por qué?
–Somos amigos.
–Amigos…
–Lo que te estoy tratando de decir es que hace meses que lo conozco y hemos hablado de muchas cosas.
–¿De cosas de las que no te sientes cómoda compartiéndolas conmigo?
Lia pensó en las diferencias entre los dos. Ethan era más como un hermano que aceptaba sus excentricidades. Paul era un ejemplo de corrección y perfección y, desde el principio, le había dejado muy claras a Lia sus limitaciones y sus faltas. Últimamente, ella había visto algo de admiración por el modo en el que había ayudado a Grady. Al mismo tiempo, Lia sospechaba que, si ella no le hubiera resultado sospechosa desde el principio, ni siquiera se habría fijado en ella.
–Ethan me acepta por quién soy.
–¿Y crees que yo no?
Cuando Paul tensó los dedos, Lia se dio cuenta de que aún seguían de la mano. De repente, fue consciente de que alguien de la familia podría verlos y trató de soltarse.
–Tienes mala opinión de mí –comentó él.
–Eso no es cierto.
–Por otro lado, tienes una gran opinión de Ethan.
–Mira –dijo ella decidiendo que era inútil seguir hablando sin decir la verdad–, Ethan no me juzga por vivir en una caravana.
–Y crees que yo sí –replicó él. Le soltó la mano y dio un paso atrás–. Déjame que te diga que eres tú la que está sacando conclusiones precipitadas sobre mí, lo que es una ironía considerando que me he pasado la última hora viendo cómo leías cartas de tarot y que no he hecho ni un mal comentario.
–Tienes razón. Yo… yo…
–¿Lo sientes? Deberías sentirlo. Me he mostrado bastante abierto sobre todos los tratamientos alternativos que has utilizado con Grady. Meditación, baños de sonido, aromaterapia… Nunca he conocido a nadie que crea en las cosas que crees tú, pero nunca he tratado de interferir con nada de lo que has sugerido.
–Tienes razón –repitió ella–. No estoy siendo justa contigo. Sé que todo eso es completamente raro para ti y, sin embargo, te has portado genial… Si aún estás dispuesto a llevarme para recoger el disfraz de Elsa, estaré encantada.
–Después iremos a ver furgonetas –afirmó él. El tono de su voz no dejaba espacio a más discusión–. Y luego te llevaré a cenar.
–Eso estaría genial –dijo ella con una pequeña sonrisa–. Dame diez minutos para poner las cartas de nuevo en mi habitación y recoger mi bolso.
Paul asintió muy satisfecho.
–Te espero en la puerta.