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A MODO DE INTRODUCCIÓN

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Quiero aclarar, antes de empezar siquiera, que, en general, voy a utilizar en este manual la palabra «niño» para referirme tanto a niños como a niñas, e incluso para abarcar también a adolescentes de ambos sexos. Esto simplificará mi tarea a lo largo de todo este texto, pues no tendré que nombrar cada vez a unos y a otros. Así mismo, cuando mencione a los terapeutas que trabajamos en psicoterapia con niños y adolescentes, lo haré refiriéndome en general al «psicoterapeuta infantil».

También debo añadir que, en algunos momentos, seguramente voy a hablar de «mamá» para referirme a la figura principal de apego.

Espero disculpen las molestias de todo tipo que puedan generar estas restricciones, les aseguro que es solo una cuestión de comodidad por mi parte. Gracias por la comprensión.

Creo, del mismo modo, conveniente explicitar dos o tres cuestiones más: la primera es que el modelo que propongo está diseñado fundamentalmente para trabajar en la práctica privada, que es donde yo he generado mi experiencia. Esto no implica que la línea general de actuación no sea extrapolable a otros ámbitos, pero, aun así, considero imprescindible aclararlo. En mi opinión, el enfoque y, sobre todo, la mirada me parecen extrapolables a cualquier otra esfera de intervención. De hecho, todos los años tengo alumnos en mis clases que proceden de ámbitos diferentes donde trabajan con niños en condiciones muy distintas a las que yo manejo y que me han obligado a adaptar mis respuestas a sus necesidades y siempre, siempre, hemos encontrado la manera de aplicar los principios fundamentales del modelo a las especiales circunstancias de su contexto concreto. En este sentido, por ambas partes nos hemos enriquecido, sin duda.

La segunda cuestión es que, como verán, es esencialmente común para el trabajo con niños o con adolescentes. Esto es así porque, en mi opinión, a nuestra consulta siempre viene un niño traído por un adulto, ya sea el primero un niño de 6 años que viene de la mano de sus papás, un adolescente de 16 que se debate entre ser él quien acompañe a su propio niño interno o permitir que sean sus padres quienes lo hagan (o tiene la suerte de que estos insisten en acompañarlos a los dos, a ese que parece grande de 16 y al pequeño que casi ni se ve), o bien un adulto de 43 que trae de la mano a su niño interno asustado y huidizo. A mi juicio, siempre, SIEMPRE, hay que ver, reconocer y legitimar al niño. Y es con él, por supuesto, con quien debemos trabajar principalmente.

Además, tengo que advertirles de que temo que este no sea un manual al uso y que, si bien expone un modelo bien estructurado de intervención (se desarrollan mínimamente la mayoría de conceptos teóricos), quizá echen en falta indicaciones precisas para algunas cuestiones o momentos concretos pues, por un lado, creo en la intuición y el buen hacer del clínico y la necesidad, por tanto, de verse tomando decisiones según las respuestas de su paciente y, por otro (y asociado a esto primero), considero la psicoterapia un arte. Decía Pablo Picasso que «el arte es la mentira que nos ayuda a ver la verdad». Pues eso, completamente de acuerdo con el gran maestro: cada terapeuta deberá elaborar la «mentira» necesaria y exigida para que su paciente pueda alcanzar a vislumbrar y hacerse cargo de la verdad, de su verdad. No en vano es la magia la herramienta más eficaz con la que cuenta el ser humano para hacerse cargo de la realidad. Y, necesariamente entonces, el psicoterapeuta se irá construyendo con la propia experiencia.

También quiero comentarles que pueden plantearse leer el manual sin seguir el orden en el que están expuestos los capítulos, pero lo cierto es que encontrarán más valioso, creo, hacerlo ordenadamente, pues unos epígrafes van completando y complementando a otros, y solo es posible extraer todo el jugo de alguno de ellos si se ha leído el anterior. Sobre todo, recomiendo no saltarse el capítulo IV: El poder de la magia. Es un capítulo imprescindible, en mi opinión, que incluso recomendaría leer en primer lugar, antes que nada más, pues expone las bases sobre las que estructuro todo el modelo. Si no entienden o no comparten lo que en él expongo, puede que no merezca la pena que sigan leyendo…

Para terminar, agradezco profundamente que se hayan decidido a prestar atención a lo que he escrito en este pequeño manual y espero que les sea de alguna utilidad.

Psicoterapia breve con niños y adolescentes

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