Читать книгу Pack Bianca y Deseo marzo 2021 - Varias Autoras - Страница 7
Capítulo Dos
ОглавлениеKing Street pareció desvanecerse a su alrededor mientras Paul valoraba cómo responder a la desafiante sonrisa de Lia. La expresión de su rostro no era sexual, pero eso no consiguió aliviar la atracción que se apoderó de él exigiéndole que actuara. Apretó los puños para ahogar el impulso de tomarla entre sus brazos y deslizarle los labios por el cuello en busca de aquella deliciosa fragancia.
¿Cuál era su objetivo? El dinero, evidentemente. Después de conocer a Ethan, resultaba evidente que se lo había puesto como objetivo utilizando la enfermedad de su abuelo para ganárselo. ¿Estaba planeando que Ethan pagara sus deudas o que invirtiera en algún negocio?
–Ophelia Marsh, nacida el uno de marzo –comenzó, decidido a ponerla nerviosa con una rápida enumeración de sus datos personales.
–Como dato curioso –le interrumpió ella–, estuve a punto de nacer el veintinueve de febrero. Sin embargo, parece que yo no quería celebrar mi cumpleaños cada cuatro años.
Aquella incesante retahíla de palabras, llenas de energía y buen humor, agriaron aún más el ánimo de Paul.
–Bien, nacida el uno de marzo en Occidental, California…
–Pisciana.
–¿Cómo?
–Que soy Piscis. Ya sabes, el signo del zodiaco. Dos peces nadando en direcciones opuestas. Igual que tú eres una cabra.
Paul suspiró. Los horóscopos no eran nada más que tonterías, pero eso no le impidió preguntar.
–¿Que soy una cabra?
–Capricornio. Acabas de celebrar tu cumpleaños.
–¿Y cómo lo sabes?
Él era el experto en seguridad, el brillante investigador que acosaba a los ciberdelincuentes y mantenía a salvo los datos de sus clientes. Que una desconocida supiera algo tan personal como su fecha de nacimiento hizo que saltaran las alarmas.
–Me lo dijo Ethan.
–¿Y por qué haría él algo así?
–¿Y por qué no? –replicó ella mirándole como si fuera algo evidente–. Le gusta hablar sobre su familia y el hecho de conocer vuestros signos me ayuda a imaginaros a todos. Tú eres Capricornio. Tu madre es Libra. Ella es la pacificadora de la familia. Tu padre es Sagitario. Es hablador y tiende a perseguir sueños imposibles. Ethan es Tauro. Testarudo, fiel y con un lado muy sensual que adora la buena comida.
Aquel rápido resumen de su familia era tan exacto que las sospechas de Paul alcanzaron niveles aún más altos. Evidentemente, aquella mujer había estado investigando a los Watts con algún nefasto propósito en mente. ¿Qué estaba tramando? Había llegado el momento de seguir con los datos que él conocía.
–No te quedas mucho tiempo en ningún sitio –dijo, recordando lo que había conseguido sacar sobre ella–. Nueva York, Vermont, Massachusetts, ahora Carolina del Sur… Has estado en todos esos lugares en los últimos doce meses. ¿Por qué?
En su experiencia, los que se dedicaban a aprovecharse de los demás trabajaban en una zona hasta que las cosas se ponían demasiado caliente. Los movimientos de Lia Marsh encajaban perfectamente con alguien que no tramaba nada bueno. Tal vez era hermosa y poseía una naturaleza dulce y generosa, pero para Paul todo aquello iba en su contra. Conocía de primera mano lo fácilmente que la gente se deja llevar por las apariencias.
–Soy una nómada. Me gusta la vida en la carretera. Así fue como me crie –dijo mientras le observaba y sonreía al ver la expresión del rostro de Paul–. Nací en una autocaravana y en mi primer año de vida viajé casi ocho mil kilómetros. A mi madre le cuesta quedarse mucho tiempo en un lugar.
Él pertenecía a una familia que había vivido durante generaciones en la misma zona de Charleston, ni siquiera se podía imaginar el estilo de vida del que ella hablaba.
–¿Acaso huía tu madre de alguien? ¿De tu padre? ¿O de un novio?
–No. Simplemente era muy inquieta –respondió ella encogiéndose de hombros.
