Читать книгу Talmira - Víctor López Márquez - Страница 10

Capítulo 1
Así comenzó todo

Оглавление

Es un gran día, el veintiocho de marzo del año 1080, en Talmira, un mundo en lo que todo es posible.

Hoy nació Elior, un niño que de mayor cambiará la historia de la humanidad.

Desde hace diez años el reino de Amberes está en guerra con sus vecinos del norte, La Cruz Blanca y los Nórdicos. Es una guerra sin piedad.

La Orden de La Cruz Blanca se presenta con un temible ejército de más de 8.000 soldados de infantería, 6.000 soldados de caballería y más de 500 piezas de máquinas de asedio.

En cuanto a los hombres de Amberes, presentaron en combate a 7.500 soldados de infantería, 5.000 de caballería y más de 700 piezas de asedio.

El combate empezó. Los soldados de La Orden enemiga maniobraron de una manera bastante peculiar.

Mandaron a sus tropas más débiles al flanco izquierdo, mientras que la élite del ejército se colocó en el flanco opuesto. (Basado en la formación del primer ejército romano, reunido por el rey Rómulo.) El flanqueo era inevitable; las tropas del flanco izquierdo cayeron en un instante, mientras que el flanco derecho aguantaba la presión del ejército Amberiense. Después de que cayera el flanco izquierdo, los templarios de Amberes actuaron como un rastrillo sobre las tropas de la Cruz Blanca. Victoria para Amberes.

Pero la preocupación por La Cruz Blanca aumentó. Los hombres del enemigo habían avanzado hasta más allá de los límites de su territorio, llegando hasta el castillo de Halrum, a muy pocos kilómetros de nuestra capital, Amberes. Esta batalla era una de las más grandes de la historia.

Los templarios de La Cruz Blanca habían sido derrotados, pero es posible que volvieran pronto.

Pero vayamos al grano. Yo, Elior, así llamado por los templarios, era un pequeño niño recién nacido, rubio y con ojos azules. Poseía y poseo una extraña marca en la frente. Es un rombo azul de extraño origen.

Mis padres no dudaron en consultar los libros de leyendas que posee el sabio de la aldea.

(Cinco años más tarde)

He crecido. Me crié en la hermandad templaria de Amberes, manejando la espada y montando a caballo. Tengo ya varios amigos, como Condor, Anne y Glishac, un enviado de la corte de la Cruz Blanca para mantener la paz.

Fui educado por varios maestros templarios, todos ellos muy amigos del rey Durcall III, y de la reina Fabiola II.

Uno de ellos fue Helgen, un primo segundo del rey, quien me enseñó a montar a caballo y a usar la maza.

Era un maestro muy querido y admirado por todos los futuros templarios.

Helgen era un hombre que quería hacer de mí uno de los dirigentes más importantes de la orden. Sabía que había nacido para manejar una espada, y para luchar en combate. Desde joven era el niño más hábil de mi aldea en la esgrima. Tenía que ser muy disciplinado conmigo.

Claro que, también tenía el carácter fuerte que tenían todos los demás.

Un día, fui mandado a tomar una guarida de desertores del ejército templario.

Cuidadosamente, me interné en una guarida custodiada por soldados y arqueros veteranos.

Cuando menos se lo esperaban los bandidos, ataqué. En los primeros golpes derribé a dos, a los que le siguieron cuatro más.

Los bandidos habían cometido un grave error. En vez de atacarme lanza en ristre, creyeron que, por tener unos ocho años caería de un espadazo, pero no sabían que ese niño (yo) era un veterano del combate cuerpo a cuerpo, por lo que mis mandobles siempre acertaban en el enemigo.

Después de derribar a más de diez bandidos, me encontré con un hombre de extraño aspecto. Tenía la piel muy blanca y una larga barba gris.

Me contó que pertenecía a una antigua orden del reino de hielo, y me suplicó que si no le mataba me enseñaría magias de escarcha. Acepté.

(La orden de Hielo surgió en el reino de Helada, tierras de hielo y fuego, sobre el año 3400 de la primera edad, en los albores de los tiempos. La orden fue disgregada en el año 1054 de la tercera era, después de más de cinco mil años de mandato)

Nos abrimos paso entre unas catacumbas llenas de peligros escondidos en cualquier lugar. Tuvimos que luchar contra bandidos, y hasta contra espectros.

Al final, el rehén y yo llegamos hasta una sala donde se encontraba un poderoso jefe de aspecto fantasmal.

Era de más de dos metros de altura, tenía el cuerpo lleno de vendas y ungüentos, y todavía se podía ver algo de podrida carne.

—Sin duda murió de lepra[1] —comentó el rehén.

Era mucho más alto de lo que parecía. De lejos era como de un metro sesenta, pero al acercarme me di cuenta de que medía un mínimo unos dos metros.

—Creo que la vamos a liar…

En el primer momento atacó. Por poco me daba un espadazo en la espalda, y, a juzgar por su fuerza, me habría abierto una buena brecha. Menos mal.

El mago tampoco se defendía mal. Al contrario, no paraba de utilizar todo tipo de conjuros y hechicerías. Hasta llegó a congelarle un brazo al enemigo.

El jefe esqueleto cayó en combate contra mí, al asestarle un terrible golpe en el cuello.

Tras derrotar al jefe, conseguí llegar hasta una pared grabada de runas. Eran grandes, y seguro que mágicas, me costó descifrarlas, pero lo conseguí. Me permitió localizar una pequeña roca en la que había clavada una legendaria espada.

En la espada ponía: ‘El que consiga esta espada será el héroe que cambiará la historia de la humanidad para siempre y nunca jamás’.

Talmira

Подняться наверх