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¿EN QUÉ CONSISTE EL META-MODELO CRISTIANO CATÓLICO DE LA PERSONA?
ОглавлениеEl Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona constituye un marco que aporta un rico y comprensivo entendimiento de la naturaleza de la persona. El Meta-Modelo se desarrolla a partir de premisas o proposiciones centrales sobre dimensiones de la persona que han sido aportadas por la sabiduría de las ciencias psicológicas, así como por dos antiguas tradiciones más: la sabiduría de la filosofía y de la teología. Las bases de las premisas teológicas, filosóficas y psicológicas del Meta-Modelo se presentan en el capítulo 2 («Premisas teológicas, filosóficas y psicológicas»). Las premisas del Meta-Modelo se examinan de manera exhaustiva a lo largo del presente volumen, en la parte II, «Apoyo psicológico» (capítulos 3-6); la parte III, «Apoyo filosófico» (capítulos 7-16); y la parte IV, «Apoyo teológico» (capítulos 17-19).
La visión del Meta-Modelo sobre la persona puede resumirse sucintamente mediante su definición en tres partes, que constituyen las tres premisas básicas sobre la persona, desde una perspectiva teológica, filosófica y psicológica, tal y como se indica en la tabla 1.1. siguiente.
Cada una de esas dimensiones o capacidades de la persona, identificadas en las definiciones, se examina a fondo en un capítulo propio: integridad personal (capítulo 8); ser único como hombre o mujer (capítulo 9); realizada a través de las llamadas vocacionales (capítulo 10); realizada en la virtud (capítulo 11); interpersonalmente relacional (capítulo 12); sensorial-perceptual-cognitiva (capítulo 13); emocional (capítulo 14); racional (capítulo 15); volitiva y libre (capítulo 16); creada a imagen de Dios y, por lo tanto, fundamentalmente buena y con dignidad (capítulo 17); caída (capítulo 18); y redimida (capítulo 19).
Complementariamente, algunos de los comentarios generales sobre el Meta-Modelo aportan el contexto, evitando así que se produzcan posibles malentendidos. En primer lugar, es importante señalar que el Meta-Modelo plantea que la psicología, la filosofía y la teología son todas fuentes de verdad sobre la persona (Juan Pablo II, 1998; y el capítulo 6, «La persona como capas integradas») y hacen contribuciones integradoras y complementarias que permiten una comprensión realista de la persona. Estas disciplinas juntas actúan como «lentes» para ver a la persona, y juntas proporcionan la posibilidad de una visión más rica y clara de la persona de lo que sería posible si se utilizase una sola lente. Tal y como se examinará en mayor profundidad a continuación, estas disciplinas utilizan diferentes metodologías (capítulo 7, «Metodología y supuestos»), examinando así a la persona desde diferentes niveles de análisis o capas (capítulo 6). Cada uno de estos niveles proporciona sus propias contribuciones importantes para comprender la verdad sobre la persona, e integrados entre sí permiten obtener una comprensión más rica y precisa.
TABLA 1.1. Definiciones de la persona
Desde una perspectiva teológica (Escrituras, tradición y magisterio), la persona ha sido creada a imagen de Dios y hecha por y para el amor divino y humano, y —aunque sufriendo los efectos del pecado original, personal y social— es invitada a la redención divina en Cristo Jesús, a la santificación a través del Espíritu Santo y a la beatitud con Dios Padre.
Desde una perspectiva filosófica, la persona es una sustancia individual de naturaleza racional (intelectual), volitiva (libre), relacional (interpersonal), sensorial-perceptiva-cognitiva (conocimiento prerracional), emocional y unificada (cuerpo-alma); la persona está llamada a su realización, la responsabilidad moral y la virtud a través de su estado vocacional con o sin voto, así como a través de la vida laboral, el servicio y el ocio significativo.
Desde una perspectiva psicológica, la persona es un ser encarnado, inteligente, que utiliza el lenguaje y ejerce un libre albedrío limitado. La persona es fundamentalmente interpersonal, experimenta y expresa emociones, y dispone de capacidades sensoriales-perceptivas-cognitivas que le permiten estar en contacto con la realidad. Todas estas características se hacen posibles gracias a la unidad del cuerpo y a la singular autoconciencia, expresada en el comportamiento y la vida mental. Complementariamente, la persona está llamada por la naturaleza humana a realizarse gracias al comportamiento virtuoso y el crecimiento trascendente; a través de compromisos interpersonales con la familia, los amigos, con otras personas; también a través del trabajo, el servicio y un ocio con sentido. Desde sus orígenes (naturales y trascendentes), todas las personas disponen de bondad, dignidad y valor intrínsecos. En el curso de la vida, incluso aunque sufran numerosos desórdenes o desgracias naturales, personales y sociales, todas las personas tienen la esperanza de curarse, tener sentido y prosperar.