–¿Y tú? ¿Eres inquieta tú también?
–Supongo –dijo ella. Algo se le dibujó en el rostro, pero desapareció demasiado deprisa como para que Paul pudiera analizarlo–, aunque suelo quedarme más tiempo que ella.
Paul decidió cambiar de tema. No estaba allí para saber de su familia, sino porque necesitaba adivinar qué estaba tramando para poder decidir el peligro que ella representaba para su familia.
–¿Dónde os conocisteis Ethan y tú?
–Lleva un mes siendo cliente mío.
–¿Cliente?
–Trabajo para Springside Wellness –respondió, confirmando lo que Paul ya había averiguado sobre ella. Era un balneario que funcionaba como estudio de yoga y espacio de terapias alternativas. Tonterías de esas del cuerpo, mente y alma–. Ethan es uno de mis clientes.
Su hermano ya le había explicado cómo conocía a Lia, pero a Paul le costaba imaginarse a su hermano haciendo yoga y reflexología.
–¿Qué clase de cliente?
–Soy masajista. Viene una vez a la semana. Le dije que probablemente debería venir con más frecuencia porque está muy estresado.
Aquella respuesta condujo a Paul por un camino inesperado.
–Vaya, eso es perfecto…
En realidad, no lo era. La imagen de Lia dándole un masaje a Ethan ocupó inmediatamente su pensamiento, por lo que la suprimió con rapidez.
–No entiendo a qué te refieres y no tengo tiempo para descubrirlo. Tengo que estar en el trabajo dentro de una hora y me lleva un tiempo quitarme el disfraz. Me alegro de conocerte, Paul Watts.
Él no reflejó el mismo sentimiento en sus palabras.
–Solo recuerda lo que te he dicho de mantenerte alejada de mi abuelo.
–Ya te he dicho que lo haría.
Con un elegante aleteo de los dedos, se despidió de él y desapareció por la puerta principal del edificio. Paul quedó solo en la acera. A pesar de que ella le había prometido que mantendría las distancias, se sentía muy nervioso. La lógica le decía que aquella era la última vez que veía a Lia Marsh, pero su instinto le decía todo lo contrario.
Le envió a su hermano un mensaje antes de volver a ponerse detrás del volante. En el mensaje le urgía a que reiterara a Lia que Grady le estaba totalmente vedado.
La tensa respuesta de Ethan resaltó aún más la tensión entre los dos hermanos y que parecía estar acrecentándose. La distancia cada vez mayor que había entre ellos frustraba a Paul, pero no se le ocurría cómo arreglarlo.
Decidió dejar en un segundo plano a Ethan y el problema de Lia Marsh y centró su atención en algo concreto, algo que podía controlar: la conferencia y lo que esperaba sacar de ella.
Por mucho que Ethan hubiera disfrutando viendo cómo su hermano se quedaba totalmente atónito al conocer a Lia ataviada con un disfraz de Rapunzel, en cuando Paul se marchó para investigarla, la satisfacción de Ethan desapareció. Era propio de su hermano salirse por la tangente en vez de enfrentarse al verdadero problema: la salud de su abuelo. Del mismo modo, Paul había evitado la desilusión de Grady cuando él prefirió escoger una carrera en las fuerzas de seguridad en vez de unirse a Watts Shipping. Tampoco había comprendido Paul los sentimientos enfrentados de Ethan por ser el segundo plato a la hora de tomar las riendas.
Ethan reconocía que él era el mejor de los hermanos para dirigir la empresa familiar, pero quería conseguir el puesto por sus propias habilidades y no porque Paul lo hubiera rechazado. Y no solo era su orgullo lo que estaba en juego. Ethan era adoptado y, en una ciudad tan preocupada por el linaje de una familia como Charleston, no saber quiénes eran sus verdaderos, se había convertido en una sustancia tóxica que corroía la tranquilidad de su espíritu.
Aunque nadie le había hecho sentirse nunca ajeno a la familia, en todas las fotografías de la familia Watts, el cabello y los ojos oscuros de Ethan le hacían destacar entre el resto de los Watts. Como no deseaba causar a su familia dolor alguno, se guardaba para sí sus sentimientos, pero, últimamente, estos afloraban cada vez más y viciaban su relación con Paul.
