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Poder y (re)producción del conocimiento en RR.II.
ОглавлениеLos agentes sociales que son los académicos de RR.II. perciben cambios en su objeto de estudio. Cada uno de ellos lidia con esta percepción de manera diferente. Por ejemplo, algunos no perciben que la dominación estadounidense sobre el campo sea un problema para adaptar el conocimiento en ese periodo de histéresis (Ikenberry y Mastanduno, 2003; Hagmann y Biersteker, 2014; Measheimer, 2016), cuando muchos otros sí lo perciben como una dificultad.
Está claro que “la hegemonía de la academia estadounidense sobre el campo de RR.II. se construye mayoritariamente sobre bases materiales porque es grande […], rica y localizada en el único superpoder” (Acharya y Buzan, 2019, p. 291). Este estado de las cosas genera, cuando se junta con la propuesta de “globalismo descentrado”, un escenario en el que, como el poder material se está repartiendo de manera más equitativa entre los Estados, las fuentes de legitimidad del conocimiento se están reubicando.
Acharya y Buzan (2019) ponen en evidencia una serie de enseñanzas para que los académicos construyan una disciplina refundada en “RR.II. globales”. Identifican dimensiones que explican la dominación occidental sobre el campo y que deben, según ellos, ser superadas para permitir la construcción de un conocimiento incluyente (p. 286): el eurocentrismo, el falso universalismo, el racismo, la disyunción entre el Norte y el Sur y la negación repetida de la capacidad de agencia de los del Sur. Sin embargo, esta lista no permite anticipar el marco en el que la reflexión de los académicos del Sur debería llevarse a cabo. Se propone aquí un esbozo del panorama del mercado para los académicos latinoamericanos en función de: 1) la agenda de investigación, 2) la estructura del mercado y 3) un balance de la demanda y de la oferta.
En cuanto a la agenda de investigación dos puntos parecen relevantes. Primero, la escala de reflexión y segundo la orientación de la agenda. Al momento de investigar, la definición del marco espacio-temporal es esencial y, como se ha dicho anteriormente, este marco tiende a imponerse a los agentes sociales. La interpretación que propone Barry Buzan (2018b), la del “globalismo descentrado”, lleva a suponer el fin de las reflexiones realistas en términos sistémicos y la pérdida de fuerza de las propuestas liberales, por la incompatibilidad de sus pretensiones universalistas con una sociedad interestatal global descentrada.
El “globalismo descentrado” supone que ningún Estado tendría las capacidades materiales o inmateriales, o la legitimidad, para intervenir en los procesos políticos de otras sociedades de Estado. En esta configuración, que llama “la patología del autismo de los grandes poderes” (Buzan, 2018b), las agendas de los diferentes “complejos regionales” (Buzan y Wæver, 2003) solo estarían escasamente relacionadas entre sí, es decir que las agendas se organizarían en función de intereses centrados en comunidades más específicas. Así las cosas, el habitus de los académicos debería readaptarse en función de una escala diferente, determinada por el mercado. En este mercado, pocas serían las comunidades académicas que podrían beneficiarse de los incentivos financieros públicos de Estados con pretensiones hegemónicas promovidas a través del uso de narrativas realistas o liberales. Las narrativas se readaptarían a un campo más limitado en su espectro y sus temáticas. Sin embargo, como Waltz lo observó, si solo se dan cambios en el sistema y no un cambio de sistema (el fin de la anarquía interestatal), entonces las narrativas de la doxa perdurarán. En el “globalismo descentrado” se supone una pérdida de alcance geográfico y social para el Estado, pero solo se cuestiona parcialmente al Estado, a la anarquía o al racionalismo.
Segundo eje de la agenda de investigación, su orientación. Se puede entender que la orientación de la agenda de investigación en RR.II. se determina en función de una postura metodológica o en función de una temática de investigación, no para delimitar un campo, sus tradiciones, sus figuras, sus estándares y su filosofía. Si bien estos trabajos serían esenciales para los desarrollos del campo RR.II., apartarían el académico de su mercado. Además, si la filosofía y la historia son fuentes del conocimiento válido, para pretender reflexionar de manera diferente a la doxa, los académicos tendrían que enfocarse en un trabajo histórico o filosófico antes de empezar a pretender producir interpretaciones científicas heterodoxas en RR.II. Una lección que se puede aprender de la experiencia africana en ese campo es que, el compromiso de aceptar todo tipo de trabajos acerca del objeto de estudio es más eficiente en la búsqueda de un conocimiento diferente. Pero no es porque se identifique a una fracción de la sociedad humana como diferente, que la experiencia práctica de los agentes sociales inmersos en ella los lleve a calificarla de manera diferente. Destacar pensamientos teóricos heterodoxos depende, entonces, más del tipo de conocimiento que se quiere promover, que de la orientación de investigaciones individuales. Incentivar la difusión de trabajos que formalizan un conocimiento con base en una exploración historiográfica o filosófica depende ante todo de la estructura del mercado.