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Por ejemplo, la premisa teológica de que estamos hechos a imagen de Dios nos aporta una certeza, basada en la fe, de que somos interpersonales y de que estamos llamados a amarnos los unos a los otros. La teología nos proporciona asimismo una comprensión de la naturaleza del matrimonio y de la vida familiar de como una llamada al amor basado en la entrega, de nuestra relación interpersonal con Dios como una fuente de esperanza, especialmente para la vida después de la muerte.
La tradición filosófica, por su parte, nos aporta una profunda percepción y un amplio análisis, así como una síntesis sistemática sobre el significado existencial de la vida, la verdad y la belleza, y los aspectos éticos de las vocaciones. Esto incluye numerosos tipos de relaciones, que van desde nuestras relaciones familiares hasta los tipos de amistades o nuestra relación con la comunidad.
Las ciencias psicológicas aportan teorías y datos empíricos que proporcionan perspectivas de desarrollo y comprensiones psicodinámicas. Adicionalmente, suelen proporcionar una especificidad que permite el desarrollo de planes de tratamiento e intervenciones claras. Por ejemplo, las ciencias psicológicas han identificado que las parejas con problemas suelen caracterizarse por dar respuestas desproporcionadas a las críticas y por ciertos comportamientos de «demanda/retiro». Este tipo de aspectos, relacionados con la naturaleza interpersonal de la persona, no se abordan mediante los métodos utilizados por la teología y la filosofía. En resumen: el enfoque bajo una perspectiva multidisciplinar para el desarrollo del MMCCP aporta un marco para la comprensión de la persona que es amplio y preciso, al tiempo que permite una mayor especificidad y aplicabilidad.
Paralelamente a las premisas teológicas y filosóficas del Meta-Modelo, se encuentran las once premisas psicológicas (véase tabla 1.2.). Estas premisas psicológicas constituyen la base de la definición psicológica de la persona del Meta-Modelo (véase más arriba). El lector debe tener en cuenta que, entre paréntesis, tras cada premisa psicológica, aparece indicada la correspondiente premisa filosófica o teológica con la que se asocia la premisa psicológica. En resumen, el cuadro presenta un breve panorama sobre cómo las «capas» psicológicas, filosóficas y teológicas, las «lentes» o niveles de comprensión, se apoyan y complementan entre sí.
TABLA 1.2. Una visión psicológica de la persona consistente con las premisas teológicas y filosóficas del Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona
Las siguientes once premisas psicológicas aportan una comprensión psicológica de la persona, consistente con las premisas teológicas y filosóficas del MMCCP y con las ciencias psicológicas. Facilitan un esquema que se enriquece con subpremisas que permiten elucidar más en profundidad todas las implicaciones teóricas y clínicas que el Meta-Modelo aporta a la psicología y al consejo clínico. Junto con las premisas teológicas y filosóficas que aporta el MMCCP, permiten profundizar y completar nuestra comprensión de la persona, para aplicarla a la práctica de la salud mental. (Entre paréntesis figuran los nombres de las premisas teológicas y filosóficas correspondientes).
I. La persona está formada por un núcleo esencial de bondad, dignidad y valor, y busca la realización de sí misma y de los demás. Esta dignidad y valor son independientes de cualquier edad o habilidad. Este núcleo de bondad es fundamental para que una persona valore la vida, se desarrolle moralmente y se realice. (Creada).
II. La persona suele experimentar diferentes tipos de dolor, sufrimiento, ansiedad, depresión u otros trastornos en sus capacidades humanas y durante sus relaciones interpersonales. La persona también puede estar angustiada o herida por causas naturales y por el comportamiento dañino de otros. Las personas tienen diversos niveles de experiencia distorsionada consciente e inconsciente, que hacen que no se respeten ni amen a sí mismas, ni a los demás, como deberían. Además, frecuentemente no viven de acuerdo con muchos de sus valores básicos. (Caída).
III. La persona, con la ayuda de los demás, puede encontrar apoyo y curación, corregir comportamientos insanos y encontrar un significado a través de la razón y la trascendencia, todo lo cual produce una realización personal e interpersonal. En resumen, existe una base importante para esperar un cambio positivo en la vida de cualquier persona. (Redimida).
IV. Toda persona es un cuerpo-alma unificado, con una identidad personal única, que se desarrolla a lo largo del tiempo en un contexto sociocultural. Esta unidad está formada por la totalidad de la experiencia de la persona. Por ejemplo, el abuso físico afecta a la vida corporal, psicológica y espiritual de la persona. (Unidad).
V. La persona se realiza discerniendo, respondiendo y equilibrando tres llamadas: a) sus llamadas como persona, para vivir una vida guiada por valores, centrada en el amor y las metas trascendentes; b) llamadas para cumplir con compromisos vocacionales con otras personas, como permanecer solteras, casadas o tener una clara vocación religiosa, y c) llamadas para participar en trabajos, servicios y actividades de ocio socialmente significativos. (Realizada a través de la vocación).
