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Capítulo 5

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TÚ debes de ser Noah, ¿verdad? Noah Perry… —dijo Wyatt a uno de los recién llegados a la cena.

Para entonces había conocido a tantas personas que empezaba a confundir todos los nombres. Además, la gran cantidad de apellidos Perry y Pratt complicaba las cosas a pesar de que intentaba separar mentalmente los segundos de los cinco hermanos de Neily.

—¿O me equivoco y eres hermano de… ? —continuó.

—No, has acertado. Soy Noah Perry —confirmó el hombre—. Y no, no soy hermano de Neily ni primo suyo ni nada por el estilo. Aunque ahora formamos parte de la misma familia… mi hermano Jared se ha casado con su hermana Mara y su hermano Cam con mi prima Eden. Además, mi prima Faith se casará con Boone, el otro hermano de Neily, dentro de un par de días.

Mientras hablaba, Noah se los iba señalando entre las personas que se habían reunido para asistir a la cena de agradecimiento. Al parecer, medio Northbridge había echado una mano el domingo anterior.

—Vamos, que no solamente hay muchos Perry y Pratt sino que además se dedican a mezclarse entre ellos —dijo Wyatt entre risas—. Y dime, ¿va a casarse alguno más?

Lo preguntó de forma inocente, pero inmediatamente después se dio cuenta de que no sabía si Neily estaba comprometida con alguien. Tal vez con un Perry. Quizás, con el propio Noah. Y la idea le molestó.

—No que yo sepa. Pero quién sabe lo que puede ocurrir…

La respuesta de Noah no lo tranquilizó; aunque Neily no fuera a casarse con nadie, eso no impedía que tuviera novio. Pero se dijo que no era asunto suyo y decidió cambiar de conversación para quitársela de la cabeza.

—Si no recuerdo mal, tú eres el contratista del pueblo…

—Exacto.

—Vaya, menos mal, empiezo a sumar dos y dos —afirmó—. Quería hablar contigo sobre la posibilidad de reformar este lugar.

Noah asintió y echó un trago de su cerveza.

—No le vendría mal, desde luego.

—Sé que sería mucho trabajo. ¿Estás disponible?

—Ahora mismo tengo unos cuantos compromisos. ¿En qué tipo de reforma estabas pensando?

Wyatt contestó que quería cambiar la fontanería, la instalación eléctrica, las ventanas y los suelos, además de pintar toda la casa.

—Es decir, una reforma integral —resumió Noah.

—Sí, más o menos. ¿Podrías hacerlo? ¿O es mejor que busque ayuda en otro sitio?

—He construido docenas de casas en este pueblo. Mi equipo y yo podemos con lo que nos echen —afirmó.

—Obviamente, Home Max se encargaría de suministraros todos los materiales que necesitéis —dijo Wyatt.

Noah volvió a asentir.

—No he trabajado mucho con Home Max, pero me gustó lo que vi en la exposición del mes pasado.

—¿Estuviste en ella?

—Sí, por supuesto, y me llevé una buena impresión. Normalmente estoy condenado a trabajar con lo que puedo comprar aquí…

—Supongo que te refieres a la tienda de Hector Tyson. He oído hablar de él.

—En efecto. Home Max ofrece muchas más opciones, y soluciones innovadoras a las que nunca había podido acceder… sobre todo en sistemas de aislamiento. Hector no es hombre de ideas modernas —le comentó—. Y me encantaría probar algunas de las cosas que vi en la exposición.

—Magnífico. Ven cuando tengas un rato libre y te enseñaré la casa, habitación por habitación, para que te hagas una idea más clara de lo que hay que hacer —propuso—. Así podrás hacerme un presupuesto.

—Me parece bien —dijo, antes de echar otro trago de cerveza—. ¿Quiere eso decir que piensas quedarte en Northbridge?

—Francamente, no lo sé.

Wyatt lo dijo mirando a Neily. Esa noche estaba impresionante. Se había dejado el pelo suelto y su cara de porcelana era tan bella que no podía borrarla de su pensamiento. Llevaba unos pantalones tan ajustados que debería haber sido ciego para no fijarse en sus curvas, y una blusa blanca y transparente sobre una camiseta del mismo color que lo estaba volviendo loco.

Parecía encontrarse en su elemento entre la gente. Sonreía, reía, sus ojos azul metálico brillaban y él buscaba una y otra vez alguna excusa para acercarse. Pero ahora estaba hablando con Noah sobre la posibilidad de quedarse allí.

—Las cosas están en el aire —continuó—. En cierto modo depende de Neily, puesto que es la asistente social encargada de mi abuela.

