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Capítulo 2

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WYATT estaba sentado en la cama, a primera hora del lunes por la mañana, cuando colgó el teléfono. Había mantenido una conversación con sus hermanos, Ry y Marti. Los dos seguían de viaje, Ry en Canadá y Marti en México, pero querían saber cómo estaba su abuela y averiguar qué pensaba hacer el Departamento de Servicios Sociales ahora que se había declarado a Theresa, oficialmente, incapaz de cuidar de sí misma.

Tras informarles y responder a sus preguntas sobre el asistente de Missoula y la de Northbridge, le costó quitarse a Neily Pratt de la cabeza. Y no sólo porque se hubiera dado la vuelta para mirarlo.

No le extrañaba que su abuela la confundiera con Mikayla. Aunque no eran ni mucho menos idénticas, se parecían tanto como si fueran primas. Sobre todo en el pelo, fuerte y de un castaño caoba intenso que llamaba la atención, pero también en la nariz, fina, respingona, tentadora.

Sin embargo, Neily era más baja que Mikayla, incluso teniendo en cuenta que la asistente social llevaba zapatillas deportivas y no zapatos de tacón alto. Tampoco era de piel morena, sino muy blanca, y sus ojos no eran de color avellana sino de un azul tan maravillosamente metálico y profundo que no se cansaba de mirarlos. En cuanto a su cuerpo, la asistente era menos voluptuosa que Mikayla, aunque con curvas suficientes como para gustar a cualquiera.

Intentó dejar de pensar en ella, pero no lo consiguió y empezó a parecerle preocupante. Su encuentro le había afectado mucho; no por la posible investigación del Departamento de Servicios Sociales, puesto que su abuela no había sido víctima de abusos ni de negligencia alguna, sino por su propia respuesta ante Neily Pratt.

Había sentido algo extraño. Algo que lo empujaba a verla de nuevo, a charlar con ella, a admirarla con menos polvo encima. Y eso era alarmante, porque sabía que podía ser un principio y no quería que lo fuera.

Sacudió la cabeza, disgustado con sus emociones, y se preguntó qué le estaba pasando. Acababa de conocer a esa mujer, y desde luego no tenía la menor intención de mantener una relación con alguien después de lo de Mikayla y de los dos años que habían transcurrido desde su muerte.

Habían sido dos años tan terribles que se había convencido de que no volvería a ver la luz del sol en cuestión de sentimientos, tan insoportables, que tuvo miedo de terminar con el tipo de depresión que había llevado a su abuela a aquel estado.

Pero sin saber ni cómo ni por qué, las cosas habían empezado a mejorar. Aunque no estaba totalmente recuperado, aunque la vida le había jugado una mala pasada, ahora veía luz al final del túnel y no quería volver a caer en ese tipo de oscuridad, en el vacío de perder a la persona amada.

La mejor forma de evitar ese peligro era estar solo, no apreciar tanto a nadie como para echarlo en falta si fallecía de repente o si las cosas no funcionaban; y se había mantenido fiel a esa decisión, intentando disfrutar de los pequeños placeres de la vida y manteniéndose alejado de las mujeres. Además, tenía a su hermano y a su hermana con él.

Sin embargo, la aparición de Neily lo había cambiado todo. Se dijo que tal vez se debiera a su parecido con Mikayla, que había despertado emociones enterradas durante mucho tiempo. Pero fuera cual fuera el motivo de aquella atracción, iba a resistirse a ella con todas sus fuerzas.

—Será mejor que empieces enseguida —se dijo en voz alta.

Esperaba que Neily terminara pronto su trabajo y desapareciera para siempre de su vida. Así, no tendrían que verse. Porque nada merecía el riesgo de volver a sentirse en el borde de aquel pozo.

Neily tuvo una jornada laboral muy ajetreada y no pudo ir a la casa de Theresa hasta la tarde del lunes, a última hora. Mary Pat le abrió la puerta, la saludó y dijo:

—Lleva triste todo el día. Wyatt está sentado con ella en el porche trasero.

