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La organización del libro1

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En la primera sección «Los movimientos sociales y su rearticulación con la política», Juan Pablo Luna, María Ignacia Fernández, Sofía Donoso y Raúl Zarzuri hacen un recorrido por la articulación de los movimientos sociales con la política en general y con los partidos políticos en particular.

Juan Pablo Luna, a partir de su pregunta «¿Es posible la articulación entre movimientos sociales y partidos políticos en el mundo contemporáneo?», analiza las vías posibles de articulación entre movimientos sociales y partidos políticos en el mundo contemporáneo. Afirma que, en virtud de las características de los movimientos sociales actuales –específicamente de la movilización social– y las de los equivalentes funcionales de los viejos partidos políticos, su articulación es poco probable y, de lograrse, está destinada a la corta duración. Argumenta que los sistemas políticos de la región enfrentan el enorme desafío de alcanzar la legitimidad, lo que necesariamente supone la capacidad de sincronizar los tiempos políticos y de la política con las necesidades subjetivas de los ciudadanos. Desde una mirada post 18 de octubre plantea que se vio al descubierto la incapacidad de los partidos políticos –y del liderazgo político en particular– de interpretar, organizar y representar a la calle. La calle y las instituciones son realidades paralelas que se definen, además, en oposición una a la otra.

En «Conflictos territoriales y movimientos sociales. Los límites de un modelo de crecimiento sin participación» María Ignacia Fernández argumenta que la creciente emergencia de conflictos socio-territoriales es consustancial a la dinámica de un modelo de desarrollo basado en actividades extractivas y que, en consecuencia, avanzar hacia su resolución requiere cuestionar y discutir algunas de las bases más fundamentales del modelo. En muchos territorios en conflicto estos se superponen con situaciones de pobreza y rezago, que son abordadas con políticas sociales de mitigación o productivas tradicionales, sin atender al problema de fondo. Ello, sumado al agotamiento del sistema político tradicional, que carece de la legitimidad necesaria para impulsar procesos de diálogo y construcción de acuerdos. Posteriormente, afirma que los conflictos socio-territoriales han persistido, no han surgido nuevos, ni se han resuelto los existentes. Tampoco han surgido nuevos espacios de diálogo ni instrumentos de política para su gestión y resolución. No obstante, a partir del denominado estallido social el tema ha adquirido alguna visibilidad en la agenda, en cuanto problema estructural que subyace a la expresión de malestar que se expresó el 18 de octubre pasado.

Sofía Donoso hace un recorrido por «El movimiento estudiantil chileno y su (re)articulación con la política institucional». Concluye que, a lo largo de distintas olas de protesta, los estudiantes secundarios y universitarios manifestaron su descontento con el funcionamiento del sistema educacional, el sistema político y su clausura hacia los actores sociales. Desde la perspectiva de los estudiantes, las concesiones obtenidas en el ámbito educacional no se tradujeron en la resolución de los problemas estructurales de la educación. En ese sentido, el Frente Amplio habría tenido la oportunidad de hacer una diferencia. Sin embargo, tras el estallido social de octubre de 2019, su falta de mecanismos de resolución de conflictos e instancias de toma de decisión significaron que las disputas internas se transformaran en pugnas abiertas y de difícil solución. Como resultado de estos conflictos hoy es un conglomerado considerablemente más reducido.

En «De la despolitización a la repolitización. Política, jóvenes y vida cotidiana», Raúl Zarzuri argumenta que asistimos a una repolitización de la política a partir de la despolitización de la política (tradicional). Afirma que «el abandono de las formas tradicionales de participación no puede y no debe ser leído como una falta de interés en la participación. Al contrario, lo que se observa es una nueva repolitización de la participación, que no se manifiesta necesariamente en un tránsito a formas tradicionales, como es la militancia en partidos políticos, sino que adquiere otro derrotero, como es el fortalecimiento de la vida cotidiana, eje de las nuevas formas de participación política, estructurando una política desde abajo y donde los jóvenes son sus principales actores». En su reflexión post octubre de 2019 plantea que las movilizaciones, de naturaleza espontánea y sin una conducción, son la expresión de una efervescencia política que se está «construyendo desde abajo y no desde arriba», sin la mediación de una orgánica o movimiento político que la modele y module, cuestión que habíamos observado en las nuevas construcciones de la cultura política de los jóvenes.

En la segunda parte, «Relaciones entre izquierdas y movimientos sociales», Kathya Araujo, Salvador Millaleo y Bárbara Figueroa recorren –desde un punto de vista académico hasta la militancia– las transformaciones que han operado en el ámbito de las relaciones de los movimientos sociales con la política.