—No te preocupes por Neily. Es una gran profesional —afirmó Noah—. Crecimos juntos… de hecho, fuimos juntos al colegio.

—¿Y cómo es con las familias que investiga? ¿Muy dura?

—Sólo cuando tiene que serlo —contestó—. Pero es justa.

Wyatt asintió y preguntó, para su propia sorpresa:

—¿Sabes si está saliendo con alguien?

—Tengo entendido que no. ¿Por qué lo preguntas? ¿Te interesa?

—Es simple curiosidad —respondió con demasiado apresuramiento—. Me extraña que nadie le haya echado el ojo…

—¿A Neily? —preguntó, extrañado—. Bueno, es que Neily es Neily. Una chica genial, pero…

Wyatt no dijo nada. Noah se encogió de hombros y continuó:

—En fin, supongo yo no la puedo mirar de esa forma. La conozco desde siempre. Es como si fuera una de mis hermanas.

En ese momento, Noah se terminó la cerveza y Wyatt vio la ocasión que estaba buscando para interrumpir la conversación.

—Iré a buscarte otra —afirmó, para impedir que Noah rechazara la oferta.

Al pasar junto a Neily, notó la colonia que se había puesto y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no hundir la cabeza en la curva de su hombro y aspirar. Aquella mujer le gustaba demasiado. Tanto, que la noche anterior había estado a punto de besarla. Y no había besado a nadie desde Mikayla.

No entendía lo que le estaba pasando. Tras el fallecimiento de su esposa, se había llegado a convencer de que ninguna mujer volvería a despertar su interés. Además, Neily era la asistente social que debía juzgar si él y su familia eran adecuados para cuidar de Theresa.

No debía cometer el error de besarla. No podía mantener una relación con ella. Lo único razonable que cabía en esas circunstancias era resistirse a sus deseos y no cruzar en ningún momento la línea.

Wyatt se conocía bien y sabía que lo que sentía por ella se parecía mucho a lo que había sentido por Mikayla cuando la conoció. Si seguían adelante, aquello no sería una simple aventura romántica. Podía convertirse en algo muy serio, en algo que no se podía permitir, en algo a lo que no se podía arriesgar.

Decidió que si para mantener las distancias necesitaba recordarse el infierno que había sufrido tras la muerte de Mikayla, lo haría.

A fin de cuentas, aunque el recuerdo del dolor fuera leve a esas alturas, la pérdida real había sido tan terrible que haría cualquier cosa por evitarse otra situación parecida.

Aquella noche, cuando Neily encontró a Wyatt en la cocina, dijo:

—Tú lavas y yo seco.

—Gracias, pero Mary Pat…

—Mary Pat se ido a dormir. Le duele la cabeza y le he dicho que yo me encargaría de todo —explicó.

Neily no tenía intención de quedarse en la casa después de que se marcharan los invitados. De hecho, planeaba marcharse antes para evitar la posibilidad de quedarse a solas con Wyatt y volver a sentir la tentación de besarlo.

Precisamente por eso había subido a ver a Theresa. Pero la visita que suponía breve se alargó demasiado porque la anciana se empeñó en que le contara quién estaba en la casa y qué estaban haciendo, a pesar de su negativa a bajar a saludar.

Después, cuando por fin terminó de contestar a todas sus preguntas, se cruzó con Mary Pat. La enfermera se encontraba mal y se le notaba, pero pretendía bajar de todas formas para echar una mano a Wyatt con la limpieza. Neily no pudo permitirlo y la situación terminó allí, en la cocina y a solas con él.

Sin embargo, intentó tranquilizarse. Se limitaría a secar unos cuantos cacharros y luego le daría las buenas noches y se marcharía a casa.

—Yo puedo ocuparme de todo —aseguró él.

Neily sacudió la cabeza.

—Será más rápido y más fácil si lo hacemos entre los dos. Y como tú ya te has remangado, lo lógico es que laves y yo seque.

—Está bien, gracias…

Las mangas enrrolladas a las que Neily se refería eran de su camisa de color azul cielo, combinada con unos pantalones caqui. Tenía un trasero tan bonito y unos brazos tan sexys que no pudo evitar admirarlo.

—Ha sido una gran fiesta —comentó ella, para quitárselo de la cabeza.

—Eso espero. Si estuviera en mi casa, habría organizado algo más llamativo… pero un lugar que llevaba varias décadas deshabitado tiene limitaciones evidentes.

—Descuida, la gente de Northbridge no es dada a excesos de elegancia.

—Pero sí a relacionarse entre ellos. Todos se conocían.

—Claro, es una localidad pequeña.

