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¿DE QUÉ MANERA EL CONOCIMIENTO CONSCIENTE IMPLICA OTROS TIPOS DE CONOCIMIENTO?

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Existen dos tipos de conocimiento no consciente (incluido el preconsciente), a dos niveles diferentes —de abajo arriba (emergente) y de arriba abajo (superveniente)— que influyen en la consciencia, como ya hemos mencionado. En primer lugar, interviene la inteligencia humana de forma ascendente, que también involucra tipos automáticos instintivos y habituados, de conocimiento no consciente. Este conocimiento subracional influye en la cognición sensorial-perceptiva, en las emociones y en los juicios racionales de los humanos (Ashley, 2013; Kahneman, 2011; Maritain, 1959). Las influencias y el conocimiento inconsciente pueden tomar sus raíces en experiencias de la juventud o en traumas vividos. Aunque no se reconozcan, pueden influir en nuestras vidas cognitivas y afectivas. Las fuentes de conocimiento no conscientes incluyen no solo el instinto básico, sino también la capacidad de evaluar rápidamente las características atractivas o repulsivas de una cosa o una persona. Este juicio es posible gracias a nuestra capacidad de evaluación (Aquino, 1273/1981, I, 78.4; Ashley, 2013; Tellkamp, 2012; véase también el capítulo 13, «Sensorial-perceptiva-cognitiva»). Tal evaluación puede informar a la inteligencia sobre nuestras emociones, de la misma forma que nuestras posteriores reflexiones racionales nos informarán sobre la persona o la cosa. A esto se le ha llamado inteligencia emocional e inteligencia social (Damasio, 2010; Goleman, 1995, 2006). No obstante, tal y como veremos a continuación, existen más potencialidades en la inteligencia humana completa salvo si reducimos la mente a una simple creación del cerebro o a un epifenómeno de abajo arriba (Davies, 2006; Murphy, 1998; Pinker, 2009; Życiński, 2006).

En segundo lugar: queda asumido que existen varios niveles de estructura y actividad descendentes. Asimismo, existen influencias no conscientes, o preconscientes, que se manifiestan a través de las capacidades y actividades intelectuales humanas. También existen influencias preconscientes y suprarracionales, que son el resultado de la gracia y de los dones del Espíritu Santo. Estas influencias divinas son preconscientes, en el sentido de que son ontológicamente anteriores, o superiores, a la consciencia (Agustín, 401/2007, VII.17). La preconciencia del Espíritu afecta a las capacidades intelectuales y espirituales de conocer y amar (Aquino, 1273/1981, I, 79.3 y 84.1; Aquino, 1268/1994a, §397; Ashley, 2006, p. 434). Tales influencias implican, por ejemplo, ser iluminados recibiendo el don de la comprensión (CIC, 2000,§1831) o estar inspirado para afirmar verdades que trascienden la capacidad del intelecto natural de la persona (Aristóteles, 1941c; Pinckaers, 2005, p. 387; Vaticano II, 1965a, §§7-11). Tales influencias descendentes solo pueden ser comprobadas indirectamente (Vaticano II, 1965b, §36).

La forma en que nuestro conocimiento consciente implica estos otros tipos de conocimiento se evidencia cuando las influencias espirituales alcanzan a nuestra afectividad. Experimentamos una interacción entre la emoción sentida, el amor voluntario y el afecto espiritual y religioso, que puede desbordarse en la emoción. De esta forma, podemos experimentar alegría espiritual, paz intelectual y dolor emocional a la vez. Por ejemplo, imaginemos una hija que ama a su padre, y que tiene fe en Dios y en la vida después de la muerte. Puede, en el momento de su muerte, sentir un verdadero dolor emocional por la pérdida de su padre, así como una alegría y paz espiritual bajo la esperanza de que Dios le conceda el descanso eterno y la bienaventuranza (véase el capítulo 19, «Redimida», el capítulo 14, «Emocional», y el capítulo 16, «Volitiva y libre»).

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II

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