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HISTORIETAS DE LA PROFESIÓN

Luis Larrea Bilbao

Siendo monaguillo y con dos hermanos frailes, no sorprendió en casa que un día soltase lo de “Quiero irme de cura”. Y me desembarcaron, con diez años, en el seminario menor de Laguardia.

Allí, en el “collao” en lo alto de la colina, estaba muchos días de invierno a pleno sol, con el cielo azul, frente a la brillante sierra de Cantabria, con el valle de niebla tan blanco que no se veían ni las torres de Páganos. El pueblo recogido, las murallas, las calles apretadas, las lagunas, las viñas y el racimar. Jugar a las canicas (no a chapas). Nada que ver con el sirimiri nuboso del valle del Nervión. Salir por primera vez de casa y encontrarme con eso me pareció brillante, otro mundo.

Tres años más en el seminario serio de Vitoria me cansaron y me marché. Y no se me ocurrió otra cosa que bajar a Bilbao (que de Llodio a Bilbao no se va, “se baja”), al bachiller superior por la rama de ciencias. Ya entonces me ganaba el jornal tratando de rescatar chavales caídos en el foso del latín de 4.º y reválida, en una academia de Llodio.

Y sabía tanto latín y griego..., que hice preu por la rama de letras.

Bajaba, pues, en el tren con mi dinerito a matricularme de algo en la Universidad, con tres ideas-seta en la cabeza:

• De Ingeniero, Perito, Economista, Abogado o, peor, Abogado Economista, que era lo que había en el pueblo, no me veía.

• Filosofía y Letras, para acabar dando clases cada año a cincuenta alumnos nuevos que invariablemente incluiría a quince o veinte refractarios, no.

• Periodismo: patear la calle todo el día buscando noticias para venderlas a un periódico (que es como lo imaginaba yo entonces) no molaba.

Y hete aquí que en Basauri se montó un coleguilla de preu, Albo, del que no he vuelto a tener noticia. Comentó de pasada: “pues creo que abren Medicina en Bilbao este año”. Ni se me había ocurrido, porque había que irse fuera, pero me matriculé esa misma mañana: “vocación desde la cuna”.

La Academia, el Seguro de estudiantes del INP por orfandad y los descuentos de la librería Arrilucea, descubiertos ambos por Chili Santa Eufemia, y un crédito de la Caja Laboral (que luego regalaron, trasformado en beca de estudios) me llevaron hasta junio del 74.

Unos pocos recuerdos concretos:

De primero, la chicharrona en julio al pasar a las tres de la tarde el puente de Deusto. Las juntas metálicas aserradas del cierre del puente se montaban veinte cm por la dilatación, pasó un camión amarillo de 25 Tm., reventó en ellas una rueda y la onda de presión me pegó de lleno: tres días en clase sin oír nada.

Y el interés del profesor Dorda en que el grupo de letras (Obregón, Larrea, Lertxundi…), aprobásemos Matemáticas.

De cuarto, cuarenta pardillos bajando de un encierro en fila india por la escalera y la poterna, a la calle Gurtubay, custodiados por sesenta cascos grises y porras negras. Alguien se apiadó de nosotros, ¿el decano? ¿el rector?, y no se arrancaron.

…Y la formidable acústica de la cassette de coche comparada con la auscultación cardíaca de Patología General. O el catedrático de Valladolid, invitado de Anatomía, que, con su defecto, bien podía haber hablado de “la columna”. Pero no cedió y dijo “Gaquis” cuarenta veces en una hora.

Y aprendimos a convivir, que éramos los primeros, estábamos solos, no había apuntes y asistimos a clase hasta la saciedad.

A primeros de los 70, en lo alto del chiringuito del Dr. Bustamante en Basurto, en un receso, ampliando conocimientos:

JOSÉ RODRÍGUEZ ARZADUM: Se ha inaugurado un primer tramo de autopista hasta Amorebieta.

LUIS LARREA BILBAO: Y, ¿qué viene a ser una autopista?

JOSÉ RODRÍGUEZ ARZADUM: No sé muy bien. Creo que se adelanta distinto.

LUIS LARREA BILBAO: ¡Ah!

(José no lo recuerda)

La huelga de cuarto curso, plenamente justificada, dejó secuelas:

• D. Luis Gimeno Alfós dio su asignatura en quince días y le echamos de clase. Y nos suspendieron a más de la mitad, hasta en milicias. Así que en enero del 75 fuimos a la mili.

• Soldado médico en un barracón junto al frontón de Elizondo durante un verano con doscientos voluntarios de Pamplona: mucho Harrison. Pedimos hacer la residencia en Medicina Interna y, de relleno, en “otras”.