—Cuando llegué a Northbridge, me pregunté si sería un típico pueblo agradable y pintoresco o uno endogámico y lleno de enemistades enquistadas. Hasta ahora, parece lo primero… ¿O es que la endogamia y los odios están entre bastidores?

Neily se rió.

—Los odios, sí, pero la endogamia la practicamos a cara descubierta —bromeó—. No, ya en serio… Northbridge sólo es una localidad pequeña que antes vivía del campo. Somos exactamente lo que ves.

—Pues esta noche he visto unos cuantos Pratt… ¿Sois siete en total?

—Ocho. ¿Te acuerdas de Karis? Es la que está casada con Luke Walker. La has conocido esta noche… es mi hermanastra.

—¿Hermanastra? ¿De padre, o de madre diferente?

—De madre. Mi padre se marchó cuando éramos pequeños y tuvo dos hijas con otra mujer. Una de ellas murió, pero Karis se vino a Northbridge y conoció a Luke.

—¿Se marchó? —preguntó, sorprendido—. Debió de ser muy duro para vosotros…

—Sobre todo para mi madre. Yo era demasiado pequeña para acordarme… ni siquiera había cumplido los tres años —explicó—. Se fue justo después de que nacieran Boone, Taylor y Jon.

—¿Nacieron al mismo tiempo?

—Es lo que suele ocurrir con los trillizos.

Wyatt sonrió.

—No sabía que fueran trillizos.

—¿No te lo he dicho al presentártelos? —preguntó—. Qué extraño, siempre lo hago…

—Si me lo hubieras dicho, lo recordaría. A fin de cuentas estoy en el mismo caso.

Neily lo miró con sorpresa.

—¿En serio?

—Sí. Marti, Ry y yo somos trillizos.

—Vaya… no me lo puedo creer. Menuda coincidencia.

—Bueno, los trillizos son más raros que los mellizos, pero la posibilidad de que se repita una situación así en una familia que ya ha tenido casos anteriores, es bastante elevada. Quién sabe, puede que tengamos familia común.

Neily se rió.

—Conozco la historia de mi familia y sé que no tenemos ninguna relación con la vuestra —afirmó con humor—. Pero visto lo visto, será mejor que tú y yo no tengamos hijos… nos saldrían de tres en tres.

Wyatt no dijo nada sobre el comentario de Neily. De hecho, pareció cambiar de conversación.

—Esta noche también he conocido a unos cuantos Perry. ¿Es otra familia grande?

—No tanto como la nuestra. Eden, Eve y Faith son primas de Jared, Noah, Kate y Meg.

—Ah… sólo sé lo que me ha contado Noah. No ha sido mucho, pero afirma que muchos de los Perry están casados o a punto de casarse con un Pratt.

—Es cierto.

—Muchos… pero tú, no.

Neily no supo a dónde quería llegar.

—No, yo no.

—¿Y no hay nadie más en tu vida? No llevas anillo de compromiso y nunca has dicho que hayas estado casada, luego supongo que sigues soltera. Pero entre las compras del lunes, la pizza de ayer y la fiesta de hoy… en fin, me he preguntado si no estaría interfiriendo en alguna relación. Es decir, si no estarás saliendo con alguien…

Neily le dio la espalda con la excusa de meter unos platos en el armario de la cocina porque no quería que la viera sonriendo de oreja a oreja. Quería saber si estaba saliendo con otro hombre. Ya no se trataba solamente de Theresa y de sus necesidades, sino de algo bastante más personal.

Ahora debía decidir entre responder a su pregunta o cortar por lo sano y decirle que no podía hablar de cosas personales con una persona involucrada en un asunto de su trabajo. Pero si optaba por la primera posibilidad, podría saciar su propia curiosidad y averiguar más cosas sobre la vida de Wyatt.

Al final, optó por rendirse a sus deseos.

—No estás interfiriendo en nada. En este momento no salgo con nadie.

Neily volvió a la pila en el momento preciso en que Wyatt quitaba el tapón para vaciarla. Se giró hacia ella, alcanzó otro trapo y se apoyó en la encimera.

Su expresión no mostraba sorpresa por la información que le acababa de dar. Sin embargo, parecía alegrarse.

—¿Y tú? —preguntó Neily—. ¿Te está esperando alguien especial en Missoula?

La sonrisa de Wyatt se tiñó con un fondo de tristeza.

—No —dijo, bajando la mirada—. Estuve casado, pero ella falleció.

Neily supo que se refería a Mikayla. Theresa la había mencionado cuando Wyatt y Mary Pat llegaron a la casa, y él tuvo que recordarle que había muerto.

—Mikayla, supongo… Theresa siempre me confunde con ella.

