Читать книгу El libro blanco del psicoanálisis - Varios autores - Страница 8
ESA METÁFORA MARAVILLOSA*
ОглавлениеGUSTAVO DESSAL
Es cada vez más imperiosa la necesidad de elucidar el lugar y la función del psicoanálisis en la sociedad postmoderna. Durante un siglo nos hemos servido de nuestro estatuto extraterritorial para ejercer una praxis que se mantuvo así alejada tanto de los intereses como de las preocupaciones del Estado. Esa splendid isolation respecto de los poderes oficiales fue posible, en parte, gracias a un modelo de estado que respetaba una distinción entre lo público y lo privado, dejando un cierto margen de libertad y autogestión a este segundo ámbito. Pero en las últimas décadas, y como consecuencia de un nuevo giro en la revolución científica —me refiero al ímpetu irrefrenable de los desarrollos tecnológicos—, el discurso capitalista dispone de instrumentos renovados que permiten diseñar un modelo de estado diferente, un estado en el que, como lo ha señalado hace un momento Jorge Alemán, se anula la frontera entre lo público y lo privado, porque lo privado «toma por asalto», si se me permite la expresión, la esfera de lo público. Por una parte, el imperativo «¡Todo a la vista!» crea un estilo de vida, de trabajo y de ocio, en el que el exhibicionismo y la obscenidad se convierten en las reglas favoritas del lazo social. Por otra, los intereses del mercado imponen, más allá de la derecha o de la izquierda, una ideología del cálculo y la medida que no sólo no se conforma con evaluar los rendimientos del trabajo y la producción, sino que pretende también administrar y cuantificar los recursos de la subjetividad, incluso en sus aspecto más íntimos.
Tomemos un ejemplo. Esta mañana leía en el avión la noticia de una investigación realizada en una prestigiosa universidad de Seattle, según la cual se había conseguido encontrar la fórmula matemática del divorcio. ¿Qué significa esto? Que analizando el comportamiento, el discurso, y la gestualidad de una pareja que dialoga sobre temas fundamentales —matrimonio, hijos, convivencia, etc.— es posible trasladar todos estos parámetros a un lenguaje matemático, y obtener una cifra de la probabilidad futura que esa pareja tendría de divorciarse. No estoy muy seguro de querer saber la fórmula de mi futuro divorcio —llevo mucho tiempo buscando la de mi fantasma fundamental— pero sí estoy convencido de la necesidad de contraatacar. Porque lo más importante de toda esta ideología de la evaluación, la medida, el cálculo, es que se pretende hacer pasar por científico lo que no es más que pura superchería, y como hemos sido acusados durante décadas de realizar una praxis que no poseía una evidencia científica, ha llegado la hora en que seamos nosotros quienes descorramos el velo de toda esta falsa ciencia, esa estafa que se disfraza con los semblantes de la racionalidad, y que desprestigia lo que hay de verdaderamente noble en la ciencia que ha merecido este título.
Ya no estamos en la época en la que el psicoanálisis era cuestionado por atentar contra la moral reinante. Nuestras teorías sobre Edipo y la sexualidad ya no asombran a nadie, mucho menos a los tecnócratas que diagraman un refinado aparato perverso de control social. La libido no exaspera hoy en día por su carácter sexual, sino porque es incuantificable. La libido como energía que no admite la medida es una metáfora grandiosa, grandiosa porque es formulada por Freud como un oxímoron, una incongruencia conceptual en la que se condensa toda la potencia subversiva del discurso analítico. Y creo que el acto analítico mismo es tributario de esta grandiosa metáfora, esta creación salida del rayo iluminante de Freud, que valiéndose del lenguaje de la ciencia, inventa una práctica que hace fruncir el ceño del amo.
Ahora nos toca apostar muy fuerte, y decidir cuáles serán los semblantes bajo los que habremos de representarnos ante el Otro, el Otro que finalmente existe, que ha existido siempre, que seguirá existiendo. ¿Habremos de batallar para que nos admita como profesionales sanitarios? ¿Queremos presentarnos como investigadores de la mente? Cualquiera sea la respuesta que encontremos para nosotros mismos, en ningún caso podrá omitirse el hecho fundamental, innegociable, de la salvaguarda del acto analítico como una intimidad en la que tal vez sobreviva una de las últimas aspiraciones a la libertad de pensar y de gozar.