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Capítulo 3

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NEILY era muy consciente de que el domingo, cuando conoció a Wyatt Grayson, tenía un aspecto lamentable; y también de que el lunes por la tarde, cuando pasó por casa de Theresa, su ropa, su pelo y su maquillaje mostraban el desgaste de todo un día de trabajo. Por eso, decidió saltarse la cena y dedicar ese tiempo a arreglarse un poco y cambiar la impresión que le había dado.

Sin embargo, intentó convencerse de que lo hacía por ella misma, no por un hombre que la afectaba de un modo completamente nuevo en su vida. Neily tenía cinco hermanos y hermanas y nunca se había sentido fuera de lugar con ellos, ni siquiera en la infancia, pero con Wyatt se comportaba como una niña tímida.

Y eso no podía ser. Sobre todo, porque su trabajo le obligaba a juzgar objetivamente la estabilidad, el comportamiento y el carácter de Wyatt Grayson, lo cual implicaba mantener las distancias y demostrar cierto sentido del decoro y autoridad. Algo que no conseguiría a base de parecer una adolescente impresionable.

Quería tener buen aspecto aquella noche, pero no porque él le gustara, sino porque debía enmendar los errores que pudiera haber cometido.

Mientras se cambiaba de ropa y se ponía un jersey de cachemir y unos pantalones muy ajustados a los que se solía referir como pantalones para una primera cita, se dijo que no tenía ninguna intención de impresionar a Wyatt. Él formaba parte de un caso en el que ella estaba trabajando y cualquier relación personal produciría inevitablemente un conflicto de intereses.

Además, por muy atractivo y encantador que fuera, en Northbridge también había muchos hombres atractivos y encantadores y eso no significaba que se interesara por ellos. Sin embargo, no podía negar que el nieto de Theresa tenía algo que había conseguido desconcentrarla, y fuera lo que fuera ese algo, debía controlarlo y detenerlo a tiempo.

—Déjate de tonterías —dijo en voz alta, mientras se empolvaba la nariz.

Terminó de maquillarse, se soltó el cabello y se lo cepilló antes de alcanzar las tenacillas para rizarse las puntas.

Neily se repitió que controlar sus emociones no sería un problema. Ahora era consciente de lo que sentía cuando Wyatt la tocaba, le daba conversación o simplemente permanecía a su lado; conocía el efecto y sabía cómo resistirse a él. Y cuando estaba decidida a resistirse, no había nada que pudiera quebrar su determinación; crecer con cinco hermanos la había preparado para casi todo.

—Tú sólo eres un caso más para mí, Grayson —se dijo.

Por otra parte, aquella noche tendría la ventaja de que iría en su coche, estaría en su pueblo y trataría de algo perteneciente a su trabajo. Aquello sólo era una forma sutil de conocer mejor al nieto de Theresa y poder determinar si reunía los requisitos necesarios para cuidar de la anciana. No era una cita romántica, no iba a salir con él.

Pero se había puesto sus pantalones especiales. Y el revoloteo que sentía en el estómago no tenía nada de laboral.

—Seguramente piensas que soy un idiota.

Neily y Wyatt estaban sentados en una cafetería de Northbridge. Ella alcanzó la taza de chocolate caliente que le acababan de servir y preguntó:

—¿Por qué lo dices?

—Porque ayer pasé por esta calle, pero no se me ocurrió que fuera la única de Northbridge y pensé que necesitaría que alguien me enseñara la localidad.

Neily frunció el ceño con humor.

—¿Qué dices? Northbridge tiene más calles. Está la calle Main, que va de norte a sur, y la calle South, que está al final de Main y transcurre de este a oeste… si tuerces a la izquierda en la segunda, llegas a la plaza y luego a la escuela y a un montón de casas, ranchos y granjas. Si tuerces a la derecha, a la casa de tu abuela y a otro montón de lo mismo.

—Te has olvidado de las cuatro calles que salen a Main. Tienen seis u ocho tiendas por lo menos… —bromeó.

—Y también hay un semáforo y hasta una cafetería.

