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Mi trasfondo

A continuación hago una pequeña reseña del trasfondo que me llevó a conocer más sobre los orígenes del cristianismo. Cuando me convertí al cristianismo evangélico a los 18 años de edad, habiendo nacido en la Iglesia católica, me impresionó mucho la manera en que se acercaron a mí para mostrarme a Jesús. Un Jesús de amor y perdón, en lugar de un Jesús crucificado en la cruz colgado de un madero.

Siempre fui atraído por las disciplinas religiosas y místicas desde mi niñez. Quería ser monaguillo a los siete años y hacer sonar la campana en la misa cuando el sacerdote levantaba la hostia en alto. Con el correr de los años, y al haber comenzado mi carrera de Ingeniería en el Tecnológico de Monterrey, fui presentado con la idea mística de un Jesús vivo, salvador y amoroso. Fue en la banqueta de mi casa que hice mi confesión de fe y me recibió un amigo con un abrazo diciéndome: “¡Bienvenido hermano! Cristo te ha salvado de tu condición pecaminosa, por fe ya eres salvo. Ahora te toca caminar y descubrir a ese Jesús vivo dentro de ti”.

Sus palabras las tomé muy en serio y comencé a leer la Biblia, leí el Nuevo Testamento y luego el Antiguo Testamento. Me impresionó su lectura y el contraste de ambos testamentos. Devoré la lectura de la Biblia y, en menos de un año, estaba sediento de conocer más de ella y de la historia de la salvación. Me regocijaba con la hermandad y cambié mis amistades de toda la vida por amigos cristianos.

Luego entendí que tenía que ser luz en las tinieblas y llevar el evangelio de la salvación a todos mis amigos no cristianos. Me dediqué en la escuela a predicar el evangelio en toda oportunidad que tenía. Si el maestro llegaba tarde, me levantaba de mi pupitre y, subiendo al pódium del salón, comenzaba a predicar el evangelio de la salvación, y algunas veces llegaban los maestros y me decían que continuara mi predicación. En numerosas ocasiones muchos de ellos hicieron la oración de fe y se convertían al cristianismo. Otras veces me rechazaban porque no era católico y tenían miedo de esa prédica cristiana.

De cualquier manera, había un fuego implacable en mi corazón que no podía detener ni ocultar, así que pensé en dejar la carrera de ingeniería para irme de misionero a predicar el evangelio, para que muchos fueran salvos por la fe en Jesucristo.

Un día me acerqué a mi padre y le dije que ya no quería estudiar ingeniería y que si me permitía mejor ser misionero. Él estaba en su baño amplio de la gran casa donde vivíamos. Se estaba rasurando, dejó de rasurarse, se me quedó viendo fijamente y me dijo: “¡No!, primero termina tu ingeniería y luego te vas a hacer lo que tú quieras”. No era la primera vez que me decía que no, porque cuando tenía 11 años me invitaron los maestros maristas de la escuela donde estudié primaria a unirme al llamado marista. Recuerdo que al ir con mi padre y solicitar permiso, se rio y me dijo: “De ninguna manera, sigue estudiando y luego veremos”.

En una ocasión, leyendo la Biblia en mi cuarto y pidiendo a Dios guía para saber qué tenía que hacer, sentí que Él me hablaba a través de un pasaje que estaba leyendo en el libro de Proverbios, capítulo 1 versículo 8, que reza de la siguiente manera: Oye hijo mío la instrucción de tu padre y no desprecies la dirección de tu madre. En ese momento yo sentí que Dios me estaba hablando y decidí seguir el consejo de mis padres de trabajar en el negocio familiar que mi abuelo había fundado y que mi padre había hecho crecer enormemente. Este concepto de sentir que Dios habla en forma personal, es una constante en las iglesias evangélicas cristianas pentecostales alrededor del mundo. Y como yo fui converso en esta Iglesia, ya a estas alturas había aprendido bien el concepto de que Dios habla a cada persona y la quiere guiar de acuerdo a su voluntad. Después de haberme graduado como ingeniero, trabajé por tres años dentro de la empresa familiar hasta que un buen día, teniendo temor de no obedecer el llamado de Dios a hacer su voluntad, dejé todo para ir a seguir al Jesús vivo que había encontrado y que quemaba en mi corazón, e ir a servirle y predicar hasta el último rincón de la Tierra (Mr. 16:15), comenzando en lo más cercano que era mi país, pero no quería ir a predicar a cualquier lugar en México. Había aprendido a ayudar siempre a los más necesitados, a los más pobres y desposeídos. Así que me vi en la tarea de partir de mi casa, de acuerdo al mandato de Jesús, y salir a predicar. En Mr. 10:17-21 está la historia del hombre rico, que se conoce en el Evangelio de Mateo como la del Joven Rico; es donde Jesús le pide dejar todo y seguirlo. Yo no quería que me pasara lo que le pasó a esa persona en la descripción de Marcos, que no lo pudo seguir porque tenía “muchas posesiones”, así que me decidí a vender y regalar todo lo que tenía, hasta mi reloj de oro que mi abuelo me había regalado, y así decidí seguir a Jesús sin atadura alguna a los bienes materiales. En ese tiempo estaba joven, tenía aproximadamente unos 25 años.

Habiendo estado un par de años de misiones en los estados de Guerrero y Oaxaca, decidí salir a profundizar mi fe en el Jesús que predicaba y que cambiaba a vidas nuevas a los que se arrepentían de sus caminos. Me fui a estudiar Teología a un seminario en Vancouver, Regent College, donde me gradué con un título de Maestría en Divinidad. Fueron tres años de tiempo completo, y ahí quien se gradúa sale preparado para conocer y estudiar seriamente las escrituras. Sin embargo, para mí fue algo impactante que, en lugar de profundizar mi fe, comenzaron a surgir más dudas y preguntas de las que tenía antes. Una de éstas fue que el Jesús histórico no era necesariamente igual al Jesús bíblico que había conocido en mi conversión.

Comencé a entender que la Biblia no era toda como la había entendido. Me ayudó mucho conocer con más precisión la Biblia y estudiarla durante la maestría que tomé. El camino por recorrer fue largo, me tarde más de 20 años desde mi confesión de fe para encontrar que el Jesús bíblico es diferente al Jesús histórico. Preguntas como: ¿cuáles son los verdaderos dichos y palabras de Jesús? ¿Cuándo se escribieron los evangelios de Jesús? ¿Fueron testigos oculares los que escribieron los evangelios de la historia de Jesús? ¿Cómo es que Jesús es Dios?, son preguntas que veremos en este libro. Espero que la lectura del mismo aporte nueva luz, más estudio y pueda crear una nueva perspectiva sobre la historia de los comienzos del cristianismo.

Agustín Villarreal Budnik

Origenes del Cristianismo

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