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EL PSICOANÁLISIS COMO SÍNTOMA

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Hay que afirmar, sin embargo, que Freud mismo era hijo de un ideal científico, no hay que olvidarlo. El psicoanálisis es hijo de este ideal, pero precisamente hará retornar al sujeto excluido de la ciencia en nombre de este ideal. Freud mismo tiene un texto que es en cierta forma delirante, el famoso Proyecto de una psicología para neurólogos, un texto que interrumpió en 1895, una fecha prefreudiana de algún modo, y que es el intento de traducir el saber inconsciente del síntoma del sujeto en términos de neuronas, explicando a través del mecanismo de las neuronas la producción de síntomas. Más tarde Freud le escribe a Fliess y le dice que no sabe cómo había podido endilgarle ese texto y decidirá no publicarlo. Años después de su muerte fue publicado. Es un texto excelente, de una pulcritud científica admirable, pero que fue considerado, finalmente, y con justa razón por Freud mismo, como un delirio, aunque era el intento más «científico» y objetivable de borrar al sujeto y traducirlo en términos de células nerviosas.

En la actualidad hay un texto académico, escrito por Christof Koch, titulado La Conciencia, una aproximación neurobiológica, donde encontramos capítulos muy parecidos a los de la Psicología para neurólogos de Freud. Es un lenguaje traducido en términos neuronales, suponiendo que todo el sentido del lenguaje es localizable a nivel neuronal. Lo increíble es que una parte del psicoanálisis todavía sueña con que eso es posible, hay una orientación analítica que comparte este sueño de las neurociencias, y es el psicoanálisis que más ha olvidado a Freud, que hizo este recorrido para darse cuenta de que, como tal, el sujeto de la palabra es irreductible, que el sentido no se va a encontrar nunca cifrado en la neurona o en el gen, y que el lenguaje nunca podrá ser localizable en un soporte orgánico, que no hay una estructura profunda en la realidad del lenguaje. La lengua es algo mucho más complejo que todo esto y se sitúa en otro real, producido por lo simbólico del lenguaje.

La hipótesis de Lacan, que enunció en los años sesenta, sigue teniendo hoy una gran actualidad: «La ciencia se ha constituido necesariamente excluyendo al sujeto de la palabra y del goce, excluyendo al sujeto supuesto al saber». Lacan hablaba de una forclusión del sujeto de la ciencia, es algo más que la represión, es el borramiento de cualquier huella de esta dimensión del sujeto. La ciencia se constituye necesariamente bajo este sesgo. Heidegger decía que «la ciencia no piensa», es cierto, la ciencia no puede pensar sobre su objeto, experimenta, saca resultados, pero pensar, lo que se llama pensar, no puede pensar su objeto. El objeto de la ciencia está constituido fuera de este ámbito del sujeto del pensamiento. La idea de Lacan es que ese sujeto excluido del campo de la ciencia está destinado a retornar de una y mil maneras. Lo que sacamos por la puerta vuelve a entrar por la ventana. Y es algo que también estamos viendo en la experiencia clínica, en la clínica del mundo «psi», donde cuanto más reducimos síntomas a objetos de información más producimos una suerte de epidemia de sentido que no podemos atrapar con esa maquinaria. Lo vemos, por ejemplo, en un tema de actualidad como es la anorexia, un tema muy llamativo donde toda esta ambigüedad se está jugando de un modo muy fuerte, y donde la subjetividad moderna se está anclando, no sólo en la histeria, sino también en la psicosis, donde los sujetos se enganchan a esa forma de objeto de consumo, donde son consumidos y llegan a transformarse ellos mismos en el objeto de consumo, a ser comidos por la maquinaria del Otro.

La idea de Lacan era que el sujeto excluido de la ciencia retorna en lo real de esta serie de fenómenos. Tanto es así, que el propio psicoanálisis hace presente este retorno del sujeto excluido de la ciencia, él mismo se ha convertido en un síntoma de este retorno. En el campo de la ciencia, el psicoanálisis se transforma así en un síntoma del sujeto. Ésta era finalmente la concepción que Lacan tenía del psicoanálisis, un síntoma de lo real donde se produce el retorno del sujeto, y no debemos suponer que a los analistas les sea nada fácil consentir en ello.

De la misma forma que el amor es también un síntoma de nuestra época, también el psicoanálisis hace síntoma en el vínculo social con el otro y con la transferencia. Este sujeto supuesto saber que es excluido por la promoción del Yo del conocimiento es uno de los signos de este retorno de lo reprimido, de este retorno del sujeto en el campo del saber que es el que nos permite elaborar, trabajar sobre este saber de otra forma que no sea reduciéndolo a un conocimiento.

Lacan pensaba que en esta tarea estamos destinados a fracasar siempre, y que el psicoanálisis mismo debe saber que no hay modo de reintegrar nunca este saber en el conocimiento, que debemos trabajar con él sabiendo que hay siempre un fracaso inherente a esta dimensión. Tanto es así que Lacan llegó a decir que si el psicoanálisis tuviera un éxito completo en este punto se extinguiría hasta no ser más que un síntoma olvidado, frase paradójica pero muy interesante. Hay muchos síntomas olvidados: es posible que la histeria sea algún día un síntoma olvidado; el psicoanálisis mismo podría ser, en algún momento, un síntoma olvidado, por esto es mejor «fracasar un poco de la buena manera», para que no llegue a extinguirse.

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