—¿Un semáforo y una cafetería? Dios mío, prácticamente sois una metrópolis…

De nuevo, Neily fingió sentirse ofendida.

—Pero vamos a ver, ¿es o no es verdad que has comprado todo lo que querías?

—Es verdad —dijo mientras alcanzaba su taza—. Lástima que tengáis hasta un almacén de maderas y muy poca cosa de ferretería.

—¿Es que necesitas algo más que los tornillos que venden en la tienda de ultramarinos?

—No. Sólo era una observación profesional.

—¿Es que eres policía de ferreterías? —preguntó, tomándole el pelo.

—No precisamente. Pero estás hablando con uno de los dueños de Home Max.

Neily se dio cuenta de que ya no estaba bromeando y preguntó:

—¿En serio? ¿De Home Max?

—En serio. Ya veo que nos conoces…

Home Max era una famosa cadena de establecimientos especializados que vendía todo tipo de materiales de construcción y carpintería, muebles para el hogar, sistemas de iluminación y, en general, cualquier cosa desde una barbacoa hasta un cortacésped para interiores y jardines. La empresa se había ganado últimamente el interés de los medios de comunicación por la apertura de docenas de centros nuevos en el oeste de Estados Unidos y porque estaba destrozando a la competencia.

—Por supuesto que conozco Home Max. Pero no sabía que tú fueras su dueño…

—Bueno, pertenece a mi familia, no sólo a mí —puntualizó—. Marti, Ry, mi abuela y yo somos los únicos accionistas.

—Theresa no me había dicho nada.

—Es que ella no trabaja en la empresa. Incluso olvida que ahora se llama Home Max… ella la conoce como G. y H., que era el nombre que le puso mi abuelo cuando empezó con una ferretería pequeña.

—¿Tu abuelo? ¿Te refieres al marido de Theresa?

—Sí, ya tenía la tienda cuando se conocieron, pero ella decidió apoyarlo con sus escasos ahorros y él cambió el nombre a G. y H., por Grayson y Hobbs. Cuando mi abuelo murió, la ferretería quedó a cargo de mi padre, que era hijo único. El negocio empezó a ir mejor y al cabo de un tiempo ya tenía seis tiendas más… Luego, hace ocho años, mis padres se mataron en un accidente de tráfico y nosotros nos encontramos en una situación complicada.

—¿Complicada? ¿Por qué?

—Porque las grandes cadenas habían empezado a hacernos daño. Estábamos en números rojos y nos hicieron una buena oferta —explicó él.

—¿Y por qué no vendisteis?

—Fundamentalmente, por la abuela. Entonces no estaba mucho mejor que ahora, y necesita un tipo de atención médica que sale cara. La suma que nos ofrecían no era suficiente para asegurar su futuro; y si Marti, Ry y yo nos separábamos, tampoco teníamos la seguridad de que pudiéramos ganar lo necesario…

—Y decidisteis seguir adelante.

—Sí. Decidimos arriesgarnos e intentar competir con las grandes cadenas. Cerramos todas las tiendas menos una, que convertimos en el primer Home Max —explicó él—. Así empezó todo. Y por suerte, salió bien.

—Es evidente que queréis mucho a vuestra abuela. De lo contrario, no os habríais arriesgado tanto.

Él se encogió de hombros.

—Sólo queríamos lo que fuera mejor para ella. Además, nos pareció lo más justo porque a fin de cuentas había invertido todos sus ahorros en la tienda original… Pero también lo hicimos por nosotros. Marti, Ry y yo queríamos seguir trabajando juntos.

A Neily le pareció admirable que se hubieran molestado tanto por Theresa. En lugar de aprovechar la oportunidad y aceptar la oferta que les habían hecho, habían pensado en las necesidades de su abuela y actuado en consecuencia.

Cuanto más sabía sobre Wyatt Grayson, más se convencía de que era un nieto modelo y más le gustaba.

Los dos echaron un trago de chocolate antes de que Neily decidiera aprovechar la ocasión para derivar la conversación hacia la anciana. Además, era una estrategia perfecta para mantenerse en terreno seguro y no pensar en él de forma romántica.

