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PRESENTACIÓN

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El año 2019 fue uno de reflexión sobre las Relaciones Internacionales. Los cien años de la aparición de la disciplina dieron lugar a múltiples expresiones de revisión sobre los aportes al conocimiento. Hay nuevas miradas sobre lo hecho hasta el momento, y se presentan consideraciones ante los debates interparadigmáticos.

En el marco de esta celebración, se han realizado cientos de encuentros académicos en diferentes partes del mundo, así como numerosas publicaciones y discusiones. Tras cumplirse el primer centenario de la cátedra seminal de Relaciones Internacionales, algunas observaciones se repiten.

En primer lugar, la diversidad teórica y la concentración en los paradigmas tradicionales. Múltiples propuestas buscan explicar lo que se estudia en la disciplina, pero estas han sido incapaces de desplazar la preeminencia de la propuesta que, desde inicios de la disciplina, se agrupó bajo el término de realismo. Este paradigma es el que más críticas, debates y avances ha proporcionado en la comprensión de lo que son las relaciones internacionales, sus métodos, metodologías y formas de enseñanza para la comprensión de lo internacional.

En segundo lugar, tal vez como resultado de lo anterior, algunos académicos han considerado la excesiva concentración geográfica en los estudios internacionales. Por ejemplo, los aportes anglosajones, en particular los estadounidenses, se han esforzado en explicar y justificar las acciones de los Estados que poseen herramientas suficientes para influenciar en la vida internacional, dejando de lado la comprensión de las actuaciones de los Estados que no tienen esas mismas capacidades. En algunos casos, los académicos presentan descripciones; en otros, hacen críticas a lo que se entiende como Relaciones Internacionales.

En tercer lugar, se resalta la incapacidad en la disciplina de hablar de unicidad. Así como no existe unicidad teórica, tampoco la hay cuando de métodos se trata. Menos aún en los abordajes metodológicos1. Esto tiene implicaciones en los debates sobre cómo comprender los fenómenos que se estudian, la manera de caracterizarlos y, también, en la forma de proveer explicaciones sobre ellos. La corta vida del estudio de las Relaciones Internacionales –como disciplina científica– ha llevado a que las discusiones salgan de los límites de lo internacional y a varias discusiones interparadigmáticas, sin lograr comprender a cabalidad los fenómenos. No obstante, esta situación no se puede considerar como un limitante, por el contrario, se piensa como una oportunidad para continuar construyendo las representaciones mentales de la disciplina que, por cierto, tendrá cada vez más importancia por los cambios que la humanidad está presenciando en este siglo XXI.

Pero no todo han sido reflexiones académicas. Además de los cien años de la disciplina, de manera coincidente con las dinámicas internacionales, la práctica de las relaciones internacionales se encuentra en un proceso de cambio. Aún no se sabe si este se convertirá en una crisis o simplemente en una transición hacia algo más o algo diferente. Lo cierto es que es una oportunidad para considerar cómo se piensa y para qué se hace el análisis. El ascenso de gobiernos populistas, la amenaza a la democracia y la vulneración de los derechos humanos son ejemplos de la incertidumbre que se presenta para los valores liberales. De hecho, la gama se expande y los desafíos a la gobernanza global se multiplican. Por un lado, como resultado de las crecientes críticas al funcionamiento de las organizaciones intergubernamentales; por el otro, como resultado de la desconfianza que generan las prácticas del multilateralismo; pero es también menester insistir en los “nuevos” agentes que emergen como catalizadores de los cambios en lo que se conoce como el “orden internacional”.

Sin duda hay temas nuevos, muchos de los cuales devienen de los cambios tecnológicos –las criptomonedas, la inteligencia artificial, el big data, entre otros–; de los daños ambientales –cambio climático, pérdida de diversidad biológica, extracción y agotamiento de recursos naturales o de amenazas persistentes, tradicionales y no tradicionales–; crimen organizado transnacional, violencia política, ciberataques. Todo ello sumado al hecho de que la economía internacional aún no se recupera de la crisis económica de 2008. Más grave aún, al cierre de la edición de esta publicación emerge una nueva crisis mundial ni siquiera considerada por los internacionalistas, como es la del coronavirus (Covid-19). Una pandemia que se extendió desde China al mundo entero, y a pesar de otros brotes virales (SARS, la gripe AH1N1, ébola, entre otras), que ya habían hecho presencia en otros continentes, los analistas internacionales no la tenían en la mira.

Los riesgos, las amenazas o, mejor, las narrativas de seguridad, han llevado no solo a discusiones sobre lo internacional, sus límites y potencialidades, sino que han demostrado lo incapaz que ha sido la disciplina para describir, entender, explicar o interpretar esos fenómenos. Por ello, en los últimos años, ha habido una profusa publicación de textos que intentan dar cuenta de lo que sucede y proponer avances en la disciplina para entenderlos. Algunos de ellos se reseñan a continuación.

En On Cultural Diversity. International Theory in a World of Difference, Reus-Smit (2018) ratifica la importancia de la cultura para estudiar los asuntos internacionales. Demuestra el mal uso que se le ha dado al término en las teorías de Relaciones Internacionales. Por ello, propone el concepto de régimen cultural para explicar los cambios y las tendencias en el ámbito internacional.

Un año antes, Katzenstein y Seybert (2018), como editores del libro Protean Power: Exploring the Uncertain and Unexpected in World Politics, reivindican la inclusión del concepto de incertidumbre y su relación con el tema central en las Relaciones Internacionales: el poder.

Por su parte, en The Myth of International Order. Why Weak States Persist and Alternatives to the State Fade Away, Chowdhury (2017) considera que los análisis internacionales se han equivocado en partir de algo que no existe: el Estado de tipo weberiano. Por ello, cree que la organización estatal se debe entender como tendiente a las crisis y a la incapacidad de actuar como resultado de su propio origen y naturaleza.

En el libro Chaos in the Liberal Order. The Trump Presidency and International Politics in the Twenty-First Century, los internacionalistas Jervis, Gavin, Govner y Labrosse (2018) proponen diversas aproximaciones para explicar y anticipar los efectos de la presidencia de un personaje como Donald Trump en el ámbito de las relaciones internacionales. Mientras tanto, Snyder (2018), en su ensayo The Road to Unfreedom: Russia, Europe, America propone una explicación de las tendencias detrás de la llegada de un gobierno de corte populista a la presidencia de Estados Unidos. Otros más, reaccionan ante la llegada de este tipo de gobiernos. Fukuyama (2018), pensador que ha participado en casi todos los debates sobre temas internacionales, desde finales de la década de los ochenta, publicó Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment. En este libro explica el ascenso de esos gobiernos como una reacción de algunos grupos que se consideraron no solo afectados por los cambios económicos, sino por las reivindicaciones sociales, resultado del proceso de globalización.

En lugar de explicar, Levitsky y Ziblatt (2018), en su bestseller How Democracies Die proponen un proceso en el cual, las democracias más frágiles, que han creído en la paz democrática, tienden a desaparecer.

Del lado de las preocupaciones en Economía Política Internacional, The Great Leveler. Violence and the History of Inequality from the Stone Age to the Twenty-First Century, de Scheidel (2017), aborda la discusión que iniciaron Piketty et al. (2015) sobre la desigualdad, en su libro El capital en el siglo XXI.

Pensar, debatir y aportar a las relaciones internacionales

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