Kathya Araujo expone los resultados de una serie de investigaciones que agrupó bajo el título «Transformaciones sociales y desafíos para la política». Se enfoca en el caso de la llamada política institucional y los actores que ubican su accionar político en este dominio. Afirma que existen diez rasgos centrales de las transformaciones sociales; en un segundo momento, expone en torno a lo que estos cambios implican para la relación entre política y sociedad y, en particular, para el hacer política. En su reflexión post octubre, en primer término, aborda cómo los acontecimientos del llamado 18-O mostraron la real profundidad de la distancia, indignación y enojo ciudadano con la clase política. En un segundo momento, examina el efecto de la presencia de actores fortalecidos y la creciente individualización sobre el destino de la relación entre sociedad y política institucional. Finalmente, expresa la cuestión del otro y de lo común y el papel de la política institucional.

En «Estrategias indígenas en las luchas territoriales: los accidentados caminos de los pueblos indígenas junto a las izquierdas chilenas», Salvador Millaleo comienza con una mirada diagnóstica: «La situación del estatus de los pueblos indígenas en Chile dentro del sistema jurídico es, sin duda, una de las más desmejoradas y atrasadas dentro del contexto regional latinoamericano. En Chile aún no existe una cláusula constitucional que siquiera reconozca su existencia previa. No ha existido en ninguna de las cartas constitucionales una cláusula similar». Continúa con el panorama económico social de la población indígena que habita en Chile, deteniéndose –con base en contundente evidencia– en la pérdida sistemática de tierras ancestrales, la relación del Estado chileno con los pueblos indígenas, el impacto del extractivismo, el alcance de la consulta indígena, salud y educación intercultural, la relación de la política chilena con los pueblos y las estrategias políticas de los pueblos indígenas. Revisa los cinco momentos de convergencia política entre indígenas y chilenos (a partir de 1910) y la larga ruptura de la post transición. En su reflexión post ١٨ de Octubre, expone los hechos en torno al fracaso de la consulta indígena de 2019, en tanto primer rechazo popular mediante movilizaciones espontáneas que registró el segundo gobierno de Piñera. Con ese precedente, el estallido no constituye una total sorpresa para el mundo indígena, dado que la crítica ciudadana había tenido ante su vista tanto las políticas de persecución y represión contra el pueblo mapuche como el rechazo de las medidas de desarrollo neoliberal que se han aplicado a las comunidades y territorios indígenas. Cabe recordar que el principal emblema de las protestas fue la bandera mapuche Wenufoye, muy por sobre la bandera chilena.

Bárbara Figueroa, en «La búsqueda de un ideario unificador», problematiza la relación entre movimientos sociales y partidos políticos en general, poniendo en el centro al movimiento sindical chileno desde la perspectiva de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Como punto de partida, afirma que «la relación movimientos sociales y partidos políticos no solo es posible, sino que es necesaria, no solo para el fortalecimiento del rol de cada actor en sus respectivos frentes, sino porque ninguna democracia puede ser plena si no tiene movimientos sociales fuertes y un proyecto país, más allá de sus necesarias demandas corporativas; y, en el caso de los partidos políticos, porque su desarraigo con el movimiento social puede provocar –lo que señalamos en este artículo– una burocratización de la política». Pone de relieve que en Chile el pensamiento único tomó forma en el proyecto neoliberal, el que se instala a partir de la dictadura militar y no es cuestionado al término de esta. Finaliza señalando que el desafío es lograr un nuevo ideario que permita a los partidos políticos arraigarse en sus bases sociales. En su post scriptum 18 de Octubre afirma que varias de las reflexiones expresadas en el texto tienen plena vigencia y sentido.

Finalmente, en «Feminismos y redefinición de la política», Araceli Farías, María Stella Toro y Virginia Guzmán hacen un recorrido por la historia y presente de los feminismos y el impacto en la sociabilidad que produce la pandemia. Exponen diagnósticos desde la experiencia concreta de estos movimientos.