—Has dicho que hace ocho años, el estado de Theresa era más o menos el mismo…

Él asintió con expresión de tristeza.

—Mi abuela ha estado así desde siempre. Sufre depresiones profundas y de vez en cuando pierde el sentido de la realidad… pero ha empeorado con el paso de los años. Sus miedos se transformaron en fobias y al final necesitaba cuidados permanentes. Por eso nos extrañó tanto que fuera capaz de escaparse y llegar aquí.

—¿Y su memoria?

—Tiende a olvidar las cosas que han sucedido hace poco tiempo. A veces cree que algo de hace diez años pasó ayer y, en cambio, es incapaz de recordar lo que acaba de hacer. Está en terapia, pero no ha mejorado casi nada.

—Supongo que ya habréis investigado la posibilidad de que sufriera alguna situación traumática en su infancia…

—Siempre lo ha negado. Dice que su infancia fue perfecta, que sus padres la querían, que ella los adoraba y que su pérdida fue lo más devastador que le ha pasado —declaró Wyatt—. Sé que el fallecimiento de mi abuelo contribuyó a deteriorar más su salud, y supongo que la muerte de mi padre fue la gota que colmó el vaso.

—¿Y nunca mencionó Northbridge ni el hecho de que tenía una casa cuando os hablaba de su infancia feliz? —preguntó con curiosidad.

Wyatt sacudió la cabeza.

—No, sólo decía generalidades sobre el sitio donde creció.

—Entonces, tampoco te dijo que su padre tenía tierras en el pueblo.

Él la miró con sorpresa.

—No, en absoluto. ¿Quieres decir que mi bisabuelo poseía algo más que esa casa?

—Bueno, ayer me dijo que era dueño de todas las tierras que se pueden ver desde el porche de atrás. Ahora están llenas de urbanizaciones.

—¿Será verdad? ¿O se lo habrá inventado?

Neily se encogió de hombros.

—No lo sé, y por supuesto no he oído nada acerca de quién poseía esas tierras veinte años antes de que yo naciera. Pero tal vez deberíamos investigarlo. Puede que sea eso lo que pretende reclamar —contestó.

—¿Crees que se las quitaron? ¿Que alguien se las robó o la estafó?

Neily volvió a encogerse de hombros.

—Sea como sea, supongo que podríamos comprobar los títulos antiguos de propiedades —propuso.

La tristeza de la expresión de Wyatt se convirtió en curiosidad.

—¿Quieres jugar a detectives conmigo?

Ella se rió.

—Eso no encajaría muy bien con mi trabajo.

—Pero sería divertido…

Neily pensó que tenía razón, y también que debía resistirse a sus encantos. Al parecer, los años y años de práctica con sus hermanos no la habían preparado para un hombre como Wyatt.

Miró la mesa, vio que las tazas ya estaban vacías y decidió aprovechar la circunstancia como excusa para poner fin a la conversación.

—Deberíamos marcharnos.

Wyatt no dijo nada. Se limitó a mirarla y a sonreír como si le gustara lo que veía. Sin embargo, no insistió con el asunto de investigar juntos: pagó la cuenta, dejó una propina y la acompañó a la calle.

Cuando llegaron al coche, ella se sentó al volante y él, a su lado. Neily se recordó por enésima vez que debía mantener las distancias, pero Wyatt se lo puso bastante difícil cuando pasó un brazo por encima de su asiento. Y por si fuera poco, era tan grande que parecía llenar el interior del vehículo con testosterona de primera calidad.

Ya habían arrancado y se dirigían hacia la calle South cuando él preguntó:

—¿Y bien? ¿Me ayudarás a investigar? Sé que Northbridge es una localidad pequeña y que podrías decirme dónde preguntar por las propiedades, pero seguramente conoces al funcionario o al empleado que trabaja en ese departamento y eso nos facilitaría mucho las cosas —alegó.

Neily no se pudo negar. Tenía razón.

—Además, piensa que al ayudar a mi abuela sólo estarías haciendo tu trabajo —añadió él.