—Iré a verla. Ya me conozco el camino.

El porche al que la enfermera se refería había sido probablemente un invernadero en los viejos tiempos de la casa Hobbs. Era un lugar pequeño situado en la parte de atrás, completamente cerrado con cristaleras. Hasta los arreglos del día anterior, la mayoría de los cristales estaban rotos, pero los habían cambiado y el sol de abril, que no era muy intenso, se bastaba para calentarlo y hacerlo agradable.

Desde allí se veía gran parte del pueblo, y Theresa y Wyatt se estaban dedicando a disfrutar de las vistas. Sin embargo, Neily prefirió no anunciar su llegada. Quería observar cómo se relacionaban antes de que fueran conscientes de su presencia.

Estaban sentados en dos sillas de mimbre, de espaldas a la entrada, pero en un ángulo perfecto para que Neily los pudiera ver de perfil. La tristeza de la anciana era evidente, su expresión era sombría a pesar de que Wyatt Grayson intentaba animarla con una historia divertida sobre un vendedor de herramientas.

Aunque no había nada alarmante ni extraño en ello, Neily se quedó allí un momento más para poder mirar al nieto de Theresa.

Intentó convencerse de que su interés por él era profesional y totalmente ajeno a su atractivo, a lo bien que le quedaban la camisa y los pantalones de sarga, a sus hombros anchos, al brillo del sol en su cabello rubio y a sus facciones marcadas. Se dijo que sólo los espiaba porque quería observar su relación. Y justo entonces, Wyatt consiguió robarle una sonrisa a su abuela.

—Toc toc —dijo al fin, como si acabara de llegar.

Él se giró inmediatamente hacia ella y la miró con toda la intensidad de sus ojos grises. Theresa, en cambio, siguió contemplando las vistas.

—Mira quién ha venido, abuela… es Neily —anunció, levantándose de la silla.

Theresa no dijo nada.

—Es un lugar precioso para pasar un día de primavera… —comentó la recién llegada.

—Desde luego. Convencerla para venir no ha resultado fácil, pero Mary Pat y yo nos empeñamos y al final lo hemos conseguido —le explicó—. En fin, supongo que no has venido para verme a mí… será mejor que os deje a solas. Sin embargo, ¿podríamos hablar un minuto cuando termines?

—Por supuesto —respondió, encantada con la idea.

—¿Quieres algo de beber? ¿Café? ¿Té?

—No, gracias. Sólo quiero estar un rato con Theresa.

—En tal caso, me marcho.

Wyatt se acercó a su abuela, le acarició el hombro y añadió:

—Espero que no te moleste que me vaya. Te dejo con Neily…

La anciana se limitó a darle una palmadita en la mano y siguió mirando por la cristalera como si aquello no fuera con ella.

Neily se sentó en la silla que Wyatt había dejado vacía.

—No te preocupes, estaremos bien.

Cuando él se marchó, Neily intentó no pensar en lo mucho que le gustaba y decidió concentrarse en su abuela.

—Hola, Theresa. ¿Cómo estás hoy?

Theresa se encogió de hombros, pero no contestó.

Neily miró el paisaje. Desde allí se veía toda la zona de Northbridge que se había urbanizado a partir de la década de 1950; pero no era especialmente interesante.

—¿Te gusta que Mary Pat y tu nieto estén aquí?

—Son buenos conmigo —respondió sin inflexión alguna.

—Entonces, te alegras de que hayan venido…

—Sí.

—¿Y qué hace exactamente Mary Pat?

Neily lo sabía de sobra, pero lo preguntó para darle conversación y averiguar más cosas sobre las relaciones de Theresa.

La anciana se encogió de hombros otra vez.

—Todo. Me trae las medicinas cuando me las tengo que tomar, me prepara la comida, me dice si hace frío y tengo que ponerme un jersey, me recuerda que me cepille los dientes y que me peine cuando se me olvida… casi parece mi madre.

