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(Serrano 98)
9 octubre 1924
Amigo Gregorio Prieto:
Ahí va mi poema que te gustó y que ya es para ti. Alegre estoy porque te lo mando y porque te he conocido; alegre con la alegría de tu pintura, que yo no llamaría nunca alegre. Es por esta fiesta del otro día que a ti te debo y a tu arte. En eso nuevo que cada día quisiera uno ir descubriendo, tú eres para mí, aunque antiguo, nuevo, con la novedad cobrada por tus cuadros ante mis ojos, ya reposados, fuera de una visión primera —un abril último— de Exposición, en que las imágenes se superponen en un simultaneísmo de recuerdos que perturba la claridad. ¡Maravillosa claridad la de tu pincel! Yo tengo aún en mí la comezón de ese agridulce de la cabeza femenina, de sonrisa redonda, que fue tu última pintura vista la tarde aquella. Aún me parece contemplar la otra cabeza, la del joven pintor, que emana, dentro de su neta pintura, en su adolescencia, un aire saturado de lirismo. Y la ternura de ese paisaje raso, materno y puro. Y la blancura —sin ser tristeza exactamente— de tus paisajes de Criptana, donde todo el pueblo se va hacia el campo, y donde las paredes clarísimas, la calle sola, el viento (aunque no se mueva), el patio enjalbegado, envueltos en la luz cernida de tu paleta, me llenan —no sé por qué— de una pura melancolía. Conseguida estructura, fino matiz, fino ritmo de tales paisajes.
Yo quiero hoy en esta carta expresarte mi adhesión, mi comprensión. Quiero sencillamente saludarte, saludar en ti una firme realidad de arte y el porvenir de una segura, «enorme y delicada» floración. El camino es tuyo. Todo te lo merecerás además por la calidad de tu simpatía.
Con un abrazo de tu «nuevo amigo».
Vicente Aleixandre