—Sí, bueno…

Ella quería averiguar todo lo que pudiera sobre el pasado de Theresa, especialmente si servía para entender por qué había regresado a Northbridge. Pero si se mostraba de acuerdo, tendría que pasar más tiempo con su nieto, y aunque salir con él había servido para aclarar muchas cuestiones sobre su familia y la relación que mantenían, no podía negar que su encuentro se había parecido más a una cita con un hombre guapo y divertido que a una simple reunión de trabajo.

—Vamos —insistió él, mientras ella giraba hacia el vado de la casa Hobbs—. Ayúdame. Hazlo por mi abuela… y por el bien de Northbridge.

Neily aparcó el vehículo, pero no apagó el motor. A continuación, lo miró y preguntó:

—¿Por el bien de Northbridge?

—Claro. ¿Qué pasaría si algún canalla le robó esas tierras a mi abuela y resulta que es alguien que conoces? ¿No te gustaría saberlo? Esa rata podría ser el alcalde o alguien con poder que se ha dedicado a hacer más cosas parecidas sin que nadie lo sospechara. Quién sabe si no estará guardándose el dinero de las jubilaciones o haciendo algo ilegal con los fondos públicos…

—Sí, eso sería terrible —dijo ella, burlándose de su tono melodramático.

—De todas formas, estamos hablando de algo que afecta a tu trabajo. Si le hicieron algo malo a mi abuela, tú también debes intervenir.

Neily no quiso puntualizar que ese tipo de problemas no formaban parte del trabajo de un asistente social. En primer lugar, porque sentía curiosidad por el pasado de Theresa, y en segundo, porque investigarlo le daría una excusa perfecta para salir con Wyatt sin tener que admitir que quería salir con él.

—Muy bien, te ayudaré. Pero sólo para hacerme una idea más exacta de la vida de Theresa —declaró.

Wyatt sonrió lentamente, como si su decisión le agradara por motivos ajenos a su abuela.

—¿Te parece bien mañana?

—Theresa está en mi calendario todos los días, pero tengo un horario que cumplir y su caso es el último de la tarde. Llegaremos al juzgado poco antes de que cierren y casi no tendremos tiempo para ver los títulos de propiedad.

—Nos las arreglaremos. Además, mañana tengo que hacer unas cuantas llamadas de trabajo y me viene bien que nos veamos por la tarde.

Neily asintió. Ya estaba deseando que llegara el día siguiente, lo cual resultaba bastante inquietante.

Pero no se echó atrás.

—Gracias por enseñarme el pueblo —dijo él.

—Gracias a ti por la taza de chocolate.

Wyatt se inclinó, y aunque no tenía motivo alguno para esperarlo, Neily pensó que le iba a dar un beso de buenas noches.

Se llevó un buen susto y se apartó con rapidez, pero Wyatt sólo se había inclinado para recoger las bolsas de la compra, que había dejado en el asiento de atrás. Afortunadamente para ella, no pareció darse cuenta de lo sucedido.

—Hasta mañana entonces…

—Sí, a las cuatro y media.

Él le dedicó una sonrisa dulce y sexy.

—¿No prefieres que pase a buscarte?

Neily se dijo que sería mejor que no volviera a quedarse a solas con él en el interior de un coche.

—Bueno, los archivos están en el juzgado —respondió.

—Pues te veré allí a las cuatro y media.

Wyatt asintió y ella esperó a que abriera la portezuela, pero se quedó mirándola con intensidad, como si la estudiara.

Luego, volvió a sonreír y dijo:

—Buenas noches.

Un segundo después, ya había salido del coche. Neily quiso arrancar inmediatamente y marcharse a toda prisa, pero no pudo resistirse a la tentación de permanecer en el vado y admirar su cuerpo mientras se alejaba hacia la casa con las bolsas de la compra.

Todavía estaba empeñada en convencerse de que aquello no era el principio de una relación. Y aun así, fantaseó con lo que habría sucedido si la hubiera besado; si en lugar de girarse para alcanzar las bolsas del asiento de atrás, la hubiera alcanzado a ella.

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