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¿EN QUÉ SE DIFERENCIA EL RELATO DEL META-MODELO SOBRE EL PAPEL DE LAS EMOCIONES EN LA VIDA MORAL DE LOS ENFOQUES REDUCCIONISTAS?

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Lamentablemente, hasta el recientemente renovado interés en la ética de la virtud, el tratamiento de las emociones por parte de Aquino —poder participar en la razón, así como el marco teológico y filosófico en el que se situaron— ha sido en gran medida ignorado por los filósofos, en particular por aquellos fuera de la tradición moral católica (según lo descrito por MacIntyre, 2007). Por ejemplo, Chandra Sripada y Stephen Stitch (2004) sostienen que «desde la época de Platón hasta los últimos decenios del siglo XX, la opinión dominante era que las emociones son muy distintas de los procesos de pensamiento racional y de toma de decisiones, y frecuentemente constituyen un importante impedimento para esos procesos» (p. 133). Robert Solomon (1993), en su obra The Passions: Emotions and the Meaning of Life hace afirmaciones similares (p. 10). Estos últimos filósofos también están en desacuerdo con la neurociencia contemporánea (Damasio, 1994; LeDoux, 1998).

En parte, estas omisiones se deben a la amplia influencia de los filósofos de la Ilustración, que ofrecieron dos puntos de vista radicalmente diferentes sobre la importancia de las emociones. Sus posiciones contrastaban fuertemente con la visión de Aquino (Gondreau, 2013, pp. 175-182). Desconfiando de las emociones y buscando aislar la razón de su influencia, Descartes y Kant defienden diferentes formas de racionalismo emocional (Barad, 1991). Para Descartes (1649/1989), las emociones solo perturban la tranquilidad del alma, y para Kant (1797/1996), interfieren con la capacidad de la persona para cumplir con su deber moral. Para estos filósofos, las emociones tienen poco papel positivo en la vida moral (Sherman, 1997). Hobbes (1651/1994) y Hume (1740/2000), por el contrario, elevan las emociones por encima de la razón y sostienen que la razón debe ser esclava de las emociones. Según Hobbes y el emotivismo de Hume, las emociones nos sirven como fuente de juicios morales y como motivación para actuar (Barad, 1991).

TABLA 14.2. Estructura de las capacidades humanas, de acuerdo con las premisas filosóficas del MMCCP


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El análisis de las emociones del Meta-Modelo difiere significativamente de los puntos de vista de estos filósofos de la Ilustración y también se distingue de otros enfoques de las emociones que se encuentran en las ciencias biopsicosociales. Dentro de estas ciencias existen al menos seis tradiciones teóricas sobre la emoción: neodarwiniana, jamesiana, cognitiva, socioconstructivista, desarrollista y neurocientífica (Evans y Cruse, 2004). Además de exhibir diferentes premisas sobre los enfoques de las emociones y la realización humana, estas perspectivas valoran las emociones de maneras muy diferentes: Ya sea como el bien más elevado (epicureismo y hedonismo), como irracional (Platón, Hegel, Ellis), como sospechosa (Budismo, Freud, Kant), como el centro de la piedad —sentir la completa dependencia de lo divino (Schleiermacher)—, como guía fiable (Rogers, Hume), o como capacidades básicamente buenas que necesitan ser entrenadas (Aquino, Agustín, Seligman). En algunos puntos estas perspectivas se cruzan o complementan con la comprensión de las emociones del Meta-Modelo, pero en otros puntos divergen de él considerablemente. Por ejemplo, al igual que la teoría socioconstructivista de las emociones, reconoceríamos que las capacidades emocionales de una persona quedan moldeadas por las experiencias familiares y la cultura (Teske, 2003, p. 195). Pero, siguiendo a Evans (2001) y Ekman (1992), rechazamos la afirmación socioconstructivista más radical de que nuestras experiencias emocionales están casi completamente dictadas por la cultura.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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