En «Feminismos y movimiento estudiantil (mayo feminista)», Araceli Farías comienza aclarando que sus expresiones provienen desde «una perspectiva personal y desde mi experiencia en la dirigencia en estos espacios, más específicamente como vicepresidenta de la FEUC y mi paso por la política universitaria de la Universidad Católica desde el 2016.» La riqueza de sus afirmaciones se sustenta precisamente en ello cuando plantea las siguientes preguntas: «¿Qué diferencias identificamos con las movilizaciones del 2011? ¿Cuáles son los nuevos sujetos en cuestión? ¿Quién encarna el papel de fuerza antagónica al movimiento feminista? ¿A quién apela? ¿Podemos establecer el movimiento como exitoso? ¿Qué nos dejó el mayo de 2018?». En el mundo estudiantil, las demandas feministas tomaron vida propia dentro de la agenda de la Confech, para nunca más ser invisibilizadas ni postergadas. En sus reflexiones post 18 de Octubre finaliza señalando que «la crisis sanitaria ha sacado a relucir, que ningún país, por desarrollado o avanzado que se encuentre en políticas inclusivas hacia las mujeres, está realmente preparado para enfrentar los niveles de violencia de género que se han desatado producto del confinamiento y las medidas de cuarentena. El machismo nos sigue golpeando contundentemente sin distinción. Un gigante que parecía dormido en una ilusión de estabilidad y progreso se mantiene presente en cada rincón de los hogares del mundo».

María Stella Toro, en «Los feminismos que vemos. Agencia, movilización y proyecto político», aspira a «dar cuenta de algunas reflexiones y cuestionamientos en torno a las trayectorias seguidas por el feminismo en el contexto más clásico en que ha sido historizado, las democracias occidentales modernas, tomando en cuenta parte de sus trayectorias, debates y tensiones». Estos se manifiestan, entre otros aspectos, en la configuración de corrientes y en discursos y formas de actuación que no van en un solo sentido, sino que más bien han transitado por caminos paralelos que por momentos se cruzan, pero en otros se distancian y fraccionan. Invita a pensar el feminismo como un tipo de acción política (o tal vez como una cultura política) que tiene características propias que se han expresado en la configuración de espacios y experiencias colectivas, que han contado con mayor o menor valoración social y masividad, llegando en la actualidad a constituirse en uno de los movimientos sociales y políticos con mayor capacidad de movilización, lo que reafirma en sus reflexiones post 18 de Octubre.

En «Feminismos: el futuro es historia», Virginia Guzmán comienza afirmando: «La ola expansiva del movimiento (mayo de 2018) fue tan amplia que hizo retroceder los límites temporales del presente para incorporar la historia del movimiento feminista en Chile y hacernos sentir a feministas de distintas generaciones que éramos testigos y parte de un hito histórico que recuperaba y daba sentido a nuestro pasado». Desde su mirada, analiza la emergencia y las relaciones de las distintas expresiones de los movimientos feministas y de mujeres, y su relación con los contextos en que ellos cursaron: primera mitad de siglo XX, bajo la dictadura militar y en el proceso de recuperación del régimen democrático (1990-2018). Finaliza señalando que «si bien la acción de los movimientos se ha articulado con partidos políticos progresistas y de izquierda, ella trasciende a los partidos, sobre todo por sus dimensiones emancipadoras y de cuestionamiento del poder masculino en las instituciones, e incursiona hacia nuevas formas de hacer política que hemos denominado de subpolítica. Muchos de los logros del movimiento feminista en la institucionalización de género en el Estado han sido posibles porque las estrategias adoptadas trascendieron a los partidos y se fortalecieron gracias a los movimientos feministas transnacionales y los acuerdos adoptados en las sucesivas conferencias de los organismos internacionales». Finalmente, en sus reflexiones post scriptum no solo reafirma sus planteamientos, también se refiere al impacto de la pandemia del Covid-19, que viene a poner de relieve las jornadas simultáneas: trabajo online, apoyo educativo a los niños y niñas, manejo de las emociones en un periodo de incertidumbre y las tareas de la casa. En ese sentido, las mujeres «pierden los momentos de sociabilidad presencial en el medio laboral, el apoyo de las amigas en el caso de conflictos, reduciéndose así los espacios propios».

Hasta aquí el contenido de este libro, que nos entrega valiosísimos antecedentes para entender el escenario que se abre a partir de Octubre de 2019, con las vastas movilizaciones sociales, a las que se les denominó, entre otros nombres, «el estallido social».

En lo que sigue intentaremos analizar el significado y perspectivas del estallido social y los procesos desatados por este, sin buscar una interpretación completa, sino solo desde la perspectiva de este libro: la relación entre política y movimientos sociales.

En este sentido, hay tres aspectos que nos parece necesario considerar: el contexto o cambio epocal, el significado mismo del estallido y la proyección en el proceso constituyente que se desencadena con el acuerdo de la élite política partidaria en Noviembre de 2019 y se inaugura con el plebiscito del 26 de Octubre de 2020.

Política y movimientos sociales en Chile. Antecedentes y proyecciones del estallido social de Octubre de 2019

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