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Capítulo 6

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A MEDIA tarde del jueves, Neily llegó al despacho y encontró un mensaje de Cheryl Adams en el contestador. Normalmente trabajaba a las órdenes de un funcionario de Billings, pero como el caso de Theresa dependía de Missoula, debía tratar el asunto con ella. Afortunadamente, Cheryl había sido supervisora de Billings durante dos años y se conocían bien.

Descolgó el teléfono y la llamó.

—¿Dígame?

—Hola, soy Neily…

—Hola, Neily. ¿Cómo te va la vida?

Charlaron de cosas intranscendentes durante unos minutos. Después, Cheryl cambió de tono y pasó a los asuntos profesionales.

—¿Qué puedes decirme del caso Grayson? Tengo nuestro informe encima de la mesa, pero necesito el tuyo.

Neily le resumió su evaluación de Theresa y confirmó que estaba de acuerdo con las pruebas médicas y psicológicas realizadas con anterioridad.

—Es increíble que pudiera robar ese coche y llegar a Northbridge —continuó—. Lo único que se me ocurre es que sus motivos sean tan importantes que eclipsaron temporalmente sus problemas y le dieron fuerzas.

—¿Sabes algo nuevo de eso? ¿Ya has averiguado por qué se empeña en seguir allí?

—No. Se limita a repetir lo mismo de siempre —contestó—. Ha vuelto a su comportamiento habitual y no sabe o no quiere explicarse… quién sabe, todavía es posible que se haya inventado toda la historia. ¿No hay nadie en Missoula que sepa algo? Alguien tiene que saber si ha perdido dinero, joyas, lo que sea…

—Hemos preguntado, pero sin éxito. El ama de llaves de los Grayson pensó que estábamos acusando de robo a alguno de sus nietos y los defendió con uñas y dientes. Asegura que le daban todo lo que quería, pero que estaba tan perdida en su propio mundo que no se daba cuenta de nada —explicó Cheryl—. Incluso su nieta, Marti, acompañó a nuestro asistente social a la habitación de la anciana y le enseñó sus pertenencias. Todas estaban aseguradas y coincidían con las de la lista de la compañía aseguradora.

—Bueno, tengo la sensación de que, sea lo que sea que ha perdido, es más importante que un poco de dinero o unas joyas.

—¿Cómo se encuentra físicamente?

—Bien. Los médicos dicen que no tiene síntomas de haber sufrido abusos o negligencia en el tratamiento. Y por lo que he visto, sus nietos y su enfermera la cuidan como si fuera una reina.

—¿Y qué dicen ellos? Me refiero al uno del otro…

—Sus opiniones coinciden, pero también las de Theresa. La anciana está encantada con ellos y no me parece que oculte nada.

—Aquí hemos llegado a la misma conclusión. El ama de llaves vive con su marido, que es jardinero, y los dos hablan muy bien de los nietos y de la enfermera —declaró—. Antes de Mary Pat tuvieron a otra, así que la buscamos y la interrogamos; trabajó con ellos durante años y estaba encantada, pero se marchó porque quería jubilarse… Preguntes a quien preguntes, todos dicen lo mismo. Vecinos, amigos, compañeros de trabajo…

Neily se sintió muy aliviada con las noticias de Cheryl. Confirmaba que no se había equivocado con Wyatt y que no se había dejado influir por lo que sentía por él.

—¿Te han dicho algo en concreto sobre los otros dos nietos? —preguntó, sólo por curiosidad—. ¿Tienen mal genio? ¿Albergan algún resentimiento hacia Theresa? ¿Hay algo sospechoso?

—No, nada en absoluto. Según nuestros informes, son una familia bien avenida donde todos trabajan y cuidan de Theresa juntos y sin problemas aparentes —contestó—. ¿Y tú? ¿Qué puedes decirme de nuestro hombre?

Neily pensó en Wyatt e intentó responder con frialdad.

—Es un hombre con los pies en la tierra. Paciente, tranquilo, comprensivo, inteligente, amable, compasivo con sentido del humor…

Al darse cuenta de que estaba enumerando virtudes que no sonaban precisamente profesionales ni específicamente relacionadas con el caso de Theresa, Neily se detuvo un momento y añadió:

—Es muy cariñoso con ella. No me ha dado la impresión de que la considere una carga.

—Vaya, parece que Theresa está en las mejores manos del mundo. Todos deberíamos tener una familia como ésa, ¿verdad?

—Sí, desde luego.

—Bueno, entonces podemos llegar a la conclusión de que la fuga de Theresa no tuvo nada que ver con ningún posible abuso.

—En efecto. Sólo queda por descubrir si se marchó por sus problemas mentales y emocionales o porque efectivamente hay algo raro en su pasado que ni sus propios nietos conocen —declaró.

—Pero de todas formas, pueden cuidar de ella…

—Sí.

—En tal caso, no hay más que decir. Este fin de semana tengo una reunión de Billings, aunque pasaré el sábado por Northbridge para echar un vistazo personalmente antes de aprobar tu informe. Si tienes tiempo, ve de vez en cuando a visitar a Theresa… pero en principio, creo que podemos cerrar el caso y recomendar que permanezca al cuidado de sus nietos —dijo Cheryl.

—Magnífico.

La conversación volvió de lo profesional a lo personal. Unos minutos después se despidieron y Neily se recostó en el asiento y suspiró. Se sentía como si le hubieran quitado un gran peso de encima.

Nunca había pensado seriamente que su atracción hacia Wyatt hubiera influido en su valoración de Theresa, pero le alegraba saber que el departamento de Missoula compartía sus opiniones. Ahora ya estaba libre de esa preocupación. Libre para explorar otras posibilidades.

Sin embargo, no estaba segura de querer hacerlo. Wyatt era un hombre viudo, con un pasado emocional complejo, y ella ya había cometido un error parecido en otra ocasión. No había nada peor que intentar vivir bajo el fantasma de una esposa muerta. Y para empeorar las cosas, resultaba que ella se parecía físicamente a Mikayla.

No, definitivamente no debía mantener una relación con él.

Era libre para ayudar a Theresa y para ser amiga de Wyatt e incluso para asistir a un partido de baloncesto como el de aquella noche, pero nada más. No quería volver a cometer las equivocaciones del pasado. Y si había podido resistirse a sus encantos cuando estaba involucrada en un caso de su departamento, también podría resistirse en cuestiones puramente personales.

Tomó aire y suspiró otra vez.

Había tomado una decisión y se sentía fuerte. Sabía lo que quería y lo que no quería, y salir con un viudo se encontraba en el segundo caso.

Era lo más lógico, lo más razonable.

Pero su fortaleza tenía un punto débil. No conseguía olvidar el beso de la noche anterior, ni dejar de desear que la besara otra vez.

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