Читать книгу La primera generación. Estudiantes que inauguraron la Facultad de Medicina de Bilbao en 1968 - VV. AA. - Страница 17
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Marijose Irizar Aranburu
Soy la única de nuestra promoción, creo, que no ha ejercido como médico. He trabajado como irakasle de Matematika, Natur Zientziak, Biologia-Geologia y Fisiologia.
Nací en 1951, el día internacional de la mujer trabajadora, en Beasain, pueblo industrial con muchas y conocidas empresas como CAF, INDAR…
Mi lengua materna fue el euskera, idioma que en la adolescencia y por razones de sobra conocidas olvidé casi por completo. Estudié en mi pueblo hasta preu, que lo cursé en Donostia, en el Instituto Peñaflorida. En aquel entonces, en San Sebastián solo había dos institutos, Peñaflorida, femenino y Usandizaga, masculino. Después de examinarnos en Bilbao (en Sarriko), llegó el curso 1968-69 y comenzó su andadura la Universidad Autónoma de Bilbao, en la Escuela de Náutica, de Deusto. De nuestro grupo de preu fuimos cuatro, y nos matriculamos en Selectivo de Ciencias. Hasta entonces, mi asignatura preferida había sido Matemáticas, pero en preu nos enseñó Biología Jesús Altuna y cambié de parecer. Surgieron mis dudas, ¿Biología o Medicina? En nuestro Selectivo estudiamos Matemáticas, Física, Química, Biología (las cuatro que estudiaron también los de Medicina) y Geología (me gustó mucho). Al año siguiente me decanté por Medicina. Conocí a Lola Ingelmo y no me separé de ella hasta finalizar la carrera. En aquella época tuve plena conciencia de dónde había nacido y empecé a avergonzarme por no ser capaz de hablar euskera. Lo tenía que recuperar, y en los Pasionistas de Deusto empezó mi alfabetización.
Gaur egun gazteleraz idaztea arrotza suertatzen zait oso, baina gure promozioko gehienak erdaldunak direnez, behartuta sentitu naiz hausnarketa hau espainolez egitera.
Sigo con el segundo año: Lola y yo estudiábamos prácticamente todas las tardes los apuntes que habíamos tomado en las clases del día. Nos lo pasábamos bien, reíamos, cantábamos y…, trabajábamos. Congeniamos muy bien a pesar de ser ella tan abierta y yo tan tímida.
En marzo de 1971 mi aita falleció repentinamente de un ictus. Yo había cumplido veinte años diez días antes. Cursábamos tercero, y habían empezado mis dudas: “¿quiero o no ser médico?” o “¿me atreveré a ser médico?”. Y llegó mi gran crisis. La pérdida del aita fue muy fuerte para mí y me tambaleé incluso “profesionalmente”. Habíamos empezado a hacer prácticas en el hospital y comprobé que en ese mundo no me sentía cómoda. Estudiar, adquirir conocimientos, me resultaba interesante pero no imaginaba mi futuro trabajando como médico. Con la muerte de aita pensé que era el momento idóneo para olvidarme de la Medicina. Él trabajó como agente comercial industrial siendo su sueldo el único que entraba en nuestra casa. Ama se dedicaba al cuidado de sus seis hijos y de sus padres que vivían con nosotros, estaban enfermos y eran totalmente dependientes.
Ante la nueva situación alguien tendría que sustituir al aita en su trabajo, ¿por qué no yo? Era la segunda de seis hermanos, tres chicos y tres chicas. El mayor tenía veintiún años y estudiaba Arquitectura, su gran pasión. El menor, de nueve años, pertenecía a la primera promoción de la ikastola de nuestro pueblo. La familia decidió que el arquitecto abandonara sus estudios para trabajar en la industria. ¿Por qué no yo? Mis razones no convencieron… ¿Una chica desarrollando ese trabajo? Nuestro aita habría opinado distinto. Era un gran autodidacta, músico, escritor, gran conversador, psicólogo con sus amigos, pedagogo con sus hijos y tenía muy claro que sus seis chicos y chicas tenían que ir a la universidad.
Ayudé a mi hermano ejerciendo de secretaria (anteriormente ya lo había hecho con mi aita y conocía el trabajo), sobre todo en vacaciones, mientras proseguía con mis estudios. Me gustó sobre todo la Otorrino y pensé incluso en especializarme, pero al terminar la carrera fui incapaz de meterme en ese mundillo. Aún y todo solicité hacer el rotatorio en la Residencia Sanitaria de Donostia donde había hecho prácticas los veranos. La solicitud fue aceptada pero finalmente la rechacé. Estuve unos meses sin saber qué hacer. Me “llovieron” las ofertas de trabajo. En Gipuzkoa había demanda de médicos que hablaran y escribieran bien en euskera. Me propusieron trabajar en la Clínica San Miguel de Beasain, en el Hospital de Arrasate…, pero no me sentía con fuerzas para ejercer la Medicina. Tuve la ocasión de trabajar como profesora en una ikastola recién inaugurada en Donostia. La experiencia me gustó y desde entonces he trabajado con alumnos adolescentes, madres y padres (menos) hasta la jubilación. Durante los primeros años tuve que enfrentarme a la falta de textos en euskera (los sábados creábamos el material para la semana tirando de multicopista). Nuestra formación ha sido constante; un cursillo tras otro para estudiar euskera técnico, metodología, psicología, pedagogía, sexología… Hemos “sufrido” cambios de leyes y reformas en el plan de estudios… He trabajado muchísimas horas aparte de la permanencia en la ikastola. Ha sido en parte un trabajo de militancia y me he sentido bien.
De mi paso por la Facultad de Medicina guardo gratos recuerdos y amistades (Bittori Astobiza, Begoña Gutiérrez, Begoña Pérez Huerta, Karmele Gómez Gallastegi, Maite Urizar, Aintzane Saitua, Garbiñe Amezaga, Itziar Gandarasbeitia…). ¿Anécdotas? Varias. Recuerdo nuestra protesta para que Carlos Castilla del Pino fuera nuestro profe de Psiquiatría. También mi primera experiencia en el Hospital de Basurto. Tuve que hacer una historia clínica a una paciente ingresada un par de días antes. La conversación fue muy fluida, la señora me contó muchas cosas, pero cuando me preguntaron el posible diagnóstico, no supe qué contestar. Era alcohólica y los profes subrayaron, “no olvides nunca que los alcohólicos mienten”. Y en un examen de Anatomía, el examinador me señaló un agujerito del cráneo. Al decir el nombre traté de pasar el estilete por el agujero, pero mi tembleque era tal que tardé un buen rato. El profe dijo:
–Señorita, creo que su futuro lo tiene garantizado como cirujana.
Hori lotsa! ¡Qué vergüenza! Tengo que aclarar que mi pulso siempre ha sido… Y, cómo no, sigue siendo. Estas cosas no mejoran con la edad.
En fin, en Bilbao he sido Joxpi y en Beasain y Donostia Marijose.
Estoy deseando leer vuestros relatos. Mila esker eta beti arte.