Theresa lo dijo con la misma voz monótona de antes, sin apartar la vista ni un segundo de la cristalera.

—Pero le robaste el coche…

—No tuve más remedio. Tenía que venir, aunque fuera con ella.

Neily notó un fondo de beligerancia y decidió cambiar de tema.

—¿Y qué me dices de tu nieto? ¿También te ayuda?

Theresa volvió a encogerse de hombros.

—Wyatt, Marti, Ry… no sé qué haría sin ellos.

—¿Marti es la hermana de Wyatt?

—Sí, y Ry es mi otro nieto, su hermano.

—¿Te visitan muy a menudo?

—Oh, se preocupan mucho por mí, incluso demasiado. Pobrecillos… me tratan como a una reina y están al tanto de todos mis deseos. Y aquí estoy yo, complicándoles la vida un poco más —contestó.

—¿Eso te lo han dicho ellos? ¿Te han dicho que les complicas la vida?

—No, todo lo contrario. Se desviven por mí.

—Entonces, ¿por qué no les dijiste que querías venir a Northbridge?

Theresa frunció el ceño.

—No podía decírselo —susurró.

Los ojos de la anciana se llenaron de lágrimas. Un segundo después, apuntó hacia el pueblo y declaró:

—Todo eso pertenecía a mi familia, ¿sabes?

—¿A qué te refieres?

—A las tierras donde levantaron esas urbanizaciones.

—Vaya, no tenía ni idea.

—Pertenecían a mi padre. Me las dejó en herencia.

Neily no sabía si estaba diciendo la verdad o si sólo era una de sus fantasías, pero decidió seguirle la corriente.

—¿En serio? —preguntó—. No sabía nada, aunque supongo que ha pasado mucho tiempo desde que vendiste las tierras. Porque las vendiste, ¿verdad?

Theresa no contestó.

—¿Eso es lo que quieres? ¿Recuperar las tierras de tu padre?

La anciana evitó responder a la pregunta.

—Todo era nuestro —insistió—. Desde aquí hasta el horizonte. En la vida se pierden tantas cosas…

—¿Insinúas que perdiste esas tierras de algún modo?

Theresa siguió hablando como si no la hubiera oído.

—Pérdidas, tantas pérdidas. Wyatt lo ha sufrido en carne propia. Y Marti, también.

—No sé qué perdiste exactamente, Theresa, pero lo siento mucho. ¿Te apetece que hablemos de ello?

—No, ya no quiero hablar más. Necesito descansar.

La abuela de Wyatt se levantó y se marchó sin decir una sola palabra más. Neily la siguió hasta el vestíbulo, pero ya había cumplido su objetivo del día: asegurarse de que estaría bien con la enfermera y su nieto.

Mary Pat se acercó entonces e intentó convencer a Theresa para que fuera a la cocina a tomarse un té en lugar de subir a su dormitorio. Sin embargo, no tuvo éxito y al final tuvo que acompañarla al piso de arriba.

Neily acababa de quedarse a solas cuando oyó la voz de Wyatt, que venía del salón y se quedó apoyado en el arco de la entrada.

—Vaya, qué rápido ha sido…

Estaba tan guapo con las manos metidas en los bolsillos, como si fuera un vaquero, que ella se estremeció y tuvo que hacer un esfuerzo para poder hablar.

—Sí, ha sido rápido, pero ya sé lo que necesitaba saber.

—En ese caso, tal vez puedas concederme un par de minutos en lugar de uno…

Neily se dijo que no estaba coqueteando con ella, que su sonrisa era inocente y que, en cualquier caso, sólo les unía el interés por el bienestar de Theresa.