Había compartido algunas de estas preocupaciones con Lia. Ella sabía escuchar bien, atentamente y sin juzgar. Ciertamente era algo rara, pero a Ethan le resultaban encantadoras sus excentricidades. El hecho de que Paul las considerara tan sospechosas le empujaba aún más a defenderla.
Trató de refrenar su intranquilidad y volvió a entrar en la habitación de su abuelo. Grady tenía los ojos abiertos, con una mirada algo triste. ¿Había escuchado a los hermanos discutiendo en el pasillo? Antes de que le diera el ictus, Grady le había confiado a Ethan que le preocupaba su distanciamiento con Paul y la tensión que iba creciendo entre ellos. Ethan sabía que Paul estaba también frustrado, pero ninguno de los dos hermanos había dado paso alguno para superar aquellos años de distanciamiento.
–Siento lo de antes –murmuró Ethan mientras tomaba asiento en la silla que había junto a la cama–. Ya sabes cómo se puede llegar a poner Paul.
Grady movió los labios, pero no pudo formar las palabras que quería expresar. Por primera vez en mucho tiempo, aquello pareció frustrarle.
–Él se preocupa por ti –siguió Ethan–. Ver a Lia aquí lo ha sorprendido mucho. ¿Te ha gustado su disfraz de Rapunzel? –añadió con una sonrisa–. Los niños de pediatría la adoran.
Grady comenzó murmurar algo parecido a una canción que Ethan no reconoció. Entonces, de repente, dijo una palabra.
–Ava.
Ethan se quedó atónito de que Grady hubiera dicho, o más bien cantado, el nombre de su hija.
–Te refieres a Lia.
Se preguntó cómo su abuelo pudo haber confundido a su hija con Lia. Ava Watts era rubia y con los ojos verdes, por lo que no guardaba ningún parecido con Lia, que tenía el cabello oscuro y los ojos castaños. Entonces, Ethan frunció el ceño. ¿Había ido Lia alguna vez a visitar a Grady sin disfraz o siempre lo había hecho de Rapunzel? Tal vez Grady pensaba que era rubia. Además, estaba la diferencia de edad. Si Ava hubiera seguido con vida, estaría por la cuarentena. El ictus había afectado el lado izquierdo del cerebro de Grady, donde estaban la lógica y la razón. Podría ser que estuviera algo confuso.
Ava tenía dieciocho años cuando huyó a Nueva York. La familia le perdió la pista poco después. No fue hasta cinco años más tarde cuando descubrieron que había muerto, dejando huérfana a una niña. La pequeña había sido adoptada, pero nunca habían podido descubrir más porque el expediente había sido sellado.
–Ava… bebé… –aclaró Grady.
–¿Crees que Lia es la hija de Ava?
Grady asintió con mucho entusiasmo. Ethan se quedó atónito. Evidentemente, Grady se estaba aferrando a la nada. Cada año que pasaba le obsesionaba más encontrar a su nieta desaparecida.
–¿La hija de Ava está aquí? –preguntó Constance Watts desde la puerta–. ¿Dónde? ¿Cómo?
Ethan se volvió hacia su madre. Estaba a punto de explicarle lo que estaba ocurriendo cuando los dedos de su abuelo le agarraron con fuerza la muñeca. La mirada de Grady tenía la determinación de antaño, lo que llenó de alegría a Ethan.
–Ethan… –dijo su madre mientras se acercaba a la cama.
–Lia –canturreó de nuevo Grady, más agitado aún dado que estaba tratando de hacerse entender.
–¿Lia? –preguntó Constance mientras observaba a su suegro y luego a su hijo para obtener alguna respuesta–. ¿Quién es Lia?
Sin embargo, cuando consiguió su respuesta, fue Grady quien se la proporcionó.
–Ava… bebé.
Después de su encontronazo con Paul Watts el día anterior, el último lugar en el que Lia esperaba encontrarse era sentada en el coche de Ethan de camino al hospital para visitar al abuelo de este.
–No estoy segura de que esto sea muy buena idea –dijo Lia temblando al recordar su encuentro con Paul Watts–. Tu hermano me dejó muy claro que no quería que yo me acercara a vuestro abuelo.
