Читать книгу Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. - Страница 22
RELACIÓN ENTRE LA EMOCIÓN Y LAS INFLUENCIAS ASCENDENTES (DE ABAJO ARRIBA)
ОглавлениеLas emociones en la antropología de Aquino se dividen en dos grandes categorías: emociones de deseo y emociones de iniciativa (Aquino, 1273/1981, I, 81.2; Ashley, 2013, pp. 174-175). La capacidad emocional del deseo (concupiscible) busca lo que es placentero y evita lo que es dañino. La capacidad de iniciativa (irascible) se refiere a la superación de obstáculos para conseguir los bienes que una persona desea, así como evitar las cosas perjudiciales. De esta forma, las emociones del deseo son el amor y el odio, la atracción y la aversión, y la alegría y la tristeza. Estas emociones son provocadas ante la presencia o ausencia de un bien. Las cinco emociones de iniciativa son la esperanza y la desesperación, el miedo y la audacia, y la ira (Aquino, 1273/1981, I-II, 23.4). Estas emociones nos permiten tomar la iniciativa para lograr un bien difícil o esperar pacientemente el momento prudente para actuar, pero también pueden hacer que nos apartemos de un bien difícil, como en el caso del miedo o la desesperación paralizantes. Es importante señalar, como indica Robert Miner (2009), que una capacidad afectiva sensorial es una capacidad pasiva que requiere «algo más para activarla» (p. 69). ¿Qué es lo que activa estas capacidades?
Las emociones pueden ser provocadas por estímulos sensoriales y percepciones de orden superior, especialmente por la capacidad evaluativa (evaluaciones prerracionales o subconscientes), ascendentes (de abajo hacia arriba), como fenómenos emergentes derivados de la cognición sensorial-perceptiva, que influye en las capacidades afectivas sensoriales. La imaginación, que con frecuencia trabaja con la información proporcionada por los sentidos primarios y otras percepciones de orden superior, puede activar las emociones (Aquino, 1273/1981, I, 81.3 ad 2; I-II, 9.1 ad 2; Fritz-Cates, 2009; Miner, 2009, pp. 65 a 69). (Si desea más información sobre una visión general de todas las capacidades perceptivas de orden superior, incluida la imaginación, consulte el capítulo 13, «Sensorial-perceptiva-cognitiva»). Esta activación de las emociones también puede ocurrir desde el momento en que se produce la aprehensión sensorial, sin ningún razonamiento ni ejercicio de pensamiento discursivo (Aquino, 1273/1981, I, 81.3 ad 2; Aquino, 1272/1993, VII.6, §1388, §1393). Por ejemplo, una persona a la que le encanten los filetes puede oler la combustión del carbón, recordar el último que comió, imaginar otro e inmediatamente experimentar el deseo de encontrar y asar otro más (Miner, 2009, p. 68).
La capacidad sensorial afectiva también puede ser movida por la capacidad de evaluación (Aquino 1273/1981, I, 81.3; Loughlin, 2001, p. 46). Para ilustrar este punto, Miner (2009) nos ofrece el siguiente ejemplo (pp. 79 a 81): imaginemos que un niño pequeño se quemase colocando su mano en una estufa caliente, y al mes siguiente se quemase de nuevo con una calentador de queroseno. Unos meses más tarde, se encuentra de pie ante una hoguera y experimentará miedo y decidirá no tocarla, aunque no tenga experiencia ni de ver ni de estar cerca de una hoguera. Toma esta decisión y experimenta un sano temor debido a su capacidad de evaluación, soportada por su memoria sensorial, lo que le permite juzgar que la fogata es caliente y peligrosa. Debemos observar que la emoción, en sí misma, no surge en este caso como un instinto. Más bien, se suscita sobre una base de experiencias individuales pasadas, basadas en la memoria, así como en la imaginación y la capacidad de evaluación, así como de experiencias que especifican y dirigen aún más su inclinación natural a evitar el dolor (Ashley, DeBlois y O’Rourke, 2006, p. 147).