VI. La persona se realiza y sirve a los demás gracias al desarrollo continuo de sus virtudes, de su carácter moral y su madurez espiritual, incluyendo el crecimiento de sus capacidades cognitivas, volitivas, emocionales y relacionales. Gracias al esfuerzo y la práctica, la persona alcanza virtudes que le permiten el logro de sus metas y su realización. Por ejemplo: los padres o madres que desarrollen la paciencia, la justicia, el perdón y la esperanza serán más capaces de realizarse como padres. (Realizada en la virtud).
VII. La persona es intrínsecamente interpersonal, formada a lo largo de su vida mediante relaciones, como las que se mantienen con los miembros de la familia, las parejas románticas, amigos, los compañeros de trabajo, colegas de profesión, comunidades y sociedad. (Relacionalmente interpersonal).
VIII. La persona se encuentra en interacción sensorial-perceptiva-cognitiva con la realidad externa y dispone de capacidades relacionadas, como la imaginación y la memoria. Tales capacidades subyacen a muchas de nuestras habilidades, permitiéndonos reconocer a otras personas, comunicarnos con ellas, establecer metas, sanar recuerdos y apreciar la belleza. (Sensorial-perceptual-cognitiva).
IX. La persona dispone de la capacidad de la emoción. Las emociones, que implican sentimientos, respuestas sensoriales y fisiológicas, así como tendencias a responder (conscientes o no), proporcionan a la persona el conocimiento de la realidad externa, de los demás y de sí misma. El exceso, o déficit, de ciertas emociones es indicador importante de patologías, mientras que el equilibrio emocional es habitualmente un signo de salud. Por ejemplo, cuando se equilibra la capacidad humana de empatía, se puede producir la curación de uno mismo y de los demás, mientras que su déficit o exceso lleva a producir indiferencia o agotamiento. (Emocional).
X. La persona dispone de capacidad racional. Esta capacidad aglutina a la razón, la conciencia de sí misma, el uso del lenguaje y las capacidades cognitivas sofisticadas, expresándose en múltiples tipos de inteligencia. Estas capacidades racionales pueden utilizarse para facilitar la curación y la realización psicológica mediante la búsqueda de la verdad sobre uno mismo, sobre los demás y sobre el mundo exterior, así como sobre nuestro significado trascendente. (Racional).
XI. La persona dispone de voluntad libre, bajo formas importantes, y es un agente con responsabilidad moral cuando ejerce su libre albedrío. Por ejemplo, el ser humano tiene la capacidad de dar o denegar libremente el perdón, así como de ser altruista o egoísta. El aumento de la libertad partiendo de la patología y bajo la libertad de perseguir objetivos de vida positivos, así como de honrar sus compromisos, es significativo para la curación y su realización. (Volitiva y libre).
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Una segunda aclaración importante sobre el Meta-Modelo, que puede evitar malentendidos, está constituida por la relación entre el Meta-Modelo y las teorías de la personalidad y los modelos de intervención terapéutica previamente existentes en el campo de la salud mental. Es importante que el lector sea consciente de que el Meta-Modelo no sustituye las teorías tradicionales de la personalidad, ni las teorías de la persona que se encuentran en los modelos de intervención. En cambio, el Meta-Modelo aporta una visión integral de la persona, que proporciona un marco integrador de las ricas comprensiones sobre varias dimensiones de la persona, exploradas en las teorías de la personalidad existentes, evitando a la vez el reduccionismo que se produce cuando la visión de la persona está basada en una o solo unas pocas de las teorías de la personalidad. Del mismo modo, el Meta-Modelo no sustituye a los modelos terapéuticos existentes, sino que proporciona un marco para la selección cuidadosa de una o más intervenciones basadas en su visión integral de la persona.
Una aclaración final, dirigida a evitar malentendidos, se centra en la afirmación de que el Meta-Modelo proporciona una visión más completa de la persona. Aunque la definición teológica, filosófica y psicológica, dividida en tres partes, puede parecer al lector rica y compleja, aún pueden faltarle algunas características esenciales de la persona. Cabe señalar que esta definición de la persona se desprende de once premisas principales relativas a la persona. También, en los capítulos individuales que tratan de estas once premisas principales del Meta-Modelo, existen muchas «subpremisas» o características de la persona que se engloban bajo cada una de estas amplias premisas. Por ejemplo, esa «identidad» se caracteriza por tener un alma espiritual, existir como hombre o mujer, y desarrollarse y madurar a lo largo del tiempo, todo ello siempre bajo la premisa de que la persona es una unidad personal. La importancia de la persona como miembro de una familia y de una cultura particulares se contempla bajo la premisa de que la persona está relacionada interpersonalmente. En resumen, si al lector le pareciese que faltase algo en la definición, al final del libro descubrirá que el marco del Meta-Modelo aborda muchos otros aspectos de la persona no incluidos en el nivel más amplio de la definición o incluso en el nivel más específico de las premisas teológicas, filosóficas o psicológicas.