• Soldado médico durante siete meses en la colegiata de Roncesvalles con otros doscientos. Liberado de las marchas para darle más al Harrison y al aeromodelismo (un velero de dos metros y medio con tiras de madera sacadas con una sierra de pelo, ¡de una contraventana del primer piso!).

Iba ya por la mitad del Harrison cuando llamó José Rodríguez Arzadum, vía oficial desde donde estuviese destinado:

JOSÉ RODRÍGUEZ ARZADUM: Perro Perro, aquí Lobo Lobo. Oye, que en Madrid nos han dado la residencia de Radiología en Cruces. Cambio.

LUIS LARREA BILBAO: Lobo Lobo, aquí Perro Perro. Pero, ¿no hay primero un año de internado rotatorio? Cambio.

JOSÉ RODRÍGUEZ ARZADUM: Perro Perro, aquí Lobo Lobo. Este año no. Debe de haber mucha necesidad y se lo han saltado. Cambio.

LUIS LARREA BILBAO: Lobo Lobo, aquí Perro Perro. Y, ¿qué es eso de Radiología? Cambio.

JOSÉ RODRÍGUEZ ARZADUM: Perro Perro, aquí Lobo Lobo. Pues no sé muy bien. Creo que es lo de Alfós. Cuando nos licencien vamos a Cruces a preguntar. Corto y fuera.

No sabía ni dónde estaba Cruces. Otra “vocación desde la cuna”.

Y tuvimos suerte. Nos recibió Pepe Calonge a los seis nuevos: “No volváis a Radiodiagnóstico hasta que leáis Medicina y Radiología en inglés”. Y lo hemos hecho siempre.

Y Alfós nos recibió encantado y resultó un gran facilitador.

A nuestra llegada, sólo había Radiología de Proyección (todo con radiografías simples), pero se fueron incorporando cada pocos años la Ecografía General, luego la Pediátrica y el Doppler, los TAC con sus biopsias y sus drenajes, la Resonancia Magnética (funcional incluida) y el intervencionismo vascular (¡Ah, Fernando Muñoz¡, ¡qué máquina¡, con sus embolizaciones, recanalizaciones, tratamiento de aneurismas, endoprótesis hasta que le desplumó un aguerrido gerente). Bajo el manto protector de D. Ignacio Azkuna.

Cada pocos años ha habido que entrenarse en técnicas nuevas, dotarlas, mecanizarlas, “maquinarlas”. De la Radiología de Urgencias nueva hasta digitalizar todo con el Archivo Digital masivo, y el Impax de toda la empresa. Más cincuenta radiólogos.

Y no nos aburrimos nunca.

Y se amplió el mundillo relacional, con sesiones propias siempre, y con todos los otros Servicios que quisieron. Hasta cuarenta sesiones algunos meses. Allí, aparte de la ciencia, afloraban las necesidades nuevas de cada anfitrión y se les aportaban soluciones técnicas y funcionales a cada planteamiento y de cada grupo.

Y acabamos siendo un verdadero Servicio Central. Y su organización interna variaba con cada objetivo. Se tardaron más de cuatro años en reorganizarlo con Secciones “por órganos” en vez de por máquinas. Recuerdo al núcleo central del Servicio, empeñados siempre en mil mejoras, felicitándonos por alcanzar alguna.

Y cogimos la docencia por los cuernos (un año entero preparando una auditoría de Docencia de Madrid, ¡lo que aprendimos de nosotros mismos!).

Y acabamos todos marcados con el hierro de la mejora continua.

Y formamos a muchos y muy buenos.

Y se puso empeño en que la mayoría de los radiólogos acabara haciendo lo que más les atraía. Y ya no se escaqueaba nadie. Se integró el resto del área sanitaria y se centralizó algún intervencionismo de altura para medio Euskadi.

Y se alinearon los Objetivos del Servicio con los del Hospital y la Organización Central de Osakidetza, en beneficio de los pacientes. ¡Se hizo Gestión!

Siempre, siempre, maquinando en beneficio de los clientes. Un poco mejor a los enviados por gente del primer curso de la Facultad.

Y muchos colegas y otras gentes nos querían bien y no tuve que bregar por sostener mi posición.

Y disfruté siempre del oficio de radiólogo. Y me exasperé muy poco (la maltraída Gestión por Objetivos).

Y se vio que muchas cosas habían mejorado.

Y a los cuarenta años se descansó.

¿Os recuerda algo este lenguaje? ¿Sí?

Bueno. Tanto no fue. Pero algo de eso sentí cuando me jubilé.

La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968

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