Como se ha evidenciado, la producción del conocimiento depende del marco en el que se produce; así, para que se dé un cambio de habitus también debe darse un cambio en la estructura del mercado. La relación entre el protagonismo estadounidense en la disciplina y el papel de hegemón que juega en la política internacional ha sido varias veces mencionada. En ese sentido, la referencia que constituye la doxa para la definición de lo que es la disciplina parece esencial. Al mismo tiempo y siguiendo a Bourdieu, los agentes sociales (los académicos) conocen ese mercado e indican en qué consiste. En las conclusiones de su análisis de la encuesta Teaching, Research, and International Policy (TRIP, 2014)9, Wemheuer-Vogelaar, Bell, Navarrete y Tierney (2016, pp. 14-15) destacaban que, en cuanto a la cuestión de saber:
1. Si la disciplina de RR.II. es dominada por EE. UU.: a pesar de que los académicos de RR.II. en general perciben un desequilibrio de poder en la disciplina a favor de Occidente, son los mismos académicos que se benefician de esta dominación los más reacios al cambio de la agenda en RR.II. hacia una agenda global.
2. Si la geografía es una línea divisoria en la academia responden que: lo que los académicos en Occidente perciben como la “comunidad global”, los académicos de otras partes del mundo lo pueden ver como “el Otro”, con el que no pueden identificarse o con el cual no pueden convivir. También encuentran evidencia de que las fronteras se reproducen en las prácticas de investigación: más análisis de política, menos análisis cuantitativo y un uso privilegiado de los paradigmas realistas en el “Sur Global”.
3. Si existe una división internacional del trabajo en RR.II. entre un Norte productor de teoría y un Sur proveedor de datos, llegaban a concluir que: si bien la teoría está bien presente y viva en el “Sur Global”, esta no goza del debido reconocimiento y está desestimada en la disciplina en su conjunto. Cuando de reflexión teórica se trata, se reproducen patrones de dominación y de subyugación, en específico a través de la formación de nuevos académicos del mundo entero según el “canon occidental de RR.II.”.
La estructura del mercado se fundamenta en una red de percepciones jerarquizadas por estándares. Los que producen los estándares determinan las condiciones de acceso al mercado y, por consiguiente, son también los más aptos para competir en él. Las narrativas de los académicos exiliados están inaudibles, su mercado no es suficiente como para alcanzar una masa crítica y hacer escuela. Si lo logran, son rápidamente cooptadas por la doxa y orientalizadas10. Los académicos lo perciben, también los que defienden una renovación de la agenda hacia una agenda global.
En América Latina en general, y Colombia en especial, los llamados de Amitav Acharya, Barry Buzan o Arlene Tickner son escuchados. La Red Colombiana de Relaciones Internacionales ha mostrado su compromiso en difundir estas narrativas11. Sin embargo, cuando de mercado se trata, la práctica del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación de la República de Colombia (Colciencias), ahora Ministerio de las Ciencias– lleva indudablemente a la integración de los mercados simbólicos colombiano y estadounidense. El sistema en el que se funda la observación de Minciencias, y la siguiente categorización de los investigadores y centros de investigación12, da el máximo puntaje a las revistas científicas ya establecidas, lo que tiende a estandarizar la producción de los bienes intelectuales en función de normas canónicas, ya sea en la producción ortodoxa o heterodoxa.
La demanda –en RR.II. de pronto más aún que en otros mercados– depende del presupuesto público o de grupos de interés cuyo alcance traspasa las fronteras. En una sociedad de Estado, el exilio, o grado de pertenencia al grupo, se mide por la intensidad de las interacciones con los demás miembros de la sociedad (Buzan y Wæver, 2003). Como la disciplina tiene el propósito de interpretar estas interacciones, los académicos que, en su estrategia de supervivencia, dependen de los Estados que menos interacciones tienen, deben multiplicar sus fuentes de ingreso, dejando a un lado el circuito altamente competitivo de la disciplina tal como es estandarizado, para explorar mercados conexos como la consultoría o las actividades paraacadémicas. Cuando de mercado de ideas se trata, en América Latina, basándose en el SJR (2019) una serie de revistas científicas que incluyen en sus temas centrales a los de RR.II. son de alto impacto13, diez entre Q2 y Q3, entre las que dos, tratan temas económicos y una temas de derecho internacional. Para el mismo año 2018, 48 revistas se valorizaron entre Q2 y Q3 para América del Norte, y 33 en Q1. Entre las revistas latinoamericanas de mayor impacto: 6 son revistas de universidades públicas, tres revistas de dos universidades privadas y una de un centro de pensamiento. Se pueden citar a Política y Gobierno en México, la Revista de Ciencia Política de Chile, la Revista Brasilera de Política Internacional, Utopía y Praxis Latinoamericana en Venezuela y, en Colombia, la revista Colombia Internacional, de la Universidad de los Andes, y la revista Análisis Político de la Universidad Nacional. Sin mencionar los estándares de publicación, generalmente dos estrategias se proponen en esas revistas: mantener un debate diverso sobre temáticas de la “comunidad académica global”, así se posicionan las universidades privadas; o fijar una línea editorial sesgada que restringe las condiciones de acceso a unos pocos, una elección que solo las universidades que no dependen del mercado pueden generalmente asumir. En América Latina, poco mercado hay para la creación de espacios académicos tal como el que Alioune Diop creó con Présence Africaine.