–El trabajo de Paul le hace sospechar de todo el mundo –respondió Ethan–, y la enfermedad de Grady le ha puesto aún más nervioso. Hay que añadir a eso el hecho de que no le gustan las sorpresas, lo que explica por qué reaccionó tan exageradamente al encontrar a una desconocida junto a la cama de su abuelo. Además –añadió, dedicándole una sonrisa llena de encanto–, tú estabas vestida de Rapunzel.
–¿Estás seguro de que a Paul no le importará que vaya a visitarle?
–Quiere que Grady se ponga bien, como el resto de nosotros.
–No es lo mismo que no le vaya a importa que yo le visite –señaló. Las evasivas de Ethan empeoraban aún más su estado de nervios. La mala opinión que Paul parecía tener sobre ella le importaba más de lo que le gustaba admitir.
–Mira, Paul no está en la ciudad en estos momentos, así que no tienes que preocuparte por la posibilidad de encontrarte con él. Visita a Grady algunas veces más y sé el rayo de sol que le permita mejorar. Cuando Paul regrese, Grady estará mucho mejor y Paul se dará cuenta de que ha sido por ti.
–Creo que estás exagerando… –susurró, aunque le gustaban las alabanzas de Ethan. Cada vez que iba a visitar a Grady, le tomaba la mano y le cantaba, llenando de energía sanadora su frágil cuerpo.
–Confía en mí. No estoy exagerando nada. Tus visitas lo han transformado.
–Pero si solo he ido a verlo cuatro veces –murmuró, decidida a insuflar cautela a la situación–. No creo haber causado tanto impacto.
–Te subestimas –dijo Ethan mientras hacía entrar el coche en el aparcamiento y lo estacionaba en un espacio vacío–. Ayer, empezó a comunicarse un poco cantando, tal y como tú le sugeriste. Eso le ha dado mucho ánimo y se está poniendo mejor. Ya lo verás.
Lia estaba deseando ver cómo mejoraba Grady. Creía en el poder de la sanación espiritual y confiaba en poder contactar con la energía de todos los seres vivos y provocar un cambio. No siempre funcionaba. Algunos problemas en concreto necesitaban soluciones más mundanas. Por ejemplo, el eje roto de su caravana y su destrozada furgoneta. En ese caso, la meditación no servía. Necesitaba dinero y un mecánico. Sin embargo, después de pedir ayuda, el universo le había proporcionado un trabajo maravilloso, estupendos compañeros de trabajo y un lugar en el que vivir que se podía permitir. Se le había ofrecido una solución en un momento de su vida en el que se encontraba desesperada.
Ethan apagó el contacto y se volvió a mirarla con una ansiosa sonrisa.
–¿Lista?
–Claro –respondió Lia, aunque en realidad distaba mucho de estarlo.
Cuando llegaron a la cuarta planta y se fueron acercando a la habitación de Grady, Lia vio que una figura familiar emergía de su interior.
–Hola, Abigail –le dijo a la enfermera–. ¿Cómo está Grady hoy?
Durante un instante, la enfermera pareció no reconocerla. Entonces, se fijó un poco más en Lia y la miró asombrada.
–¡Lia! No te había reconocido sin el disfraz.
–Estoy segura de que Grady tampoco me va a reconocer –comentó ella mirando a Ethan.
–El señor Grady te reconocerá, vas a ver. Se va a poner muy contento de que hayas venido hoy a verlo. Tu idea de animarlo a cantar ha hecho maravillas. Está muy contento de volver a comunicarse con la gente.
–Eso es estupendo –dijo Lia encantada.
–Su familia y todo el personal nos pusimos muy contentos ayer cuando la situación pareció dar un vuelco. Ha mejorado tanto que el médico cree que se podrá ir dentro de unos pocos días.
–¡Vaya! Esa es una maravillosa noticia.
–Estamos muy contentos de que ella se presentara cuando lo hizo –afirmó Ethan–. Ha hecho un milagro.
–Por favor, parad –protestó Lia. Se sentía incómoda con tantos halagos–. El mérito debería ser para todos vosotros, que tan bien le habéis estado cuidando todo este tiempo.
–Hay un límite para lo que la medicina es capaz de hacer cuando el deseo de seguir viviendo ha desaparecido –dijo la enfermera.
–El poder de la mente. La gente no se lo cree –afirmó Ethan.
–Así es –apostilló Abigail antes de marcharse de nuevo al puesto de enfermeras.