—Bueno, supongo que puedo concederte esos dos minutos —dijo, mirando el reloj—. Pero sólo eso, porque todavía tengo que visitar otra casa. Si necesitas más…

—No, eso será suficiente. Quería darte las gracias por todo lo que has hecho aquí. Durante el desayuno, mi abuela nos habló de los cristales rotos, de las cañerías atascadas y de la suciedad que había por todas partes… nos hemos hecho una idea más aproximada del trabajo que hicisteis ayer, y sinceramente te estoy muy agradecido.

—No tiene importancia.

—También estaba pensando que tal vez podríamos dar una cena para todas las personas que vinieron a echar una mano, pero no sé quiénes son ni cómo podría organizarlo —le confesó.

A Neily le pareció una gran idea. Era una forma apropiada de demostrar su gratitud a los voluntarios de la localidad.

—Si me dices un día, me encargaré del asunto.

—¿Avisarás a todos los que han trabajado en la casa?

—Por supuesto.

—A Mary Pat y a mí nos parece que el miércoles por la noche podría ser un buen momento. ¿Te parece bien a las siete?

—Perfecto.

—Entonces, sólo queda otra cuestión. Necesito comprar comida y cosas para la casa, pero no he visto ningún supermercado en Northbridge…

—No lo has visto, porque no lo hay. Pero tenemos carnicerías, panaderías, verdulerías, tiendas de comestibles, establecimientos especializados… Si quieres, esta noche podría enseñarte dónde está todo y así podrías ir de compras.

—Eso sería magnífico.

Los dos hablaron sin pensar. Ella se ofreció sin darse cuenta de lo que hacía y él contestó demasiado deprisa. Sin embargo, Wyatt comprendió la situación y añadió:

—Bueno, si estás totalmente segura, claro. Puede que no tengas tiempo o que ya hayas hecho otros planes…

—No, sólo tengo que visitar otra casa. Después estaré libre —afirmó, intentando convencerse de que aquello seguía siendo puramente profesional—. Casi todas las tiendas abren hasta las ocho. Cuando termine de trabajar, puedo ir a cenar algo y estar de vuelta alrededor de las seis y media.

—Excelente. Un nativo me va a enseñar la localidad… —bromeó—. Así sabré todo lo que hay que saber.

—Intenta convencer a tu abuela para que venga con nosotros —dijo ella, intentando llevar el asunto a un terreno más seguro.

—Se lo diré, pero me sorprendería que quisiera.

—Puede que a Mary Pat le apetezca…

La estrategia de Neily debió de ser obvia para él, porque sonrió con ironía.

—¿Es que tienes miedo de estar a solas conmigo? Te aseguro que soy inofensivo.

Ella pensó que él podía ser inofensivo, pero su encanto, no.

—No me asusta quedarme a solas contigo. Simplemente, sería una buena ocasión para que conocierais Northbridge.

—Está bien, intentaré convencer a mi abuela, pero dudo que venga. Y si ella se queda en casa, Mary Pat también se quedará.

Neily asintió.

—Bueno, quedamos a las seis y media de todas formas.

—Te estaré esperando. A no ser que prefieras que vaya a recogerte a tu casa… si me das tu dirección, estaría encantado.

—No, será más fácil si vengo yo.

En realidad no era más fácil, pero Neily lo prefería porque así tendría el control de la situación y hasta lograría convencerse de que aquello no era una cita romántica.

Sin embargo, estaba tan nerviosa que volvió a mirar el reloj para disimular su inquietud.

—Será mejor que me vaya. Sé que mi siguiente compromiso me va a mantener ocupada un buen rato…

Wyatt asintió, se apartó del arco y le abrió la puerta de la casa sin dejar de sonreír en ningún momento. Por lo visto, la encontraba muy divertida.

—Te veré esta noche —dijo él, mirándola con intensidad.

—Esta noche —confirmó ella.

Cuando pasó ante Wyatt, Neily inclinó la cabeza con timidez. Y al subir al coche, descubrió que, en el fondo, estaba deseando que Theresa y Mary Pat se quedaran en casa aquella noche.

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