—Sí, Mikayla era mi esposa. Pero te lo dije cuando nos conocimos…

—No, me dijiste que te resultaba familiar. Yo adiviné que sería ella por las confusiones continuas de tu abuela, pero no me explicaste quién era.

Neily ardía en deseos de preguntar por el bebé. Sin embargo, le pareció que no era el momento ni en lugar adecuado.

—Lo siento mucho, Wyatt.

Él arqueó las cejas y se encogió de hombros.

—La vida te ofrece bandejas llenas de fruta… unas están maduras, y otras, podridas.

Neily prefirió no preguntar al respecto porque tuvo la sensación de que no quería decir nada más. Sobre todo cuando se secó las manos muy despacio, con esa sensualidad tan propia de él que la volvía loca, y adoptó una actitud distante.

Wyatt se apartó de la encimera, dejó el paño a un lado y dijo:

—Discúlpame. Es tarde y te estoy entreteniendo.

Neily no supo si lo dijo por consideración hacia ella o porque prefería que se marchara antes que hablar de su difunta esposa. Pero decidió marcharse de todas formas.

—Será mejor que me vaya. Tengo que ver a Sela a primera hora y llevármela del hospital si ya le han dado el alta.

—Pero nos veremos mañana, ¿verdad? —preguntó mientras la acompañaba a la salida.

—Por supuesto —aseguró—. Theresa y yo hemos quedado a tomar el té.

Wyatt alcanzó la chaqueta de Neily, que había dejado en un armario.

—Tengo entendido que mañana por la noche hay un gran partido de baloncesto…

—Bueno, no sé si lo de gran partido es una definición adecuada —comentó ella—. Los chicos de Northbridge se reúnen para jugar a todo tipo de cosas y esta vez le ha tocado al baloncesto. Se hacen llamar los Bruisers… sólo lo hacen por divertirse, pero en las localidades pequeñas hay pocos espectáculos y siempre asiste mucha gente.

Wyatt la estaba mirando otra vez, con aquella sonrisa que le resultaba tan sexy.

—Tenía intención de ir —le confesó—. ¿Te apetece acompañarme? ¿O no te gusta el baloncesto?

—¿Que si me gusta? No me pierdo ningún partido…

Neily lo dijo tan deprisa que tuvo miedo de que notara su entusiasmo y añadió:

—Sería algo bastante inocente. Todo el mundo entendería que un asistente social asista a un partido con alguien involucrado en uno de sus casos.

Ella se dijo que si planteaba la cita de ese modo, de forma puramente profesional, podría limitar el intercambio de información personal tanto como quisiera. Además, ahora tenía un motivo extraordinario para evitar una relación con él: era viudo y había estado enamorado de otra mujer. De una con quien no podía competir, porque estaba muerta.

—Sí, supongo que puedo —concluyó.

—Yo también estaré encantado de ir —ironizó él.

Wyatt la ayudó a ponerse la chaqueta. Cuando ella se giró, se encontraron tan cerca que volvió a pensar en un beso de buenas noches.

Ella se quedó inmóvil, contemplando la cara con la que había soñado una y otra vez. Él la observó con intensidad, como si se estuviera debatiendo. Parecía una repetición de lo sucedido la noche anterior.

Por fin, Wyatt sacudió la cabeza y Neily pensó que no la iba a besar, que había conseguido resistirse a sus deseos.

Pero se equivocaba. Un segundo después, se inclinó sobre ella y la besó suavemente.

Apenas fue el eco de un beso, un roce, una simple caricia. Cuando la miró de nuevo, tenía una sonrisa irónica en los labios.

—Lo sé, lo sé… no debería haberlo hecho —admitió, negando con la cabeza—. Pero debía hacerlo de todas formas.

Neily pensó que ella también era culpable, porque podía haberlo rechazado. Sin embargo, prefirió ceñirse a su confesión de culpabilidad.

—No queremos que alguien piense que no soy objetiva en mi trabajo…

—Ha sido culpa mía. Asumo la responsabilidad. Fusílame cuando quieras.

Ella sonrió.

—No creo que debamos llegar a tanto.

—Siempre y cuando, no lo vuelva a repetir…

Wyatt le había quitado las palabras de la cabeza, así que se limitó a asentir y dijo:

—Tengo que ser imparcial.

—¿Y un beso tan leve bastaría para que dejaras de serlo? —bromeó.

Por fortuna para Neily, Wyatt no esperó contestación.

—Te prometo que mañana seré todo un modelo de buen comportamiento —añadió.

Él le abrió la puerta y ella le dio las buenas noches y salió de la casa.

Sabía que debían mantener las distancias, que era lo mejor para los dos. Pero en el fondo, no estaba segura de poder conseguirlo.

Amor apasionado - Princesa de incognito

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