Ethan agarró a Lia por el codo y la condujo al interior de la habitación. La primera vez que visitó a Grady, lo encontró inmóvil e inconsciente. Aquel día, estaba totalmente despierto y mirándola con atención. La mirada del anciano le recordó a la de Paul, lo que le provocó un escalofrío.
Grady movió los dedos y ella le tomó la mano. Le apretó suavemente la mano, sorprendida por el afecto que sentía por alguien a quien apenas conocía.
–Hola, Grady –le dijo Lia con la voz llena de afecto–. Soy Lia. Probablemente no me reconozcas sin mi disfraz. ¿Cómo te encuentras hoy? Tienes muy buen aspecto.
Grady apretó los dedos contra los de ella mientras la reconocía con dos palabras cantadas.
–Ava hija.
Ethan le había explicado la desesperación del anciano por reunirse con su nieta desaparecida antes del ictus, llegando incluso a especular que la enfermedad del anciano había sido ocasionada por la desesperación de no encontrarla.
–Eso es, Grady –dijo Ethan sonriendo a Lia–. La hija de Ava ha vuelto a casa por fin.
Encantada al escuchar la noticia, Lia miró a Ethan y notó el modo en el que el guapo empresario la miraba a ella, como si quisiera decirle algo. El corazón comenzó a latirle con fuerza al comprender lo que Ethan estaba tratando de decirle. Miró a Grady e hizo ademán de protestar. Sin embargo, antes de que ella pudiera decir nada, vio el amor con el que Grady la miraba. No. No a ella. A su nieta desaparecida.
Se volvió para mirar a Ethan.
–¿Qué es lo que está pasando?
–Lo que está pasando es que Grady cree que tú eres su nieta –le respondió Ethan mientras le apretaba el codo con la mano y le suplicaba con la mirada que le siguiera la corriente–. Le he explicado cómo te localizó Paul a través de una de esas empresas de análisis genéticos. Hace mucho que el sueño de Grady es volver a reunirte con tu familia. Y ahora aquí estás.
Lia se quedó sin palabras. La posición en la que Ethan la había colocado era insostenible. Sin embargo, ver la alegría en los ojos del anciano la empujó a morderse la lengua. Aquello no podía estar ocurriendo. Tenía que decir la verdad. Ella no era la hija de Ava Watts. Afirmar que lo era solo podía ocasionarle problemas.
–Tenemos que hablar sobre esto –le susurró a Ethan en voz baja. Entonces, colocó la mano sobre el hombro de Grady–. Volvemos enseguida.
Lia salió rápidamente al pasillo, seguida de Ethan.
–¿Has perdido la cabeza? ¿Cómo has podido decirle que soy su nieta? –le espetó en cuanto se aseguró de que estaban solos–. Y encima metes a Paul en todo esto. Se va a poner furioso…
–Grady ha llegado él solo a esa conclusión –le explicó Ethan–. Y la razón por la que he metido a Paul en esto es para ayudar a reparar la tensa relación que hay entre Grady y él.
–Tu hermano jamás va a seguirte la corriente en esto.
–Lo hará cuando vea el modo en el que Grady se está recuperando. De la noche a la mañana, sus posibilidades de recuperación han cambiado y solo porque cree que tú eres su nieta. Reunirse con ella era su mayor deseo y ahora tiene una razón para vivir.
–Pero yo no soy su nieta. ¿Por qué piensa que lo soy? Yo no me parezco a ningún miembro de vuestra familia –protestó, aunque sintió que se le encogía el corazón al pensar que Ethan pudiera sentirse incómodo por sus palabras.
–Podrías ser la hija de Ava –dijo Ethan levantando las manos con gesto suplicante–. Llevamos años tratando de encontrarla sin suerte alguna. Ya te dije que, después de que mi tía muriera, su hija fue adoptada y los registros fueron sellados. Creer que tú eres ella le ha dado a mi abuelo una razón para seguir adelante. ¿De verdad quieres volver a entrar ahí y romperle el corazón? Ha estado muy deprimido desde el ictus. En menos de una semana, lo ha devuelto de las puertas de la muerte.
Lia cerró los ojos y se pasó algunos segundos escuchando los latidos de su corazón. Aquello no podía estar ocurriéndole, pero así era.
–No puedo hacerlo.
Además de estar mal, aunque accediera temporalmente a hacerse pasar por la nieta de Grady Watts, estaba segura de que Paul no le permitiría hacerse pasar por la hija de Ava.
–Claro que puedes. Te dedicas a hacer que la gente se sienta mejor.
–Sí, pero no de este modo –protestó Lia–. Y no quiero mentir a tu familia.
–Lo comprendo, pero a ellos no se les da bien mantener secretos. Nunca hemos podido dar una fiesta sorpresa o algo parecido sin que alguien de la familia se enterara. Para que esto funcione, tenemos que ocultarles la verdad para no correr el riesgo de que alguien se vaya de la lengua y te delate.
–¿Y Paul? –le preguntó–. Estoy segura de que ya ha indagado sobre mí lo suficiente como para saber que yo no soy vuestra prima.
–Deja que sea yo quien se ocupe de mi hermano.
–Maldita sea, Ethan –susurró ella mientras se secaba las palmas de las manos sobre los pantalones–. No puedes engañar a tu abuelo de esta manera.
–Puedo si eso significa que Grady sigue con vida…
–Pero es mentira –insistió Lia, pero sintió que su determinación perdía peso bajo el entusiasmo de Ethan–. Es una mentira muy grande y muy peligrosa. Además, ya sabes que yo no pensaba quedarme mucho más tiempo en Charleston. Misty está arreglada y casi he ahorrado lo suficiente como para reparar mi furgoneta –añadió. Aunque era cierto, Lia no tenía lo suficiente para comprar un vehículo fiable–. Ya va siendo hora de que me marche de aquí.
–Tan solo tienes que quedarte un par de semanas hasta que Grady esté completamente recuperado. Entonces, podremos decirle que los del laboratorio de ADN cometieron un terrible error… lo he pensado todo mucho y sé que todo saldrá bien.
Si Lia no le hubiera tomado mucho aprecio a Ethan desde que empezó a darle masajes hacía seis meses, jamás le habría ayudado y mucho menos hubiera considerado un plan tan descabellado, pero el dolor que Ethan sentía por la enfermedad de su abuelo le había llegado al corazón. Además, Ethan conseguía que todo sonara tan razonable… Un par de semanas y luego podría marcharse de allí. ¿Qué importaba unas cuantas mentiras más encima de las que ya estaba contando?
–Pero yo estaría mintiendo no solo a Grady, sino a toda tu familia. Es una crueldad hacerles algo así.
–Lo he pensado mucho también, pero, si lo hacemos bien, se pondrán tan contentos de que Grady vuelva a estar recuperado que eso hará que la desilusión de que tú no seas nuestra pariente sea más fácil de soportar.
Ethan le agarró las manos y la envolvió con una oleada de su carisma.
Lia estaba pensando cómo poder negarse cuando las puertas del ascensor se abrieron y salió una esbelta mujer con un elegante traje color pistacho. Su expresión se iluminó al verlos.
–Ethan –dijo mientras se dirigía hacia ellos–. Me alegro de verte aquí.
–Hola, mamá –respondió él mientras inclinaba la cabeza para besarle en la mejilla–. Esta es Lia.
Constance Watts era la perfecta matriarca del sur, con su cabello rubio bien peinado y un delicado hilo de perlas. Observó con avidez los vaqueros y la camiseta barata que Lia llevaba puesta y esta se preparó para la censura. Sin embargo, Constance se limitó a sonreír afectuosamente.
–Ethan me ha hablado de ti –dijo, con su cautivador acento sureño lleno de emoción.
–¿Sí?
–Por supuesto. Me dijo que Paul te encontró a través de un servicio de pruebas genéticas.
–En realidad, yo…
–Está abrumada –le interrumpió Ethan apretándole el brazo con la mano y apretándole suavemente–. ¿Quién puede culparla? Encontrar por fin a su verdadera familia después de tantos años es un acontecimiento muy especial.
Entre la necesidad de Ethan y la alegría de su madre, Lia se sintió como si estuviera atrapada en arenas movedizas. Sin poder evitarlo, comenzó a asentir.
–La hija de Ava está por fin en casa –murmuró Constance mientras daba un paso al frente para abrazar a Lia–. Vas a hacer tan feliz a Grady…